Actividad yihadista en el Magreb y el Sahel, diciembre 2021

Análisis de la actividad yihadista en el Sudeste Asiático del cuarto trimestre de 2021
10/01/2022
Observatorio de atentados yihadistas de diciembre de 2021
19/01/2022

 

Casos de estudio Magreb y Sahel diciembre 2021

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2021 cierra con una de las cifras más altas de todo el año: el número de atentados vuelve a superar los 100 (105), rozando el máximo histórico de 106 que se registró en el mes de mayo, y las víctimas mortales también suponen el segundo mayor valor del año (392 en diciembre, que sigue a las 478 que marcaron máximos en marzo). No obstante, en caso de contabilizarse las muertes de militantes de grupos terroristas, la cifra total ascendería a 955, que también supondría una cifra más elevada a las registradas anteriormente. La mortalidad media de los ataques desciende hasta 4 (en noviembre fue de 5).

Las claves del mes:

  • Sahel Occidental: nuevo máximo histórico de atentados en Burkina Faso, el primer ministro dimite. Aumentan también en Malí y Níger, pero de forma más moderada.
  • Barkhane cede el control de la base de Tombuctú a las Fuerzas Armadas de Malí, y concentra a sus tropas en la base de Gao, en la zona de la triple frontera.
  • Golfo de Guinea: primera reivindicación de JNIM en territorio beninés, donde se han registrado tres atentados en el mes de diciembre.
  • Cuenca del Lago Chad: aumenta nuevamente la violencia en Nigeria y Camerún.

 

Análisis de las regiones de estudio:

A continuación, se realiza un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en las zonas de estudio.

 

Sahel Occidental

Burkina Faso finaliza el año con los mayores niveles de violencia yihadista nunca registrados (43 ataques) que, además, casi duplican a los registrados en el mes de noviembre. Uno de estos atentados ha supuesto un duro golpe contra la población civil: en Nochebuena, un convoy de comerciantes fue emboscado en You, Loroum. Al menos 41 civiles, tanto del convoy como de los VDPs que los escoltaban, fallecieron. El descontento ciudadano por la evidente inseguridad ha ido en aumento, llegando a producirse numerosas protestas en las calles del país a lo largo de las últimas semanas, especialmente tras el atentado de Inata el pasado 14 de noviembre, en el que murieron cerca de 60 personas, y que supuso el más grave contra el ejército del que se tienen registros. Finalmente, a principios de diciembre—antes de que el ataque en You tuviera lugar—, el primer ministro, Christophe Dabiré dimitió. De acuerdo con la constitución de Burkina Faso, su salida implica la del resto del gobierno, por lo que se espera la próxima formación de un nuevo ejecutivo.

Al sur de su frontera en los países del Golfo de Guinea, la situación se agrava también. En diciembre se tiene constancia de tres ataques en Benín: en el primero de ellos, en Keremou (Alibori), los militares atacados consiguieron neutralizar a uno de los terroristas; posteriormente, el 11 de diciembre, en la ciudad de Porga, el paso de una patrulla del ejército provocó la explosión de un IED, que no causó víctimas mortales. JNIM habría reivindicado este último atentado, en lo que sería la primera atribución de responsabilidad por una acción en territorio beninés. Por último, el 22 de diciembre, tuvo lugar otro en la localidad de Arly—repetidamente atacada a lo largo de 2021—, esta vez con una víctima mortal en el ejército beninés y dos atacantes neutralizados.

En Malí, pese a que se tenga constancia de más atentados que en noviembre, el país se sitúa aún lejos de los 32 registrados el pasado mes de septiembre. En esta ocasión, al igual que en su vecino oriental, JNIM habría perpetrado un atentado de alto impacto, también contra civiles: en esta ocasión, un vehículo de transporte fue ametrallado y posteriormente incendiado en Bandiagara. 30 de sus ocupantes fallecieron, y al menos otros 17 resultaron heridos. Por otro lado, en Guiré fallecieron 15 militares tras la explosión de un IED a su paso por la localidad.

Además, se habría producido el que sería el tercer ataque de mayor gravedad contra los efectivos de la misión de la ONU (MINUSMA), tras los atentados en Aguelhok en enero de 2019 (11 muertos) y en el eje Ménaka-Ansongo en octubre de 2014 (nueve fallecidos): un convoy de la misión que viajaba de Douentza a Sévaré explosionó un IED, que causó la muerte de siete de los cascos azules que viajaban en él.

En cuanto a antiterrorismo, el repliegue de la Fuerza Barkhane a la base de Gao ha continuado: las instalaciones de Tombuctú, que fue la primera localidad a la que llegaron las tropas francesas hace ya casi diez años, quedaron en diciembre en manos del Ejército maliense. Por otro lado, las últimas semanas han estado plagadas de rumores e información sobre la presunta llegada de cientos de combatientes rusos de la compañía de seguridad Wagner, algo que tanto Estados Unidos como Francia y sus aliados han rechazado frontalmente. Días después del comunicado que estos últimos emitieron, el gobierno maliense desmintió esa información, insistiendo en que se trataban de “formadores rusos” para “reforzar las capacidades operacionales de las Fuerzas de la Defensa y Seguridad nacionales”.

En Níger, los niveles de violencia prácticamente se han triplicado respecto al mes de noviembre aunque, afortunadamente, la mortalidad media no ha acompañado en este aumento: de los casi 28 muertos por ataque del mes pasado, ha descendido hasta rozar los cinco.

No se tiene constancia de ningún ataque de alto impacto, pero sí de dos de impacto medio, ambos en el extremo occidental del país: uno, en la localidad de Fantio, en la que 12 militares murieron en un ataque contra la base militar local—aunque consiguieron neutralizar a casi 80 atacantes—; otro, en Lelou, donde un convoy de milicianos y militares fue emboscado, causando la muerte de 17 de ellos (casos de estudio 25 y 47, respectivamente). Ambos habrían sido perpetrados por la filial regional de Daesh, el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS).

Durante la celebración del Foro de la Paz y la Seguridad en Dakar a principios de mes, el presidente Bazoum insistió en la necesidad de redefinir la estrategia de los Estados sahelianos contra estos grupos yihadistas, ya que “los avances tecnológicos ahora permiten que los grupos rebeldes accedan a una serie de herramientas que solían ser privilegio de las fuerzas estatales”, y esto los situaría en una posición privilegiada respecto a los actuales ejércitos, y apuntó hacia Libia como origen de un importante tráfico de armas y tecnología del que los terroristas se estarían nutriendo.

Lago Chad

Los países de la ribera del Lago Chad, el otro gran foco de terrorismo en la región de estudio, también han registrado un aumento de actividad yihadista, especialmente Camerún, donde se tiene constancia de al menos 18 atentados (nuevamente segunda cifra más alta de 2021, tras los 20 del mes de marzo), todos ellos en el extremo norte del país y de impacto bajo, pero que han causado la muerte de un militar y 29 civiles. Más de medio año después de la muerte del líder de Boko Haram, Abubakr Shekau, la situación de ambas facciones continúa siendo confusa, por lo que resulta altamente dificultoso distinguir la autoría de los ataques sobre los que no hay información detallada o reivindicaciones.

Por otro lado, en Nigeria, pese al aumento de atentados respecto al Observatorio anterior, la violencia terrorista se mantiene en un nivel que podría considerarse bajo (11 ataques), en contraste con los más de 20 de principios de año. Todos los incidentes registrados son de impacto bajo, a excepción de uno medio, que tuvo lugar en la localidad de Kilangar, donde un grupo perteneciente a la filial regional de Daesh, el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés) habrían saqueado la localidad, asesinando a más de veinte vecinos, supuestamente miembros de una milicia local de autodefensa (caso de estudio 85).

 

Magreb

En esta ocasión, no se tiene constancia de ningún atentado en los países del Magreb, cuyas autoridades sí han continuado desplegando operaciones antiterroristas: en Libia, un miembro de Daesh que se encontraba en búsqueda y captura fue detenido en la localidad de Sabratha el 03 de diciembre (caso de estudio 10); en Argelia, el ejército consiguió detener a 27 ciudadanos que cooperaban con grupos yihadistas en el país (caso de estudio 30) y en Marruecos, el BCIJ localizó y arrestó a un miembro de Daesh en Sala Al Jadida, ciudad próxima a Rabat (caso de estudio 72).

 

Perspectiva regional

2021 finaliza con una situación de seguridad aún más complicada que aquella con la que debutó. Los niveles de violencia han marcado máximos en los dos principales focos de actuación de los grupos yihadistas—el Sahel Occidental y la Cuenca del Lago Chad—, y el mes de diciembre ha sido ejemplo de esta preocupante tendencia.

En Burkina Faso, la incertidumbre y desconfianza a las autoridades acompaña a la creciente inseguridad, por lo que serán las condiciones que marquen la transición política prevista para principios de 2022. También en Malí la situación política afectará, previsiblemente, al contexto de seguridad, dada la tensión entre el gobierno y sus socios occidentales, y las incógnitas que rodean a la presencia de miembros de la compañía Rusa Wagner ya que, pese a las declaraciones del gobierno maliense, las imágenes disponibles sobre el despliegue de estos grupos no apuntarían hacia actividades de formación, sino hacia una actuación de los mismos de manera independiente.

Por otro lado, y tal y como se indicaba anteriormente, la confusión reinante en la Cuenca del Lago Chad entre las dos principales facciones terroristas dificultaría la distinción de las acciones de unos o de otros. A esto se unen los cambios registrados en su modus operandi: anteriormente, había una clara diferencia entre ambos grupos, donde Boko Haram concentraba sus esfuerzos en atacar a civiles e ISWAP a objetivos militares pero, como se analizó en observatorios anteriores, esta diferencia ya no es tan clara. Ejemplo de ello sería el atentado descrito en el apartado de Nigeria, donde miembros de ISWAP atacaron a un grupo de civiles, escudándose en su supuesta pertenencia a grupos de autodefensa y asimilándolos, por tanto, a fuerzas de seguridad.