Casos de estudio Magreb y Sahel junio 2020
Observatorio Magreb y Sahel Occidental junio 2020(PDF-490 KB)
Pese a la estabilización de las cifras, la expansión territorial de los grupos terroristas continúa imparable. Como ya se venía alertando desde hace meses, en junio ha tenido lugar el primer ataque yihadista de los últimos años en Costa de Marfil, desde el perpetrado en la playa del balneario de Grand-Bassam en 2016. Tras la operación conjunta llevada a cabo por los ejércitos marfileños y burkineses en mayo, el 11 de junio fue atacada una base militar situada en la localidad de Kafolo, al norte del país, matando a una decena de militares. Por el momento, ningún grupo terrorista ha reivindicado el ataque, aunque diversas fuentes apuntan hacia Katiba Macina, que forma parte de la coalición JNIM. Posteriormente, las autoridades marfileñas detuvieron a alrededor de 30 presuntos participantes, cuyo líder sería burkinés.
En junio, se han registrado un total de 69 atentados terroristas de carácter yihadista en las regiones del Magreb y el Sahel Occidental, que han acabado con la vida de 312 civiles y militares. Las fuerzas de seguridad han llevado a cabo 40 operaciones antiterroristas. El número de víctimas mortales ascendería hasta 913 si se contabilizasen también las muertes de militantes terroristas. A nivel global, las cifras se mantienen alrededor de los niveles registrados durante este primer semestre del año –más altos que en 2019—.
En esta zona más occidental del Sahel también han continuado los enfrentamientos entre las dos principales facciones terroristas operativas en la zona: la coalición JNIM y la filial de Daesh, el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS). Estos choques, que se originaron en el centro de Malí y se recrudecieron durante los meses de marzo y abril, han ido desplazándose hacia zonas más periféricas, donde los terroristas se disputan el control territorial, tal y como se puede apreciar en el mapa inicial. En la zona este de Burkina Faso, los resultados de estos combates registrados se encuentran bastante igualados, habiendo tenido lugar victorias de ambas partes. Por el contrario, destaca el ataque del EIGS contra JNIM en la zona del Gourma maliense, bastión tradicional de estos últimos y donde sufrieron un duro golpe. Al menos tres de las seis colisiones registradas entre ambos grupos han tenido lugar en territorios fronterizos con Costa de Marfil, Togo y Benín, algo que no hace sino evidenciar una cada vez mayor presencia de terroristas en la zona, y en el peligro de expansión hacia el sur en busca de nuevas áreas de influencia.
En términos generales, se ha apreciado un aumento de secuestros de civiles y trabajadores de organizaciones humanitarias internacionales, registrándose casos en Nigeria, Níger (tanto en la zona del Lago Chad como de la triple frontera) y Malí, que se analizará en mayor detalle en el último apartado de este documento.
No obstante, también se han producido importantes victorias en el bando contrario: el pasado 03 de junio, las fuerzas especiales francesas, apoyadas por inteligencia estadounidense, abatieron en Talhandak, al este de Tessalit (Malí), a Abdelmalek Droukdel, fundador y hasta ahora líder de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que acababa de cruzar la frontera desde Argelia. Uno de los probables candidatos a sucederlo será Abu Obeida Youssef al Annabi, ahora presidente del consejo de notables de AQMI, aunque el grupo no se ha pronunciado de manera oficial aún.
En el plano internacional, el día 30 tuvo lugar una cumbre del G5 Sahel en Nuakchot, Mauritania, como continuación de las reuniones que se celebraron en Pau el pasado mes de enero, a la que también asistieron líderes europeos como los presidentes de Francia, España, Italia y Alemania. Durante la misma, el gobierno francés se mostró optimista debido a los éxitos militares conseguidos durante los últimos meses, recalcando la falta de ataques de gran calado contra grandes bases, como sí venía sucediendo últimamente.
Por otro lado, en cuanto a misiones internacionales, además de la renovación oficial por otro año de la misión de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en Malí (MINUSMA) –cuyo presupuesto y personal asignado han sido además incrementados—, el Consejo de Seguridad de la organización ha decidido reevaluar el apoyo logístico que la organización presta a la fuerza conjunta G5 Sahel, diseñando así un nuevo modelo para proporcionar ayuda integral a la coalición, necesitada de equipamiento y transporte. Este nuevo programa podría incluir una oficina de apoyo que serviría integralmente al G5 Sahel, aunque este proyecto no es definitivo aún. En cuanto a la Operación Takuba, el gobierno francés ha confirmado la presencia de tropas francesas y estonias en la zona de la triple frontera. El resto, conformado por suecos, checos y, probablemente, italianos, se incorporará progresivamente a lo largo del segundo semestre de 2020. Este nuevo contingente, liderado por Francia, se colocará bajo el mando de la Operación Barkhane.
Por último, continúan haciéndose públicas noticias sobre ejecuciones y desapariciones forzosas de civiles a manos de las fuerzas de seguridad de varios países de la región, al amparo de operaciones antiterroristas. Tras las denuncias elevadas por Amnistía Internacional y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el gobierno francés ha insistido en que entre las acciones de la intervención internacional también se están desarrollando programas para fortalecer el sistema de justicia de la región, como parte de la reforma del sector de seguridad, pronunciándose a favor de la apertura de investigaciones por parte de los países. De hecho, en su comparecencia ante el Senado, la Ministra de las Fuerzas Armadas, Florence Parly, resaltó el peligro que estas violaciones del derecho internacional y de los derechos humanos suponen para la cooperación internacional presente en la región desde hace años.
A continuación, se realiza un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en las zonas de estudio.
En esta ocasión, tal y como se puede apreciar en el gráfico 2, Burkina Faso ocupa el segundo puesto de la comparativa regional en cuanto a número de ataques, por detrás de Nigeria, con un total de 14 atentados, ninguno de gran envergadura. El número de víctimas mortales a consecuencia del terrorismo yihadista se ha recudido drásticamente en comparación con el mes de mayo, alcanzando el nivel más bajo del último año, tal y como se muestra en el gráfico 3. A lo largo de la frontera norte, colindante con Malí y Níger, se han producido diversos atentados, principalmente contra militares y miembros de milicias civiles de defensa. Los enfrentamientos entre terroristas –detallados al inicio— y el atentado cometido en suelo marfileño han protagonizado la actividad yihadista en el resto del país.
En Malí, el ataque más mortífero tuvo lugar en la localidad de Bouka Weré, en Segou. Miembros de la Katiba Macina, perteneciente a la coalición JNIM, emboscaron a un convoy militar y mataron a 24 de sus ocupantes. Posteriormente, el grupo afirmaba haber evitado un ataque contra un poblado fulani, adonde supuestamente se dirigían los militares.
Casos de estudio Magreb y Sahel junio 2020
Por otro lado, las tensiones sociales se han disparado durante el mes de junio: Mahmoud Dicko, un destacado líder religioso del país, junto con otros grupos opositores y de la sociedad civil, han conformado el movimiento ’05 de junio – Agrupación de Fuerzas Patrióticas’ (M5-RFP) para exigir la dimisión del presidente Keita, convocando multitudinarias manifestaciones los días 5 y 19. En un intento de iniciar mediaciones entre el gobierno y el grupo, una delegación internacional, conformada por miembros de la MINUSMA, la CEDEAO y la Unión Africana se reunió con los líderes de la oposición que, por el momento, no han conseguido reunirse con el presidente Keita, pese a los anuncios del mismo de estar dispuesto a crear un gobierno de coalición. En este punto, es importante recordar cómo factores cuya esencia se encontraría inicialmente fuera del ámbito de la seguridad –inestabilidad política, descontento social, desconfianza en las autoridades, corrupción, etc.— influyen sobre el fenómeno terrorista, cuyos grupos se postulan como una alternativa a los gobiernos oficiales, proporcionando a la población recursos como dinero, agua, comercio y seguridad a los que, de otra manera, no tendrían acceso.
Por último, la actividad terrorista en Níger se ha visto notablemente reducida, registrándose tan solo cinco atentados de baja intensidad contra civiles, dos en la zona de la triple frontera y tres en la cuenca del Lago Chad.
Como ya se indicaba anteriormente, Nigeria ocupa de nuevo la primera posición en la comparativa regional, destacando además el fuerte aumento de víctimas mortales derivadas de los atentados (ver gráfico 4) con más del triple que en mayo y un 25% de incremento en comparación al mes de junio de 2019.
La filial de Estado Islámico en África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés) ha mostrado un cambio en su manera de operar, llevando a cabo varios atentados muy sangrientos contra población civil, a los que ahora acusa de ser colaboradores del gobierno, legitimando así auténticas masacres contra ellos. Clasificados por su letalidad, destacan tres: en Felo, Gubio, 20 militares y 61 civiles murieron en un ataque contra la localidad, en respuesta a los enfrentamientos que se habían producido contra la milicia de autodefensa días antes, al negarse a pagar las tasas que les imponían[1]. Cuatro días después, el 13 de junio, también en la zona de Gubio, 42 civiles murieron tras los ataques a las aldeas de Felo, Zowo y Chingwa. Por último, también el día 13, se produjeron enfrentamientos con el ejército en Monguno, que consiguió evitar que atacasen a la población civil. En esta ocasión, nueve militares y seis civiles fallecieron, y 20 terroristas fueron neutralizados. Tras estos nuevos ataques, los terroristas han llevado a cabo sustracciones de multitud de cabezas de ganado.
En la zona noroeste y centro-norte, la situación continúa agravándose. Se han registrado nuevos ataques contra la población civil, supuestamente perpetrados por grupos criminales, pero el cambio en el modus operandi y la envergadura de estos ataques apuntarían hacia la participación de grupos terroristas. Esta hipótesis se vería reforzada por el último vídeo publicado por Boko Haram en el que su líder, Shekau, insta a los “hermanos musulmanes” y los grupos armados del noroeste y centro a unirse a su causa.
En Camerún, si bien no se ha apreciado un cambio en el modus operandi o el objetivo de los terroristas, el número de ataques respecto al mes de mayo se ha duplicado, llegando hasta 13. No consta información sobre nuevos ataques de ISWAP en el país, cuyo primer ataque se registró en mayo.
Por último, en Chad ha tenido lugar un único atentado terrorista, en la localidad de Kiri Katia, en el Lago Chad. Siete militares habrían fallecido tras ser emboscados por miembros de ISWAP, aunque este dato procede de la publicación semanal de Daesh, al-Naba, y no ha podido ser contrastado con información externa al grupo terrorista.
El presidente chadiano, Idriss Déby, ha confirmado que su país no enviará, por el momento, a tropas a la zona de la triple frontera entre Malí, Níger y Burkina Faso, como se esperaba. De acuerdo con la información proporcionada por el gobierno, el batallón que estaba destinado a dicha zona fue el que tuvo que responder al ataque a la base de Boma el pasado mes de marzo, y por el momento continuará realizando operaciones en la zona del Lago Chad.
La región del Magreb continúa registrando niveles bajos de actividad terrorista. Cuatro militantes han sido detenidos en Marruecos y Argelia y, en cuanto a atentados, se ha tenido constancia de dos en Argelia y uno en Libia. En el primer caso, ambos han tenido lugar en localidades próximas, al norte del país. El 20 de junio, un militar murió en Aïn Defla tras enfrentarse su destacamento a un grupo terrorista. Una semana después, el 27, dos soldados fallecieron tras la explosión de un IED durante operaciones de excavación y desactivación de explosivos en Médéa, a escasos 100 kilómetros al este de Aïn Defla.
En cuanto a conflictividad social, destaca la reanudación, de manera aún irregular debido a las restricciones de circulación por motivos sanitarios, de algunas protestas en el marco del movimiento del ‘Hirak’, que busca la renovación política argelina. El viernes 19 de junio decenas de estos manifestantes fueron detenidos por las fuerzas de seguridad.
Por otro lado, en el centro-oeste de Libia, en Sabha, presuntos miembros de Daesh habrían asesinado a una familia completa. Se desconocen más detalles sobre el ataque o sus posibles motivaciones.
Los éxitos militares cosechados, como la muerte de Droukdel, implican inmediatas consecuencias positivas para la imagen de la fuerza Barkhane y el resto de las intervenciones internacionales presentes en la zona, cuya efectividad se ha visto recientemente cuestionada por la población civil. El aumento de los secuestros –tanto en la zona de la triple frontera como en las cercanías del Lago Chad— y el cambio en el modus operandi de ISWAP, analizado anteriormente, permite inferir asimismo el debilitamiento que se está consiguiendo de los grupos terroristas, que tratan de conseguir por medios alternativos financiación y abastecimiento. No obstante, no se espera que hitos tan importantes como la caída del líder de AQMI tengan grandes consecuencias a nivel operativo ni impliquen cambios en la actividad terrorista de la zona; de hecho, en el corto y medio plazo puede incluso producirse un recrudecimiento de la violencia yihadista bajo el mando del nuevo dirigente, en un intento de demostrar el mantenimiento de la organización. Ejemplo de esto podrían ser los dos ataques detallados en Argelia, ambos cometidos tras la caída de Droukdel y en lugares donde no se registraba actividad terrorista desde hacía meses.
Es por ello que, pese a lo esperanzada que se ha mostrado Francia durante la cumbre de Nouakchot, la realidad que los datos reflejan es una situación aún crítica, conformada por la existencia de una miríada de grupos terroristas que detentan un gran poder en diversas regiones, y que han mostrado su capacidad de llevar a cabo una continua expansión territorial, no solo a lo largo del cinturón del Sahel sino también hacia el sur, como se ha podido corroborar. Mirando al pasado y analizando en profundidad el conflicto existente en el Sahel, es importante destacar que la victoria sobre el yihadismo no se conseguirá exclusivamente con operaciones militares. Este aumento del dominio terrorista, unido a los problemas económicos, políticos y sociales ya mencionados anteriormente, provoca la pérdida de confianza entre la población y las autoridades, arrojándola a alternativas como los grupos yihadistas. Resulta de importancia capital lograr restablecer este vínculo entre los ciudadanos y los gobiernos, que dificultará enormemente el apoyo prestado a los grupos terroristas y el reclutamiento de nuevos miembros.
En cuanto a los países del Golfo de Guinea, lo alarmante de la situación se ha confirmado definitivamente con el ataque en suelo marfileño, plasmándose la amenaza terrorista a la que Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benín hacen frente, tal y como se había anunciado reiteradamente en meses anteriores con el progresivo acercamiento de la actividad yihadista hacia sus fronteras.
Por otro lado, en la región oriental de estudio, si bien el agravamiento de la situación en Nigeria, especialmente por parte de ISWAP, puede parecer una muestra de poder tras el incremento de las operaciones militares, reflejaría también las importantes pérdidas sufridas en el seno del grupo, necesitado de suministros básicos como combustible para poder continuar atentando. Este cambio supondría un acercamiento a las tácticas de Shekau, que siempre se ha mostrado muy violento con la población civil, por lo que aumenta la probabilidad de que se lleven a cabo ataques conjuntos entre ambas facciones de Boko Haram. En cualquier caso, este momento de debilidad de los grupos supondría una gran oportunidad para que las autoridades nigerianas actuasen en favor de la población civil local, dificultando el rearme de los terroristas.
Por último, con relación a la región noroeste del país, diversas fuentes apuntan a que su desestabilización supondría la creación de un corredor y punto de encuentro entre los militantes que operan en la cuenca del Lago Chad y aquellos del Sahel Occidental, especialmente en el caso de Daesh, que cuenta con sendos grupos en ambas regiones. Los esfuerzos militares desplegados durante los últimos años en la zona noreste de Nigeria han dejado espacio para que los grupos armados operen en el noroeste, que ahora sirve de refugio para los que huyen desde Borno y alrededores.
[1] Alegando una ‘gira de predicación religiosa’, los terroristas llegaron a la aldea de Foduma Koloram y pidieron a los residentes abandonar sus armas para proceder a la reunión. Tras esto, una vez desarmados los habitantes de la localidad, comenzaron a disparar indiscriminadamente contra ellos, persiguiendo y atropellando a los que trataron de huir.