“En las dos últimas décadas se ha automatizado la presencia de mujeres que sostienen tesis supremacistas”

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Alexandra Gil es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Se especializó en terrorismo yihadista y radicalización violenta y fue corresponsal de medios españoles en París. Es autora del libro En el vientre de la yihad: El testimonio de las madres de yihadistas(Debate). Entre 2018 y 2019 fue asesora en materia de prevención de la radicalización violenta en un proyecto dentro del marco del Parlamento Europeo. Desde 2017 continúa su investigación en esta área, centrando su estudio de caso en las cárceles francesas como focos de contagio, la judicialización de los retornados y los programas de prevención de la radicalización que Europa impulsa en ámbito penitenciario.

1 ¿Cómo definirías el proceso de radicalización?

El procedimiento a través del cual un individuo o un conjunto de individuos proceden a la adopción de un sistema de creencias extremas, una ideología en cuestión que abarca y enmarca su modo de vida, de acción y comportamiento. La radicalización incluye la aceptación del uso de la violencia como herramienta para hacer triunfar un proyecto político o de participar en una transformación social conforme a la ideología en cuestión.

2 ¿Existe un perfil determinado para una persona radicalizada? ¿Cuál sería su esbozo?

No se trata tanto de perfiles como de factores que en un momento dado pueden encontrarse si estudiamos de cerca un número significativo de casos. La radicalización violenta implica un proceso mental de aceptación de la violencia. Esto, a su vez, sugiere que un individuo emocionalmente frágil o con menor capacidad crítica puede ser más propenso a aceptar, por ejemplo, las tesis complotistas que, a medida que van aceptando como válidas, le impiden refutar con claridad. Por ello siempre que se alude a ese esbozo se hace referencia en mayor o menor medida a factores como la formación académica (formación, sociabilización en la tolerancia…) de trayectoria de vida (si ha estado en contacto con la violencia juvenil o ha cumplido condena, la normalización de la violencia ya es o ha sido un hecho en su vida), o familiares (la fragilidad de la familia, la búsqueda de referentes o de pertenencia…). Un reciente estudio de Globsec, “European jihad: Future or Past?” ha concluido algunas de las variables a tener en cuenta cuando hablamos de perfiles de yihadistas. El estudio de 326 casos de yihadistas europeos (107 de ellos, foreign fighters) pone de relieve interesantes vínculos con la criminalidad al tiempo que alerta sobre la falsa imagen de inocencia que se ha perpetuado en torno a las mujeres implicadas en esta ideología, y en los riesgos que una lectura simplista de esta situación puede acarrear para la seguridad.

3 ¿Qué diferencias y similitudes se encuentran entre los procesos de radicalización yihadista y extrema derecha?

Si analizamos perfiles y reivindicaciones de adeptos a ambas ideologías encontramos patrones comunes, que podrían servirnos como indicios de nichos a reforzar desde la prevención, como lo es la ausencia de confianza en las instituciones. En ambos casos existe un poso de insatisfacción con la democracia. La hostilidad hacia el gobierno en cuestión no solo está presente en ambos escenarios, sino que refuerzan otro punto en común: la adhesión a tesis conspiracionistas. El gran riesgo que supone para las instituciones la desconfianza llevada al límite de la negación de la realidad, es precisamente el espacio que esto deja a tesis propagandísticas basadas en subinformación (o desinformación). Tanto en los adeptos a teorías complotistas con fines de reclutamiento yihadista como en quienes sostienen tesis de supremacismo blanco, además, hallamos una exaltación de pertenencia al grupo, (físico o imaginario, esto es, la búsqueda de identidad común puede ser un catalizador sin que estemos hablando necesariamente de células preparadas para atentar de un modo u otro). Tanto la creación de esa red como el sentimiento de pertenencia se ha visto reforzada por la sobrepresencia que ambas ideologías mantienen en redes sociales y foros de distinta índole. Esta realidad virtual, exenta además de cualquier contranarrativa válida debido a la condena común que ambos grupos hacen de toda versión oficial que cuestione de un modo u otro su ideal de sociedad, expande y refuerza la identidad de grupo y con ella, la ideología en cuestión.

Antes de llevar a cabo el ataque de Christchurch, Tarrant publicó online un manifiesto en el que citaba como fuente de inspiración a Dylan Roof y a Anders Breivik. También hablaba de la Teoría del Gran Reemplazo, inspirándose de un trabajo realizado por un intelectual francés llamado Renaud Camus. Es decir, tal y como sucede con la ideología yihadista, el supremacista blanco adopta un razonamiento binario para justificar masacres en nombre de su ideal moral, y se trata precisamente de aludir (y a la vez, avivar sin necesidad de mantener vínculos comunes) una fraternidad internacional capaz de oponer, en un choque de civilizaciones, esa mal llamada identidad global.

4 ¿Cómo es el proceso de radicalización en mujeres en la extrema derecha? ¿Existen diferencias respecto a los hombres?

Como sucede con ISIS se tiende a minimizar la implicación de la mujer en movimientos extremistas. En cambio, en muchas ocasiones la subrepresentación responde únicamente a su sistema organizacional, rígido, que se apoya en el propio ADN del grupo y que por lo tanto nos reenvía a una jerarquía dominada por hombres. Si observamos las cifras (extrema derecha o yihadismo, por citar dos escenarios) el radicalismo violento de las mujeres en comparación con la implicación del hombre en ambos proyectos continúa siendo marginal. Pero existe. Y a pesar de que históricamente por el estereotipo ha posicionado a la mujer en un escalón residual en su vínculo con la violencia, lo cierto es que ha existido. Podemos citar las FARC, la “feminización” del Ku Klux Klan en los años 20 de la mano de Elisabeth Tyler, (de la que queda constancia en la obra Women of the Klan. Racism and Gender in the 1920s). El entorno es, también en los movimientos de extrema derecha, el principal catalizador de un proceso de radicalización. La promesa de pertenencia a un grupo (en algunas agrupaciones de extrema derecha se incentiva ese lazo entre hermanas de proyecto), no varía demasiado de la captación en otros movimientos extremistas. La violencia se sobrerrepresenta ante individuos abiertos a esta deriva y se minimiza ante aquellos que en un primer momento empatizan con las tesis pero se muestran reticentes a llevarlas al límite. Si escuchamos testimonios de mujeres que han pertenecido a ISIS (arrepentidas o en prisión), o a agrupaciones de extrema derecha sí hacen referencia (y coinciden) en lo relevante que resultó para sus procesos de radicalización el efecto “transgresor” de sus actos. Esto denota la capacidad de los extremismos para convertir una realidad (la ausencia de mujeres) en un potencial trampolín. ¿Cómo? Sirviéndose del contexto actual, haciendo uso de la desinformación y de las herramientas que diluyen las fronteras de la comunicación, para convertir un movimiento de ideología con bases a menudo misóginas (visión naturalista del mundo, división de razas y sexos…) en un producto atractivo para sectores de la población que la lógica posicionaría en contra pero que, desde un segundo plano, pueden impulsar y normalizar la ideología.

5.¿Apuntarías algún motivo en concreto por el que aparecen mujeres militantes en la extrema derecha?

La banalización del discurso de odio y la llegada de la extrema derecha a las instituciones normaliza la mera pertenencia a un ideario extremista. El proceso de radicalización se identifica en ese salto, de mayor o menor duración, que las militantes dan de la mera pertenencia a la aportación propia al proyecto.

Aunque históricamente la mujer se ha visto subrepresentada en los movimientos violentos, (por ejemplo, de corte neonazi) sí se está produciendo una evolución de género en los movimientos militantes de extrema derecha. En las dos últimas décadas se ha automatizado la presencia de mujeres que sostienen tesis supremacistas y militan por su propagación de forma activa. Internet ha tenido mucha influencia en esta transformación, ya que ha aportado un nicho digital que las convierte en activos, en caras visibles de las organizaciones, en piezas fundamentales para la imagen de movimientos extremistas. La sobreexplotación de un adversario tan transversal como lo es para la extrema derecha el factor inmigración ha contribuido a la autoradicalización y al mismo tiempo, ha diluido la brecha de género, a pesar de que la forma de implicación de cada miembro varíe notablemente en función del mismo.

En el libro Gender and the Radical and Extreme Right: Mechanisms of Transmission and the Role of Educational Interventions, se destaca el caso de la Liga de la Defensa Inglesa (EDL) y se alude directamente a la instrumentalización de la inmigración desde una visión de amenaza para la seguridad de la mujer, o la incorporación (como vemos que también sucede en formaciones políticas de extrema derecha) de temas ligados a los derechos de las mujeres o de la comunidad LGTBI (la presencia de estos últimos en grupos de extrema derecha como EDL permite vehicular una falsa imagen de tolerancia al tiempo que aúna sus fuerzas en torno a un fuerte movimiento anti-islam, al que ven como amenaza para el progreso de sus derechos. El caso de EDL es paradigmático porque cuenta con divisiones femeninas, judías, LGTB…

Este libro precisamente ahonda en las interacciones sociales de género dentro de EDL y atestigua una implicación cada vez más notoria de mujeres. La desdiabolización de estos movimientos a través de la modernización del discurso, la instrumentalización de temas que parecen minimizar la violencia discursiva de sus tesis influye notablemente en la normalización de la implicación de la mujer en los mismos. No debemos olvidar que también recibe el impulso de la presencia (más o menos latente) de idearios similares en la agenda pública de cada país, esto es, en los medios. Una presencia que a menudo sirve de altavoz de un discurso de odio que ensancha los límites que la sociedad creía tener de lo tolerable.

6.¿Qué papel juegan las fake news y las teorías de conspiración en el proceso de radicalización?

La desinformación tiene un papel crucial en la banalización de la verdad, en la destrucción de la confianza hacia instituciones académicas solventes y, por consiguiente, en la desaparición de interlocutores legítimos capaces de contradecir las bases de sus tesis.

7 ¿Han influido de alguna forma los medios de comunicación en el crecimiento de la radicalización?

Esencialmente, las redes sociales. Los medios de comunicación sí han contribuido en algunos casos (en Francia existen medidores de la islamofobia en medios tradicionales) a asentar algunas de las bases de la propaganda de Daesh. El autodenominado Estado Islámico se sirvió de un malestar social por parte de las terceras generaciones residentes en Francia, dirigiéndose a mujeres jóvenes, en ocasiones poco familiarizadas con su religión, pero incómodas con la visión que la sociedad tenía de su credo, o de su mera presencia en el país. Un ejemplo de la contribución a la hostilidad sería omitir la presencia de mujeres musulmanas en debates sobre el velo, como vimos que sucedió recientemente. Libération publicó este análisis en el que quedaba constancia de que, en una semana se registraron en Francia 85 debates sobre el velo, con 286 invitados, entre los que no figuraba ninguna mujer con velo para explicar su visión. Si tomamos el caso francés o el americano, observamos que la propaganda yihadista se ha servido de los discursos de odio normalizados en medios de comunicación, de la presencia de editorialistas defendiendo tesis xenófobas como meras opiniones válidas. Estos nichos de discriminación han sido manipulados con fines propagandísticos a través de la subinformación: esto es, tomando como referencia que de algún modo responden a un hecho y potenciándola en torno a idearios complotistas con una visión binaria de la sociedad.

8.¿Crees que la existencia de una plataforma política para el discurso de odio promueve la radicalización violenta en la extrema derecha? ¿Crees que existe algún actor o elemento (fuerzas políticas, agrupaciones, redes sociales, etc.) que influya en gran medida a la hora de fomentar la radicalización? ¿Cómo han cambiado las redes sociales el proceso de radicalización?

La institucionalización de la xenofobia, a través de partidos políticos que defienden idearios de derecha radical, sienta socialmente unas bases de aceptación del discurso de odio que sirven de potenciador de la radicalización violenta. El fenómeno se desdiaboliza a través de medios convencionales como partidos políticos o agrupaciones. Las redes sociales extienden el mensaje y lo internacionalizan. Vemos la gran influencia de las redes sociales en este proceso de radicalización cuando comprobamos que durante años sirvieron de plataforma universal para propagar propaganda yihadista. Hoy, aunque de otro modo, los líderes políticos de las distintas derechas radicales europeas se felicitan entre ellos, o cuando surgen “hermandades” entre agrupaciones de estas características de diferentes partes del mundo, y utilizan Twitter para llevar a cabo estas acciones de comunicación. Esto potencia además la falsa idea de que, por encima de cada sociedad, existe una guerra abierta entre civilizaciones y transmite la sensación de movilización global en torno a esa tesis.