Abril ha resultado ser un mes de contrastes en cuanto a la actividad yihadista. El número de atentados documentados por el Observatorio de Atentados Yihadistas ha sido de 108, la cifra más baja si se tiene en cuenta el resultado del último medio año. Este dato contrasta con el número de fallecidos, el cual ha ascendido en abril a 620, siendo el segundo mes con más víctimas desde hace cinco meses. Por tanto, la traducción de estas cifras es que en abril se ha reducido el número de atentados yihadistas, pero en cambio ha aumentado la letalidad de estas acciones.
Como se irá viendo a lo largo del análisis, Afganistán se ha situado en el epicentro de la actividad yihadista, ya que por primera vez desde hace más de quince años se ha convertido en el país donde se ha producido tanto el mayor número de atentados yihadistas como el de víctimas mortales. Por su parte, el Sahel y concretamente la frontera entre Mali y Níger ha tenido una intensa actividad este mes con decenas de acciones que han provocado numerosas muertes. Varias de ellas han sido reivindicadas por el Estado Islámico del Gran Sahara o también JNIM, aunque otras muchas han sido atribuidas a actores locales no yihadistas.
Análisis
La alta letalidad de los atentados yihadistas dados en abril se refleja en los dos atentados de Kabul. La acción terrorista que más víctimas ha provocado en abril la dada el día 22 (caso de estudio #75) cuando un terrorista de Daesh activaba los explosivos que llevaba el vehículo que conducía junto a una oficina de registro para votar, muriendo al menos 69 personas. Por otro lado, el día 30, y también en la capital afgana, (#104) se produjo un doble atentado suicida ejecutado de nuevo por Daesh. El primer terrorista suicida se hizo estallar junto a un puesto de control, mientras que el segundo esperó para hacer lo mismo tras la llegada de al menos una decena de periodistas para cubrir la anterior acción. Esta doble acción terrorista planificada dejó un balance de 26 civiles y 9 periodistas muertos, varios de ellos con una gran experiencia.
Junto a estas dos acciones ocurridas en Kabul, a lo largo del mes se han dado otras que han provocado de la misma forma varias decenas de muertos, como son los casos de Zamfara en Nigeria (#46), en la Península del Sinaí (#48) o Deir ez Zor (#64). En todos ellos el número de víctimas fue superior a la veintena.
En cuanto a la actividad documentada por cada organización yihadista, en líneas generales se aprecia un descenso de atentados cometidos por Daesh, quien cada vez está mostrando una menor capacidad operacional en los que fueron sus territorios del califato, mientras que ha aumentado su actividad en la provincia de Wilayat Khorasan, centrándose especialmente en suelo afgano. Es en este país donde mantiene una fuerte rivalidad con los grupos talibán, aunque ésta no impide que en ocasiones puntuales colaboren entre sí para llevar a cabo atentados, si bien es cierto que de momento éstas siguen siendo muy escasas, siendo más frecuentes los enfrentamientos armados entre ambas partes. A pesar de lo comentado sobre el descenso de atentados de Daesh tanto en Siria como en Irak, la situación de sus filiales es igualmente compleja. Algunas de ellas como Wilayat Sina en Egipto también parece estar pasando por momentos difíciles tras el aumento de la presión militar iniciada meses atrás por el presidente al Sisi, lo que se ha traducido en un descenso importante de sus atentados. En cambio, otras como la rama de Daesh en Wilayat Khorasan o, durante los últimos meses, el Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS), mantiente unos niveles que no dejan de crecer.
Los grupos talibán siguen ejerciendo cada vez un mayor control sobre el territorio afgano, avanzando sobre él a medida que las fuerzas de seguridad retroceden ante las distintas emboscadas que diariamente se producen en los numerosos puestos de control por todo el país o las ofensivas directas contra poblaciones y ciudades. En acciones de este estilo han muerto al menos 127 policías y soldados afganos durante el mes de abril. La preocupación a día de hoy todavía es mayor, ya que a finales de mes los grupos talibán anunciaron el inicio de su campaña de primavera contra objetivos de las fuerzas extranjeras y las propias afganas. No hay que olvidar, que durante los meses que dura esta operación, los talibán tienen por costumbre hacerse con el dominio de nuevos territorios mediante la ofensiva realizada, algo que sin duda puede empeorar todavía más la frágil situación del gobierno afgano, incapaz de controlar ya más de la mitad del territorio.
En cuanto a Boko Haram y al Shabaab no se han producido grandes variaciones. Las informaciones sobre las posibles negociaciones entre las autoridades nigerianas y los terroristas siguen dándose, mientras que la capacidad operacional del grupo se reduce mes a mes, limitándose en los últimos tiempos a incursiones en poblado para abastecerse de recursos y quedando en un segundo plano los atentados suicidas cometidos en centros urbanos. Mientras, al Shabaab continúa con los ataques lanzados contra las fuerzas de seguridad, siendo elevado el número de muertos entre soldados somalíes, sin olvidar que también cometen algunos de ellos traspasando la frontera con Kenia.
Como se aprecia en la tabla 3, la región de Oriente Medio sigue centrando la mayor parte de la actividad yihadista, seguida del Sahel. Ambas regiones reúnen características comunes a la hora de comprender la proliferación de la ideología yihadista y la existencia de grupos terroristas que abanderan la causa extremista. La debilidad de los gobiernos, la incapacidad de las fuerzas de seguridad, el vacío de poder, la existencia de grandes comunidades de población musulmana con dificultades socio-económicas así como su precaria situación y la falta de protección por parte de sus gobernantes son las principales causas por las que estos grupos terroristas tienen mayor o menor cabida y aceptación dentro de estas sociedades. El último ejemplo de esta realidad se está observando a día de hoy con el ISGS, ya que cada día que pasa obtiene mayor respaldo social en el entorno del lago Chad gracias a las ayudas a la población para mejorar su economía a través de la creación de infraestructuras y la entrega a las familias de todo lo necesario para poder llevar a cabo actividades del sector primario. Esta práctica no es nueva, ya que se ha visto en repetidas ocasiones anteriores que diversos grupos terroristas de distinta ideología han utilizado esta estrategia para ganarse el respaldo de la comunidad.
Por otro lado, es importante señalar la situación que se está dando en el Sur de Asia y concretamente en la región de Cachemira, en el contexto de un conflicto indio-pakistaní que perdura desde hace más de medio siglo. La fragilidad y la inestabilidad de la región se han convertido en el caldo de cultivo idóneo para la continua llegada de combatientes de distintas organizaciones yihadistas que merman continuamente a las fuerzas de seguridad. En abril, se han dado al menos siete atentados en Cachemira, saldándose cada uno de ellos con varias muertes, tanto de civiles como de las fuerzas de seguridad, siendo Lashkar e Taiba y Jaish e Mohamed los dos grupos con mayor presencia sobre este territorio.
El número de países en los que se ha producido al menos una acción terrorista inspirada en la ideología yihadista durante el mes de abril es de 18. Estos han sido: Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Irán, India, Yemen, Egipto, Libia, Túnez, Mali, Níger, Nigeria, Camerún, Chad, Burkina Faso, Somalia y Filipinas.
Este listado encaja perfectamente con las zonas geográficas más afectadas por el terrorismo yihadista, ya que todos estos países forman parte de Oriente Medio y el Sahel, salvo excepción de la ya mencionada India y de Filipinas, donde se respira una calma tensa desde hace varios meses tras el descabezamiento de Abu Sayyaf y el Maute Group que supuso la muerte de sus principales líderes tras la recuperación de Marawi. El Sudeste Asiático sigue siendo una de las regiones más proclives para la proliferación de la ideología yihadista al reunir distintos condicionantes favorables para su desarrollo, como así demuestra la continua llegada de propaganda yihadista de diferentes organizaciones. Pese a ello, los distintos gobiernos están haciendo especial hincapié en combatir y prevenir la radicalización, algo que de una forma u otra están consiguiendo, como muestra el reducido número de acciones terroristas que se da en los países del Sudeste Ásiático. No obstante, cualquier elemento desestabilizador como puede ser el incremento de la presencia de algún grupo yihadista determinado hará peligrar la seguridad en poco tiempo.
Por último, en el mundo occidental no hay que lamentar ningún atentado, gracias en gran medida a las operaciones desarrolladas por los cuerpos de seguridad de los distintos países, los cuales consiguen desbaratar todos los meses decenas de intentonas para cometer atentados, sin que reciban el reconocimiento que se merecen ni ocupen las primeras planas de los periódicos. España sigue siendo uno de los mejores ejemplos que refleja el excelente trabajo que se realiza en materia antiterrorista, pese a las todavía muchas carencias existentes.
Conclusiones
El terrorismo yihadista ha vuelto a dejar su impronta en el mes de abril. Pese a no ser noticia en los grandes medios de comunicación por no haberse dado atentados en suelo europeo, el yihadismo sigue siendo una amenaza global. La caída del califato de Daesh en ningún caso supone la victoria definitiva sobre esta organización, ni mucho menos la victoria en el mundo de las ideas, campo en el que se tiene que dar el triunfo más importante para erradicar la lacra de esta ideología extremista. Mientras se siga combatiendo solo mediante las armas y no con educación, se seguirán cortando las ramas de un árbol que se mantendrá erguido.
Cada día que pasa, las fronteras entre los estados fallidos donde la presencia yihadista es una realidad son más porosas, permitiendo el movimiento de estos grupos por distintas regiones y transformando todavía más este fenómeno en una amenaza polimorfa. Por ello, sigue aumentando la complejidad para encarar a un enemigo global, al cual es preciso hacer frente desde todos los focos en los que exista y no solo en aquellos donde verdaderamente represente un peligro para los intereses de las potencias mundiales. El mejor ejemplo de ello actualmente lo tenemos en el Sahel, región que lleva varios años aumentando su inestabilidad y en la que únicamente Francia ha actuado realmente, tanto por el deber moral como para garantizar sus intereses económicos. La situación a día de hoy en toda la región es mucho más compleja que varios años atrás y está por ver si la leve reacción que comienza a darse por parte de la comunidad internacional llega demasiado tarde.