En el mes de agosto se produjeron al menos 94 atentados de corte yihadista que causaron la muerte de 703 personas. Este número de ataques representa un hito por el hecho de que esta cifra supone la más baja registrada por el Observatorio de Atentados Yihadistas desde mayo de 2017. Irak y Afganistán siguen siendo el foco principal de la actividad yihadista, especialmente aquella que es perpetrada por las dos organizaciones más letales en la actualidad: Daesh y los grupos talibán, acaparando entre ambos países el 55% de los atentados registrados a escala global. Precisamente, las distintas ofensivas de gran envergadura realizadas por los talibán en la provincia de Ghazni han acabado con la muerte de al menos 204 miembros de las fueras de seguridad y una treintena de civiles.
La reducción de atentados debe ser entendido como algo coyuntural que no responde a circunstancias concretas, al menos hasta que se vea que esta dinámica se mantiene en los próximos meses. En agosto, esta reducción se puede relacionar con el descenso generalizado de las acciones yihadistas cometidas en la región del Sahel y el Cuerno de África, a excepción de Burkina Faso, donde la actividad se ha mantenido con al menos cuatro atentados.
Análisis
La disminución producida en cuanto al número de atentados no se ha visto traducida de la misma forma en la cifra de víctimas, la cual se ha mantenido en unos niveles similares a meses en los que se produce una veintena más de atentados. Por lo tanto, estos datos permiten concluir que pese a la menor cantidad de ataques de perfil yihadista producidos en agosto, su alta letalidad han sido la principal seña de identidad. Sirva como ejemplo el caso del mes de julio de este mismo año en el que el número de víctimas, 703, fue idéntico en términos numéricos. Sin embargo, ese mes se produjeron 113 atentados, 19 menos que en este mes.
La alta letalidad de las acciones llevadas a cabo a lo largo de este mes por los grupos yihadistas se refleja en algunos de los distintos casos de estudio documentados. Los dos principales ejemplos de ello se ubican en Ghazni durante los días 10 (caso de estudio #36) y 13 (#48) en los que se produjeron ataques a gran escala por parte de los talibán que en pocas horas acabaron con la vida de al menos 190 policías y miembros militares, así como 30 civiles. Todo ello debe ser entendido desde el contexto en el que los grupos talibán siguen su ofensiva frente a las autoridades gubernamentales por el poder, controlando cada vez mayores proporciones regionales y abarcando un territorio que, según el último informe del Long War Journal, se estimaba en alrededor al 61% de acuerdo a análisis militares.
Pese a ello, los grupos talibán no son la única amenaza para la sociedad ni para las fuerzas de seguridad. Daesh, a través de su provincia regional Wilayat Khorasan, ubicada a caballo entre Afganistán y Pakistán, orquesta importantes atentados, especialmente focalizados en la capital del país por la repercusión que tiene. De esta forma, el 15 de agosto (#52) se produjo un atentado suicida perpetrado por un “soldado del califato” junto a un centro escolar de enseñanza privada, provocando la muerte de 49 personas, muchas de las cuales fueron niños de corta edad. Otra de las acciones yihadistas con mayor letalidad se produjo en Nigeria, donde un asalto a finales de mes llevado a cabo por la facción afiliada a Daesh de Boko Haram, bajo el liderazgo de al Barnawi, acabó con la vida de una treintena de militares tras el asalto llevado a cabo en el estado de Borno hacia una base militar (#91).
La tabla superior es la mejor evidencia sobre la que defender la teoría de que la caída del califato no ha supuesto la desaparición en ninguno de los casos de la violencia ejercida por Daesh. Como ya se ha comentado en anteriores análisis, Irak sigue siendo el foco principal sobre el que se produce la mayoría de sus atentados, reflejándose en mayor medida el paso de nuevo de la organización hacia la insurgencia. Si bien es cierto que en Siria también siguen manteniendo cierta capacidad operativa, en este país el principal referente en cuanto al yihadismo sigue siendo Tahrir al Sham.
Por otro lado, el grafico 2 ayuda a explicar la reducción de número de atentados cometidos a escala global por la reducción que han tenido tanto al Shabaab como Boko Haram. Ambos grupos habían mostrado una tendencia al alza durante los primeros meses de verano, frenándose en agosto. En este sentido, resulta especialmente preocupante el incremento de acciones perpetradas dentro de Boko Haram por la rama del grupo que permanece fiel a Daesh, ya que durante estos meses se han producido decenas de ataques contra objetivos militares que han provocado un elevado número de víctimas entre las fuerzas de seguridad. El ejemplo citado anteriormente es la mejor muestra de esta realidad que con toda probabilidad seguirá manteniéndose e incluso podrá aumentar durante los próximos meses. Por su parte, la facción liderada por Shekau sigue focalizando sus acciones en llevar a cabo incursiones en poblado en búsqueda de provisiones y arrasando todo a su paso, así como los atentados suicidas perpetrados principalmente por mujeres. Si bien es cierto que esta tendencia está disminuyendo en comparación con la base de datos documentada durante el año 2017, los atentados suicidas siguen estando muy presentes, teniendo el ejemplo más reciente de ello el día 11 en Adamawa (·40), ciudad nigeriana en la que dos mujeres con chalecos explosivos llevaron a cabo un doble atentado suicida en lugares próximos.
En el mes de agosto han sido 18 los países en los que se ha producido al menos un atentado, siendo en mayor o menor medida frecuente la aparición de todos ellos, a excepción quizás de Jordania o Rusia. Estos países son: Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Yemen, India, Filipinas, Jordania, Egipto, Libia, Argelia Mali, Níger, Nigeria, Burkina Faso, Somalia, Kenia y Rusia.
Como se puede apreciar, en este listado no aparece el nombre de España, a pesar de que para algunos especialistas, lo ocurrido en la comisaría de Cornellá se debería considerar como un atentado yihadista. No obstante, la visión que tenemos desde el Observatorio de Atentados Yihadistas es que, aunque se trate de un atentado (como confirmaron los propios Mossos), no entendemos que haya sido cometido por la radicalización de un individuo que inspirado en la ideología yihadista decida actuar por cuenta propia, lo que, en ese caso, sería obra de un autor individual. Algunos expertos que tratan el atentado como una acción yihadista aluden de forma acertada a que dentro de los preceptos ideológicos del yihadismo se concibe la muerte por redención, por la cual estos individuos que realizan el atentado quedan exculpados por sus pecados cometidos ante los ojos de Alá, aludiendo precisamente a que el “pecado” del autor de la acción en ese caso sería su condición homosexual. Esta muerte por redención a través de la cual la persona es abatida por las fuerzas de seguridad mientras ejecuta una acción yihadista encajaría con el caso de Cornellá, de no ser porque el propio individuo no había mostrado signos de haberse radicalizado, como así queda constatado a partir de todo el análisis del material incautado y registrado en su propiedad.
En este mismo sentido, el fenómeno denominado en el mundo anglosajón como “suicide by cop” no es algo novedoso, siendo entendido como una acción en la que algunas personas buscan mediante una determinada acción que las fuerzas de seguridad acaben con su vida. Como es evidente, las motivaciones personales para que una persona esté dispuesta a realizar una acción de este tipo, la cual le va a asegurar la muerte, son múltiples, incluyendo desde personas con desequilibrios mentales, alteraciones psicológicas o la simple incapacidad para poner fin a su propia vida por sí misma.
Existen casos en los que algunas personas, antes de tomar estas decisiones, dejan cartas en las que explican sus motivaciones e incluso piden perdón por no ser capaces de hacerlos por ellos mismos y agradeciendo a las fuerzas de seguridad que lo hiciesen.
Por último, el hecho de que el individuo abatido en Cornellá dejase también un escrito a la persona que había sido su ex-mujer en el que no hacía mención alguna a la yihad ni a postulados radicalizados, como si ha ocurrido con anteriores terroristas que dejaban una nota como forma de justificación del atentado y reivindicación del mismo de acuerdo a su ideología extremista, es otro factor que entendemos como clave para no haber tratado este atentado como uno de base yihadista y por lo tanto no aparece documentado como un caso de estudio más.