Más de seiscientos muertos y cerca de dos mil heridos es el balance que deja hasta el momento la serie de atentados cometidos por el grupo terrorista Hamas sobre Israel. A medida que pasan los días, es posible que tanto el impacto psicológico de los ataques en la población israelí como las consecuencias más inmediatas que estos pueden acarrear en términos (geo)políticos no disten mucho de ser similares a las sufridas tras el 11-S por la sociedad estadounidense. Muy pocos eran los que creían que Hamas podía llevar a cabo una acción terrorista de tal envergadura sobre territorio israelí. Lo mismo ocurrió con Al Qaeda hace ya veintidós años y las remotas posibilidades de que pudiera golpear directamente al corazón de Estados Unidos.
Los juegos de comparativas, si bien pueden ser útiles para tratar de mostrar paralelismos o analizar los posibles efectos que un suceso pueda tener, no siempre son acertados, y en no pocos casos acaban siendo contraproducentes. Eso precisamente es lo que está ocurriendo estos días en los que tanto en diversas plataformas de mensajería como también en redes sociales se está difundiendo de forma repetitiva la frase “Hamas es ISIS”. Si bien esta especie de eslogan ha sido promovido por miles de perfiles de personas anónimas, parece quedar meridianamente claro que los principales promotores de este mensaje se encuentran en el propio gobierno israelí. Sin ir más lejos, el primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó el pasado jueves en su comparecencia ante los medios tras la reunión mantenida con el Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken que “Hamas es Estado Islámico” y que, por tanto, debe ser tratado de la misma forma.
Pero lo cierto es que no. Hamas y Estado Islámico distan mucho de ser lo mismo, más allá de algunas similitudes que puedan tener como organizaciones terroristas que son, en las estrategias a implementar en algunos de sus ataques -tales como el uso de terroristas suicidas y el atentar indiscriminadamente contra población civil- o el profundo odio que ambas muestran hacia Israel. Las propias bases doctrinales, ideológicas y estratégicas de ambas organizaciones ya difieren lo suficiente como para tratar de identificar a ambas por igual. Hamas es una agrupación nacida bajo el abrigo de los Hermanos Musulmanes y no rehúye de participar en el juego de la democracia y en su sistema electoral. Su agenda es puramente nacionalista, alejándose en buena medida de la idea de yihad global promovida por organizaciones salafí-yihadistas como Al Qaeda o Estado Islámico. Tampoco está de más recordar que la relación entre ambas organizaciones es inexistente, cuando no de enemistad. Así quedó de manifiesto en el año 2017 cuando el asesinato mediante apuñalamiento de una policía en Jerusalén fue reivindicado por ambas organizaciones, lo que dio paso a un intercambio de acusaciones en las que una y otra se criticaban mutuamente por mentir y tratar de confundir a sus simpatizantes con falsas atribuciones de acciones terroristas. La mejor muestra de la nula relación entre Hamas y Estado Islámico es que en el último boletín de Al Naba publicado por Estado Islámico el día 12 de octubre ni siquiera se mencionan los ataques ocurridos en Israel, cuando es más que frecuente que la organización terrorista se pronuncie a través de este medio de todo lo que acontece en el contexto internacional y que resulta especialmente relevante de cara a los intereses de la organización y de sus seguidores. Tampoco debemos olvidar que, siguiendo el discurso de Estado Islámico, Hamas debe considerarse como un acérrimo enemigo por ser apóstatas de la fe y estar bajo influencia del régimen chií de Irán.
La inexistencia de lazos de afinidad e incluso la rivalidad entre grupos yihadistas de agenda global y Hamas también se evidencia en el caso de Al Qaeda y lo ocurrido a mediados de 2021, cuando Jaich al Oumma, agrupación afín a Al Qaeda, fue combatida por Hamas tras adentrarse estos en el territorio controlado por el grupo terrorista palestino. No obstante, esto no era la primera vez que ocurría. Al menos desde 2007, aun cuando Al Qaeda estaba bajo el liderazgo de Osama Bin Laden, ya se venían produciendo distintos enfrentamientos tanto dialécticos como mediante el uso de las armas por parte de combatientes de Hamas y miembros de grupos alineados con Al Qaeda.
Por otra parte, tampoco debe desdeñarse el hecho de que Hamas pueda estar tomando como modelo de inspiración a Estado Islámico con fines propagandísticos y estratégicos. Así puede desprenderse a partir de los numerosos vídeos que se están publicando tanto en medios oficiales de la organización como a través de sus simpatizantes en los últimos días. Mientras que los canales oficiales están difundiendo contenido audiovisual de muy buena elaboración mediante el uso de drones y medios sofisticados en la que se está mostrando la forma en la que fueron preparados los ataques sobre Israel así como la justificación política de estos, los medios afines pero no oficiales que rodean a la organización están publicando en diversas plataformas, especialmente a través de Telegram, contenido mucho más violento sobre la barbarie cometida que ponen de manifiesto el profundo odio hacia Israel, algo que puede ser utilizado para atraer a nuevos miembros hacia su causa. Esta forma de crear contenido propagandístico guarda muchas similitudes y paralelismos con los vídeos elaborados y difundidos por Estado Islámico entre los años 2014 y 2017 tanto de forma oficial como a través de las numerosas agencias de comunicación afines al grupo.
Que desde la órbita del poder israelí se esté intentando identificar bajo una misma realidad a Hamas y Estado Islámico obedece a una clara intención de instrumentalizar y manipular en términos de propaganda a la opinión pública internacional. Todo ello con el fin de que no quede ninguna duda de su legitimidad para poder responder con dureza a los atentados sufridos en su propio territorio y que el elevado número de bajas civiles provocadas en la Franja de Gaza quede más que justificado por su intención de tratar de erradicar a un grupo terrorista de extrema brutalidad, pasando incluso por alto la posibilidad de que se estén cometiendo crímenes de guerra.
En cualquier caso, esta misma línea estratégica de propaganda comunicativa parece apuntar el supuesto hallazgo de una bandera de Estado Islámico encontrada en las últimas horas por el ejército israelí en el kibbutz de Sufa, recuperado tras la masacre cometida por terroristas de Hamas. A pesar de que no se sepa todavía muy bien cómo esa bandera ha llegado hasta allí, las imágenes de esta bandera han comenzado a circular por diversas redes sociales, teniendo una difusión enorme, siendo otro de los argumentos esgrimidos por aquellos que defienden la idea de que Hamás y Estado Islámico son lo mismo.
La pérdida de centenares (que serán miles) de vidas inocentes tanto en Israel como en Gaza es lo suficientemente grave por sí misma como para que las autoridades implicadas traten además de distorsionar y tergiversar la compleja realidad. Es incuestionable que la barbarie cometida por Hamas debe ser condenada, igual que en su día ocurrió con las numerosas masacres llevadas a cabo por Estado Islámico en Mosul o Palmira entre 2014 y 2015 y que también fueron condenadas por la comunidad internacional. Sin embargo, el tratar de manipular la verdad y asociar como una misma realidad a dos fenómenos diferentes, más allá de ser instrumentalizado como arma mediática de la que obtener una importante rentabilidad propagandística, no será de ninguna utilidad para identificar la realidad del problema y esa simplificación únicamente contribuirá generar una confusión e incertidumbre todavía mayor de la ya generada por los propios acontecimientos.