“La comunidad musulmana es víctima del terrorismo y víctima del secuestro de su religión”

“Valoramos una posible expansión en Somalia”
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“Tras años de terrorismo la gente cree que la ausencia de violencia es suficiente, y no lo es”
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“Las mezquitas de Mechelen instaron a donar sangre para las víctimas de Bruselas”

“Servicios de Inteligencia, Policías y otras ciudades han venido a ver cómo trabajamos”

“Los ciudadanos de mi ciudad son nuestros ojos sobre el terreno. Nos alertan”

“Las entornos locales son los primeros que deben confrontar la radicalización”

Cuando hace quince años Bart Somers llegó a la alcaldía de Mechelen, una ciudad de 78.000 habitantes a unos 25 kilómetros de Bruselas, la localidad cargaba con la losa de ser una de las tres con el índice de criminalidad más alto de Bélgica. Algunos barrios, convertidos en coto cerrado de traficantes y delincuentes, eran un caramelo para organizaciones islamistas radicales como Sharia4belgium, que se presentó en Mechelen dispuesta a captar adeptos entre su alto porcentaje de población musulmana, que ronda el 15%.

Sin embargo, hoy Mechelen y su alcalde son puestos como ejemplo a nivel europeo en políticas de prevención de la radicalización. Mientras con una mano Somers contrata a trabajadores para que hicieran de consejeros de adolescentes potencialmente radicalizables, no le tiembla el pulso de la otra para llenar su ciudad de cámaras de seguridad porque “hay que tomar el control de las calles”. Hoy el alcalde presume de lo que pocos gobernantes pueden hacer: haber cortado de raíz las dinámicas de captación de los extremistas.

¿Por qué Bélgica se considera hoy el epicentro del yihadismo en Europa?

Creo que es una reacción normal después de los atentados de Bruselas. Escuché cosas similares sobre España después de los atentados de Madrid, sobre Francia o Reino Unido después de los atentados de París y Londres. Bélgica es un país complejo y pequeño, así que vulnerable a las críticas por naturaleza. Pero dicho esto, tenemos un problema. Parcialmente se debe a la geografía: estamos en el centro de Europa, somos una sociedad y un país pequeño y abierto. Puedes entrar y salir muy rápido. Londres, París, Amsterdam… Todas estas ciudades están muy cerca. En segundo lugar, somos un país muy multicultural, con una importante comunidad de musulmanes. En tercer lugar, luchamos como sociedad con una nueva realidad. Durante décadas nuestra política de integración no fue muy exitosa. Y en algunas ciudades los responsables cerraron los ojos ante esta realidad.

Bélgica es el país europeo desde el que más yihadistas han abandonado Europa para practicar el terrorismo en Siria. ¿Cuándo fue usted consciente de que tenían un problema de radicalización que necesitaba una respuesta?

A nivel local, como alcalde, me di cuenta mucho antes que desde el ámbito federal de que algo estaba pasando en nuestras calles. El problema estaba siendo subestimado. Algunos de nuestros jóvenes empezaron a abrazar ideas muy radicales y apoyaban interpretaciones violentas del islam. Entonces, junto a otros dos alcaldes de Vilvoorde y Antwerp, desarrollé un mensaje desde abajo hacia arriba. Advertimos a varias autoridades de que necesitábamos hacer algo. Al principio, la gente incluso se reía con Sharia4Belgium [organización salafista radical que pretendía imponer la sharia en Bélgica y cuyo líder fue condenado en febrero de 2015 a doce años de prisión por radicalizar a jóvenes] porque no se lo tomaban en serio.

¿Cuáles son los problemas de la comunidad musulmana en Bélgica?

Creo que es crucial establecer una diferenciación entre musulmanes y radicalización violenta. El problema no es la religión, el problema reside en el extremismo. La religión de los musulmanes está siendo secuestrada por los terroristas. Están construyendo una ideología totalitaria con ella. Como alcalde, intento trabajar en un entramado social inclusivo. Considero a todos en mi ciudad como ciudadanos, independientemente de cuál pueda ser su contexto. La realidad multicultural es nueva para todos nosotros. Todos nosotros somos la primera generación de migrantes en esta nueva era de vida en diversidad. Mi convicción es que la gente tiene muchas identidades: flamenca, belga, europea, padre, abogado, liberal… Como alcalde trato de que la gente se congregue en torno a una de esas identidades: ciudadano de Mechelen. Tengo que crear una ciudad que pertenezca a personas diferentes. Este factor de unión es un primer ladrillo en el muro que nos protege contra la radicalización violenta.

Como alcalde, ¿qué contacto directo ha establecido con las mezquitas de su ciudad?

En mi ciudad tenemos tres mezquitas. Tengo un contacto cercano con una de ellas. No siempre estoy de acuerdo con lo que deberían o no deberían decir. Pero siempre que podamos hablar sobre ello, hablar entre nosotros, hay una puerta al entendimiento. Este es un factor muy importante. Pero por otra parte, también puedo ser muy estricto. Doy la bienvenida a todos los nuevos ciudadanos a Mechelen, pero todo el mundo debe obedecer las mismas reglas. Y cuando el imperio de la ley es despreciado, ignorado, tiene duras consecuencias, independientemente del contexto personal.

“Éramos la tercera ciudad con más criminalidad de Bélgica; ahora estamos entre las más seguras de todo el país”

Su gestión en Mechelen está considerada como un ejemplo de prevención de radicalización violenta. ¿Por qué?

Como he dicho antes, trabajamos duro en una sociedad inclusiva. Y cuando digo nosotros, no estoy pensando únicamente en mí mismo y en los departamentos de la ciudad. Pienso también en todos los habitantes de mi ciudad. Independientemente del contexto cultural, edad o sexo. Todos tenemos que trabajar juntos y conocer a nuestro vecino, hermana, estudiante, etcétera. Así, cuando las cosas estén cambiando y una persona empiece a hablar de ideas radicales, a faltar al gimnasio o a la escuela, la gente se da cuenta. Puede ser un profesor, un entrenador, una madre o un joven trabajador. Ellos son el entramado social que ve los primeros signos. Ellos son nuestros ojos sobre el terreno, en el mundo real. Necesitamos a toda esa gente.

¿Qué tipo de medidas ha promovido usted para evitar la radicalización violenta?

La ciudad trabaja con jóvenes trabajadores que mantienen a los jóvenes motivados y ocupados, para que estos no empiecen a vagar en las calles. Pero estos jóvenes trabajadores no están sólo para jugar. También dan seguimiento a los grados escolares de los chicos. Si empiezan a faltar al colegio, hablan con ellos. Intentan motivarlos para que tomen las mejores decisiones, para que escojan lo mejor de la vida. Los jóvenes que pierden toda esperanza, toda visión de futuro, y que están decepcionados con la sociedad, con las posibilidades que no reciben, son una víctima fácil para las ideas radicales.

Ponga un ejemplo concreto en el que estos mecanismos hayan funcionado.

En mi ciudad tenemos un entrenador de boxeo que hace unos años iba por el mal camino. Incluso fue a prisión algún tiempo. Salió de la cárcel y quería darle un giro a su vida. Montó un club de boxeo para enseñar a jóvenes que las cosas podían ser de otra manera. Él es muy estricto. Los chicos deben obtener buenas calificaciones en el colegio o, de lo contrario, no podrán ir al club hasta que mejoren en la escuela. Él les dice: “Si alguna vez os veo peleando fuera del club, estáis fuera”. Y ellos le escuchan. Su credibilidad en la calle le da acceso. En una ocasión vio a uno de sus pupilos que, lentamente, estaba renunciando. El chico se estaba dejando barba, vestía con largas ropas y comenzó a hablar de ideas radicales. Le apartó y comenzó a hablar con él: “¿Qué te está pasando? ¿Por qué estás diciendo estas cosas?”. Gracias a que habló intensamente con este joven, pudo reconducirle. Le convenció para que dejara a un lado esas ideas estúpidas, para que fuera al colegio y para que se afeitara la barba.

¿Fuerzas de Seguridad o servicios de Inteligencia han contactado con usted para interesarse por las políticas de prevención que está desarrollando en Mechelen?

Por supuesto. No somos una isla. Otras ciudades también han venido a tomar ideas sobre los instrumentos que hemos introducido. Es importante intercambiar buenas prácticas. Sin olvidar nunca que no hay dos ciudades idénticas.

Usted ha vinculado el aislamiento de las comunidades musulmanas con la radicalización. ¿Cómo ha superado estos problemas?

Me convertí en alcalde de Mechelen hace 15 años. Era una ciudad conocida en el resto del mundo por ser una de las tres ciudades con más criminalidad de Bélgica. Quería cambiar eso. En primer lugar, comencé a invertir con fuerza en fuerzas policiales. Incluso les permití patrullar con caballos. Ellos fueron a las calles a limpiar las zonas de criminales. Con una política de tolerancia cero exterminamos las zonas grises de criminalidad. No digo que hayamos acabado con la criminalidad. Pero de ser la ciudad con más criminalidad, nos hemos convertido en la tercera ciudad más segura de las ciudades centrales. En segundo lugar, invertí en áreas públicas. La gente quiere vivir en calles agradables, tener parques verdes, ambientes donde los niños puedan correr libremente y jugar. Invirtiendo en un ambiente social la gente no siente que su vecindario se ha quedado atrás, o que ellos no son respetados. He creado un clima en el que la clase media quiere ir a áreas pobres. En consecuencia, las casas se renuevan. Haciendo esto creas un clima en el que la gente viva unida y que nadie se quede atrás. Ese es el primer paso para prevenir la frustración de la gente, su aislamiento e incluso su radicalización.

¿Cree que las segundas generaciones de musulmanes de Mechelen se identifican como ciudadanos europeos?

Nosotros ya hablamos de terceras generaciones. Creo que la gente tiene diferentes identidades. Y el contexto determina qué identidad es la más fuerte. Por ejemplo, un musulmán de Mechelen se verá fácilmente como marroquí. Pero cuando él está en Antwerp (un vecindario de la ciudad), el se sentirá como un ciudadano de Mechelen. En Marruecos, les llaman “los europeos” y allí ellos se sienten europeos. Conozco a separatistas flamencos que se sienten muy belgas cuando nuestro equipo nacional juega bien. Lo importante es que se consideren a sí mismos como parte de mi ciudad, como parte de nuestra sociedad. Las identidades que llevan y la jerarquía de esas identidades no es el elemento más importantes. Siempre y cuando se sientan parte del contexto global.

En virtud de sus políticas de prevención, ¿cree posible que los jóvenes de Mechelen dejen su ciudad para reducir la presión sobre ellos mismos?

Cuando Sharia4belgium vino a Mechelen y quisieron tener contacto con nuestra casa de la juventud de Rojm, los jóvenes empleados les echaron a la calle. Se rebelaron y les dijeron: “No queremos tener nada que ver con vosotros”. Esta acción en mi ciudad paró en seco el comienzo de la radicalización. No creo que sea percibido como una presión, creo que es percibido como una ayuda empática. Estar ahí el uno para el otro, siendo parte de Mechelen. Si queremos ganar la batalla contra la radicalización, necesitamos invertir en prevención. No importa cuántos militares o cámaras pones en las calles. Un modo de pensar que ha persuadido al núcleo central es muy difícil, si no imposible, de contrarrestar.

"Trabajamos con jóvenes que motivan a otros para que escojan lo mejor de la vida. Quienes están decepcionados son un blanco fácil para los terroristas"

Usted ha invertido mucho en cámaras de seguridad. ¿Por qué son necesarias?

Como alcalde debo establecer unas líneas rojas. Estas líneas nunca pueden ir contra un grupo o excluir a gente específica. Pero si esas líneas se cruzan, es crucial actuar enérgicamente. En los barrios donde no existe de Estado de derecho, donde los traficantes de drogas y delincuentes se apoderan de las calles, en barrios donde la economía sumergida puede florecer… Se estimulan un clima donde la gente es alienada de la sociedad y del Estado. Así la Policía y el Gobierno serán vistos como el enemigo. Por lo tanto, será un clima perfecto para que los extremistas recluten. Vemos estrechos vínculos entre el mundo de los extremistas y el mundo de la criminalidad. Por eso, hay que prevenir la existencia de estas realidades en los vecindarios, tomando el control de las calles, eliminando la economía sumergida, dejando que el imperio de la ley reine.

¿Cómo reaccionaron los ciudadanos de Mechelen a los atentados de Bruselas?

La primera cosa que hice cuando oí la aterradora noticia fue visitar el edificio central de la Policía. Cuando llegué había una gran cantidad de agentes jóvenes de Policía que se ofrecieron a ayudar en todo lo necesario. Me conmovió este compromiso solidario. Pusimos tropas adicionales de nuestra Policía de vigilancia cerca de las escuelas y edificios. Nuestras mezquitas pidieron a la ciudadanía que donase sangre para las víctimas. Los hoteles ofrecieron habitaciones a la gente que se había quedado atascada en Zaventem. Fue algo grande ver a nuestra dándose la mano y ayudando. Si caemos en la trampa del odio, dejaremos que el extremismo venza.

¿Cuál cree que debería ser la reacción de la comunidad musulmana cuando un atentado yihadista es prepetrado? ¿Deben posicionarse públicamente para condenarlo o no?

Por un lado, deberían hacerlo, definitivamente. Por otra parte, creo que están cansados de repetir los mismos mensajes, porque para ellos está claro que esto no tiene nada que ver con la religión. Pero cada vez que algo ocurre, el mundo entero mira a la comunidad musulmana para obtener una disculpa que ellos no pueden ofrecer nunca. Son víctimas por partida doble: víctimas del terrorismo y víctimas porque han secuestrado su religión.

En el centro de Bruselas, tras los atentados terroristas del pasado marzo, hubo un grupo de extremistas que reclamaron la expulsión de los musulmanes de territorio belga. ¿Pueden los atentados registrados en la capital belga fomentar la aparición de movimientos extremistas y la islamofobia?

Si miramos en la Historia, sabemos que sí, que es posible. Cuando Hitler se hizo con el poder y convenció a millones de personas de que la culpa de todo la tenía un grupo de gente, vimos de qué es capaz de hacer el extremismo. Por eso es tan importante trabajar en un tejido social. De hecho, estamos librando una batalla ideológica, entre nuestra democracia liberal por un lado, y un pensamiento totalitario por otro. Los terroristas quieren que caigamos en la trampa del miedo y de la ira. Esto hace que nuestra sociedad sea débil e inestable.

Algunos expertos sugieren que la radicalización violenta sucede en entornos locales. ¿Cómo pueden esos entornos locales prevenir episodios de violencia protagonizados por grupos como los que proponen criminalizar el islam?

Los Gobiernos locales tienen un rol importante que jugar. Las ciudades y los municipios son los primeros que deben confrontar la radicalización. Y son los que más cerca están de la gente sensible de ser radicalizada. Esto significa que también están cerca del extremismo que se produce en sus comunidades. No hay excusa, nunca la hay, para la violencia. Creo que los gobernantes locales deben actuar rápido y con contundencia ante aquellos que cruzan las líneas que establecen los principios democráticos.