Senegal, en la lista de los próximos objetivos del yihadismo

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Soldado senegalés. Fuente: Carl de Souza/AFP

Noticia 32/2021

Soldado senegalés. Fuente: Carl de Souza/AFP

 

Senegal es uno de los países africanos convertidos en objetivo terrorista para el yihadismo en el Sahel. El país conforma, junto a Costa de Marfil, Benín y otros Estados del litoral africano, un importante foco de preocupación para las fuerzas de seguridad antiterroristas que operan en la región.

A principios de 2021, las fuerzas de seguridad senegalesas desmantelaban una célula yihadista en la ciudad de Kidira, a pocos kilómetros de la frontera con Mali. Entre los cuatro acusados se encuentra un comerciante que llevaba dos años bajo vigilancia de los servicios de seguridad del país costero, tras figurar su número de teléfono en uno de los grupos de la red de mensajería instantánea WhatsApp ligado a la Katiba Macina, grupo local perteneciente a la coalición JNIM.

La franquicia de Al Qaeda en la región del Sahel, Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (conocida como la coalición JNIM), ha incrementado los ataques en la frontera entre Mali y Senegal durante los últimos dos años como parte del proceso de expansión de su actividad yihadista en África Occidental, particularmente el grupo local afiliado a la coalición de la Katiba Macina. Ya en 2015, una treintena de imanes y otros agentes adoctrinadores fueron acusados de actividades de proselitismo en Kaolack, Kolda y en los suburbios de Dakar, intensificando las unidades de vigilancia y protección en los territorios en el punto de mira de la amenaza yihadista.

Entre los motivos que se encuentran para establecer esta progresiva expansión y desarrollo de la actividad a otras áreas de influencia se encontraría, principalmente, el continuo enfrentamiento entre la coalición JNIM y su rival regional, el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS), así como la necesidad sentida del líder de JNIM Amadou Kouffa de trasladar la lucha armada más allá de las fronteras tradicionales malienses y burkinesas, lo cual otorgaría al grupo de más influencia, financiación y nuevos nichos de reclutamiento. Sin embargo, estas dos razones no son exclusivamente lo que lleva a JNIM a buscar la confrontación armada con Dakar. Lo cierto es que controlar lo máximo posible las entradas y salidas al mar es un aliciente que toda organización terrorista transnacional sueña con obtener. Esto les permite infiltrar combatientes, mercancía y todo tipo de bienes desde cualquier punto de la geografía mundial con una relativa facilidad con respecto a los puntos de entrada por vía terrestre o aérea, y viceversa. Además, el hecho de que Senegal sea un país geopolíticamente posicionado, con un puerto abierto directamente al Atlántico y con una importante cantidad de recursos naturales estratégicos como el oro o el petróleo, hace que el país se convierta en un atractivo para el establecimiento de la presencia terrorista.

Por ello, ya a finales del año pasado las autoridades senegalesas intensificaron su presencia militar en la frontera con Mali, construyendo una base militar en Goudiry, en la región fronteriza de Tambacounda. Además, las unidades de soporte y protección de las coaliciones internacionales brindan una importante fuente de apoyo y seguridad a las fuerzas armadas locales en la lucha por limitar la presencia yihadista más allá de la establecida en buena parte de los territorios del Sahel. Prueba de lo anterior es el Grupo de Acción Rápida de vigilancia y de intervención en el Sahel (GARSI-Sahel), unidad móvil apoyada por la Unión Europea y liderada por la Guardia Civil que tiene presencia en la frontera con Senegal, o la operación Barkhane, que por el momento ha prevenido con éxito la expansión yihadista dentro de sus lindes. De hecho, el reciente anuncio de reconfigurar esta última operación por parte del gobierno de Macron ha supuesto una preocupación para Dakar, temiendo que la reducción de la presencia militar francesa en la operación establecida en Mali repercuta en la seguridad fronteriza con los países vecinos que todavía no han sufrido el golpe del yihadismo en primera persona.

Por el momento, la estabilidad política y económica de la que goza Senegal está permitiendo una relativa seguridad en sus fronteras exteriores, así como la disuasión de la mayor parte de la sociedad civil de unirse a la insurgencia islamista. Queda por ver si la actual coyuntura será suficiente para repeler al terrorismo en el país o si, por el contrario, la progresiva degradación y deterioro en la seguridad de su vecindario regional supone inevitablemente una amenaza a la seguridad dentro de sus fronteras.