El terrorismo yihadista ha perpetrado atentados en 21 países durante el primer mes de 2017, la mayoría en Siria e Irak. En Afganistán, los talibanes vuelven a ocupar una superficie de territorio similar a la que precedió la instauración del régimen talibán.
El año 2017 ha comenzado de una forma especialmente intensa en lo que respecta al terrorismo de carácter yihadista, produciéndose un aumento tanto en número de atentados como en las víctimas producidas respecto al último mes del año anterior. Los 118 casos extraídos a partir de la investigación realizada por este observatorio resulta útil para conocer el desarrollo del fenómeno yihadista en nuestros días, así como la evolución más reciente que presentan las distintas organizaciones islamistas y su radio de actuación.
El inicio del año 2017 ha estado estrechamente relacionado con el atentado producido en la sala de fiestas Reina de Estambul, lugar en el que se produjo la primera acción yihadista, perpetrada por un individuo vinculado a Dáesh, como así reivindicó posteriormente la plataforma de noticias de la propia organización. En dicho ataque fallecieron cerca de 40 personas que se encontraban dando la bienvenida al nuevo año en el interior del recinto y un policía que se hallaba en el exterior. 2017 solo había necesitado de escasos minutos para recibir el primer impacto del terrorismo yihadista.
La repercusión que tuvo el atentado a nivel mediático a lo largo de toda esa semana volvió a tapar de nuevo otros sucesos del mismo perfil que sucedieron durante los días posteriores en distintos puntos geográficos, pero que por el hecho de estar alejados del interés de los medios de comunicación no tuvieron el mismo impacto que los acontecimientos de Estambul. La realidad es que durante los primeros cuatro días del año, este observatorio documentó 21 atentados yihadistas sucedidos en Nigeria, Siria, Irak, Argelia, Burkina Faso, Somalia, Egipto, Afganistán, Yemen, Filipinas y Pakistán. Estos once países no recibieron la misma atención que Turquía, a pesar que alguno de ellos, como es el caso del atentado en Bagdad, ocurrido el día 2, donde un terrorista suicida hizo estallar un coche bomba en un mercado muy concurrido por la población local, provocando un número de víctimas similar al del club Reina.
Es cierto que la virulencia del número de atentados con la que comenzó la primera semana del año ha ido disminuyendo el resto del mes, aunque también es cierto que se han cometido atentados más letales que los ya citados. Aun así el total de ellos a final de mes sigue estando entre los más altos desde que el Observatorio de Atentados Yihadistas inició su investigación.
El dato que más preocupa en este aspecto es el del número de víctimas producidas, que ha sido cercano al millar, dándose un aumento importante respecto a diciembre. La principal causa de ello es que a lo largo de este mes se han producido casi una decena de atentados que ronda el medio centenar de fallecidos en cada uno de ellos. No obstante, este mes tampoco se ha vuelto a producir ninguna acción de máxima letalidad en la que se hayan producido más de 100 víctimas, como si sucedió en julio en Bagdad donde un camión refrigerador estalló junto a un centro comercial provocando 292 muertes, o en octubre donde se documentaron tres ejecuciones en Mosul por parte de Dáesh en días distintos contra la población civil y fuerzas gubernamentales, superando el centenar de víctimas en cada una de ellas.
El atentado ocurrido en Gao, Mali,el día 18 de enero ha sido el más letal tras producirse un ataque coordinado por Al Morabitoun, grupo vinculado a Al Qaeda en el Magreb Islámico, en el que varios individuos realizaron una operación contra una base militar en la que participaron varios terroristas suicidas que se inmolaron en las inmediaciones del recinto junto a la explosión de al menos un coche bomba. Esta acción provocó 72 fallecidos, entre civiles y personal militar, según fuentes institucionales y gubernamentales. Otros ejemplos de atentados igualmente virulentos fueron el sucedido el día 27 en Somalia, donde murieron 66 soldados keniatas según fuentes de Al Shabaab, o la explosión de un camión bomba en Alepo el día 7, que se saldó con la muerte de 48 personas, siendo reivindicado por Dáesh.
Las decenas de fallecidos con las que se han saldado acciones similares a las descritas arriba han provocado que la media de muertes por atentado en enero haya tenido un ligero repunte en comparación con el mes de diciembre, pasando de 7.2 a 8.2 víctimas por cada uno de ellos.
En lo que respecta a las organizaciones yihadistas, se han producido hechos destacables. En primer lugar, Dáesh sigue siendo el principal referente, aunque desde hace meses se encuentra en una posición defensiva por el avance tanto en Siria como en Irak de sus enemigos, provocando que sus dominios se hayan visto reducidos considerablemente y esperándose que la tendencia continúe en esta misma línea hasta que se produzca la caída total del califato del autodenominado Estado Islámico. A finales del mes de enero las fuerzas iraquíes ya se habían hecho completamente con el control del este de Mosul, aunque es un proceso lento debido a la cantidad de artefactos explosivos escondidos que han dejado colocados y el riesgo de encontrarse con posibles terroristas que se permanecen escondidos en el interior de algunas de las las casas. Este retroceso en el capo de batalla comienza a verse de la misma forma a través de Internet, donde el protagonismo de los servidores yihadistas en las redes sociales se está viendo disminuido por una menor actividad en ellas, especialmente en Telegram, donde se han mostrado muy activos en los últimos tiempos por las facilidades que otorga esta plataforma en comparación a otras que han endurecido sus medidas de protección en la lucha contra el terrorismo.
Con la finalidad de contrarrestar esta imagen de debilidad, Dáesh sigue llevando a cabo atentados a diario, especialmente en territorios en Siria e Irak donde tienen mayor presencia, sin olvidar que aprovechan cualquier oportunidad para volver a ocupar dominios que ya le han sido arrebatados anteriormente, como fue la reconquista de la ciudad de Palmira. Por otro lado, la estrategia que siguen manteniendo a medida que retroceden sus posiciones es la de dejar escondidos miles de artefactos explosivos impovisados, los llamados IEDs, que estallan posteriormente a la llegada de las fuerzas enemigas o de los civiles que vuelven a sus hogares. Se han registrado diversos casos en los que los explosivos se camuflan en juguetes infantiles con la intención de hacerlos estallar mientras los niños se divierten con ellos.
En cuanto al modus operandi utilizado en sus acciones ha quedado patente el uso de drones con finalidad militar y no sólo para ser empleado con el objetivo de grabar sus atentados desde una perspectiva más espectacular. Hasta hace pocos meses, su uso se focalizaba más en la obtención de imágenes de sus atentados suicidas, donde terroristas se inmolaban en el interior de sus vehículos en el momento que alcanzaban su objetivo. Sin embargo, en diciembre y en mayor medida en enero, se han producido varios casos en los que los drones son utilizados para transportar explosivos y lanzarlos desde el aire contra su objetivo, a modo de bombardero, como muestran las distintas capturas de imágenes que han difundido a través de la red mostrando este tipo de acciones. En otros casos, los drones tienen la misión de convertirse en una especie de kamikazes, lanzándose contra su objetivo e impactando con él, provocando que estallen los explosivos que lleva insertados. Es preciso que se tenga en cuenta el riesgo que supone esta estrategia y su aplicación en nuevos atentados cometidos en Europa, ya que no se requiere de grandes medios y puede tener graves consecuencias.
El grupo yihadista que más ha llamado la atención por sus operaciones durante este mes ha sido Boko Haram. Tras un mes en el que la ofensiva militar provocó la pérdida de uno de sus últimos santuarios y refugios, en enero la organización nigeriana ha hecho un intento de sacar músculo, cometiendo múltiples atentados y siendo el mes en el que más acciones terroristas han cometido desde que se puso en marcha esta investigación. En cuanto a las estrategias adoptadas este mes para perpetrar sus atentados es preciso analizar dos modus operandi. Anteriormente ya se había comprobado de forma frecuente el uso de niños y adolescentes utilizados como suicidas. Sin embargo, debido a que este recurso ha comenzado a ser sospechoso para las fuerzas gubernamentales, se ha recurrido a adosar explosivos a bebés que van acompañados por mujeres. Esta macabra maniobra se debe a que hasta este momento a nadie se le ocurriría utilizar a un niño de corta edad con esa finalidad, por lo tanto las sospechas que pudiesen impedir la acción suicida eran mínimas. En cuanto a la otra estrategia para perpetrar acciones suicidas se han documentado casos en los que el individuo dispuesto a inmolarse, mayormente mujeres en estas ocasiones, se acerca a un hogar particular y llama a la puerta. En el momento en el que los propietarios acuden a recibir a la visita, ésta activa los explosivos que lleva adheridos a su cuerpo, provocando que con total seguridad se den víctimas mortales.
Es evidente que la escala de violencia y barbarie con la que actúa Boko Haram está adquiriendo unos niveles que incluso se pueden equiparar a las atrocidades cometidas por el propio Dáesh.
Los grupos talibanes que actúan tanto en Afganistán como en Pakistán siguen ampliando sus dominios. La situación es especialmente preocupante en país afgano, donde en estos momentos están llegando a unos niveles de dominio territorial que nada tiene que envidiar a los momentos previos de la instauración del régimen talibán que provocó la posterior ocupación estadounidense tras el 11-S. Su presencia se ha visto incrementada ante la debilidad gubernamental y la incapacidad de las autoridades de llegar a hacer cumplir la ley por todo el territorio, siendo sustituida su presencia por la labor desempeñada por los grupos talibanes, que en muchos casos actúan como entidades que realizan labores sociales, ganándose el favor de la población que se siente desprotegida por el propio Estado. Las perspectivas de futuro no son nada halagüeñas dado que no parece que exista ningún actor regional y todavía menos a nivel internacional que tenga intereses en combatir a este grupo mientras no se convierta en una seria amenaza más allá de las fronteras afganas, excepto Pakistán que se está viendo afectado por el traspaso de terroristas al compartir una gran línea fronteriza.
En relación a esta cuestión es preciso alertar sobre el protagonismo que está adquiriendo en Pakistán Lashkar-e-Jhangvi, que está estrechando cada vez más sus vínculos con Dáesh y puede acabar por convertirse en una nueva amenaza a través de la cual expandir su presencia por la región y competir con los grupos talibán también presentes en Pakistán.
El número de países afectados de forma directa por el terrorismo yihadista durante este primer mes del año han sido veintiuno: Turquía, Nigeria, Siria, Irak, Argelia, Burkina Faso, Somalia, Afganistán, Egipto, Yemen, Filipinas, Pakistán, Jordania, Arabia Saudí, Israel, India, Mali, Camerún, Libia, Níger y Kenia (por fecha cronológica de los atentados cometidos en estos países). Como se puede apreciar, la mayoría de estos países pertenecen a la región MENA, siendo sin duda la más afectada por el terrorismo yihadista y sin olvidar que son países de mayoría musulmana. Dentro de la región de Oriente Medio, los principales focos siguen siendo Irak, Siria y Afganistán, donde operan gran cantidad de grupos yihadistas. En torno a esta cuestión, a finales de enero en Siria se ha producido la unión de siete grupos terroristas islamistas en una nueva organización llamada Hayat Tahrir al Sham, que comprende los siguientes miembros: Fatah al Sham (antiguo Frente al Nusra), Nur al Din al Zinki, Liwa al Haqq, Jaish al Sunna y Jabhat Ansar al Din. Está por ver el grado de protagonismo que tendrá esta gran coalición y si su repercusión afectará de alguna forma al futuro de los grupos rebeldes que se están combatiendo actualmente al régimen de al Assad o acaban por convertirse en una seria amenaza para el propio gobierno, algo que parece poco probable.
En Oriente Medio se está produciendo otra guerra civil de la que apenas llega información a través de los medios de comunicación. Es el caso de Yemen, un país que está dividido desde que los hutíes diesen un golpe de Estado para derrocar al gobierno del Presidente Hadi. En lo que respecta a nuestra investigación el caso de Yemen resulta especialmente interesante porque hasta el momento es el único territorio en el que la presencia de al Qaeda, en este caso Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), es mayoritaria y tiene mayor respaldo que el Dáesh. No obstante, a día de hoy, el Estado Islámico está intentando ampliar su influencia como demostró con dos grandes atentados el mes pasado en el que murieron cerca de 50 soldados en cada uno de ellos, ocurridos mientras éstos esperaban su paga semanal. A pesar de los intentos de Dáesh, AQPA sigue teniendo mayor respaldo social por mayor tradición histórica en el país y especialmente porque Dáesh es considerado como un grupo excesivamente violento, incluso contra la propia población suní, mientras que al Qaeda ha intentado que las víctimas mortales de esta rama del islam sean minoritarias en sus acciones.
Dejando a un lado Oriente Medio, la situación en África es igualmente de preocupante, más si cabe por su proximidad geográfica con Europa y concretamente con los intereses españoles. La situación en Libia para Dáesh, al igual que está sucediendo en Siria e Irak, parece ser poco favorable tras su derrota en Sirte y se han visto obligados a desplazarse al sur. Desde este punto pueden reunir fuerzas para una nueva ofensiva o dispersarse por la región del Sahel a través de las distintas rutas de contrabando y crimen organizado que están siendo aprovechadas por el yihadismo para intercambiar terroristas y material armamentístico. Debido a esta razón, el Sahel se ha convertido en los últimos años en un avispero de grupos islamistas que cada vez tienen un mayor protagonismo por los distintos países. El mejor ejemplo de ello es Mali que abarca a una gran variedad de estos actores violentos no estatales, como se viene recordando en anteriores publicaciones. Algunos de estos grupos son: Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) ,el Frente de Liberación de Macina (facción maliense de Ansar Dine), MUJAO o al Morabitoun (cuyo líder es el argelino Mohktar Belmohktar, más conocido como “el tuerto” o “Mr. Marlboro”, quién reivindicó el mayor atentado yihadista de este mes sucedido en la ciudad de Mao). A ellos, habría que sumarles dos nuevos grupos de creciente creación: el Estado Islámico del Gran Sahara (afiliado al Dáesh, que perpetró sus primeros ataques a finales de septiembre) y Ansarud Islam (brazo armado de Ansar Dine en Burkina Faso, aunque interviene de la misma forma en Mali).
En cuanto a los objetivos contra los que cometen sus atentados los grupos islamistas, se puede observar en la tabla superior que están centrados tanto en la población civil como en infraestructuras y miembros políticos o militares. En algunos casos resulta complicado establecer con claridad la finalidad de un determinado ataque, como por ejemplo cuando se realiza un atentado yihadista en un barrio residencial en el que la mayoría de la población es chií. En este caso, se puede pensar que la motivación que existe puede tener una connotación religiosa, aunque no deja de ser una acción llevada a cabo contra la propia población civil. En cualquier caso, los atentados yihadistas perpetrados contra la población civil que buscan tener mayor repercusión se centran en lugares concurridos, como son los centros comerciales o los mercados. En el caso de Boko Haram es muy frecuente que se cometan atentados suicidas por parte de niñas adolescentes o mujeres especialmente en los mercados porque llaman menos la atención y los daños que pueden ocasionar son mayores por las aglomeraciones de personas que allí se dan. Este mes se han producido ataques de similares características en centros hospitalarios y recintos deportivos, donde se fija como objetivo atentar contra la ciudadanía y de paso dañar las distintas infraestructuras que ofrecen sus servicios a la población.
En cuanto a los atentados contra objetivos políticos y militares la atención sigue recayendo principalmente en funcionarios gubernamentales y las distintas fuerzas armadas. En Irak es alarmante la cantidad de comisarías que son asaltadas por militantes de Dáesh en distintas ciudades, mientras que en Nigeria o Somalia las fuerzas de Boko Haram y Al Shabaab respectivamente tienen predilección por los recintos castrenses, atacando indistintamente bases militares o cuarteles de las distinta fuerzas que intentan limitar su presencia.
Conclusiones
El terrorismo de corte yihadista que tanto protagonismo tiene a nivel global en los últimos años tan solo necesitó de escasos minutos para volver a hacer acto de presencia en este nuevo año. La tendencia marcada en este inicio de 2017 mantiene la línea de los anteriores, con Dáesh como referente hegemónico centrando su actividad en Siria e Irak y cada vez más difundiendo su ideología a través de las distintas filiales que se reparten por distintas regiones geográficas. No obstante, es evidente que cada mes que pasa, los territorios que tienen bajo su control siguen disminuyendo y comienzan los interrogantes sobre su futuro una vez que se produzca su derrota militar, que de ninguna forma supondrá su desaparición inmediata. La capacidad que han mostrado para cometer atentados a través del uso de drones con fines militares es una gran preocupación que necesariamente tiene que ser tenida en cuenta por los servicios de seguridad de los distintos estados, incluyendo los europeos.
Por otro lado, es preciso alertar sobre la situación en otros países de Oriente Medio como es Afganistán y Pakistán. En el caso del primero, la presencia talibán sigue aumentando y la incapacidad gubernamental de controlar todo el territorio les está permitiendo tener una influencia que se acerca de forma alarmante al contexto en el que se alzaron con el poder. Mientras, Pakistán podría ser el estado más interesado en frenar de alguna forma estos hechos, ya que es frecuente el paso entre grupos yihadistas a través de las amplias fronteras que comparten ambos países. La muestra de ello es el creciente protagonismo que están teniendo sobre su territorio Tehrik-e-Taliban (talibanes paquistaníes) y Lashkar-e-Jhangvi.
En el continente africano, un mes más la atención gira en torno al Sahel, donde Boko Haram ha vuelto a tener una intensa actividad en modo de respuesta a la ofensiva militar de diciembre, con unas autoridades que aseguraron acabar con uno de sus últimos refugios y santuarios en el bosque de Sambisa. En este aspecto preocupa las estrategias empleadas por la organización para ejecutar sus atentados, utilizando a jóvenes cada vez de menor edad y con una presencia importante de mujeres suicidas.
Por último cabe señalar que en febrero se producirán elecciones presidenciales en Somalia bajo una amenaza terrorista emanada de Al Shabaab, un grupo que en los últimos años suele cometer una decena de atentados mensuales. Será preciso estar pendiente de su desarrollo y del posible aumento de su actividad en respuesta a este acontecimiento democrático.
*El Observatorio de Atentados Yihadistas es una investigación de Carlos Igualada (@carlos_igualada) para el grupo de análisis Baab al Shams y el Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo (OIET).