El emergente fenómeno yihadista en la República de Togo

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Soldados togoleses montan guardia mientras patrullan en la aldea de Namoundjoga, en el norte de Togo. Foto: Pius Utomi Ekpei/AFP/The Defense Post

Soldados togoleses montan guardia mientras patrullan en la aldea de Namoundjoga, en el norte de Togo. Foto: Pius Utomi Ekpei/AFP/The Defense Post

En 1884, Alemania declaró un protectorado llamado Togoland a una región que incluía al actual Togo. Esta zona, entre los siglos XVI y XVIII, se convirtió en un importante centro para el comercio de seres humanos por lo que el territorio circundante recibió la denominación de “La Costa de los Esclavos”. Independiente a partir de 1960, desde 1967 sufrió durante casi cuatro décadas la dictadura del general Gnassingbe Eyadéma. El militar  falleció el 5 de febrero de 2005 y, apoyado por el ejército en lo que se denominó como un golpe de estado constitucional, su hijo Faure Gnassingbé fue declarado presidente de la República de Togo.

Este Estado africano se sitúa en la costa occidental del continente. Limita al oeste con Ghana, al este con Benín, al norte con Burkina Faso y al sur con el Golfo de Guinea. Con más de ocho millones de habitantes es uno de los países de África con mayor densidad de población. Los Adja-Ewe/Mina y los Kabye/Tem son los grupos étnicos mayoritarios (42.4% y 25.9% del total respectivamente) de una población que profesa mayoritariamente el cristianismo (42.3%), seguido del animismo (36.9%); el tercer grupo religioso más importante son los musulmanes con un 14% de fieles entre la población togolesa.

La población musulmana cuenta desde 1963 con una organización denominada la Unión Musulmana de Togo (UMT), considerada por el gobierno de Lomé como el único interlocutor oficial de la comunidad de fieles del islam. La UMT se caracterizó históricamente por su cercanía a la familia Gnassingbé. Su actual presidente, Inoussa Bouraïma, que dirige la asociación desde 2007, fue ministro de Eyadéma y candidato por la Agrupación del Pueblo Togolés (RPT) en las elecciones legislativas de 1994.

La República de Togo se divide en cuatro regiones geográficas distintas, una de ellas es la de las Sabanas, la región más septentrional del país con capital en Dapaong que a su vez se subdivide en las prefecturas de Kpendjal, Oti, Tandjouaré y Tône. Esta región, a similitud de otras muchas que salpican el continente africano, adolece de numerosas carencias como elevadas cotas de desempleo o falta de inversiones estatales en cuestiones claves como infraestructuras, lo que a su vez deriva en una percepción de lejanía-y abandono- por parte del gobierno central. Esta circunstancia ve reforzada por cuestiones como la infrarrepresentación de las comunidades nómadas minoritarias fulani en los gobiernos locales.

Es precisamente a este grupo étnico, los Fulani, y concretamente a jóvenes de esta etnia, al que las autoridades togolesas atribuyen la presunta autoría de ciertas actividades delictivas, como el bandolerismo, particularmente en las localidades de Cinkassé, Djankouri y Nadjoudi. En el periodo 2018-2019 dos datos habrían llamado la atención a las autoridades del país: el incremento del número de robos en la ruta Dapaong-Cinkassé, en los que en alguno de ellos se habrían empleado fusiles de asalto, y el aumento del número de detenciones de presuntos yihadistas procedentes o en tránsito por Cinkassé y que también pertenecerían a la comunidad Fulani.

Estas detenciones se realizaron en el marco de la Operación Koundjouaré, puesta en marcha por las fuerzas armadas de Togo para luchar contra el terrorismo y el extremismo violento en el norte del país. Al mando de esta Operación, desde enero de 2023, se encuentra el general Kolemagah Kassawa, anteriormente Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra (las  fuerzas armadas y de seguridad togolesas cuentan con unos 11.000 efectivos: 6.500 pertenencientes al Ejército de Tierra; 500 al Ejército del Aire y la Armada y  3.000 a la Gendarmería).

Militares de la Operación Koundjouaré fueron precisamente el objetivo del que se considera el primer atentado yihadista mortal contra soldados sufrido en territorio de la República de Togo. Durante la noche del 10 al 11 de mayo de 2022, en torno a las 3.00h. de la madrugada, fue atacado un puesto militar en la localidad de Kpékpakandi, próxima a la frontera con Burkina Faso. Los perpetradores del ataque, que se contarían por docenas, iban fuertemente armados, se desplegaron mediante el uso de motocicletas y se hicieron con el control del puesto militar. A consecuencia del atentado ocho soldados fueron asesinados y otros trece resultaron heridos.

En un comunicado emitido el 11 de mayo de 2022, las autoridades togolesas denunciaron el “ataque cobarde y bárbaro”, hicieron un llamamiento a la población a estar más alerta y no caer en el pánico” y a “colaborar estrechamente con las fuerzas de defensa y seguridad”. El atentado fue reivindicado por el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM- Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin– fundado en marzo de 2017 tras la fusión de los grupos Ansar al-Din, al-Murabitun, el Frente de Liberación de Macina (FLM) y el Emirato de al-Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI).

En noviembre de 2021 ya se produjo un ataque de similares características contra otra base militar de la región, si bien en aquella ocasión fue repelido sin que hubiese que lamentar daños materiales ni humanos. A consecuencia de esos dos atentados, el Gobierno togolés decretó a mediados de junio de 2022 un “estado de emergencia de seguridad” en la región de las Sabanas. El 15 junio de 2022, el ministro de Comunicación y portavoz del Gobierno togolés, Akodah Ayéwouadan, declaró: “Puedo confirmar que ayer por la noche nuestro país volvió a ser objeto de múltiples incursiones en el extremo norte (…) fuimos atacados violentamente“.

Este modelo de agresión armada volvió a ocurrir entre el 22 al 23 de agosto de 2022, cuando efectivos destacados de la Operación Koundjouaré en Kpendjal fueron emboscados por terroristas entre Blamonga y Pognoa, localidades cercanas a Burkina Faso. Tras un intercambio de disparos, los militares lograron neutralizar el ataque. En aquella ocasión se informó de un aumento de este tipo de acciones en las regiones norteñas de la República de Togo.

A lo largo del periodo estival de 2022 no fueron los militares los únicos objetivos de los terroristas de JNIM. En la noche del 14 de julio, integrantes de la coalición yihadista asesinaron al menos a 14 personas en ataques contra dos aldeas togolesas en la prefectura de Kpendjal, región cercana a la frontera con Burkina Faso. Estos hechos provocaron un aumento de la sensación de inseguridad en la ciudad más grande de la región, Dapaong, enclave que también recibió población desplazada que huía de la violencia en Burkina Faso.

Mapa de la actividad de grupos yihadistas en el Sahel. Fuente: France 24

La irrupción del fenómeno yihadista en el país también tuvo una derivada de carácter político. El presidente Faure Gnassingbé presentó como grupo etnoreligioso salafista e islamista, o incluso yihadista, al Partido Nacional Panafricano (PNP). Esta formación, que está liderada por el musulmán  Tikpi Atchadam, desempeñó un papel destacado en las protestas antigubernamentales de 2017. El PNP tiene una notable implantación en ciudades del centro y norte con importante presencia musulmana como Sokodé, Bafilo, Dapaong o Mango. Las acusaciones del presidente contra el PNP parecen orientadas a disuadir a la población de apoyar al grupo, y por ende la alternancia política, y para justificar la represión contra sus miembros o simpatizantes.

En marzo de 2023 vio la luz una entrevista realizada en forma de cuestionario a Abou Obeida Youssef al-Annabil, uno de los fundadores del GSPC (Grupo Salafista de Predicación y Combate), sustituto en 2020 de Abdelmalek Droukdel en el puesto de emir de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), organización integrada en JNIM. Entre otras cuestiones, el líder yihadista señaló que los objetivos de AQMI y JNIM eran “locales” y según señala Wassim Nasr, autor de la entrevista, Abou Obeida se felicitó por la estrategia de reclutamiento en el Sahel y por el control de parcelas de territorio en el Golfo de Guinea. Tal y como detalla Nasr: “Según él [Abou Obeida] no hay límites para la expansión. La estrategia consiste en insertarse en los conflictos locales y ganarse los corazones y las mentes”.

El desarrollo de la actividad yihadista en la República de Togo, si bien es incipiente pero letal, parece obedecer al eficaz planteamiento estratégico propuesto por Abou Obeida. Actúa en zonas en las que existe una percepción deficitaria, cuando no discriminatoria, de la acción gubernamental respecto de ellas, atacando precisamente a las fuerzas armadas. Ataques contra la población civil encajarían dentro de los parámetros de la “agenda local”, ya que el amedrentamiento de los civiles, en combinación con el ataque a los militares, constituye un primer escalón de cara a establecer un control territorial efectivo.

La República de Togo está experimentando el estadio inicial de un importante problema securitario que ya se manifestó con cruentas consecuencias en países limítrofes como Benín o Burkina Faso. Los esfuerzos implementados en la neutralización, o cuanto menos la contención, de esta fenomenología terrorista serán determinantes para que no se dé el salto de una cuestión emergente a una cuestión de emergencia.