Pese a que el Plan Nacional contra la radicalización defiende que el nivel local es uno de los más sensibles, los episodios de homenajes a etarras se producen diariamente en pueblos de Euskadi y Navarra bajo el paraguas de recibimientos vecinales. ¿Por qué no se están pudiendo atajar estos episodios?
No podemos esperar nada bueno de aquellos que siguen anclados en la estela de un terrorismo fracasado y derrotado. Desde luego, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado siguen trabajando para poner en conocimiento de las autoridades judiciales aquellos hechos que puedan constituir delitos de enaltecimiento del terrorismo o menosprecio de las víctimas. Sabemos que en muchos casos es difícil para la justicia delimitar lo que es delito y lo que no, pero seguimos trabajando para acotar posibles espacios de impunidad. También en la red, contra aquellos que humillan a las víctimas en las redes sociales, y también en la vía administrativa, impulsando la actuación de la Abogacía del Estado contra decisiones de ayuntamientos que vulneran la ley de Protección Integral de las víctimas del terrorismo.
¿Faltan herramientas legales que permitan a las Fuerzas de Seguridad evitar el culto al terrorismo en enclaves como el País Vasco o Navarra?
Realmente no creo que falten herramientas legales. España tiene un andamiaje normativo consolidado y fuerte contra las diferentes expresiones del terrorismo. En la última reforma del código penal, además, se aumentó la pena del delito de enaltecimiento hasta tres años de prisión, en los casos más graves.
ETA ha vuelto a copar portadas de periódicos en todo el mundo tras el anuncio de desarme realizado a través de sus mediadores. No obstante surgen una serie de cuestiones clave. En primer lugar, y teniendo en cuenta que estos mediadores fueron detenidos mientras intentaban destruir armas, es decir, pruebas, y que hoy anuncian que gestionan esas armas al margen de ETA, ¿cómo velará el Gobierno central por la protección de pruebas que pueden resultar clave en la resolución de asesinatos?
Si ETA quiere desarmarse, la mejor forma de hacerlo es que comunique a las autoridades francesas donde están las armas que le quedan, sin alterar su emplazamiento ni su contenido. Por nuestra parte, vamos a seguir trabajando, como hasta ahora, en estrecho contacto con las autoridades francesas para la investigación de los crímenes cometidos por ETA. No va a haber impunidad, con desarme o sin él.
El Gobierno vasco y el entorno de ETA acusan repetidamente al Gobierno central de obstaculizar el desarme de ETA. ¿Cuál es la postura del Gobierno en torno al desarme de la organización terrorista?
La captura de los arsenales y la detención de los terroristas constituyen, de facto, el verdadero desarme de ETA, el más eficaz, el mejor verificado y el más justo. A este respecto, la gran mayoría de las armas usadas por los terroristas están ya en manos de la justicia, tanto en Francia como en España. Sólo el año pasado se ocuparon más de cien armas de ETA, la cifra más alta en los últimos diez años. Y con las pocas armas que les quedan, los rescoldos de ETA llevan cinco años tratando de rentabilizar su entrega, con patéticos episodios de teatralización. El Gobierno no va a colaborar en escenificaciones, ni en hacerle la vida más fácil a lo poco que queda de una ETA en estado de descomposición. Además, tal y como las autoridades judiciales vienen repitiendo, las armas son pruebas, evidencias de delitos que es necesario estudiar. Lo contrario sería impunidad y nadie está legitimado para fomentar la impunidad ni para sustraer pruebas a la acción de la justicia.
¿El Gobierno central baraja el acercamiento de presos etarras al País Vasco tras el supuesto desarme o mantendrá la exigencia de abandono de la disciplina de ETA y de renuncia a la violencia para los presos que quieran evitar la dispersión?
Lo poco que queda de ETA no va a conseguir ningún rédito político por entregar las armas, de la misma forma que nada consiguió por dejar de matar. Con los terroristas no habrá transacciones ni concesiones. O se disuelven una vez por todas o se acogen a los criterios legales, que no se van a cambiar.
El debate sobre el número de efectivos de la Guardia Civil en el País Vasco ha vuelto a estar de actualidad. ¿Se planea un descenso del número de agentes?
La Guardia Civil y la Policía Nacional tienen importantes misiones que cumplir en todo el territorio nacional, también en el País Vasco. Y su despliegue será el adecuado a las necesidades en cada momento, siempre desde un criterio técnico. Precisamente ahora que hemos derrotado a ETA no vamos a ceder en lo que era una de sus máximas aspiraciones. Ni la Guardia Civil ni la Policía Nacional van a ser nunca expulsadas del País Vasco.
En localidades como Oñate se promueven todos los años escraches y otros actos de acoso contra la Guardia Civil con la autorización del Gobierno vasco. ¿Entra dentro de la agenda de la secretaría de Estado promover una actuación más firme del Gobierno vasco ante el acoso a las FSE en el País Vasco?
Es un hecho que todavía quedan rescoldos violentos en algunos puntos del País Vasco y de Navarra, después de tantos años de generación de odio y de creación de una subcultura de la violencia. Lo hemos visto con total claridad en las agresiones contra los guardias civiles y sus compañeras en Alsasua. Frente a ello, tenemos la firme determinación de que estos actos no queden impunes. Y, al mismo tiempo, impulsaremos la necesaria elaboración y difusión de un relato sobre tantos años de terrorismo que ponga en su sitio a las víctimas y a los asesinos, a los que defendimos la democracia y a los que la atacaron, y también a aquellos que dieron soporte y aliento a los terroristas.
Sortu está promoviendo concentraciones para denunciar supuestos casos de tortura cometidos por la Ertzaintza, a la que compara con la Guardia Civil. La respuesta del Gobierno vasco ha sido criticar las concentraciones y criticar también la comparación de la policía autonómica con la Guardia Civil. ¿Qué opinión le merece la iniciativa de Sortu?