Intervención de Javier Lesaca, experto del OIET e investigador de la George Washington University y la Universidad de Navarra, en el Consejo de Seguridad de la ONU (Nueva York, 21 de octubre 2015).
El 19 de agosto de 2014, hace poco más de un año, la opinión pública mundial se conmocionó al ver el video de la decapitación del periodista estadounidense James Foley por parte de los terroristas del Daesh en un desierto de Siria.
Aquel odioso video de 4 minutos y 40 segundos, que mostraba la muerte casi en directo de James Foley, nos enfrentó a un nuevo tipo de amenaza terrorista. Hasta aquella tarde del 19 de agosto de 2014, todos los grupos terroristas previos habían utilizado a las víctimas de sus atentados como herramientas de una macabra estrategia para socializar y expandir el terror al conjunto de la sociedad.
Por el contrario, la estrategia de comunicación que puso en marcha Daesh en verano de 2014, y que actualmente sigue vigente, persigue también otro objetivo, más sibilino, y peligroso. Consiste en la ejecución de un sofisticado plan de márketing digital en el que las víctimas del terrorismo interpretan el papel de protagonistas de un producto cultural audiovisual diseñado para popularizar y banalizar el terror entre las generaciones más jóvenes de todo el mundo.
El terrorismo del Daesh tiene como principal objetivo ganar la batalla de la opinión pública global y, concretamente, ganar las mentes y los corazones de nuestras generaciones más jóvenes.
De momento, los datos reflejan que desde que los terroristas del Daesh pusieron en marcha esta campaña hace 22 meses, el número de terroristas extranjeros que se han sumado a las filas del ISIS ha crecido un 70%, hasta superar los 30.000.
Veamos cuáles son las principales característica de esta estrategia, a través de un análisis cuantitativo y cualitativo de las campañas audiovisuales puestas en marcha por el Daesh desde comienzos de 2014, hasta la actualidad.
El primer dato sorprendente revela la magnitud de las campañas audiovisuales puestas en marcha por el grupo terrorista.
Desde enero de 2014 hasta hoy mismo los terroristas del Daesh han distribuido a la opinión pública global a través de las redes sociales un total de 920 campañas audiovisuales, editadas por un total de 33 productoras. Una cifra nunca ante vista en un grupo terrorista.
Me gustaría recordar en este punto que a día de hoy, todos los 920 videos editados y distribuídos por el Daesh siguen estando disponibles en internet.
También resulta de especial interés comprender la temática de los videos editados y distribuídos por el Daesh en estos últimos 22 meses. La temática más recurrente (un 33%) son videos donde los terroristas muestran las batallas que mantienen contra los ejércitos iraquís y sirio, así como con otros grupos, especialmente fuerzas kurdas.
La segunda temática más recurrente (un 21%) muestran entrevistas a terroristas de diversas partes del mundo que se han unido a las filas del Daesh. La mayor parte de estos videos está diseñada para la captación de FTF y están producidos en diversos idiomas, además del árabe, como el ruso, el inglés, el francés y el alemán.
Y, en tercer lugar, el análisis de la temática de los videos del Daesh demuestra que el 16% de sus videos está basado en ejecuciones explícitas de ciudadanos. Es decir, asesinatos selectivos en el que las víctimas del terrorismo se convierten en el protagonista de un producto audiovisual. Un fenómeno nuevo y en el que me voy a detener unos instantes.
Hasta la fecha, el Daesh ha mostrado a la opinión pública el asesinato de 1.200 personas en un total de 150 videos, en una estrategia que se acelera desde otoño de 2014, hace justo un año.
Más allá de la profunda tragedia personal, familiar y social que supone el asesinato de estos 1.200 ciudadanos, el dato más preocupante que se extrae del análisis de esos 150 videos del ISIS es el siguiente.
Prácticamente el 50% de las ejecuciones mostradas a la opinión pública por el Daesh están basadas e inspiradas en películas y videojuegos reales. Concretamente en aquellos videojuegos y películas más populares entre las audiencias potenciales de reclutamiento de los terroristas: jóvenes de entre 15 y 25 años de todo el mundo, lo que está generando un nivel de engagement y de simpatía nunca antes visto en otro grupo terrorista.
Ante este nuevo tipo de terrorismo, basado en estrategias de márketing y de opinión pública, las víctimas del terrorismo adquieren un papel de extraordinaria relevancia. Las víctimas del terrorismo son precisamente la clave para romper esta estrategia de comunicación terrorista.
Nadie tiene más credibilidad y genera más empatía que una víctima del terrorismo. Son ellas, Mari Mar Blanco, Pari Ibrahim, Saudatu Mahdi… quienes tienen la credibilidad para decir a las nuevas generaciones que el terrorismo no es ningún videojuego, ni ninguna película. Que el terrorismo no está de moda, y que sólo genera drama, destrucción, miseria, ruina y una profunda y constante tristeza.
A día de hoy, en las redes sociales es casi imposible encontrar el testimonio de ninguno de los familiares de las 1.200 personas que el Daesh ha asesinado ante las cámaras de televisión.
Tenemos el reto de empoderar a las víctimas y de darles voz. Y esa voz tiene que ser transmitida en el mismo lenguaje cultural audiovisual de las audiencias más jóvenes. Tenemos que hablar en su idioma y a través de sus propios canales, al igual que hacen los terroristas.
Concluyo, precisamente, con una reflexión de uno de los líderes de Al Qaeda, el egipcio Ayman Al Zawahiri. La hizo en octubre de 2005, hace justo diez años: “Estamos en una batalla, y más de la mitad de esta batalla está teniendo lugar en el campo de los medios de comunicación. Y esa batalla en los medios es una carrera por conseguir las mentes y los corazones de los miembros de la Umma”.
La batalla de la opinión pública contra el terror se está librando ahora, hoy en los smartphones de los jóvenes de entre 15 y 25 años de todo el mundo. Es ahí donde las víctimas del terrorismo tienen que alzar su voz, una voz que nunca habla de odio, ni de venganza. Una voz que sólo sabe transmitir justicia, dignidad y libertad.
No podemos permitirnos que las generaciones más jóvenes de nuestros países crezcan y se eduquen en la banalización del terror. Estamos a tiempo. Pongámonos manos a la obra.