Actividad yihadista en el Magreb y el Sahel, agosto 2021

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Casos de estudio Magreb y Sahel agosto 2021

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Los 84 atentados de carácter yihadista registrados a lo largo del mes de agosto suponen una disminución respecto a julio (94). Esto no ha sido así en la región del Magreb, en la que los dos ataques de los que se tiene constancia contrastan con la falta de actividad yihadista del mes anterior.

En cambio, el número de víctimas mortales ha sido el mayor de los datos de 2021 hasta el presente, con un total de 520 civiles y militares fallecidos. Esta cifra solo había sido superada anteriormente, y de manera leve, en marzo de 2020 (522), por lo que agosto de 2021 pasa a ser el segundo mes más mortífero en relación con el terrorismo yihadista en el Sahel. En caso de contabilizarse las muertes de militantes de grupos terroristas, la cifra total ascendería a 909.

 

Las claves del mes:

  • Sahel Occidental: Burkina Faso vuelve a liderar la comparativa regional de actividad yihadista, y Malí continúa en niveles máximos de violencia por quinto mes consecutivo. En ambos países el número de víctimas mortales ha aumentado exponencialmente, marcando, en el caso de Malí, máximos históricos.
  • Cuenca del Lago Chad: Níger va a construir una base militar aérea en la región de Diffa, tras el incremento de atentados terroristas en la zona. ISWAP cambia de líder debido a la cantidad de deserciones de antiguos miembros de Boko Haram. Su actividad se estanca respecto al mes de julio.
  • La Organización de las Naciones Unidas publica el informe del segundo trimestre de 2021 de la misión en Malí (MINUSMA), en el que alertan del aumento de civiles afectados por la violencia en el país.

 

Análisis de las regiones de estudio

A continuación, se realiza un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en las zonas de estudio.

 

Sahel Occidental

La subregión del Sahel Occidental concentra nuevamente la mayoría de los atentados de corte yihadista registrados en la región de estudio. La zona muestra una acusada tendencia negativa desde hace meses, y 2021 está siendo escenario de cifras récord de violencia. En este contexto, el gobierno chadiano ha decidido replegar a la mitad de las tropas que tiene destinadas en la fuerza conjunta del G5 Sahel para la llamada zona de la Triple Frontera entre Malí, Burkina Faso y Níger. Según el portavoz del gobierno de transición de Chad, Abderaman Koulamallah, los 600 efectivos retirados pasarán a formar parte de una nueva fuerza móvil, sin que el compromiso de Chad en la lucha contra el terrorismo se vea afectado.

Como ya ha venido sucediendo durante los últimos cuatro meses, Burkina Faso es el país que más violencia yihadista ha sufrido. Los 32 atentados registrados en su territorio se encuentran cerca de los 37 que se alcanzaron en el mes de mayo, que supusieron el máximo histórico hasta ahora. A diferencia del Observatorio del mes de julio, donde todos los ataques fueron de impacto bajo, se tiene constancia de dos de impacto medio y de otros tantos de impacto alto[1].

Los dos de impacto medio tuvieron lugar en la zona norte, en la región de Sahel (caso de estudio 11) y en Toeni, en la frontera noroccidental con Malí (caso de estudio 29). En el primero de ellos, perpetrado por el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS en adelante) fallecieron 10 civiles, entre ellos dos miembros de la patrulla ciudadana Vigilantes por la Defensa de la Patria (VDP). Como consecuencia del perpetrado en Toeni por la filial de Al Qaida regional, la coalición JNIM, 12 miembros de una patrulla mixta del ejército de tierra y elementos GARSI perdieron la vida.

En relación con los de alto impacto, destaca el atentado perpetrado en la localidad de Arbinda (caso de estudio 61), también en la región de Sahel, donde un total de 80 personas (65 civiles y 15 militares) fallecieron. En esta ocasión, los autores también habrían formado parte de JNIM. El otro atentado de impacto alto, que tuvo lugar en la localidad de Markoye—frontera entre Burkina Faso, Níger y Malí—y de cuya autoría no se ha obtenido ninguna confirmación, provocó la muerte de 15 civiles y 15 militares (caso de estudio 12).

Estos cuatro atentados son la causa de muerte de un total de 134 personas, cifra que supera, con creces, la mortalidad media derivada del terrorismo yihadista en el país. No obstante, el total de víctimas mortales registrado en agosto (178) queda aún lejos del máximo de 241 que se registró en el mes de junio.

En cuanto a enfrentamientos entre grupos terroristas, el EIGS habría tendido una emboscada al grupo de JNIM que perpetró el atentado de Arbinda, momentos después del ataque. Estos choques se habrían resuelto con la muerte de 12 miembros de JNIM (caso de estudio 62).

Malí muestra una tendencia similar a la de Burkina Faso: el número de víctimas mortales se ha duplicado respecto a julio. El único atentado de impacto alto, perpetrado por miembros del EIGS, tuvo lugar en Ansongo, en la frontera con Níger, con varios ataques simultáneos en las aldeas de Karou, Ouatagouna y Daoutegeft, en los que murieron un total de 51 civiles (caso de estudio 33).

Por otro lado, miembros de JNIM, que se encontrarían detrás de más del 75% de los atentados registrados en el país, perpetraron los cuatro atentados de impacto medio de los que se tiene constancia, todos ellos en la región central del país, cerca de la frontera con Burkina Faso. Dos de ellos tuvieron lugar contra la milicia de autodefensa Dozo (casos de estudio 28 y 58) y otros dos contra patrullas militares, una de ellas de carácter mixto del ejército y la fuerza de acción rápida GARSI (casos de estudio 64 y 65).

El informe trimestral sobre la Misión de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA), publicado a finales de agosto, hace hincapié en el aumento de la violencia contra la población civil a lo largo del segundo trimestre de 2021, en el que el número de afectados habría aumentado en un 25% respecto al período anterior. Si bien detrás de esta violencia se encontrarían, principalmente, los dos principales grupos yihadistas que operan en la región—el EIGS y la coalición JNIM—, un 20% de los ataques habrían sido cometidos por milicias locales y grupos de autodefensa, y un 15% por fuerzas de seguridad, tanto malienses como internacionales.

Por último, en la región suroeste de Níger continúa la violencia por parte del EIGS. Destaca el atentado perpetrado en Darey Daye, que ya ha sufrido numerosos ataques durante 2021. En esta ocasión, un grupo de agricultores que se encontraba trabajando el campo fue atacado por un gran número de individuos, que dispararon indiscriminadamente contra ellos y asesinaron al menos a 37 personas (caso de estudio 59). A escasos kilómetros de la localidad se produjo, días antes, otro atentado en Bani Bangou, que también ha sido repetidamente golpeada por el terrorismo yihadista durante los últimos meses. 15 civiles, también trabajadores del campo, fallecieron (caso de estudio 37).

En el extremo occidental del país, cerca de la frontera con Malí y Burkina Faso, tuvo lugar otro atentado de impacto medio, esta vez contra la mezquita local de Theim, en Anzorou (caso de estudio 69), durante una de las oraciones diarias. El balance oficial es de 17 personas fallecidas.

 

Lago Chad

En términos generales, la actividad yihadista en la cuenca del Lago Chad se encuentra muy por debajo de los niveles registrados usualmente. En Nigeria, que esta vez iguala en número de atentados a Camerún, todos los incidentes registrados han sido de impacto bajo, a excepción de uno perpetrado en Rann (caso de estudio 93), donde decenas de terroristas asaltaron una unidad militar, matando a algunos de sus miembros y a vecinos de la localidad y robando equipamiento y vehículos del ejército.

En cuanto a la reestructuración de los principales grupos yihadistas que operan en el país, Daesh central habría designado un nuevo líder de la filial de África Occidental (ISWAP en adelante), motivado por el alto número de rendiciones de antiguos miembros de Boko Haram que se niegan a formar parte del ISWAP, lo que también ha derivado en la ejecución de varios de ellos que se disponían a desertar. Por otro lado, algunos de los atentados registrados en la región de Diffa, Níger, apuntarían hacia la filial de Bakura, que no ha jurado fidelidad a Daesh y se mantendría al margen de ISWAP. Tal y como se indicaba en la introducción, las fuerzas armadas nigerinas construirán una base militar aérea en este extremo suroriental del país, dada la creciente violencia registrada en la zona.

El ejército de Chad ha sido objeto de un ataque, tras tres meses en los que no ha constado actividad yihadista. Un puesto militar de la localidad de Tchoukoutalia, en la región del Lago, fue atacado cuando los militares regresaban de realizar una patrulla rutinaria. 24 de ellos fallecieron. No consta la reivindicación de ningún grupo terrorista; podría tratarse tanto de ISWAP como de la facción de Bakura, de Boko Haram.

Por último, los niveles de violencia yihadista en Camerún se mantienen iguales que en el mes de julio, en el que se registró un incremento de la actividad de ISWAP.

 

Magreb

Se tiene constancia de dos atentados yihadistas en la región del Magreb durante el mes de agosto. El primero de ellos tuvo lugar en Argelia, en la localidad septentrional de Aïn Defla—en la que han tenido lugar numerosas operaciones antiterroristas—donde la detonación de un Dispositivo Explosivo Improvisado (IED), acabó con la vida de dos militares e hirió a un tercero (caso de estudio 20).

Por otro lado, en Libia, Daesh reivindicó un atentado suicida contra un puesto de control militar en la localidad de Zillah, en el centro del país (caso de estudio 74), que más allá de la muerte del terrorista no causó víctimas mortales.

 

Perspectiva regional

En el Sahel Occidental, los niveles de violencia continúan aumentando a medida que avanza el año. Tal y como se muestra en la figura 3, el número de víctimas mortales muestra un crecimiento sostenido a lo largo de los meses. La región suroeste de Níger continúa siendo escenario de fuertes atentados, con especial incidencia sobre población civil y el sector de la agricultura. Esto perturba notablemente la producción agrícola y ganadera y, unido a otros factores—que en principio quedarían fuera del plano estricto de la seguridad—como las inundaciones que han asolado la región durante los meses de verano, no hace sino generar una mayor crisis humanitaria en una zona donde, según la Organización de las Naciones Unidas, más de 500.000 personas se encuentran en necesidad urgente de asistencia humanitaria. El análisis de regiones en las que la presencia de grupos terroristas de corte yihadista se encuentra más consolidada, como Malí o Burkina Faso, permite afirmar que este tipo de situaciones propicia la aparición y fortalecimiento de estos actores.

En este sentido, los datos publicados en el informe de la ONU sobre su misión en Malí—un 35% de la violencia registrada contra los civiles del país no ha sido perpetrada por grupos terroristas—continúan evidenciando la importancia del respeto a los derechos humanos de la población a la hora de conseguir luchar de manera efectiva contra la violencia yihadista, ya que este tipo de incidentes entre grupos de autodefensa o fuerzas de seguridad y población civil no hace más que aumentar la desconfianza de estos hacia aquellos.

En la cuenca del Lago Chad continúa la reestructuración de los grupos yihadistas tras la muerte en mayo del líder de Boko Haram, Abubakar Shekau. Si bien el mes de julio mostró un aumento de la violencia yihadista en la subregión, esta tendencia no ha continuado en agosto, donde el número de atentados se ha mantenido. ISWAP, que pretende absorber a la facción de Boko Haram, está encontrando dificultades como las defecciones masivas de antiguos militantes—que se ve facilitada por la existencia de programas de reinserción implementados por los gobiernos de la región—o la actividad de la facción de Bakura, que por el momento se resiste a unirse a las filas de los de Daesh, pero también deben considerarse otros factores, como las fuertes inundaciones registradas en agosto, a la hora de analizar este estancamiento de la actividad terrorista. No obstante, estas dificultades no implican el declive del grupo, sino que se espera que su actividad y fuerza aumenten gradualmente durante los próximos meses.

[1] Se consideran atentados de impacto bajo aquellos que hayan causado menos de 10 víctimas mortales; medio hasta 30; y alto, 30 o más víctimas mortales.