En las últimas décadas han sido numerosos los ejemplos de grupos inspirados en el salafismo yihadista que se han beneficiado de refugios territoriales. Menos común, sin embargo, ha sido el intento de aprovechar esos espacios para construir estructuras políticas con aspiraciones de estatalidad. Uno de esos raros ejemplos fue el emirato talibán entre los años 1996 y de 2001. Pero aunque este acogió a organizaciones como Al Qaeda, que perseguían una agenda global, sus ambiciones eran funda- mentalmente localistas.
Por el contrario, el Daesh (iniciales en árabe del Estado Islámico de Irak y el Levante) es un nuevo ensayo de Estado yihadista que tiene como principio rector perdurar y expandirse. La autoproclamación del califato en julio de 2014, la destrucción de las marcas fronterizas entre Siria e Irak, y el reconocimiento de provincias en Libia y el Sinaí ponen a contraluz esa voluntad expansiva. Para los europeos y norteamericanos supone un pe- ligro terrorista serio, pero para los regímenes de Oriente Medio el califato pretende convertirse en una amenaza existencial.
El desafío tan singular que plantea el Daesh hace recomendable analizar su origen y desarrollo, sus factores más sobresalientes, y su evolución futura. Esos son los tres objetivos que pretende cumplir el capítulo.