Casos de estudio Magreb y Sahel noviembre 2023
La actividad yihadista en la región de África Occidental disminuye durante el mes de noviembre. Los 132 ataques contabilizados en este análisis mensual contrastan considerablemente con aquellos registrados el mes anterior, donde se alcanzaron los 154 casos. El número de víctimas también se reduce hasta alcanzar los 559 fallecidos, un volumen un 10% menor si se compara con en el mes anterior. Sin embargo, la magnitud de la violencia terrorista marca la diferencia con respecto a otros análisis mensuales, habiéndose producido al menos dos ataques de alto impacto en Mali y Burkina Faso que, en conjunto, se han cobrado las vidas de más de 110 personas.
Las claves del mes:
Análisis de las regiones de estudio
A continuación, se ofrece un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en cada una de las zonas de estudio a lo largo del mes de noviembre de 2023.
Sahel Occidental
Si bien el análisis del mes pasado mostraba cómo Burkina Faso doblaba los niveles de violencia respecto al mes de octubre, en esta ocasión vemos cómo las cifras experimentan una fuerte disminución. En noviembre se han producido un total de 44 ataques en suelo burkinés, la mayoría de ellos de bajo impacto[1]. Solo tres incidentes pueden categorizarse de medio y gran impacto, este último teniendo lugar en Djibo, al norte del país. En lo que puede considerarse uno de los ataques a mayor escala de JNIM, el pasado 26 de noviembre más de 3.000 de sus combatientes asaltaron y tomaron el control de una base militar situada en Djibo -a pocos kilómetros de la frontera con Mali y en las faldas de la Reserva natural del Sahel-, atacando también posiciones de Vigilantes para la Defensa de la Patria (VDP), campos de desplazados y demás civiles (caso de estudio #128). La respuesta del ejército no se hizo esperar, llegando a repeler el asalto y abatiendo a más de 400 militantes, según sus propias declaraciones. El balance final se saldó con 40 víctimas mortales y centenares de heridos, impidiendo que los grupos violentos consiguieran asediar Djibo y expandiendo su virulencia a más territorios.
Si bien el liderazgo burkinés en la comparativa regional de número de ataques es incuestionable, las distancias se reducen con el resto de los países de estudio. En el volumen de víctimas esto se da de una manera más evidente, habiéndose visto reducidas las cifras burkinesas considerablemente en noviembre (167) con respecto al mes de octubre (295). De hecho, en esta ocasión, Mali lidera el número de fallecidos, especialmente por los eventos que se sucedieron el 18 de noviembre (caso de estudio #92) y el 24 de noviembre (caso de estudio #120). En el primero, combatientes de JNIM -presumiblemente pertenecientes a Katibat Macina- ejecutaron una emboscada contra patrullas del ejército y milicias Donso en Bamba-Poutomou, al sur del país. 12 miembros del ejército perdieron la vida, así como nueve milicianos y un civil. El segundo acontecimiento fue todavía más extremo, también perpetrado por la agrupación liderada por Amadou Kouffa. En la madrugada del 24 de noviembre, los yihadistas hicieron explosionar un coche bomba contra un campo militar del ejército maliense en Niafunke (Tombuctú). La explosión causó la muerte de al menos 72 soldados y medio centenar de heridos, permitiendo a los terroristas hacerse con una larga cantidad de armas, munición y vehículos en mitad del caos. Si cogemos este caso de estudio y el asalto de JNIM en la ciudad burkinesa de Djibo (caso de estudio #128), vemos cómo solo estos dos incidentes han provocado un volumen de víctimas de más de 110 personas, es decir, una quinta parte del total de las víctimas registradas en este análisis mensual.
Las condiciones de seguridad en el país siguen supeditada a la confrontación entre las autoridades centrales -junto a sus socios-, el Cuadro Estratégico Permanente (CSP) -antiguos firmantes de unos acuerdos de paz ahora extintos- y los yihadistas. El último avance de la junta se dio en la estratégica ciudad de Kidal, que fue recuperada de las manos de los grupos armados después de una intensa lucha por el control del mayor bastión de la resistencia separatista contra el gobierno central. La retirada de los efectivos de la MINUSMA, acelerada en el tiempo por la sensación de inseguridad y la presión de los rebeldes a apropiarse del lugar, dio paso a un choque desencarnado entre ambas partes. El Grupo Wagner tuvo un papel preferente en la toma de Kidal, confrontando a los rebeldes entre el 11 y el 13 de noviembre y abriendo el camino del ejército maliense al interior de la ciudad. Las actuaciones de las fuerzas de seguridad malienses y socios afines siguen siendo permanentemente objeto de crítica por sus violaciones a los derechos humanos tanto en la región de Kidal como en Tombuctú y otros espacios de choque con la insurgencia armada, acusaciones que ellos niegan mientras continúan ganando terreno a los rebeldes en Kidal y en otras regiones estratégicas como Gao.
En Níger, las dinámicas de violencia continúan estabilizándose. En esta ocasión, la totalidad de los ataques (8) han sido de impacto bajo, unos datos que el gobierno de facto usa en su beneficio para avanzar con sus propuestas de reformulación de alianzas y socios. La administración de Tchiani continúa realizando un giro hacia Rusia y sus milicias afines para hacer frente a la violencia terrorista, revocando acuerdos militares con la Unión Europea y retirándose de programas que buscaban reforzar sus alianzas de seguridad. En cuanto a número de víctimas, el país continúa reduciendo su volumen si se compara con los meses inmediatamente anteriores a noviembre, registrando 15 fallecidos en este mes. Lo que a priori no deja de ser un dato positivo, otras informaciones no hacen sino suscitar dudas en torno a la veracidad de estos datos. Ejemplo de ello se dio a mediados de noviembre, cuando supuestos miembros de Estado Islámico en el Sahel (EIS) ejecutaron una compleja emboscada a gran escala junto a la frontera maliense. Informaciones no oficiales llegaron a afirmar que hasta 200 soldados habrían perdido la vida a consecuencia del ataque, lo cual el gobierno niega. De confirmarse, estaríamos ante unas cifras radicalmente diferentes de las que el Ejecutivo ofrece, y las condiciones de seguridad en el triángulo Mali-Burkina Faso-Níger serían más acuciantes de las que se cabría pensar.
Si trasladamos el foco al Golfo de Guinea, vemos cómo la insurgencia yihadista permanece controlada en cierta medida por los países de la región. En Benín se han registrado cuatro atentados de bajo impacto, todos ellos perpetrados por elementos de JNIM. En Togo, esta misma organización consiguió llevar a cabo dos ataques en las prefecturas de Kpendjal (#55) y Tone (#56), fronterizas con Burkina Faso, sin que ninguno de ellos fuera de una magnitud considerable. Previsiblemente, el objetivo de los militantes en estas incursiones se centra en hacer acopio de armas, vehículos y munición.
Lago Chad
Nigeria mantiene unos niveles similares de violencia yihadista contra efectivos militares y civiles, destacando en esta ocasión los choques entre las dos agrupaciones principales en la cuenca del Lago Chad -Boko Haram e ISWAP-, las cuales han provocado numerosas bajas en ambas filas. Una de las más mortíferas se dio el 9 de noviembre, cuando se enzarzaron en una lucha en Duji (Borno) y en la que Boko Haram demostró una fuerza superior frente a su rival (caso de estudio #47). La lucha continuó en los días posteriores, produciéndose un nuevo enfrentamiento en la localidad de Marte poco más de una semana más tarde. Este incidente fue incluso más decisivo, llegando a perecer varios comandantes de uno y otro bando. Boko Haram consiguió cercar buena parte de los escondites de ISWAP en la zona, que no tardó en demostrar resistencia. La cifra de abatidos se desconoce por el momento: algunos medios suponen un balance de más de 60 muertos. Por su parte, ISWAP mantiene una fuerte presión sobre las instituciones gubernamentales y sus representantes: sin ir más lejos, mientras el segundo choque entre los dos grupos terroristas tenía lugar, ISWAP desplegaba una emboscada contra el convoy del gobernador del estado de Yobe en la carretera de Maiduguri-Damaturu. A pesar de no tener víctimas mortales, el incidente dejó heridos a seis miembros de seguridad del gobernador.
Por su parte, Camerún es uno de los países que sobresale en el análisis mensual, viendo intensificadas sus dinámicas violentas de una manera muy marcada con respecto al análisis anterior, aunque las cifras no dejan de compartir una trayectoria similar a la del resto de 2023. Si en el mes de octubre se registraban 11 ataques, los niveles de actividad en noviembre han vuelto a alcanzar cifras que rondan la veintena (23). El ataque más relevante, de impacto medio, tuvo lugar a principios de mes, donde elementos de Boko Haram colocaron un IED al paso de un camino, terminando con la vida de al menos 16 comerciantes que pasaban por allí (caso de estudio #11).
Magreb
La fuerte presión de las operaciones contra el terrorismo en los países del Magreb provoca que no haya registros de ataques en esta ocasión.
Perspectiva regional
Mientras que las dinámicas de violencia no dejan de demostrar un volumen elevado y la necesidad de combatir a la insurgencia armada permanece como la principal prioridad de seguridad, la brecha entre las naciones del Sahel Occidental y sus socios tradicionales se amplía cada vez más. El giro en materia de cooperación de defensa con los aliados europeos y el nuevo protagonismo militar de Rusia en Níger y Burkina Faso se suman a las recientes escaladas de tensión regional que han desembocado en el abandono de éstos últimos de la alianza del G5 Sahel, secundando los pasos de Bámako en 2022. Níger ha confirmado también el final de facto de las misiones europeas asentadas sobre su suelo (EUCAP y EUMPM) y otros acuerdos de seguridad establecidos a nivel bilateral (como la anulación de la controvertida ley anti-migratoria entre la UE y Níger de 2015), lo que no deja de poner de manifiesto la enorme distancia política, económica y securitaria que separa a ambas partes en estos momentos. Al mismo tiempo, Rusia ha firmado un acuerdo con Niamey para potenciar su cooperación militar, por lo que parece bastante evidente el tipo de relaciones que éste y los otros dos estados sahelianos quieren mantener en sus alianzas de seguridad. Estas amistades, naturalmente, no están exentas de críticas, previsiblemente incluso entre sus socios más cercanos. Ejemplo de ello se dio durante la captura de Kidal por parte del ejército maliense, cuando los mercenarios del Grupo Wagner se extralimitaron en su apoyo e izaron su bandera en el mástil del fuerte de la ciudad, además de dejar grabado un mensaje en el edificio directamente vinculado al grupo.
El entorno político está también soportando momentos de extrema presión. Mali se encuentra en mitad de una reanudación del conflicto con los rebeldes separatistas y, a pesar de que las fuerzas armadas consiguen por el momento retrasar ataques en lugares estratégicos como Tombuctú o Kidal, esto no necesariamente significa que vayan a contar indefinidamente con esta ventaja estratégica. La evolución de la Katiba Macina en Segou es un claro ejemplo de ello, subyugando a la población que encuentra a su paso para conseguir que les juren lealtad y se unan a la causa, cada vez con mayor éxito. El entorno regional en el resto de países de África Occidental también se encuentra convulso: en Sierra Leona, los ataques a bases militares y prisiones en varias ubicaciones el pasado 26 de noviembre, incluidos en su capital, Freetown, fueron interpretadas por las autoridades como un intento de golpe de Estado supuestamente a manos del antiguo presidente del país. En Nigeria, las autoridades cada vez se encuentran más acorraladas por la opinión pública al demostrarse varios incidentes graves causados por el ejército: uno de los últimos sucedió en Kaduna, en el centro-norte del país, con un ataque por parte de un dron militar lanzado por la fuerza aérea al confundir a un grupo de civiles con bandidos, lo que causó la muerte de al menos 85 civiles y una profunda desazón entre los familiares y allegados de los fallecidos. El Chad, por su parte, se ve cada vez más abocado a posicionarse en el conflicto en Sudán, lo cual traería implicaciones en términos securitarios y migratorios, al mismo tiempo que experimenta un fuerte rebrote de violencia rebelde originada en su vecina República Centroafricana.
Por todo lo anterior, África Occidental se encuentra en uno de los momentos más inciertos de su panorama de riesgos tanto internos como a nivel regional. Las múltiples amenazas a su seguridad, así como la cambiante reformulación de sus socios estratégicos, abocan a la región a un periodo dominado por una inestabilidad transfronteriza ininterrumpida.
[1] Se consideran atentados de bajo impacto aquellos que causan menos de 10 víctimas mortales; medio impacto, entre 10 y 29 muertes; alto impacto, 30 o más víctimas.