Martin McGuinness, ¿terrorista o promotor de la paz?

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Martin McGuinness, en 1972, sosteniendo una pistola Luger

En algún momento del futuro, Arnado Otegi, antiguo líder de ETA convertido hoy en político, dejará este mundo. ¿Permitirá el Gobierno español un funeral de Estado y los líderes políticos hablarán con admiración de su pasado? Esta no es una analogía inverosímil en relación a lo que está ocurriendo en Irlanda del Norte después de la muerte de exterrorista y líder del IRA convertido en político Martin McGuinness.

McGuinness podría defender que no fue culpable de haberse convertido en terrorista; argumentaría que tal circunstancia ocurrió porque estaba siendo tratado como un “ciudadano de segunda clase”. Diría que fue descartado para un trabajo y que sintió que tenía que hacer algo. La realidad es se trata de excusas pobres en la medida en que él no luchaba contra las injusticias sociales, sino por unos ideales nacionalistas y un ferviente odio a los británicos. Su infancia no fue muy diferente a la de la mayoría en Irlanda del Norte, católicos o protestantes, pertenecientes a la clase trabajadora y con modestas viviendas.

McGuinness se integró en el IRA en 1970, cuando tenía 20 años, y en 1972 era su número dos en Londonderry. Pudo haber estado implicado en multitud de incidentes violentos en los años 1970 y 1971, y estuvo directamente involucrado en el asesinato de dos oficiales de policía el 27 de enero de 1972. Unos días después tuvieron lugar los incidentes conocidos como “Domingo sangriento”, el 30 de enero de 1972, cuando el Ejército británico abrió fuego contra la multitud.

La investigación, conocida como Saville Inquiry, estableció que probablemente el propio McGuiness llevara encima un subfusil antes de que los soldados abrieran fuego contra los manifestantes en Londonderry. McGuinness fue citado a declarar, pero apenas dijo nada con el argumento de que nunca traicionaría a sus camaradas. Admitió ser el número dos de los Provisionales ese día. Pronto cogería las riendas de todos los comandos.

"McGuinnes ordenó el ataque de Claudy Village el 31 de julio de 1972. El IRA asesinó a nueve personas, incluidos dos adolescentes y un niño de ocho años"

McGuinnes era tan influyente que el Gobierno británico lo llevó, junto a otros correligionarios, a Inglaterra en junio de 1972 para iniciar unas conversaciones de paz. El resultado fue nulo debido a las poco razonables condiciones del IRA. Como respuesta McGuinnes ordenó el ataque de Claudy Village el 31 de julio de 1972, cuando tres coches bomba hicieron explosión en el centro del pequeño pueblo. Nueve personas, incluidos dos adolescents y un niño de ocho años, resultaron muertos. Recientemente se ha sabido que investigadores veteranos fueron disuadidos de arrestar a McGuinness para evitar consecuencias en el proceso de paz.

McGuinness fue durante muchos años uno de los líderes del IRA Provisional y se sentó en el denominado Consejo Armado del IRA hasta su muerte. Tuvo mucha influencia dentro de la organización, encargándose de su estrategia de dirección. Muchas de las muertes en Londonderry y los alrededores podrían estar directamente relacionadas con él.

Otro ejemplo de su crueldad y sangre fría tuvo lugar con el asesinato de Frank Hegarty, un informador del Ejército británico, en mayo de 1986. Hegarty estaba bajo vigilancia en Inglaterra por su propia seguridad. McGuinness visitó a la madre viuda de Hegarty y habló por teléfono con el propio Hegarty, un hombre aterrorizado y nostálgico, y le aseguró que no estaba bajo las sospechas del IRA. Le prometió además que estaría a salvo si regresaba. Le convenció y Hegarty volvió a casa de su madre en Londonderry. McGuinnes le llamó y le aconsejó que se reuniera con el IRA en Donegal, en la República de Irlanda, para hablar sin rodeos. Hegarty acudió y nunca se le volvió a ver con vida. Su cadáver fue encontrado en un camino varios días después, con disparos y signos de haber sido torturado.

"McGuinnes nunca renegó de su pasado. Optó por poner de manifiesto su orgullo por su época en el IRA. Las disculpas no entraban en su vocabulario"

Los servicios de inteligencia indicaron que McGuinness autorizó en 1987 la bomba que mató a doce civiles en el Memorial de la Guerra de Enniskillen. El mismo día, el IRA puso una bomba en la ciudad fronteriza de Tullyhimmon: el objetivo eran los niños de organizaciones juveniles. McGuinnes fue visto por la zona antes de los dos ataques. Su depravación aún no había tocado techo. Su nueva táctica fue ampliar la lista de aquellos que él consideraba objetivos “legítimos” (cualquiera que ayudara a los británicos).

El 24 de octubre de 1990 el IRA llegó a la casa de Patsy Gillespie, un limpiador de las barracas del Ejército británico. Secuestraron a su esposa Katheleen y a su hija Jennifer. Al hombre le ataron con una correa al asiento del conductor de una furgoneta bomba y lo obligaron a conducir hasta un checkpoint del Ejército británico. Miembros del IRA viajaban tras él con cierta distancia de seguridad. Cuando Gillespie llegó al checkpoint, los terroristas del IRA hicieron estallar la bomba, que lanzó por los aires el cuerpo despedazado de Gillespie y mató a cinco soldados. McGuinness dijo que la muerte era “una consecuencia inevitable de la negativa británica a aceptar el derecho de autodeterminación de Irlanda”.

A principios de los años noventa el IRA era consciente de que nunca podría derrotar a los británicos. Estaban desmoralizados, infiltrados por agentes y algunos de sus terroristas más sanguinarios estaban muertos o en prisión. Necesitaban una salida y McGuinness inició una vía de contacto con la inteligencia británica. El IRA anunció un alto el fuego en 1997 que allanó el camino a las negociaciones de paz. Ya desde una posición de fuerza el Gobierno de Blair concedió la mayoría de las demandas de la delegación del Sinn Fein liderada por Martin McGuinness.

Muchos encontrarán dificultades para reconciliar al terrorista y al político. El IRA fue forzado a negociar y, en lugar de rendirse, McGuinness usó el atractivo de la paz como la nueva estrategia del IRA y el Sinn Fein. No ganaron la guerra, pero ciertamente ganaron la paz. Fue la continuación natural de la táctica iniciada en los años ochenta por Gerry Adams y en la que un reacio McGuinness al final vio el mérito de dejar el terrorismo y combinar el liderazgo político del Sinn Fein, hasta la actual política del partido.

Si bien McGuinnes nunca ha exhibido ninguna crítica de su pasado, muchas veces ha puesto de manifiesto su orgullo por su época en el IRA. Las disculpas por sus crímenes no entraban en su vocabulario. ETA está ahora en la misma situación que el IRA en los años noventa y Otegi estará honrando a su héroe McGuinness, con la esperanza de lograr el mismo reconocimiento y poder que ha alcanzado el Sinn Fein.

Ken Funston es doctor por la Universidad del Ulster, experto en Terrorismo y Seguridad y portavoz de la South East Fermanagh Foundation (SEFF), colectivo de “supervivientes” de Irlanda del Norte.