La barbarie terrorista continúa en Mozambique

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Noticia 9/2021

Campamento de desplazados en Cabo Delgado: Imagen: The Washington Post

 

Diversos medios de comunicación informaron la semana pasada de que el grupo yihadista Ansar al Sunna de Mozambique está decapitando a menores de tan solo 11 años en la provincia norteña de Cabo Delgado. Esta noticia se suma a los ya conocidos constantes ataques contra el resto de los civiles, así como contra fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Son numerosos los poblados que han sido arrasados por los terroristas durante los últimos tres años, quienes asesinan, saquean y queman todo lo que encuentran a su paso.

La provincia mozambiqueña de Cabo Delgado presencia desde 2017 la violencia de la organización terrorista Ansar al Sunna, también conocida como Al Shabab, pero sin que exista una relación con el grupo homónimo somalí filial de Al Qaeda. De hecho, a una facción de Ansar al Sunna se le considera filial de Daesh tras producirse en 2018 un juramento de fidelidad. Desde este mismo mes de marzo, esa facción de Daesh-Mozambique es considerada como Organización Terrorista Internacional por Estados Unidos.

En poco más de tres años de conflicto, el número de muertes a manos de este grupo ha ascendido a 2.600, siendo la mitad de ellos civiles. Esta situación de inestabilidad y agresiones constantes han provocado una oleada de desplazamientos. Tal y como indica Naciones Unidas: “los ataques de grupos armados han forzado a más de 565.000 personas a abandonar sus hogares y huir en busca de seguridad”. Según han publicado distintos medios de comunicación, Daesh-Mozambique, dirigida por Abu Yasir Hassan, está atentando contra las vidas de menores de tan solo once años, decapitando a los hijos de las familias originarias de la zona con el fin de atemorizar y hacer ver a la población que el Gobierno de Mozambique les ha abandonado. Este hecho ha sido denunciado por la ONG Save The Children: “todos los niños tienen derecho a la vida y a la seguridad, deben ser protegidos en todas circunstancias, incluidas la guerra y los conflictos armados”.

En los orígenes del conflicto, la insurgencia islamista nació por el afán de establecer en la región un Estado Islámico, forzando así a la población local a radicalizarse mediante la violencia. No obstante, cabe pensar que este deseo de dominio sobre la zona norte del país es el resultado, más que de una cuestión religiosa, de una cuestión de riqueza económica por el control de los yacimientos de gas natural y piedras preciosas que se encuentran en dicha área. En cuanto a la explotación de estos recursos, grandes multinacionales occidentales intervienen en la zona. Sin embargo, la pobreza local y el sentimiento de abandono por parte de las instituciones del gobierno continúan siendo, entre otros, factores de enorme impacto que favorecen el reclutamiento de los más perjudicados.