¿Es posible un nuevo califato yihadista de Daesh en África?

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Captura de un vídeo reciente publicado por Daesh en el que combatientes sirios felicitan a sus compañeros en África por sus éxitos.

Captura de un vídeo reciente publicado por Daesh en el que combatientes sirios felicitan a sus compañeros en África por los éxitos y avances logrados.

Durante los últimos años hemos visto cómo el yihadismo ha crecido de forma inexorable en África Subsahariana hasta el punto de convertirse este escenario en el área de mayor incidencia terrorista. Así, el principal foco de actividad yihadista a nivel mundial se ha trasladado de continente, abandonando las históricas regiones de Oriente Medio y el sur de Asia, para llegar a un nuevo foco en el que las posibilidades de crecimiento a corto y medio plazo auguran un futuro más que preocupante de cara a preservar la seguridad en África y, no lo olvidemos, en Europa.

Paulatinamente, el nivel de violencia terrorista en buena parte de África ha aumentado a medida que los grupos yihadistas se han consolidado sobre el territorio y han expandido sus áreas de influencia. Sin ir más lejos, en estos momentos más de la mitad de las provincias de Daesh ya se encuentran establecidas en el continente africano. El deterioro securitario en clave regional se entiende en buena medida por lo acontecido en países como Mali o Burkina Faso, donde las dos grandes franquicias del terrorismo internacional, Daesh y Al Qaeda, han conseguido abrirse hueco a través de unas ramas territoriales que en estos momentos se presentan como una punta de lanza que ejerce de vanguardia del movimiento yihadista global, y que amenaza directamente la seguridad de otros países de la región afectados hasta ahora en menor medida como son Costa de Marfil, Togo o Benín, pero que ya han comenzado a sufrir atentados de inspiración yihadista dentro de sus propias fronteras.

En este sentido, es especialmente preocupante el rápido crecimiento que ha experimentado Daesh en este continente, creando en poco más de cinco años diversas franquicias regionales que le han permitido llevar sus siglas por primera vez a países donde el apoyo hacia la ideología yihadista todavía se encontraba en una fase incipiente. Para ello, se ha servido en algunos casos del establecimiento de alianzas y de la suma de sinergias con movimientos islamistas radicales locales, como ha ocurrido en la República Democrática del Congo y Mozambique. En otros, ha aprovechado el arraigo ideológico ya generado por grupos vinculados a Al Qaeda, sabiendo explotar a la perfección su papel como apuesta ganadora del momento y generar así ciertas reticencias y desconfianza entre los militantes de estos grupos que desembocaron en escisiones y formaciones de nuevas organizaciones que se situaron bajo su órbita de influencia.

En este contexto, resulta interesante y oportuno analizar el momento por el que pasa el yihadismo en África y plantear un interrogante que hasta fechas recientes habría parecido impensable, pero que en base a las evidencias y las dinámicas desarrolladas podría ser posible a no muy largo plazo: ¿podría Daesh retomar su proyecto su proyecto más ambicioso y tratar de reestablecer el califato yihadista en África?

Lo primero que debemos tener en cuenta es que tras la definitiva caída del califato yihadista sirio-iraquí, acontecida con la pérdida de su último reducto en Baguz en marzo de 2019, la estructura central de Daesh ha pasado a ocupar un segundo plano marcado por un nivel de actividad de perfil bajo que por sí mismo representa en buena medida el grado de debilidad y de decadencia en la moral entre sus integrantes. Todo ello acentuado por la muerte de sus dos califas en los últimos tres años a manos de dos operaciones antiterroristas realizadas en la provincia siria de Idlib, así como de otros altos cargos.

Hasta la desaparición del califato yihadista, el escenario sirio-iraquí se presentaba como el gran eje central del contenido propagandístico oficial de Daesh, dejando un pequeño hueco a otras provincias en las que puntualmente se producía algún acontecimiento que requería su atención.  Sin embargo, y a medida que ha crecido el protagonismo de sus franquicias regionales africanas, el foco mediático ha girado hacia este continente, y cada vez es más frecuente encontrar contenido propagandístico elaborado desde sus productoras y agencias centrales. El objetivo de esta estrategia es claro, ya que se pretende concentrar la atención en los éxitos que la organización tiene en África para tapar así su inconsistencia en otras áreas, como ocurre sin ir más lejos con su estructura central.

En los últimos meses se ha hecho más evidente que nunca esta estrategia con varios vídeos en los que combatientes tanto de Siria como de Irak felicitan públicamente a sus compañeros que combaten en África por los éxitos obtenidos. Hasta no hace mucho, eran estos mismos miembros los que se congratulaban de sus propios logros sobre el califato sirio-iraquí. Asimismo, a mediados del mes de junio el boletín oficial de Estado Islámico conocido como Al Naba publicaba en el editorial de la edición número 343 un texto que llevaba como título “África es tierra de Hijra y de Yihad” en el que por primera vez hacía un llamamiento para que sus seguidores emigrasen hacia este continente con el fin de integrarse en sus distintas ramas territoriales, y desde allí llevar a cabo la yihad armada. Para ser conscientes de la importancia de este mensaje debemos tener en cuenta que el llamamiento a la hijra por parte del aparato comunicativo oficial de Daesh únicamente se había realizado en una anterior ocasión, coincidiendo esta con el anuncio del establecimiento del califato yihadista en junio de 2014. Por tanto, se entiende que la respuesta que la agrupación espera para este llamado es que su impacto, como mínimo, sea igual al acontecido en su día en Siria e Irak, países a los que viajaron miles de personas que compartían su idea de proyecto y que quisieron sumarse a él.

Que esta editorial de Al Naba fuese acompañada por un vídeo de su franquicia en África Occidental, conocida como ISWAP por sus siglas en inglés, en el que se mostraban tanto los avances en términos militares como en gobernabilidad del territorio no hacen más que rememorar las proyecciones de Daesh en las que ensalzaban sus éxitos durante los años de existencia del califato yihadista sirio-iraquí. Asimismo, en este vídeo, miembros de ISWAP hacen un llamamiento a ocupar nuevos territorios y ciudades, independientemente de su tamaño, con la finalidad de establecer un gobierno que quede regido bajo las leyes de la sharía.

El imparable avance del yihadismo en la mitad sur de África, con su elevada capacidad para saber explotar y sacar rendimiento de las enormes debilidades políticas, económicas y sociales existentes, sumado al creciente protagonismo y seguimiento que se da por parte de medios oficiales de Daesh al desarrollo de los acontecimientos en esta región incita a pensar en una intencionalidad que va más allá del ejercicio de cierto dominio sobre aquellos lugares que ocupan. En determinados territorios se observa cómo comienzan a darse estructuras de gobierno que ya en su día se implantaron en el califato sirio-iraquí, tales como los dawawin (plural de diwan, que se podría traducir al español como departamento) orientados a temáticas religiosas, de ética y comportamiento o la recaudación del impuesto del zakat. Un buen ejemplo de ello es el propio vídeo ya citado anteriormente de ISWAP, que refleja la forma en la que a partir de estos mecanismos el grupo quiere presentarse como un actor no solo capaz de expandirse mediante el ejercicio de la violencia y el sometimiento de sus enemigos, sino también como una figura que puede garantizar la gobernabilidad en reemplazo y sustitución del propio Estado.

Como podemos ver, no son pocos los paralelismos entre el protoestado sirio-iraquí establecido por Daesh en 2014 y el panorama actual en África Occidental en cuanto a la forma en la que evolucionan los acontecimientos bajo determinados condicionantes (expansión incontrolable del yihadismo, incapacidad de los gobiernos para hacer frente al terrorismo, porosidad de fronteras, corrupción y abusos de las fuerzas de seguridad, descontento y fragmentación social, sectarismo, etc.) y se da el surgimiento de herramientas de gobernabilidad por parte de actores terroristas no estatales. Es por ello que, de no producirse un giro drástico en las dinámicas actuales que permita recuperar a los gobiernos locales el control de la situación en materia de seguridad y garantizar la gobernabilidad, es más que probable que veamos cómo la estructura central de Daesh decide retomar su proyecto territorial y reestablecer su tan deseado califato yihadista, esta vez en África. Una frase dentro del editorial de Al Naba ya citado resulta especialmente significativa e ilustrativa cuando afirma que “lo que estamos viendo ahora en África es exactamente lo mismo que vimos años atrás en Irak y el Sham (Siria)”.

No obstante, y para que esto llegue a producirse, Daesh tendrá que hacer frente a diferentes obstáculos como son la demostración de una capacidad que le permita hacerse con el control de importantes ciudades,  la creación de una narrativa propagandística que resulte lo suficientemente atractiva como para que se produzca un migración masiva hacia países africanos, la búsqueda de líderes carismáticos que sean capaces de ejercer al frente de la organización desde África o la rivalidad que pueda darse entre estas nuevas figuras de poder y aquellas que lo ejercen desde la estructura central en Siria e Irak.