La caída definitiva de Raqqa y la muerte de líder de Abu Sayyaf en Filipinas han supuesto dos duros golpes al terrorismo yihadista, cuyos atentados han descendido de forma considerable en septiembre.
El terrorismo yihadista ha dado cierto respiro en septiembre tras los dos meses anteriores en los que el número de atentados fue superior a 150, quedando establecidas las acciones yihadistas de septiembre en 95. Por primera vez, desde hace precisamente un año, el número de víctimas provocadas por este
fenómeno ha sido inferior a medio millar. La reducción de estos términos cuantitativos se debe en gran medida a la disminución de la actividad de Daesh, especialmente en aquellos territorios donde sus atentados suelen producirse de forma diaria. Asímismo, en Occidente y Europa hemos vuelto a tener cierta tranquilidad, ya que en el mes de septiembre sólo se ha registrado el atentado en el metro de Londres, con un explosivo que de hecho no consiguió estallar en su totalidad, evitando así víctimas mortales. No hay que olvidar, que para esta misma área geográfica en agosto se registraron siete atentados, lo que supuso un nuevo máximo desde la creación de este observatorio. En este análisis se ofrecerán algunas ideas por las que este mes se ha producido una menor actividad a escala global, sin que ello sirva de base para garantizar que en las próximas fechas siga dándose esta tendencia, dado que con toda probabilidad debe entenderse esta circunstancia simplemente como una situación meramente coyuntural.
Análisis
El Observatorio de Atentados Yihadistas documentó a lo largo de septiembre 95 casos de estudio como consecuencia de la actividad de las organizaciones de carácter yihadista. En términos generales se ha visto reducido considerablemente el número de atentados, así como la cifra de víctimas mortales y los países donde ha tenido aparición este fenómeno a lo largo de este mes. La línea establecida en estas acciones terroristas ha mantenido un perfil bajo a grandes rasgos, exceptuando atentados como el ocurrido a mitad de mes en Nasiriya, Irak (caso de estudio #51) en el que un doble atentado suicida cerca de un puesto de control y un paso de peregrinación para la población chií provocó 74 víctimas, siendo gran parte de ellas fuerzas de seguridad. Por otro lado, el día 3 se produjo en Somalia (#8) el asalto a una base militar por parte de un gran número de terroristas de al Shabaab, saldándose con la muerte de 26 soldados somalíes y cerca de una veintena de terroristas. Estas víctimas forman parte de las 485 personas que perdieron la vida a causa de la violencia yihadista en términos globales.
En cuanto a la actividad en particular de cada uno de los grupos yihadistas con mayor representación es preciso comentar algunas características. En primer lugar y como ya se ha citado antes, la disminución a grandes rasgos de los aspectos cuantitativos analizados se debe a la menor presencia de los atentados bajo la firma de Daesh. En mayo, marcó su máximo tras cometer cerca de 90 atentados, mientras que en los dos últimos meses estuvo por encima de 70. Sin embargo, en septiembre la cifra se ha reducido hasta los 37, apreciándose especialmente esta reducción en Irak, país que representa el epicentro de sus acciones. Una explicación a esta disminución de sus atentados puede residir en el hecho de que la jerarquía de Daesh está intentando destinar gran parte de sus recursos a defender las pocas localizaciones que todavía están bajo su yugo. No obstante, no hay que olvidar que a medida que se produce el desmoronamiento de su califato, la organización liderada por al Baghdadi está evolucionando hacia lo que fue en su origen, es decir, comportándose y mostrándose de nuevo como un grupo insurgente que desde hace varios meses está cometiendo atentados en ciudades que hasta no hace mucho habían estado bajo su control. Dentro de este contexto de evidente retroceso y pérdida de territorios debe ser entendida la oleada de atentados que vivimos en Europa especialmente desde noviembre de 2015, coincidiendo con los primeros éxitos de la coalición internacional y el avance por el territorio de la amplia amalgama de enemigos que se ha granjeado el autoproclamado Estado Islámico. La relación entre ambos hechos puede entenderse como un intento por parte de Daesh de sacar músculo hacia sus seguidores, cometiendo mayor número atentados en Occidente para contrarrestar la imagen de derrota en los territorios de su califato. A ello habría que sumarle los llamamientos hacia sus seguidores europeos para perpetrar ataques en sus ciudades de origen ante la dificultad de convertirse en foreign fighters y la proliferación de la propaganda yihadista, destinada en gran parte de los casos a los jóvenes de nuestras sociedades.
En lo concerniente a la actividad del resto de organizaciones yihadistas los niveles se han mantenido estables, sin que se hayan producido cambios drásticos. Los talibán siguen cometiendo cerca de una veintena de atentados mensuales tanto en Afganistán como en Pakistán, en menor medida, mientras que al Shabaab o Boko Haram se mantienen por encima de las diez acciones, priorizando sobre posiciones de las fuerzas de seguridad, aunque sin descartar de la misma forma atentados contra la población civil. En lo que concierne a Boko Haram, es preciso comentar una nueva dinámica de proceder en algunos de sus atentados, ya que como se ha comentado en los últimos análisis, se han producido diversos ataques en campos de desplazados. A ello, hay que sumarle que este mes, se han documentado dos casos en los que se han producido atentados de estas características empleando armas blancas, adentrándose en los campamentos a media noche para no levantar la atención de las autoridades y poder actuar con mayor libertad. En cuanto a Al Qaeda, como viene siendo habitual, su actividad recae sobre las franquicias que tiene por las distintas regiones, siendo especialmente llamativa la evolución que está teniendo el grupo Jamaat Nasr al Islam wal Muslimin, más conocido por sus siglas JNIM, formado por una coalición de organizaciones yihadistas en Mali actuando bajo el amparo de Al Qaeda. Sin ir más lejos, JNIM ha cometido cuatro atentados contra las fuerzas de la MINUSMA a lo largo de septiembre y se ha convertido desde hace varios meses en la principal amenaza para las fuerzas de seguridad en Mali.
En la tabla 3, que refleja la dispersión geográfica de las acciones yihadistas, se aprecia como característica principal la disminución de los atentados en la región de Oriente Medio, debido esencialmente a la ya citada menor actividad terrorista de Daesh durante este mes en cuanto a sus atentados. En cambio, los niveles registrados en la mitad norte del continente africano siguen siendo similares a los de meses anteriores, siendo especialmente intensa la actividad en el Sahel y en el Magreb. Especialmente la situación vuelve a ser preocupante en Libia donde al parecer las fuerzas de Daesh están volviendo a reagruparse y es posible que en los próximos meses se dé una nueva ofensiva por volver a ocupar territorios que le han sido arrebatados. La posible llegada de los milicianos de Daesh que huyen de la debacle del califato puede ser otro aliciente para que esta región vuelva a ser uno de los principales focos de actividad del autodenominado Estado Islámico.
En cuanto al Sudeste Asiático la situación no es mucho más alentadora a pesar de que la situación allí pase completamente desapercibida para los medios de comunicación en general. No hay que olvidar que hace cinco meses, el grupo yihadista Maute Group apoyado por Abu Sayyaf consiguió hacerse con el control de Marawi, una ciudad filipina con más de 200.000 habitantes. A pesar de la patente debilidad e incapacidad de las fuerzas de seguridad para hacer frente durante estos meses a los cientos de terroristas que tienen a la población como rehén, la realidad a día de hoy es que las autoridades están cerca de recuperar de nuevo la ciudad y se espera que esto suceda en cuestión de semanas.
La región de Cachemira, foco de rivalidad histórica entre India y Pakistán por la reivindicación de este territorio, sigue siendo uno de los principales focos de inestabilidad debido en parte a la creciente presencia de grupos yihadistas. En septiembre se han producido al menos cinco atentados de etiología yihadista en la región, cuya autoría presumiblemente recae sobre Lashkar e Taiba y Hizbul Mujahideen. La coyuntura en Cachemira no parece ser favorable para que en los próximos meses se pueda volver a tener cierta estabilidad y con el paso del tiempo la zona se está transformando en un campo de cultivo idóneo para el asentamiento de estos grupos yihadistas que pueden llegar a tener aspiraciones territoriales y sacar provecho de las rivalidad que emana desde Islamabad y Nueva Delhi.
La tabla superior refleja el mismo descenso generalizado que se ha visto desde los distintos puntos de vista ya señalados anteriormente. En este caso, el número de países afectados directamente por la práctica yihadista se ha reducido casi a la mitad. En septiembre han sido trece los Estados donde se ha cometido al menos un atentado yihadista que reúne los parámetros establecidos en la presente investigación. Estos países han sido: Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, India, Filipinas, Egipto, Libia, Mali, Nigeria, Burkina Faso, Camerún y Somalia. El reducido número de países donde ha existido actividad yihadista este mes en comparación con los datos anteriores es la otra explicación al descenso de atentados cometidos a nivel global durante septiembre, así como la reducción del número de víctimas provocadas por este fenómeno. No obstante, los primeros días del mes de octubre en los que la violencia de los grupos yihadistas vuelve a ser especialmente intensa da a entender que quizá, la situación en septiembre debe comprenderse dentro de una coyuntura puntual que difícilmente marque el inicio de una nueva tendencia.
Un mes más, la tabla 5 muestra la dualidad de objetivos del terrorismo yihadista, quedando prácticamente parejas las acciones cometidas contra la población civil y las que tienen como blanco las fuerzas de seguridad. Por otro lado, las motivaciones religiosas y sectarias siguen siendo objetivos sobre los que atentan distintos grupos yihadistas, especialmente Daesh o Lashkar e Jhangvi, concentrando este último su radio de acción en Pakistán contra la población chií. Esta realidad seguirá dándose en los próximos tiempos, ya que el derrumbe del califato de Daesh propiciará que el paso de nuevo hacia un movimiento clandestino insurgente siga fijándose como objetivos prioritarios tanto los atentados contra la población civil como contra las fuerzas de seguridad, dado el carácter violento del grupo, que precisamente se convirtió en una de sus señas de identidad desde sus orígenes en el contexto de la ocupación estadounidense de Irak.
Conclusiones y perspectiva de octubre
El análisis de la evolución del terrorismo islamista en el mes de septiembre no permite sacar grandes conclusiones, al menos de momento. Es fundamental comprobar si este descenso de la actividad de los grupos terroristas salafistas yihadistas tendrá su prolongación en los meses futuros o se verá truncada por un crecimiento de sus acciones a nivel global. A fecha de finalizar este análisis se han producido acontecimientos de gran relevancia en torno a este fenómeno. Por un lado, la caída de Raqqa, la capital del Estado Islámico, supone el desmoronamiento definitivo del califato a pesar de que todavía quedarán terroristas en la ciudad que no se darán por vencidos y tendrán intención de llevar a cabo todos los atentados posibles. Asímismo, el presidente Duterte anunció la liberación de la ciudad de Marawi, tras cinco meses de asedio sobre las posiciones yihadistas. Habrá que ver el balance final de víctimas una vez que se inspeccione la ciudad. Esta noticia viene acompañada de otro duro golpe para el movimiento yihadista en el Sudeste Asiático, ya que las mismas autoridades filipinas afirmaron haber acabado durante la ofensiva militar con la vida de Isnilon Hapilon, líder de Abu Sayyaf, el mayor grupo terrorista de la región, y con uno de los hermanos Maute, cofundador del grupo que lleva su apellido y que llevó el liderazgo durante el ataque para hacerse con el control de la ciudad. Tanto la caída de Raqqa, como la toma de Marawi y la muerte de estos líderes han sido un duro castigo para el movimiento yihadista global y habrá que ver si hay alguna reacción para devolver el golpe. A pesar de este debilitamiento de determinadas organizaciones, el potencial y la capacidad de la difusión del yihadismo para cometer grandes atentados ha quedado de nuevo patente, con distintos ataques en Afganistán por parte de los talibán que han dejado cerca de medio centenar de víctimas en cada uno de ellos y especialmente el ocurrido en Somalia donde el número de fallecidos ya ha superado los trescientos.
Estos acontecimientos son el mejor exponente de un fenómeno polimorfo que mientras parece debilitarse por uno de sus lados va cogiendo esa misma fuerza por otro. Por ello precisamente la respuesta debe ser global en todos los sentidos y, por ende, se debe dar la misma atención a todas las acciones de este movimiento, indistintamente del espacio geográfico en el que sucedan.