La Guardia Civil ha estado siempre en el punto de mira de ETA. Además, sobre todo en el País Vasco y en Navarra, era una institución con poco apoyo social. ¿Nunca perdieron el compromiso ni las ganas de luchar contra ETA?
No. Además de una cuestión de compromiso, fue por pura supervivencia. Al ser ellos mismos un Cuerpo constantemente castigado por ETA, con más de doscientos guardias civiles asesinados y viviendo a diario situaciones extremas -por la falta de recursos-, no les quedó otro remedio que agudizar su capacidad de supervivencia.
Cuando se está siempre expuesto a poder morir en cualquier momento, o se reacciona bajando los brazos y dejando que el terrorismo cumpla con su objetivo, o se reúne la fuerza para intentar superar la situación y revertirla, combatiendo el terror, la violencia y la presión. Y esto último hizo la Guardia Civil.
¿Se podría haber respaldado más y mejor a la Guardia Civil? ¿El Estado podría haber proporcionado más medios a los guardias civiles para que no estuvieran en constante peligro de ser alcanzados por la violencia de ETA?
Se han hecho muchas cosas mal durante muchos años y se ha llegado muy tarde a intentar proteger a la Guardia Civil. El trato que han recibido los miembros del Cuerpo a lo largo de todos estos años de violencia terrorista no ha estado, en muchas ocasiones, a la altura de las circunstancias.
Por ejemplo, en los años 80 en Madrid, los autobuses de guardias civiles se paseaban por la ciudad sin ningún tipo de protección ni seguridad. No existía ningún protocolo de defensa a la Guardia Civil. El atentado que se produjo en la esquina entre las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara de Madrid el 25 de abril de 1986, en el que asesinaron a cinco guardias civiles, y el de la Plaza de la República Dominicana, también en Madrid, el 14 de julio de 1986, que provocó la muerte a doce guardias civiles, son ejemplos del peligro al que estaban expuestos continuamente los guardias civiles.
Con el tiempo se fue dotando de más medios de protección a la Guardia Civil, y se ha caído en la cuenta de que se han cometido muchos errores. En temas tan sensibles y tan difíciles de abordar como el terrorismo es fácil fallar, lo cual no justifica que no se haya respaldado más a la Guardia Civil. La perspectiva que da el tiempo pone de manifiesto que fue una irresponsabilidad que estuvieran tan expuestos.
Ese sentimiento de desprotección provocó que los guardias civiles sufriesen de lo que se llamó “Síndrome del Norte”, una sensación de angustia constante provocada por el aislamiento y el permanente peligro que sufrían los guardias civiles, un efecto similar al Síndrome de Estrés Postraumático.
Muchos etarras utilizaban rifles de precisión para asesinar a guardias civiles, eran auténticos francotiradores. La Guardia Civil no sólo tenía que enfrentarse casi diariamente al dolor de perder a sus compañeros, sino que, además, sabían que en cualquier momento y en cualquier lugar un enemigo invisible los podía abatir. No podían luchar abiertamente contra los terroristas, sino que les mataban sin que ellos pudieran predecir cuándo y dónde.
Toda esta situación de dolor y de angustia era enfermiza, y dejaba graves secuelas psicológicas como el “Síndrome del Norte”. Pero, por pura supervivencia, los guardias civiles seguían adelante y trabajaron muy duro para acabar con ETA, con su dolor, su angustia y su miedo.
¿Se ha reconocido lo suficiente el trabajo que ha realizado la Guardia Civil, así como el sufrimiento que han tenido que superar sin casi apoyo psicológico ni social?
En las diversas presentaciones de Sangre, sudor y paz han acudido a mí guardias civiles que estuvieron destinados en lugares especialmente conflictivos en los años 80 para darme las gracias por este libro. Para ellos, en cierta medida, ha puesto una terapia para curar las heridas que les han dejado todos estos años de terror. Muchos han sentido que su trabajo y su sufrimiento no se ha valorado.
España es un país con muy poca memoria. Ahora que ETA ya no mata, nos acordamos muy poco de todos aquellos que han sido claves en la lucha contra ETA y que han arriesgado, a lo largo de todos estos años, su propia vida para que ahora podamos disfrutar de un contexto de mayor libertad y seguridad.
Las víctimas del terrorismo también han sido fundamentales para que estemos donde nos encontramos ahora, gracias a la labor que han realizado de activismo social pacífico, y a no haber respondido violentamente a la acción terrorista. Las personas que más de cerca han sufrido las consecuencias de la violencia de ETA son las que han acabado con ella, y eso está muy poco reconocido. Estas personas, además, no quieren homenajes, sólo quieren justicia.
¿Pudo haber existido una mayor colaboración entre la Guardia Civil y otros Cuerpos policiales, como la Ertzaintza, por ejemplo?
Se conoce de muy bien lo que la Guardia Civil y la Policía Nacional han hecho para luchar contra ETA. En cuanto a las policías autonómicas, la Policía Foral de Navarra llegó en un momento en que ya prácticamente no había terrorismo y no tuvo ningún peso en la lucha contra ETA; los Mossos d’Esquadra sí sufrieron algún atentado y detuvieron en 2010 a los etarras Adur Aristegui Aragón y Jon Rosales Palenzuela; y la Ertzaina también ha jugado un papel importante en la lucha contra ETA.
No obstante, hay que tener presente que las policías autonómicas trabajan en ciertos escenarios políticos concretos y, como tal, tienen una implicación política. Es necesario mirar el trasfondo: la Ertzaintza es el brazo policial del Gobierno Vasco, que durante muchos años ha estado en manos del PNV. Ahora bien, no podemos ser injustos: ha habido mucha gente dentro de la Ertzaintza que ha hecho un gran trabajo para acabar con ETA y lo ha pagado con su propia vida.
En Sangre, sudor y paz se pone en cuestión el papel que ha desempeñado el PNV en la lucha contra ETA.
Ha habido momentos en los que podría haberse implicado mucho más de lo que lo hizo. Ahí queda la frase de Xabier Arzalluz, dirigente durante muchos años del PNV: “Unos agitan el árbol y otros recogemos las nueces”. Él, ahora, niega haberla dicho.
¿Cuándo se produjo el punto de inflexión a partir del cual la Guardia Civil pasó de ser un Cuerpo limitado a ir por delante de ETA y a ser un referente para otras policías europeas?
En la desarticulación de la cúpula de ETA en Bidart, Francia, en 1992. Tras muchos años en los que ETA daba siempre el primer paso y las instituciones del Estado reaccionaban después, con la detención en Bidart de etarras como Fiti [Joseba Arregi Erostarte], Txelis [José Luis Álvarez Santacristina] y Pakito [Francisco Mujika Garmendia], jefes del aparato político y militar de ETA, la Guardia Civil empezó a ir por delante de los terroristas.
A partir de Bidart se marcaron todas las pautas de la lucha contra ETA. La clave de esta batalla ha sido la información. No servía de nada detener a un comando si luego no se extraía información de esa detención, si no se lograban pistas de hacia dónde seguir con las investigaciones. En Bidart se conocieron tanto la estructura de los comandos, como la estrategia de ETA en todos los frentes para lograr esa ofensiva total que ha buscado desde que surgió: la violencia callejera, la violencia de los comandos y la lucha política. Una vez comprendida la estructura de ETA, la Guardia Civil empezó a ser la que tomaba la iniciativa en la batalla contra la banda terrorista.
Después de Bidart, la Policía francesa empezó a colaborar con la Guardia Civil y se les permitió operar en Francia como lo hacían en España. ¿Por qué tardó tanto la Policía francesa en cooperar en la lucha contra ETA?
En la trayectoria de la policía francesa se pueden establecer dos etapas diferentes: en un primer momento miraron para otro lado, no quisieron que ETA se convirtiera en un problema para Francia, y por eso ETA tenía su santuario al otro lado de los Pirineos. Ahí se refugiaban, se movían con total libertad y huían de la justicia española. El punto de inflexión que situó a la Policía francesa en un plano de acción diferente fue la detención de la cúpula de ETA en Bidart. A partir de ahí, hay que reconocer que, sin la colaboración de Francia, no hubiera sido posible derrotar a ETA. La juez francesa Laurence Le Vert fue la gran artífice de la lucha contra ETA en Francia y su actuación fue clave para la caída del grupo terrorista.
¿Qué errores cometió la Guardia Civil en la lucha contra ETA? ¿Se podría haber evitado la lucha de los GAL? En Sangre, sudor y paz se habla del GAL verde y se mencionan algunos casos incómodos para la Guardia Civil, como el Caso Almería o de la muerte de Mikel Zabalza.
Hay muchos testimonios dentro del libro que son comprometedores para el Cuerpo. Aunque Sangre, sudor y paz no sea un libro neutral y tomemos partido por la Guardia Civil, no podemos dejar de contar estos casos. No podemos obviar el GAL verde, que de algún modo surgió de la propia Guardia Civil.
Si no contásemos esto, estaríamos escribiendo una historia cercenada, parcial. A partir del ejercicio de honestidad de reconocer que tomamos partido por la Guardia Civil, tenemos que contar todo lo que está relacionado con ella, tanto sus actuaciones heroicas como sus episodios más oscuros. Si olvidamos estos episodios, ¿qué podría pasar en un futuro? Son conclusiones que no podemos pasar por alto.