El terrorismo yihadista ha causado 772 muertes durante el primer mes de 2018. 147 atentados suponen el número de acciones yihadistas más elevado desde septiembre del año pasado, mes en el que hubo 153. Afganistán, y especialmente Kabul, su capital, son los lugares que más han sufrido el terrorismo yihadista durante el mes de enero.
El año 2018 ha tenido un comienzo similar al inicio del año anterior en lo que concierne a esta investigación. Si por aquel entonces escasos minutos fueron suficientes para que se produjese el primer atentado de corte yihadista en una sala de fiestas en Estambul y pasados cuatro días de inicio de año ya se habían cometido al menos 22 atentados, en este inicio de 2018 se dio una situación similar en Giza, Egipto, donde un individuo armado vinculado a Wilayat Sina tiroteó a dos hermanos que celebraban la entrada del nuevo año en una licorería. Asimismo, durante los primeros cuatro días del año, se produjeron al menos 18 atentados de etiología yihadista.
Este primer mes de enero se ha cerrado con un balance de 147 atentados yihadistas y 772 víctimas. El número de fallecidos representa el valor más alto de los últimos siete meses con las excepciones de octubre y noviembre, mientras que el dato de las acciones yihadistas es el más elevado desde septiembre, mes en el que se produjeron 153.
A lo largo del presente análisis se comentarán los distintos atentados que han tenido lugar este mes, contextualizándolos desde la perspectiva actual del fenómeno terrorista de carácter yihadista. Algunas de las cuestiones a tratar serán el incremento de la actividad terrorista en Afganistán, el descenso de atentados en Irak o las distintas incursiones de Boko Haram sobre poblados fronterizos entre Nigeria y Camerún con la intención de buscar recursos para abastecerse, debido en parte a la complicada situación que está viviendo la organización en estos momentos.
Análisis
Si hubiese que situar una ciudad como modelo sobre el que actúa el terrorismo yihadista en sus diferentes variantes a día de hoy sería Kabul. Durante este mes, se han producido en la capital afgana cuatro atentados de envergadura que han dejado un balance de 174 fallecidos. Estas cuatro acciones han sido llevadas a cabo por tres grupos distintos (Daesh, talibán y Red Haqqani), empleando en cada uno de ellos un modus operandi diferente. Aun así, no está de más aclarar que las conexiones entre la Red Haqqani y los grupos talibán son conocidas, manteniendo desde hace décadas vínculos de apoyo y colaboración.
Este mismo ejemplo de Kabul sirve para ilustrar la realidad del terrorismo islamista, ya que parece ser que la caída del califato en Siria e Irak supondrá el traslado del foco principal del escenario yihadista hacia otros lugares. En el caso de que esto suceda, Afganistán reúne gran parte de los condicionantes para que esto suceda, aunque lo más probable es que el derrumbe del califato se traduzca en un incremento de la presencia de combatientes yihadistas en otros focos regionales donde desde hace años se da el caldo de cultivo idóneo para la proliferación de estos grupos. En este sentido, los países de Asia Central, el Magreb y el Sahel pueden verse afectados directamente por el incremento de la amenaza que supone la llegada de miles de yihadistas deseosos de sumarse a un nuevo proyecto.
La representación gráfica de lo comentado en Kabul se refleja en que la capital afgana ha sido escenario de los dos mayores atentados del mes. El primero de ellos tras estallar una ambulancia cargada de explosivos conducida por un terrorista suicida el día 27 (caso de estudio #128). En esta acción murieron 103 personas, entre las que se encontraban tanto población civil como fuerzas de seguridad. Teniendo en cuenta los datos del año anterior y si la actividad yihadista mantiene en unos parámetros similares, es muy posible que esta acción se incluya entre las diez más letales de 2018. El segundo de estos ataque se dio sobre un hotel internacional en el que tres terroristas suicidas acabaron con la vida de 40 personas el día 20 (#97). Por detrás de estos atentados, encontramos varios en las que el número de fallecidos ha rondado la treintena, como son los ataques cometidos en Idlib con un coche bomba el día 7 de enero (#26), el doble atentado suicida de Bagdad del día 15 (#67) o el doble atentado con coche bomba en Bengasi (#107). En términos cuantitativos, la media de fallecidos por acción documentada ha sido de 5.2, teniendo un ligero repunte respecto al último mes de diciembre pero manteniéndose con unos niveles muy inferiores a los de meses como octubre o noviembre.
La tabla 2 refleja el aumento de acciones perpetradas por los principales grupos yihadistas, a excepción de Daesh, quien ha descendido su número ligeramente respecto al mes anterior. En cambio, los grupos talibán, Boko Haram, al Shabaab y las franquicias regionales de al Qaeda han aumentado de forma exponencial sus ataques. Es importante destacar que Boko Haram ha cometido este mes numerosas acciones en forma de incursiones a poblados del noreste de Nigeria y el norte de Camerún con el objetivo de abastecerse, como señalan las fuentes locales. Esta situación es entendida dentro de un contexto en el que la secta nigeriana está perdiendo territorios desde que la lucha antiterrorista ha adoptado un papel más activo, traduciéndose en una mayor presión hacia los integrantes de la organización. Al parecer, la falta de recursos está obligando a los terroristas a realizar acciones de este tipo, las cuales cada vez se ven con más frecuencia en comparación con meses atrás.
En cuanto a Daesh, la caída del califato no se está viendo traducida en un descenso de su actividad terrorista, como era de esperar. A excepción de los meses de septiembre y octubre, en los que el descenso de sus acciones puede verse como consecuencia de centrar sus recursos en defender sus enclaves importantes desde el punto de vista militar, más que desde el comportamiento de una organización terrorista. En cambio, a medida que el derrumbe del califato se ha hecho realidad, sus atentados han vuelto a los parámetros anteriores, evidenciando que la capacidad de Daesh para cometer acciones yihadistas sobre estos territorios sigue estando intacta.
Por otro lado, resulta especialmente llamativa la evolución de los talibán durante el último medio año. Es preciso recordar que en el mes de abril, realizaron su ya tradicional llamamiento para el inicio de la campaña de primavera, la cual se suele realizar durante los meses que dura esta estación con el objetivo de ampliar sus dominios y aumentar sus acciones terroristas contra las fuerzas de seguridad. En el año 2017, esta campaña se extendió durante parte del verano, llegando a su culmen en el mes de julio, momento a partir del cual comienza a disminuir su actividad. Sin embargo, el dato llamativo es que a partir del mes de noviembre se ha producido un aumento de sus ataques, los cuales han llegado en el mes de enero a los mismos niveles que marcaron durante su apogeo en la citada campaña de primavera.
Es preciso recordad que el escenario principal de los grupos talibán es Afganistán, aunque no hay que olvidar nunca que su rama en Pakistán también permanece muy activa, siendo la organización terrorista que más acciones cometió en el país vecino durante el último año. Sin embargo, el auge de los ataques talibán viene ligado al incremento de la presencia de terroristas de Daesh en determinadas provincias, lo que ha implicado que este grupo también haya aumentado el número de atentados en el país. Por tanto, el hecho de que Afganistán en el mes de enero haya superado a Irak como el país en el que se han producido mayor número de víctimas como consecuencia de la actividad yihadista puede ser entendida dentro del contexto actual en el que tanto los talibán como Daesh están pugnando en una lucha en la que ambos intentan demostrar su capacidad a través de espectaculares atentados en los que las víctimas se cuentan por decenas. No obstante, el territorio afgano ha sido tradicionalmente fértil para los grupos talibán y difícilmente consiga Daesh suponer una amenaza real en lo que respecta a la posibilidad de perder sus dominios.
La evolución regional del terrorismo de etiología yihadista se puede apreciar en la tabla 4. El valor más significativo que se observa en el mes de enero es el dato que refleja la mitad norte del continente africano, ya que las 54 acciones documentadas supone un nuevo máximo en el historial reflejado. La mayoría de estos atentados se han registrado en el Sahel, donde la influencia de JNIM cada vez es mayor, abarcando nuevas regiones sobre las que no había tenido presencia antes. Por otro lado, el entrono del Lago Chad, con la presencia de Boko Haram especialmente, es el otro gran escenario sobre el que actúa el terrorismo yihadista en la región.
La realidad presentada mediante la tabla 4 ha obligado a los gobiernos europeos a tomar medidas para una mayor implicación en estos territorios. Si bien es cierto que hasta la fecha, la única potencia que había destinado buena parte de los recursos al Sahel era Francia, a día de hoy son varios los países que han decidido aumentar su presencia. Uno de ellos es España, quien a finales del mes de enero tomó el liderazgo de la misión europea en Mali.
Los países que han sido escenario de al menos un atentado de carácter yihadista en el que se ha producido alguna víctima han sido: Afganistán, Irak, Siria, Pakistán, India, Yemen, Egipto, Libia, Mali, Guinea, Nigeria, Níger, Camerún, Burkina Faso, Somalia, Kenia, Mozambique, Filipinas y Tailandia.
Lo más sorprendente de esta lista de diecinueve Estados es que cada vez con mayor asiduidad aparecen reflejados los nombres de países donde tradicionalmente la presencia de organizaciones o influencias de carácter salafista yihadista eran muy débiles e incluso inexistentes. Si durante los últimos meses se han dado casos aislados de acciones de este perfil en Gabón o Mozambique, en este inicio de año se ha documentado un caso en Guinea en el que un clérigo saudí fue tiroteado por individuos vinculados a la ideología extremista (#85).
Como se puede apreciar en el listado, no aparece el nombre de ninguna ciudad de Europa Occidental. Esta tendencia se mantiene desde que a primeros de octubre se produjese la última acción inspirada en la ideología yihadista en Marsella. Desde entonces, y pese a las altas probabilidades de que se repitiesen acciones de este tipo por el declive total del califato, éstas no se han llegado a transformar a nivel práctico, lo que demuestra, por un lado, la incapacidad real de Daesh para orquestar atentados de gran envergadura y su pérdida de influencia a día de hoy, y por otro, el magnífico papel que desempeñan las fuerzas y cuerpos de seguridad a la hora de desbaratar la planificación de posibles ataques, como pudo verse en varios casos dado durante las fechas navideñas.
Conclusiones
El terrorismo yihadista ha comenzado de forma activa el año 2018. Es posible que en el mes de enero se hayan visto algunas pinceladas en cuanto a las tendencias sobre las que se va asentar a lo largo de este año el movimiento estudiado. En primer lugar, la caída del califato no supone en ningún caso la desaparición de la amenaza que representa Daesh, especialmente para la población que vive en los territorios en los que ha conseguido hacerse un hueco durante los últimos años. Eso es lo que al menos muestran los datos recogidos en el Observatorio de Atentados Yihadistas. En segundo lugar, es posible que el escenario principal del yihadismo se desplace a Afganistán, donde el auge de los talibán será tolerado por la comunidad internacional hasta que no suponga una amenaza real para las potencias mundiales. Lo mismo puede suceder a lo largo del año en el Sahel y concretamente en Mali, donde la situación sigue empeorando cada vez que pasa y está por ver si la incipiente reacción que comienza a verse por parte de Europa llega demasiado tarde para frenar a la bestia que se lleva gestando desde hace varios años o se consigue establecer un control sobre ella, impidiendo así su expansión.