27 años del asesinato de ETA a Coro Villamudria

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Han pasado veintisiete años desde aquel 15 de abril de 1991, fecha en la que la banda terrorista ETA asesinó a María del Coro Villamudria Sánchez. Cuando murió, Coro tenía diecisiete años y una vida llena de proyectos ilusionantes que acometer; a tan pronta edad ya manifestaba una vocación de servicio muy grande. Había expresado a su familia y a sus amigos cercanos su deseo de convertirse en policía, la misma profesión que su padre. A la sazón, esta vocación de entrega sería criminalmente retorcida por ETA para justificar su asesinato.

La violencia terrorista de ETA ya había golpeado a la familia Villamudria en dos ocasiones. En noviembre de 1990 y en febrero de 1991 ETA atentó con granadas contra un inmueble situado en el barrio donostiarra de Txintxerpe donde residían policías con sus familias. La vida diaria de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de sus familias se desarrollaban en un entorno asfixiante de terror. Esta permanente tensión se manifestaba a través de una actitud de alerta durante las acciones cotidianas del día a día. Tender la ropa de uniforme fuera de la vista de terceros, pedir a los niños prudencia en el colegio evitando que hablen del trabajo de sus padres, revisar los bajos del coche o incluso llegar a circular algunos metros en él antes de dejar que la familia se suba; todo formaba parte de la rutina. En este contexto, Jesús Villamudria pidió después del atentado de febrero del 91 el traslado del País Vasco. Le fue denegado, alegando que los atentados “no habían sido selectivos contra él”. Ante esta situación, la familia Villamudria se mudó del inmueble ubicado en el barrio de Txintxerpe al barrio donostiarra de Amara. Dos meses después quedó patente que ETA tenía entre sus objetivos al policía Jesús Villamudria y a su familia, ya que contaban con la información de que cada mañana los cuatro hijos iban al colegio con su padre en coche.

Aquella mañana del 15 de abril, Jesús Villamudria iba a llevar a Coro -17 años-, Josune -hermana gemela de Coro-, Luis -15 años- y Leyre -12 años- a sus respectivos colegios. El padre, antes de revisar los bajos del coche, cogió las maletas de sus hijos para guardarlas en el maletero. Josune, Luis y Leyre se sentaron en la parte posterior del coche mientras Coro lo hizo en el asiento del copiloto. Al cerrarse la puerta de Coro y del maletero del coche, el movimiento provocó la activación del mecanismo de la bomba lapa. La explosión hizo que el Renault 25 de la familia Villamudria se convirtiera en una bola de fuego mientras la madre, Luisa, era testigo en primera persona del atentado. La explosión fue mortal para Coro y dejó heridos a Jesús, Josune, Luis y Leyre.

Hubo una gran reacción social de repulsa al atentado y se convocaron manifestaciones. El día anterior, José Antonio Aguiriano -delegado de gobierno en el País Vasco- había mencionado la posibilidad de amnistiar a presos etarras con delitos de sangre. Gregorio Ordóñez, portavoz del PP en el País Vasco en ese momento, lamentó que las bombas fueran “la realidad de ETA”. La convocatoria de la manifestación de condena del asesinato de Coro fue secundada por todos los partidos políticos menos por Herri Batasuna, que se limitó a instrumentalizar el atentado y pedir al Gobierno que aceptase los “gestos requeridos por ETA” a la vez que “lamentaban” la muerte de la hija de un policía nacional. ETA no tenía ningún reparo en asesinar a menores de edad. Unos meses después, en noviembre del 91, asesinó a Fabio Moreno, un niño de 2 años que era hijo de un guardia civil. En el transcurso de una operación policial contra ETA, en referencia al atentado que mató al pequeño Fabio, se encontró una nota escrita por la dirección de ETA que contenía el siguiente mensaje: “La vida de nuestros luchadores vale cien veces más que la de un hijo de un txakurra; no debemos modificar nuestros procedimientos porque el enemigo utilice cobardemente a sus hijos para protegerse”. Esta directriz de la cúpula de ETA para justificar los asesinatos de menores coincide con el comunicado que publicaron a raíz del asesinato de Coro. La banda terrorista a través de un comunicado publicado en Egin justificó el asesinato de la joven de 17 años amparándose en que quería ser policía y acusando al padre de haberla usado como escudo. Quedaba claro que, para la consecución del delirio nacionalista, todo acto terrorista siempre encontraba una justificación.

Veintisiete años después, el asesinato de Coro engrosa la lista de los más de trescientos que hay sin resolver. En este caso, tal como recoge Juanfer F. Calderín en su libro “Agujeros del sistema. Más de 300 asesinatos de ETA sin resolver”, el sumario del atentado fue archivado por el Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional a los catorce meses de su apertura. El asesinato se produjo el 15 de abril de 1991 y fue archivado por sobreseimiento provisional en junio de 1992. Junto a estos asesinatos sin resolver, hay numerosos atentados mortales de ETA juzgados y que se dan por resueltos, sin embargo, hay evidencias judiciales de que no todos los individuos que participaron en ellos fueran juzgados y condenados. Es un compromiso con las víctimas y con la sociedad el investigarlos y perseguir la consecución de una justicia plena.

Álvaro H. de Béthencourt, investigador del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo.