“Hay que poner el foco en Libia, es donde el Daesh va a dar problemas”

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“Las referencias a España se repiten permanentemente en los mensajes yihadistas

“El yihadismo está produciendo más bajas entre los propios musulmanes”

“El Daesh ha conseguido una gran victoria en los medios de comunicación: están siendo los reyes en este terreno”

“Las estrategias de contranarrativa no están funcionando”

Los militares destinados en la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra poco tienen que ver con el perfil clásico atribuido al gremio: lejos de los campos de combate, sus tareas se centran en la investigación y la formación de soldados y otros profesionales destinados a misiones en el exterior. Son los herederos de la antigua Escuela de Estado Mayor, creada por Godoy para pertrechar al Ejército con un cuerpo de especialistas en táctica, estrategia o historia que asesorase en la toma de decisiones. Hoy el abanico de especialistas se ha adaptado a las amenazas actuales, incluida la del terrorismo yihadista. Uno de sus miembros más destacados es el teniente coronel Manuel González Hernández, que centra su investigación en desentrañar los orígenes y el comportamiento de los yihadistas.

Su perfil es académico, alejado del estereotipo de militar. ¿Qué importancia tiene el estudio del terrorismo yihadista para el Ejército?

La Escuela de Guerra tiene diferentes departamentos, conjugando la formación práctica y la académica. Colaboramos en diferentes másteres, cursos, seminarios y jornadas tanto como organizadores, como ponentes o como alumnos para completar nuestra formación. Dentro de la estructura se encuentra el Departamento de Estrategia y Organización, al que yo pertenezco, en el que se estudian, se analizan y se imparten clases sobre liderazgo, historia militar, organización, sistemas de instrucción, aspectos institucionales y en mi parte, geopolítica, estrategia, polemología así como los fundamentos de la concienciación cultural para que a toda persona que sale a misiones al exterior, ya sea a Líbano, Afganistán en su momento, a Irak, Turquía, República Centroafricana, Somalia o Malí, o el escenario que se pueda abrir, se le de un baño de la cultura del lugar donde despliega, para que conozca las costumbres, el protocolo, la religión y la política de esa zona. El objetivo es que no se interfiera negativamente con los modus vivendi de la población. La formación se amolda a cada país: no es lo mismo, por ejemplo, la visión del islam de Malí o Nigeria que el de Jordania o Afganistán.

Hay 860 militares españoles combatiendo en doce misiones contra el terrorismo yihadista en África y Oriente Medio. ¿Estamos en guerra?

Jurídica y políticamente hablando, no, porque no ha habido una declaración formal de guerra. Estamos en una situación de controversia o de conflicto, que es además irregular, asimétrico y global, con unas nuevas tendencias que no responden al concepto clásico de guerra. La formación que, por parte de mi área de responsabilidad se imparte a las tropas desplegadas no sólo contra el yihadismo, también contra la piratería o para la estabilización de países, tienen una doble misión: que conozcan el entorno cultural y la amenaza a la que se pueden enfrentar. Intentamos no interferir negativamente con la población local para que esa población perciba que vamos a ayudarles, a estabilizar su país y a protegerles de una amenaza.

Habla de un concepto de seguridad más amplio que el tradicionalmente asumido. ¿Qué hace el Ejército para luchar contra el terrorismo aparte del uso de la fuerza?

Existe una percepción sobre la seguridad que se circunscribe a reducirla a una cuestión de policías, de militares o con el uso de armas, pero la seguridad abarca todos los aspectos de la vida, desde la seguridad sanitaria hasta la seguridad de tener luz eléctrica o la seguridad vial. Para que haya un entorno seguro, tiene que haber una fuerza que actúe con unos parámetros tanto activos como preventivos. El hecho de que exista una entidad como las Fuerzas Armadas es una garantía para que quien esté tentado a intervenir dentro del país, no lo haga. Es uno de los garantes de la seguridad del Estado y del ordenamiento constitucional.

Hay reconocidos expertos en terrorismo que defienden que la actuación contra el terrorismo yihadista tiene que tener necesariamente un componente militar. Otros, sin embargo, destacan que han sido operaciones militares fallidas las que han propiciado un auge del movimiento terrorista. ¿Dónde se sitúa?

Acabar con una amenaza como el terrorismo yihadista, que además es polifacética y multidisciplinar, no se va a conseguir sólo con la fuerza, pero la fuerza debe estar presente. Cada uno percibe la amenaza en su aspecto y en su entorno: cuando hay un atentado en Europa, parece que es el único que ha habido en el mundo y no es así. Hay atentados constantes. No debemos olvidar que la amenaza yihadista está siendo global y que está produciendo más bajas dentro de los propios musulmanes que fuera del mundo musulmán: tres a uno es la proporción aproximada. La célula central alimenta ideológica, física y económicamente a parte de los yihadistas del mundo. Para liberar la zona que actualmente ocupa existen, entre otras, dos formas: la invasión y las medidas coercitivas. Si no, nunca lograrás limpiar una zona. La fuerza tiene que ser uno de los factores que actúen y, evidentemente, hay que incluir aspectos como la financiación para estabilizar las zonas de conflicto, la concienciación, para intentar que la amenaza y el adoctrinamiento se acaben allí donde empiezan.

¿Nos están ganando en este terreno?

Hasta el momento no es que nos estén ganando la guerra del adoctrinamiento, es que les está siendo efectiva. Si uno analiza las cifras absolutas, no son muchos terroristas, pero con que una sola persona atente, por ejemplo, en un centro comercial, significa que hay una hendidura en nuestro sistema de seguridad.

"La frase 'hasta que no pisemos el usurpado suelo de Al Andalus, no descansaremos nuestras espadas' es una constante"

Esta semana es noticia que tropas iraquíes con el apoyo de Estados Unidos están combatiendo al Daesh en su bastión de Faluya. ¿Qué supondría una eventual derrota para la organización terrorista?

Es complicado evaluar los números absolutos. El Daesh tiene una proporción de terreno que fue ganando desde 2013 y 2014 y que ha ido perdiendo desde 2015. Para compensar esa pérdida de terreno, está ampliando sus canales de adoctrinamiento en el exterior. Por ejemplo, está favoreciendo mucho que esté creciendo el yihadismo en Libia. Van buscando zonas inestables para instalar sus células y hacerlas crecer. Empiezan a coger el dominio del terreno, de las personas y luego, de los elementos físicos, como recursos energéticos. Teniendo en cuenta estos tres ingredientes, Libia responde a ellos: es un país ubicado en África y cercano a Europa, con elementos energéticos importantes, y que por su idiosincrasia, tras la caída de Gadafi, se ha producido un conflicto interno en el que ha habido hasta tres gobiernos paralelos intentando gobernar el país. Todo esto para ellos es un aditivo. Están intentado expandirse en Libia y ya poseen células en zonas como Nigeria, Túnez, Egipto, Líbano, Afganistán y ahora también Filipinas, que pueden estar o no activas en este momento, pero que tienen presencia en estos países.

¿La comunidad internacional tendría que poner el foco en Libia si no lo ha puesto lo suficiente?

Sí, al menos atención. La presencia de yihadistas en Libia es un asunto que nos va a dar problemas. Los libios ya están sufriendo desde la caída de Gadafi, incluso antes, muchas penurias, pero con la caída de Gadafi viven el desmembramiento del Estado que antes tenían, hay luchas internas importantes y se ha producido un importante descontrol del armamento y de otros recursos de defensa que tenía el Gobierno de Gadafi, por lo que hay numerosos de estos elementos no localizados. Actualmente en la zona hay gente muy entrenada, acostumbrada al desierto, y a la lucha, por lo que es una situación potencialmente peligrosa.

¿Cómo puede desestabilizar a España que el terrorismo yihadista se acerque cada vez más a Europa?

El modelo para desestabilizar es atacar los pilares de un Estado. ¿Cómo se hace? Un ejemplo muy claro es Túnez: un país no muy grande, con el turismo como principal fuente de ingresos y con una gran parte de población joven que no tiene trabajo ni perspectiva de futuro. El Daesh ha atacado varios hoteles, quitándole a los jóvenes la percepción de los medios en los que podría haber basado su futuro. Por tanto, van a coger la primera alternativa que se les ofrezca y que, sea el Daesh o cualquier otro grupo terrorista, se basa en una ideología religiosa por un lado y en proporcionar medios económicos, por otro.

¿Puede ocurrir algo similar en Europa?

Si trasladamos esto a Europa, lo que pueden hacer es intentar mellar algunos de nuestros pilares: nuestra unión, nuestro sistema de libertades y nuestros valores, basándose en sus doctrinas en combatir el materialismo, o la falta de sentimiento religioso, por el que tanto critican a los europeos. Ante la necesidad humana de creer, expanden que su idea del mundo no es sólo material sino también espiritual, por eso diversos ciudadanos se pasan al “lado oscuro de la fuerza”.

El ministro de Defensa en funciones, Pedro Morenés, ha anunciado que la OTAN presentará en octubre “planes operativos para el sur” para responder a las amenazas terroristas que emanan de los países del Norte de África y de Oriente Próximo y que el Gobierno considera especialmente “graves” para España. ¿En qué se fundamentarán esos planes?

En el peligro potencial que representa Libia y en la presencia de células en países como Túnez o el sur de Argelia, y la presencia efectiva de células de grupos como AQMI o de otros estamentos terroristas, como el MUYAO, que suponen una amenaza para los países del norte de África de forma directa y la futura proyección de esa amenaza hacia Europa.

El Daesh ha lanzado amenazas directas a España. ¿Son reales?

El riesgo existe. Del porcentaje no se puede hablar: pueden pasar quince años sin que ocurra nada en España o puede ocurrir esta misma tarde. Cualquier país del mundo ahora mismo está bajo el riesgo de sufrir la amenaza yihadista, no descarto ninguno y no hay que bajar la guardia. España es un referente para todos los dirigentes yihadistas, tanto de Al Qaeda en su momento como del Daesh actual, o de algunos grupos del norte de África, en referencia a recuperar ese anhelado Al Ándalus y su esplendor. Como expresan en algunos mensajes “no descansaremos nuestra espadas hasta que no pisemos el usurpado suelo de Al Ándalus”. Es una frase permanentemente repetida en los mensajes yihadistas, aunque diferente es que puedan y quieran actuar, y que cuando actúen sus elementos de ataque sean efectivos o no y que el número de víctimas sean elevados o no. Hasta ahora, las Fuerzas de Seguridad del Estado han sido bastante eficientes y eficaces, desde 2004 no hemos tenido ningún atentado en España. Por eso, diferentes estamentos estamos luchando no sólo en la seguridad física sino en concienciar a la población de que tengan la tranquilidad de que nuestras fuerzas están actuando y de que, aun así, uno debe no estar temeroso, pero sí prevenido.

En España hemos puesto el foco en el terrorismo yihadista de forma especial cuando los terroristas han secuestrado a periodistas españoles. Tras la liberación de los tres últimos secuestrados, El País publicó que España había pagado unos diez millones de euros a cambio de su libertad. ¿España se coloca una nueva diana en la espalda con cada rescate?

Es un tema muy complicado. Primero hay que ver si se ha pagado o no, yo no tengo constancia. Pero es un dilema. Gran Bretaña, por ejemplo, sí ha reflejado en su estrategia antiterrorista que prohibía a las compañías de seguros pagar las pólizas de las personas raptadas en zonas de conflicto porque decían algunos especialistas que en un año el Daesh había recibido 35 millones de libras gracias a los pagos de pólizas de seguro de gente que había sido raptada y que las aseguradoras habían pagado por ellas. Sea o no cierta la cifra, está el dilema entre el interés personal, que es humano, y el interés general. En cada caso cada gobierno debe decidir cómo actuar y luego asumir las consecuencias.

Con excepciones como la anterior, las informaciones en torno al Daesh se centran habitualmente en sus combatientes, pero apenas se presta atención a las víctimas. Sólo en Faluya se calcula que hay entre 50.000 y 80.000 personas atrapadas, sin víveres y medicinas. ¿Qué sabemos de sus condiciones de vida? ¿Qué podemos descubrir en las zonas en las que el Daesh pierda la batalla?

No vemos lo que le ocurre a las víctimas porque lo que sí ha conseguido el Daesh es una gran victoria en los medios de comunicación. Están siendo los reyes. Han creado diferentes medios de comunicación, entre ellos una cadena de televisión, con sus propios corresponsales y no dejan que haya otros corresponsales, por lo que la información está siendo mediatizada completamente por el Daesh. Todo lo que sabemos de algunas zonas son las noticias que ellos nos dan. El desconocimiento de cómo están las poblaciones, de lo que se ha cometido, de asesinatos, barbaries, matanzas…desgraciadamente no tenemos datos fiables que nos informen de la realidad. Y los que tenemos no nos dan pie a ser muy optimistas.

¿Cuáles son los puntos fuertes de su estrategia de comunicación?

Todo está muy estudiado: la imagen, el sonido, incluso la música. Cuando vemos un vídeo del Daesh, lo que se escucha de fondo es una melodía entonada sólo por voces que hacen referencia a los cantos gregorianos, muy espirituales, que no te distrae de la imagen y que es muy pegadiza. Los vídeos están muy bien diseñados en el aspecto de la comunicación visual: tienen una gran calidad de imagen y sonido. Lo que ves no es agradable a la vista, pero cómo se está desarrollando esa escena, sí lo es. Y hay que tener en cuenta que ocurre algo parecido como con las películas de terror: están pensadas para un público que, cuanto más terror hay, más les gusta. En esta línea, cuanto más violencia hay, más le va a gustar a los jóvenes a los que se dirigen.

Sin embargo, no todos los vídeos incluyen contenido violento.

El argumento más utilizado es la justicia: transmiten que les han robado, masacrado, esquilmado, y que ellos van a hacer lo mismo por justicia y por venganza, buscando así a un público que ve los vídeos con estos anhelos. También hay vídeos en los que se ve a médicos curando a niños, a hospitales con médicos y enfermeras jóvenes, todos muy atractivos, en instalaciones muy limpias. Es decir, están llamando a su público diciendo que aparte de ser justicieros, también tienen la capacidad de crear un estado de bienestar. Por ejemplo, las fotografías de la revista Dabiq [principal publicación editada por el Daesh] muestran coches nuevos, edificios en construcción, casas de la tercera edad donde las personas mayores están con mesas llenas de comida. Incluso hay pies de foto en los que dicen: “Curamos el cáncer a los niños”. Todo eso tiene una doble imagen: llaman a la parte violenta y a la parte sentimental. Y son elementos que calan en diferentes estamentos de la juventud.

¿Hay un perfil de público radicalizable?

Los perfiles son multidisciplinares: hay gente de diferentes estamentos culturales, sociales, económicos… Con carreras y sin carreras; con antecedentes penales y sin ellos; que se han dedicado al cuidado del cuerpo y hacer lucha libre o artes marciales y gente que no; que ha estado en zona de operaciones, viajando a Siria, Irak o Libia, y gente que no. El único elemento común que yo haya observado, es la edad: casi todos están entre 20 y 35 años. Suelen ser varones, aunque cada vez aumenta más el número de mujeres y cada vez quienes se unen son más jóvenes.

"Los terroristas no nos está ganando la batalla del adoctrinamiento, pero están siendo efectivos"

¿Adolecentes?

Gente con 15 o 16 años. Se aprovechan de que la pubertad es un estado humano lleno de necesidades de todo tipo: violentas, sexuales o de mejorar el mundo, y ellos las potencian y las ofrecen. Muchas chiquillas en Europa están siendo atraídas por el concepto de luchador en una guerra, un árabe atractivo… A otros les venden que van a ayudar a ancianos o a huérfanos que han sufrido los bombardeos de la coalición internacional. Y a otros, el deseo de violencia, proporcionando armas, dando legitimidad para su uso y además, le dicen que el Estado o la familia se lo van a agradecer. Con ese argumento, continuamente repetido y desde la juventud, es difícil resistirse a la tentación de coger un arma y disparar.

El hecho de que no haya un perfil definido, ¿dificulta la lucha contra la prevención de la radicalización?

Muchísimo. Si analizamos los últimos ataques, no tenemos un perfil concreto ni siquiera en el modus operandi, ni en el armamento, ni en el sitio que se utiliza para atentar. Han atentado en eventos deportivos como en Boston, centros de salud como en San Diego, hospitales y escuelas como en Beslán, en Rusia, con el terrorismo checheno, museos, hoteles, estaciones de metro, aeropuertos, en plena calle… Los escenarios son múltiples y las maneras de actuar también, a veces con armamento, con explosivos, con cuchillos, con un coche, una pistola… Tampoco tienen un modus operandi concreto: a veces van uno, a veces dos, a veces grupos de tres o cuatro, un comando, asaltos múltiples. Es un espectro tan amplio que es difícil dar un parámetro. Es parte de su éxito.

¿Cómo se sustenta la maquinaria comunicativa del Daesh?

Tienen una capacidad importante de editar, por ejemplo, la revista Dabiq, de un diseño y una calidad impresionante. Producen miles vídeos copiados de películas y videojuegos famosos que hacen que se perciba como algo cercano. Y tienen internet y las redes sociales, por lo que son capaces de llegar a todo tipo de población de todo el mundo en cuestión de segundos. Esa permisibilidad para traspasar fronteras es fundamental: tienen la capacidad de llegar a cualquier punto del mundo en cualquier momento y con un mensaje atractivo para mucha gente.

Aparte del aspecto técnico, ¿nos están ganando la batalla en el terreno de las ideas?

Sí. Son capaces de captar a personas de segunda y tercera generación, que han nacido en Europa o Estados Unidos, para atentar contra sus países de origen. Hay casos paradigmáticos como el del chico afroamericano de familia baptista, bien situada económicamente, que iba a la universidad de Nashville y que de la noche a la mañana se convierte en un terrorista que ataca una oficina de reclutamiento del Ejército de EEUU, armado con una pistola. Se transformó en cuestión de un año, viajó a Yemen y volvió odiando a su entorno familiar y social, a su país.

Frente a esto, ¿tenemos una estrategia para hacer frente a esta narrativa?

Hay muchas iniciativas para apaciguar los ánimos: intentar fomentar la cooperación con los religiosos musulmanes que dan una interpretación correcta del islam como una religión de paz; o introducir en las redes una contranarrativa para que se escuchen los dos bandos. Pero la cuestión es que cuando una persona está convencida de algo, convencerla de lo contrario es muy difícil porque ya está advertida y tiene tus argumentos previamente contrargumentados.

Entonces, las estrategias de contranarrativa no están funcionando.

De momento, no. Siguen teniendo unos niveles elevados de captación. Todas las semanas hay detenciones en Europa de gente captada para que se vaya a Siria e Irak, nuevos combatientes, medios económicos para la yihad, etcétera… La contracaptación está siendo muy complicada.

Algunas de sus investigaciones hacen hincapié en la importancia de los términos que se utilizan para hablar de terrorismo yihadista. Entonces, ¿ISIS, EI o Daesh?

La evolución de lo que fue un grupo terrorista, que era la llamada Yamaát al-Tawhid wal Yihad, la asociación para el monoteísmo mediante el yihad, ha ido transformando su nombre. Cuando se adhiere como una franquicia de Al Qaeda, pasa a denominarse Al Qaeda en Irak (AQI) o Al Qaeda en el país de los dos ríos (AQPDR), y luego cambia el nombre a Estado Islámico de Irak y Sham (ISIS). El Sham es concepto que se refiere a una región que comprendería Jordania, Líbano, Siria, Israel y Palestina. Nosotros lo llamamos ISIL porque incorporamos la “L” de Levante. ¿Llamarlo Estado Islámico? No es un estado, por eso se dice “el mal llamado Estado Islámico”. Aunque de facto esté desarrollando funciones de estado en la zona donde tiene capacidad de ejercerla, no es un estado reconocido ni muchísimo menos y espero que no lo sea. Pero se le conoce como Estado Islámico porque es el objetivo que ellos tenían, aunque más bien, también para ellos sea Califato, puesto que Estado es un concepto occidental. Para ellos sería Califato y sobraría la palabra “islámico”. Podría ser Califato de Siria e Irak, pero hay que tener en cuenta que estas demarcaciones, Siria e Irak, no están reconocidos porque son nombres y delimitaciones geográficas establecidas por los occidentales en los primeros años del siglo XX.

¿De dónde procede la denominación Daesh?

La palabra Daesh, que en árabe sería Dawla al-islamiya de Irak y Sham, si la dijéramos correctamente sería Daish, con la “i” de Irak y la “sh” de Sham. Pero como en Occidente no queremos llamarlo así, le hemos puesto la “e”, porque Daesh en árabe significa “los que oprimen”. Es un juego de palabras porque el nombre correcto no puede ser el que ellos quieran, sino el que queramos ponerle. Si nos tenemos que quedar con una opción, la más extendida es Daesh, que a ellos no les gusta y que, a quien la utiliza dentro de su delimitación, recibe un castigo.