Evolución y prospectiva del movimiento yihadista mundial en 2018

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En lo que llevamos de año, los atentados yihadistas han acabado con la vida de al menos 5.127 personas en 912 atentados repartidos por una treintena de países, según datos del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET). Transcurrida algo más de la primera mitad del año, es un buen momento para realizar un balance a grandes rasgos de la evolución que está teniendo el terrorismo yihadista en 2018, poniendo especial atención a aquellas regiones más afectadas por la presencia de grupos que siguen esta ideología fundamentalista y radical. Por el momento, treinta países han sufrido algún atentado terrorista yihadista en lo que va de año: Afganistán, Irak, Siria, Pakistán, Irán, India, Yemen, Egipto, Libia, Túnez, Mali, Guinea, Nigeria, Níger, Camerún, Burkina Faso, Chad, Somalia, Kenia, Mozambique, Sudáfrica, Sudán, Filipinas, Tailandia, Indonesia, Líbano, Argelia, Rusia, Francia y Bélgica.

El derrumbe definitivo del califato del Estado Islámico acabó por materializarse a finales de 2017, abriéndose un nuevo panorama en el que este grupo ha evolucionado hacia la insurgencia, un campo que conoce y en el que se mueve con mucha facilidad, cometiendo atentados tanto contra la población civil como hacia las fuerzas de seguridad.  A pesar de la importante reducción de la violencia en aquellos territorios que, hasta no hacen mucho, estaban bajo su autoridad, a día de hoy Irak continúa siendo el segundo país con mayor número de atentados, solo superado por Afganistán, epicentro actual de la actividad yihadista.

Precisamente Afganistán ha sido durante muchos años la cuna de los grupos talibán, capaces de instaurar su propio gobierno entre 1996 y la ocupación estadounidense, momento a partir del cual pasaron a un segundo plano. No obstante, la progresiva retirada de las fuerzas internacionales en los últimos años les ha permitido resurgir por gran parte del territorio, llegando a hacerse con el control de más de la mitad del país en la actualidad. La incapacidad gubernamental para frenar su amenaza se traduce en acciones yihadistas que se dan sobre los distintos puestos de control o checkpoints ubicados por todo el país en el que las emboscadas de los grupos talibán sobre los agentes de policía y fuerzas militares encargadas de controlar estos puntos calientes se producen a diario.

Si a ello le sumamos la presencia de Daesh en el país a través de Wilayat Khroasan, provincia del califato establecida a caballo entre Afganistán y Pakistán, tenemos como resultado que el país afgano abarca el 42% de las víctimas globales causadas por el terrorismo yihadista en lo que llevamos de año con más de 1.800 muertos, según los datos del Observatorio de Atentados Yihadistas del OIET. La rivalidad que mantienen ambos grupos solo puede aumentar la cifra de víctimas, especialmente en las fuerzas de seguridad, en una especie de carrera en la que estas dos organizaciones intentan hacer una demostración de capacidad a través de atentados más letales.

Por su parte, el Sahel también es una región que concentra mucha actividad de los grupos que siguen la ideología del salafismo yihadista. La inestabilidad en estos países sigue aumentando a medida que lo hace la capacidad del terrorismo, que se apoya en distintas actividades delictivas e ilegales como fuente de financiación y la porosidad de unas fronteras que permite el traslado de terroristas de un lugar a otro. En este sentido, Mali es el principal avispero de yihadistas con grupos y franquicias que actúan bajo el amparo de al Qaeda y Daesh. Tampoco hay que olvidar el entorno del lago Chad, donde concentra su actividad el grupo nigeriano Boko Haram a pesar de su pérdida de capacidad, o el incremento de la actividad que se percibe desde el Cuerno de África por parte del grupo somalí al Shabaab.

En cuanto a focos incipientes de actividad yihadista, destaca por encima del resto el caso de Mozambique, un país en el que hasta hace no mucho la presencia de esta ideología extremista era minoritaria. Sin embargo, durante este año se ha producido un importante incremento de acciones terroristas perpetradas por un grupo local conocido también como al Shabaab, que ha realizado ataques sobre distintos poblados y ha ejecutado de forma macabra a muchos de sus habitantes.

Por último, destacar que, durante este año, Occidente está siendo un objetivo minoritario a la hora de materializar los atentados. La mejor muestra de ello es que en lo que llevamos de 2018 se han producido acciones aisladas de individuos inspirados en la ideología yihadista que han decidido actuar por cuenta propia, sin que hayan llegado a perpetrar acciones de altea letalidad como había sucedido durante los últimos años.

Pero el hecho de que el terrorismo yihadista haya dejado de ser centro de atención tras la caída del califato y la escasa relevancia mediática que reciben los atentados cometidos alejados del foco occidental en ningún caso implican que esté debilitándose la amenaza que representan los grupos que siguen esta ideología para la seguridad mundial. Su expansión hacia nuevos territorios y la aparición de nuevas agrupaciones son una evidencia de todo lo contrario.