Casos de estudio Magreb y Sahel septiembre 2022
El mes de septiembre vuelve a dejar valores mínimos de actividad terrorista de carácter yihadista en África Occidental. Los 84 atentados registrados suponen la menor cifra desde noviembre de 2021, cuando se registraron 61. El número de víctimas mortales (263) también ha descendido respecto de agosto.
Finaliza así el tercer trimestre del año que, pese a mostrar los valores más positivos de 2022, es superior a cualquiera de los períodos estudiados de 2021. Sin embargo, no es así en el caso de las víctimas mortales que, en base trimestral, muestran el menor valor de los últimos dos años.
Las claves del mes:
Análisis de las regiones de estudio
En esta ocasión, el presente apartado comenzará con el estudio, cuantitativo, del tercer trimestre del año, que será también comparado con los anteriores de 2022 y 2021.
Analizando la actividad de carácter yihadista desde enero de 2021, se aprecia un claro aumento de la misma durante los nueve primeros meses de 2022, en comparación con cualquiera de los períodos de estudio del pasado año. No obstante, la tendencia mostrada en el tercer trimestre actual supone cierto alivio respecto al primer semestre de 2022: entre julio y septiembre han tenido lugar un 15% menos de atentados que entre abril y junio.
Si se analiza la evolución de víctimas mortales, a lo largo del tercer trimestre de 2022 se han registrado un total de 945 muertes, algo que, por primera vez desde 2020, es inferior a 1000. No obstante, si se comparan las cifras a un nivel más alto, por ejemplo, los nueve primeros meses de 2021 y los de 2022, hay más de 500 muertes adicionales en el presente año.
Si se analizan las cifras globales a nivel regional, resulta evidente que el terrorismo yihadista continúa concentrándose en la subregión del Sahel Occidental, donde la evolución de Burkina Faso a lo largo del último año resulta alarmante, y en el que Mali ha registrado dos de los tres peores valores en los períodos marzo-junio y julio-septiembre, respectivamente.
A continuación, se ofrece un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en cada una de las zonas de estudio a lo largo del mes de septiembre de 2022.
Sahel Occidental
A nivel mensual, septiembre de 2022 ha registrado las cifras más bajas de terrorismo yihadista en la región desde noviembre de 2021. Nuevamente, Burkina Faso es el país más afectado por este tipo de violencia con 24 atentados en el período de estudio, aunque para el país supone, también, el menor valor del último año. A lo largo de este mes, ha tenido lugar un atentado de alto impacto[1] en la localidad de Djibo, reivindicado por la coalición JNIM, afín a Al Qaeda, cuyos miembros habrían atentado contra un convoy de suministros que viajaba hacia Bourzanga (caso de estudio 19).
El mes de septiembre ha sido políticamente convulso en el país: el teniente coronel Damiba, que presidía la nación desde el golpe de Estado perpetrado a finales de enero, destituyó al ministro de Defensa Simporé, asumiendo él mismo la cartera. Este cambio se producía en un contexto en el que se han registrado niveles de violencia yihadista sin precedentes, donde el ejército habría, presuntamente, participado en la muerte de civiles durante ciertas operaciones antiterroristas.
No obstante, el 30 de septiembre, un sector del ejército burkinés tomó el control de las principales sedes públicas e infraestructuras del país, deponiendo al presidente Damiba, que fue sustituido por el capitán Ibrahim Traoré. De acuerdo con la información proporcionada por el nuevo ejecutivo militar de transición, la principal causa por la que Damiba habría perdido su apoyo sería la incapacidad mostrada para luchar contra el terrorismo yihadista.
Ocupando el segundo lugar de la comparativa, Mali ha registrado ocho atentados menos que en el mes de agosto, lo que supone la segunda mejor cifra de 2022. Pese a ello, el 12 de septiembre, miembros del Estado Islámico en el Sahel (EIS) perpetraron un ataque de alto impacto en la localidad de Talataye, en el que murieron al menos 30 civiles (caso de estudio 44). Otro ataque reseñable, considerado de impacto medio, tuvo lugar en Tominian, donde miembros de la coalición JNIM mataron a 13 habitantes de la localidad (caso de estudio 9).
A nivel político, se han registrado nuevas denuncias sobre posibles abusos del ejército maliense y los efectivos rusos que ahora los acompañan. Además de las reclamaciones internacionales y por parte de la sociedad civil, la coalición JNIM ha mostrado su condena a estas acciones, jurando incluso vengar a los civiles muertos durante estas operaciones. Por su parte, desde el seno del gobierno continúan solicitando que se investiguen los “ataques y violaciones cometidas por el Ejército francés”, al que además acusan de financiación de los grupos terroristas.
En el plano regional, los miembros del G5 Sahel reclaman, pese a que suponga “un hándicap para todas las articulaciones de la fuerza conjunta”, la vuelta de Mali a la organización, ya que, a su parecer, el país continúa siendo el epicentro del terrorismo en el Sahel.
Por otro lado, en los cuatro países del Golfo de Guinea monitorizados, solo se tiene constancia de un atentado yihadista en Benín (caso de estudio 48), donde, en la localidad de Alibori, dos guardias aduaneros fueron asesinados por miembros de la coalición JNIM. Esta región continúa atrayendo creciente atención internacional, no solo europea o a nivel regional. Claro ejemplo de ellos sería la reciente confirmación, por parte de Estados Unidos, de la participación de un grupo de operaciones especiales en labores de formación al ejército marfileño.
Lago Chad
Ya en la otra subregión de estudio, la cuenca del Lago Chad, Nigeria vuelve a mostrar niveles más altos de terrorismo yihadista, prácticamente triplicando los registrados en meses anteriores. El ataque de mayor envergadura tuvo lugar en la localidad de Zamfara, donde al menos 15 personas murieron en un ataque a una de sus mezquitas durante la oración del viernes (caso de estudio 78). Además del aumento de la violencia yihadista, destaca la continua expansión de los estos grupos que operan en el país (el Estado Islámico en África Occidental, ISWAP; Boko Haram y; de manera más residual, Ansaru, afín a Al Qaeda), que han reivindicado atentados en estados lejanos a su bastión tradicional, como Ondo, Edo, Kogi o Taraba.
Por otro lado, los niveles de violencia en Camerún han descendido, con cifras que suponen una tercera parte a las de agosto. Por el contrario, pese a mantenerse en niveles bajos globales, en Chad la actividad yihadista sí ha aumentado: se tiene constancia de cuatro atentados a lo largo del mes de agosto, en los que habrían muerto cuatro militares y siete civiles. Los más mortíferos habrían tenido lugar en la localidad de Maria, donde cinco desplazados internos fueron asesinados mientras pescaban en el Lago Chad por miembros de ISWAP (caso de estudio 11), y las aldeas de Djamal Mara y Kasalaré, en las que 14 civiles fueron secuestrados y cuatro militares muertos en la operación de rescate (caso de estudio 58).
Magreb
En esta ocasión, no se tiene constancia de ningún atentado ni operación antiterrorista en los países del Magreb.
Perspectiva regional
El tercer trimestre de 2022 finaliza con las cifras más bajas de terrorismo yihadista del año. No obstante, si se consideran las cifras acumuladas de enero a septiembre, no se puede obviar que este período se encuentra dentro del año en el que los niveles de actividad de estos grupos marca máximos históricos.
Si, en el balance mensual, solo se tienen en cuenta los datos cuantitativos, también podría considerarse una evolución favorable. No obstante, se mantienen diversas—e importantes—problemáticas que no permiten inferir una mejora del contexto de seguridad en el corto o medio plazo.
La inestabilidad política continúa reinando, especialmente en países del Sahel Occidental y, en parte, motivada por el descontrol de la violencia yihadista. Claro ejemplo de ello es el nuevo golpe de Estado perpetrado en Burkina Faso, apenas ocho meses después del anterior. Otras problemáticas pivotan alrededor de esta inestabilidad, como son las malas relaciones de Mali con otros actores internacionales—tanto regionales, como el G5 Sahel, como casos más lejanos, como el de Francia—, o la instrumentalización de las supuestas exacciones ilegales por parte del ejército de Mali por parte de actores como la coalición JNIM—cuyas víctimas son, en su mayoría, civiles—. Una de las consecuencias de todas ellas es, con una alta probabilidad, el aumento—o al menos, el mantenimiento—de la violencia yihadista en África Occidental.