Noticia 40/2021
La amenaza del yihadismo en Uganda se hizo realidad durante los tres atentados del pasado mes de octubre en Kampala. Dos de ellos fueron reivindicados por ISCAP, mientras que la explosión de un artefacto a las afueras de la capital fue catalogada como terrorismo doméstico y atribuida (aunque sin confirmarse) a las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, por sus siglas en inglés). En noviembre, un triple atentado suicida terminaba con la vida de siete personas, teniendo como objetivos una comisaría de policía y la sede parlamentaria.
El pasado mes de octubre se materializó el primer atentado de carácter yihadista en Uganda por parte de ISCAP, la filial regional de Estado Islámico en África central, consumándose otro segundo ataque a finales de mes. Entre ambos sucesos, las ADF irrumpieron también en el escenario ugandés, una agrupación de milicias islamistas extremistas de origen ugandés que hasta la fecha había centrado sus objetivos en el interior del territorio vecino de la R.D. del Congo.[1] Poco después, en noviembre ISCAP reivindicaba un triple atentado suicida en la capital ugandesa, por el momento dejando un balance de siete víctimas mortales y varias docenas de heridos.
En el espacio central del continente africano se llevan sucediendo una serie de episodios violentos por parte de la rama territorial de Estado Islámico y las Fuerzas Democráticas Aliadas, grupos cuyo alcance de relación todavía se desconoce. El recrudecimiento de sus ataques en R.D. del Congo y la implosión del yihadismo global en territorio ugandés ha llevado a los dos países protagonistas de estas oleadas terroristas a realizar operaciones conjuntas con el objetivo de neutralizar una amenaza que pone en riesgo manifiesto la seguridad y estabilidad del interior de sus fronteras.
A priori, dos elementos resultan llamativos en este nuevo escenario de violencia regional: por un lado, de confirmarse que las ADF están detrás del ataque en la capital ugandesa, la demostración de fuerza de la agrupación podría entenderse como una llamada de advertencia al Estado ugandés, que no sufría un episodio violento del grupo desde hace varios años. Por otro lado, el hecho de que ISCAP tardara en reivindicar el ataque en el restaurante al norte de la capital, al contrario de lo que hizo con los dos IEDs explosionados en el mes de octubre, revela las dos agendas yihadistas paralelas de ambos grupos que Daesh parece estar capitalizando a su voluntad, a expensas de un gobierno que no quiere reconocer la presencia de Daesh en su país.
El deterioro de la seguridad en Uganda, clave en la alianza militar con la R.D. del Congo
Kampala lleva dos meses consecutivos experimentando los estragos del yihadismo dentro de sus fronteras. Donde antes la actividad yihadista de ISCAP y las ADF se proyectaba en su vecino congoleño de una manera recurrente[2], la transnacionalización del fenómeno al otro lado de la frontera parece haber activado las alarmas en la agenda de seguridad doméstica del país africano[3]. Así, en vista de los ataques suicidas del pasado mes de noviembre, los servicios de seguridad han llevado a cabo más de una centena de detenciones a individuos sospechosos de haber contribuido a la planificación, financiación de los atentados y reclutamiento de nuevos acólitos a la causa yihadista, abatiendo a siete de ellos. También se han intensificado las operaciones conjuntas entre ambos países, en unas incursiones de las tropas ugandesas en territorio congoleño sin fecha límite que han reavivado viejas heridas en torno a los conflictos que asolaron a ambos países y que desembocaron en una cruenta guerra civil a finales de 1990.
La R.D. del Congo ha llevado a cabo exhaustivas campañas contra el yihadismo en las provincias orientales del país desde que asumiera la presidencia Félix Tshisekedi a principios de 2019. Sin embargo, la declaración del “estado de sitio” formulada en los distritos de Kivu del norte e Ituri, mayormente golpeados por la actividad yihadista, no ha conseguido erradicar la presencia de las milicias islamistas y ha constituido, en términos prácticos, un fracaso sobre el terreno. Entre los motivos que explican la derrota congoleña en misiones antiterroristas se desprenderían la pobre disciplina del ejército así como la baja remuneración que se asigna a sus filas, razones por las cuales la derrota del yihadismo se ha convertido en una quimera para el país africano y para la población civil, desconfiada de que exista una verdadera capacidad de neutralización del terrorismo en su territorio.
Además de la grave crisis de seguridad que el fracaso antiterrorista conlleva, el descontento social no ha dejado de crecer, teniendo en cuenta otros retos domésticos que desestabilizan al Estado tales como los elevados índices de desempleo, la parálisis educativa y las consecuencias económicas originadas por la pandemia del COVID-19, entre otros. En este contexto, el yihadismo ha conseguido no solo consolidar su campo de operaciones si no también penetrar en la frontera ugandesa, temerosa de ver reproducida la situación congoleña dentro de su territorio. Especialmente supone un problema para su presidente, Yoweri Museveni, un dirigente que lleva 35 años al frente de Uganda. Su legitimidad, ya desgastada tras la polémicas elecciones de principios de 2021[4], podría verse todavía más comprometida si no aborda satisfactoriamente los riesgos a la seguridad del país. La comunidad musulmana asentada en su territorio, asimismo, teme un recrudecimiento de las leyes, normas y comportamientos de las fuerzas del orden hacia su comunidad, tradicionalmente marginada y perseguida por los poderes públicos. Por su parte, la población congoleña también asiste con preocupación a la presencia ugandesa en su territorio, una injerencia que Uganda ha empleado anteriormente y que da respuesta a la inestabilidad crónica que sufre la región desde el pasado siglo.
Estado Islámico, entrando en un nuevo episodio expansivo
El riesgo de la reproducción en África central de escenarios similares a los del espacio occidental del continente, epicentro del yihadismo a nivel mundial, ha acentuado las maniobras conjuntas de dos actores históricamente rivales unidos bajo un objetivo común: neutralizar la presencia yihadista en sus territorios.
La proyección de las actividades islamistas advierten de una expansión del área de influencia de Estado Islámico en el teatro africano, tanto en la zona central y noreste del continente como en los países costeros de la región occidental. En el primer escenario se engloba tanto el reciente ataque en Uganda como el sucedido en Sudán, donde a principios de octubre la capital fue testigo de una emboscada por parte de Daesh que terminó saldándose con la vida de un militar sudanés. El segundo caso quedó evidenciado con el primer intento de ataque yihadista en Togo, país costero ubicado en el Golfo de Guinea. A mediados de noviembre, fuerzas de seguridad de este país costero frustraron un ataque por parte de un individuo sin identificación que había cruzado la frontera con Burkina Faso hasta territorio togolés. A falta de avanzar en las investigaciones sobre el que podría considerarse un posible militante de EIGS (filial regional del Estado Islámico) o de la Coalición JNIM, rival regional de EIGS afiliado a Al Qaeda, la tendencia vaticina un rumbo expansionista en la hoja de ruta yihadista hacia zonas consideradas estratégicas en el Golfo de Guinea[5].
Los niveles de riesgo en la seguridad se encuentran disparados a pesar de la incesante ofensiva militar contra el yihadismo a nivel internacional, especialmente en la región del Sahel, donde se han incrementado los ataques solo en el año 2020 en un 70% con respecto al año anterior. En vista del reciente oportunismo que caracteriza al yihadismo en África durante el último trimestre del año, es comprensible el afán de ISCAP de aunar fuerzas locales bajo su mando. De hecho, las ADF bajo el mando de Baluku juraron fidelidad a Daesh en 2019, una pleitesía que hasta el momento no había obtenido respuesta pública por parte de este último y cuya naturaleza de la relación sigue siendo desconocida. Sin embargo, la explosión del restaurante en las afueras de Kampala atribuida a las ADF fue posteriormente reivindicada por ISCAP, a pesar de no existir indicios de que Daesh hubiera tomado el control o el comando de la operación y a que resultó en un ataque de bajo nivel comparado con otros ataques que Daesh reivindica como suyos. ISCAP, como el movimiento más robusto y expandido de los dos, asumiría así la responsabilidad de ciertos actos llevados a cabo por parte de las ADF, especialmente cuando se dan fuera de la órbita habitual de operaciones.
La presencia del yihadismo en la región central del continente africano no ha constituido frecuentemente una fuente de preocupación para la comunidad internacional, más interesada en otros espacios como el Sahel o el norte de África, mientras que las organizaciones islamistas han encontrado un terreno fértil en parte gracias a la existencia de un caldo de cultivo del extremismo violento previo capitaneado por grupos como las ADF. Sin embargo, la tendencia a ignorar esta realidad alimenta su consolidación y su fervor expansivo, por lo que es de esperar que las operaciones yihadistas continúen su camino en la búsqueda de reconocimiento a una audiencia cada vez más global. Mientras tanto, las alianzas regionales en la lucha contra el yihadismo se prevén convulsas, con tensiones en un entorno cambiante que abren el debate sobre hasta qué punto legitima el factor antiterrorista el intervenir en la soberanía o la agenda doméstica de los Estados vecinos o cuáles serán las consecuencias geopolíticas en caso de fracasar los intentos de erradicación del yihadismo en el corazón del continente.
[1] Las ADF inicialmente tuvieron como objetivo el derrocamiento del gobierno ugandés, pero su enfrentamiento los forzó a desplazarse al otro lado de la frontera congoleña, operando en esta última área desde finales de 1990 hasta la actualidad. Para una mayor caracterización de las ADF: https://observatorioterrorismo.com/noticias/mas-de-50-personas-mueren-en-una-masacre-terrorista-en-el-congo/
[2] El Observatorio de atentados yihadistas ofrece los datos mensuales sobre los ataques llevados a cabo por parte de las ADF e ISCAP en territorio congolés: https://observatorioterrorismo.com/atentados-yihadistas/
[3] De hecho, Uganda no había llevado a cabo una campaña abierta contra las ADF en su territorio desde finales de 2017.
[4] Las elecciones a la presidencia de Uganda de 2021 han sido denunciadas por fraude por parte de la opinión pública y enviados internacionales, una celebración marcada por una campaña política de amenazas e intimidaciones al principal partido de la oposición, bloqueo en el acceso a internet y violencia de las fuerzas de seguridad contra la población en la oleada de protestas que se sucedieron durante la víspera de los comicios.
[5] Los territorios con acceso al mar son considerados como zonas de interés para el yihadismo por su naturaleza estratégica: hacerse con el control de ciertos puntos de entrada y salida tanto de mercancía como de personas les brinda una posición ventajosa para el comercio y el aprovisionamiento.