El caso de Algeciras: consideraciones sobre el delirio y la radicalización

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Inmediaciones del lugar en el que se produjo el ataque en Algeciras el pasado 25 de enero

El pasado 25 de enero de 2023, un sujeto llamado Yassin Kanjaa de 25 años increpó a unos feligreses de la iglesia de San Isidro de Algeciras a la que había accedido previamente. Apenas media hora después atacó al sacerdote de esa misma parroquia y acabó con la vida del sacristán de la iglesia Nuestra Señora de la Palma, valiéndose de un machete. Tras intentar acceder al Santuario de Nuestra Señora de Europa, finalmente fue detenido por la presunta comisión de asesinato y lesiones con fines terroristas de acuerdo con el art. 573 del código penal.

Según las informaciones publicadas en prensa en relación al informe psiquiátrico realizado por los forenses del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla por encargo del juzgado, el autor  presentaba el día de los hechos  “un cuadro de descompensación psicótica aguda de probable filiación esquizofrénica”, con “un importante grado de implicación afectiva”, caracterizado por una “ideación delirante de perjuicio y mesiánica”, lo que suponía una “muy severa afectación de sus facultades intelectivas y volitivas.”

Las presentes consideraciones toman como principal fuente el auto de prisión del 30 de enero de 2023 y referencias en prensa en relación a los sucesos. No es objeto de estas consideraciones dilucidar la responsabilidad de tipo penal del atacante, constituyéndose como una aproximación al constructo resultante del proceso de radicalización del autor de los ataques en combinación de un posible trastorno mental y su catalogación o no como acto terrorista.

Parte de los debates en torno a este tipo de incidentes lo son en tanto que el trastorno mental puede ser considerado como un factor de vulnerabilidad que facilita la radicalización o, de lo contrario, la existencia del trastorno mental como elemento determinante para catalogar el acto como ajeno al terrorismo.

La posición de los intervinientes dependerá del interés que pudieran tener en relación al tratamiento de los incidentes, pues si bien la responsabilidad penal no es la misma para el caso de que el acto sea catalogado como terrorismo, puede existir también un interés por situar la amenaza del terrorismo en una posición u otra dentro del debate público o del catálogo de preocupaciones de la ciudadanía.

 

Vulnerabilidad y voluntad

Independientemente de los análisis periciales a los que el autor de los ataques pueda ser sometido, el trastorno mental y el terrorismo no son excluyentes, como tampoco lo es la ideación delirante y el salafismo yihadista. Partiendo del hecho de que una agresión sexual no deja de serlo por el hecho de que su autor presente un cuadro de trastorno mental, el ataque de Algeciras no puede mutar en su naturaleza en función de la existencia o no de los mismos en tanto que es, en cualquier caso, la severidad de los mismos la que debe de vincularse con una posible eximente, incompleta, atenuante  o inimputabilidad del autor de acuerdo con los art. 20 y art. 21 del código penal.

Los estudios sobre radicalización habitúan al establecimiento de categorías, búsqueda de similitudes y estudio de los distintos factores que posibilitan su desarrollo. Sin embargo, la asunción del salafismo yihadismo es un acto voluntario, es decir, no puede realizarse en contra de la propia voluntad.

En el caso que nos ocupa, el sujeto parece haber transitado por un proceso de autoradicalización en probable combinación con trastorno mental, donde el individuo no es consciente de la incidencia del mismo, haciendo de este un factor de vulnerabilidad en el caso de que el sujeto se haya radicalizado en coincidencia o a causa del mismo. Si bien la prensa recoge la falta de arrepentimiento del autor, este hecho debe de enmarcase como hipótesis plausible y, de acuerdo con lo publicado hasta fecha, en la persistencia de la sintomatología del trastorno.

De la misma manera que existen procesos de radicalización con bajo componente de vivencia religiosa, existen otros donde el extremismo religioso puede salirse del marco habitual para incorporar elementos escatológicos o de la visión que de los mismos tiene el  salafismo yihadista. Elementos escatológicos que no son tampoco ajenos a otros incidentes de naturaleza criminal.

 

Incidentes aislados que se repiten en el tiempo

La existencia de este tipo de incidentes similares a los acaecidos en Algeciras no son ninguna novedad, pues responden a un mismo patrón. Las víctimas suelen ser población civil o policías y el proceder, improvisado y de carácter rudimentario. En cambio, los atacantes suelen ser actores solitarios que experimentaron un proceso de radicalización en presencia de posibles trastornos de salud mental, sin experiencia, no insertos en estructuras terroristas y con un consumo desigual de propaganda yihadista. La incidencia de los actores solitarios y la persistencia de su amenaza es recogida y reiterada desde el 2018 en los informes TE-SAT de Europol, donde destaca la presencia de trastornos mentales en los sujetos actuantes.

El autor de los hechos en Algeciras aseguró ante la policía no estar dirigido “por otras personas” ni haber jurado lealtad a ninguna organización o grupo terrorista. A este respecto, no se debe olvidar que el salafismo yihadista prescribe la yihad como deber religioso individual, luego la no incorporación o nexos con estructuras terroristas tampoco es determinante para considerarlo como acto ajeno al terrorismo. En este caso, el propio autor se definió como “un soldado de Allah por la causa del islam” no encontrándose representado en “su ideario ideológico” con Al Qaeda y Estado Islámico porque las mismas “matan a musulmanes”.

Del análisis de las redes sociales del atacante se desprende un aumento inusitado de las interacciones en los 20 días anteriores a los ataques y que según el auto supondrían el “acondicionamiento psicológico” del detenido. Entre el contenido compartido por este, pueden destacarse mensajes de diferentes autoridades doctrinales del salafismo y yihadismo como el conocido Khaled Rashed, próximo a Estado Islámico, o el notorio salafista egipcio Mohamed Hassan. En el informe de 2018 de Europol se hace referencia a la propaganda diseminada por las dos principales matrices terroristas, destacando el hecho de que en el caso de la retórica Estado Islámico, “pretende inscribirse en la tradición escatológica islámica la idea de que se acerca el enfrentamiento final entre el bien y el mal y cada individuo debe elegir un bando”.

En cuanto a su terminal móvil, según el auto judicial, “las conversaciones religiosas radicales envolvían las conversaciones de los días previos a los ataques, destacando el odio a la sociedad occidental, el doloroso castigo a impartir ante conductas prohibidas en el Corán”, así como la invitación a rezar de manera continuada a amigos y familiares ante la cercanía del fin del mundo.

 

Sobre el proceso de radicalización de Kanjaa

El autor del ataque de Algeciras llegó a España en 2022, procedente de Wad al-Marsa, a menos de una decena de kilómetros de Ceuta. Tiene antecedentes legales y, según publicó la prensa, podría tener tras de sí un historial clínico en relación a la esquizofrenia. Desde junio del año pasado tenía una orden de expulsión en marcha y sufragaba sus gastos con el dinero que sus padres le enviaban desde Marruecos. Vivía en una vivienda okupada en la planta baja de un edificio en condiciones descritas como infrahumanas. Según las declaraciones de alguno de los cohabitantes, su comportamiento era “más o menos normal”, a pesar de que “siempre había tenido problemas de agresividad” y protagonizaba episodios de “discusiones y agresividad diaria”. Sus compañeros tenían una creencia común, la de que el sujeto padecía algún tipo de trastorno mental agravado en los últimos meses, “hace uno o dos meses dejó de beber alcohol y de fumar, empezó a rezar, al principio pensábamos que iba a estar mejor, pero se puso cada vez más agresivo, más paranoico y más raro”. En unas declaraciones para la televisión catalana, un individuo aseguró que al menos unas semanas antes “empezó a rezar. Se dejó la barba y empezaba a hablar de cosas que no tenían sentido. Hablaba del demonio, de Dios” y que veía a todo el mundo como “infiel”.

También consta en el sumario la declaración de uno de los vecinos en la que relata alguno de estos incidentes violentos y cómo pudo observar “un gran cambio en Kanjaa”, principalmente en su forma de vestir “con barba y vistiendo una chilaba haciendo uso de un Corán y un rosario de cuentas que usaba a modo de rezo”, además de dedicarse a aconsejar a todas las personas que tenían que dejar de beber y fumar “porque estaba “prohibido”.

La hermana del autor de los hechos aseguró ante la Policía Nacional que la madre de ambos le advirtió sobre su hermano después de detectar “un cambio significativo” en su actitud. El propio auto de procesamiento recoge las declaraciones de uno de los cohabitantes del inmueble en el que vivía el autor de los ataques, asegurando que “tiempo atrás bebía alcohol y fumaba hachís, cambiando de hábitos de manera radical, escuchando de manera asidua el Corán a través de audios desde su teléfono móvil”.

Del análisis de su dispositivo móvil se desprende la existencia de conversaciones religiosas, como la mantenida con un sujeto al que consulta hábitos religiosos o la mantenida con la madre de uno de los habitantes del inmueble en el que vivía el autor de los hechos. De las conversiones mantenidas con dicha mujer parece deducirse que la madre del otro sujeto considera al autor de los ataques “una persona digna de confianza” pues son varios los audios en la que la madre de su compañero “se muestra preocupada por el bienestar de su hijo” entregando al autor de los ataques “el cuidado y control de su hijo”, lo que probaría según el auto la consideración de persona madura y responsable del autor de los ataques, al serle encargada la orientación de la otra persona “en la dirección correcta” e instándolo “a que lo fuerce a rezar”.

Según declaró el propio detenido a los agentes, recibió un “flash” hace unos meses que le dijo que “tenía que matar demonios o suicidarse”. Pese a que difícilmente se puede llegar a saber el sentido de estas palabras, esa suerte de revelación no estaría indicando dos opciones indiferenciadas, sino más bien excluyentes, pues estas deben de analizarse a tenor del significado religioso que ambas tienen, pues si bien “matar demonios” será una acción en el ámbito de la sumisión a Allah, el suicidio tendría connotaciones negativas pero lógicas en el proceso de degeneración personal del sujeto.

El mismo autor de lo acontecido en Algeciras envió un audio el día de los ataques en el que asegura que “el verdadero título que te da la vida no es el que te dan en la escuela, sino el que te ganas por declarar la unicidad de Dios antes de que llegue tu hora”. Según declaró, “no había bebido ni tomado ninguna droga” y la acción se le ocurrió sobre la marcha “sin haberlo premeditado”. Tal y como declaró, “quería matar y quitar de en medio a la gente” que “son enemigos del islam”, admitiendo que fue Allah quien le dijo qué es lo que tenía que hacer, y que fue esa fecha “cuando cumplió la misión”, siendo consciente “de que ese día llegaría.”

 

Cristianismo e idolatría

En uno de los audios transcritos incorporados al auto, el autor de los ataques asegura “que todos aquí (por Algeciras) son malignos miembros de la nación de Lot”, deseándoles “que un gusano les coma el estómago, que les salga un gusano en sus estómagos”. Lot es considerado profeta del islam y fue quien pretendió llevar el mensaje de Allah a los ciudadanos de Sodoma. Así, el occidente cristiano es considerado tierra de negación, Dar al-Harb o la casa de la guerra, conformada por los países no musulmanes.

El mismo Imam Ghazali (1057-1111) recoge el destino de los no musulmanes en el final de los tiempos, pues al haber oído del islam, al vivir en tierras vecinas y tener la posibilidad de mezclarse con musulmanes, estos no tendrían salvación, algo considerablemente importante a tenor de las declaraciones en cuanto a las motivaciones del atacante.

La figura de Jesús es aceptada en el islam como un profeta más de la larga lista de profetas enviados por Allah. Ahora bien, el cristianismo, es tras el mensaje de Muhammad una suerte de desviacionismo, incluso de negacionismo en tanto que no reconoce la condición de Muhammad como enviado de Dios. Ahora bien, en un contexto de fin de los tiempos, la salvación de quienes niegan esta condición, si bien es dudosa, y de quienes promueven esta negación en favor de la idolatría es aún mayor de acuerdo con determinadas interpretaciones, tanto que incluso pudiera considerárseles enviados del demonio, pues la finalidad del demonio en el islam es precisamente alejar al ser humano de la sumisión a Allah y llenar el infierno de almas.

El día del ataque, Yassin entró en la Iglesia de San Isidro profiriendo expresiones en árabe para después señalar a una de las imágenes de las Vírgenes existentes en el recinto, preguntando a los feligreses, “¿Por qué crees en una escayola?” La visión de la naturaleza idólatra del cristianismo como confesión es evidente, una situación similar a la que podría encontrarse en la Meca en los tiempos de la Yahiliya con la diferencia de que el hecho profético ya estaría sellado, y la persistencia en el error tendría un origen maligno. Según recoge la prensa, acudió a la Iglesia de San Isidro con la intención de convencer a los feligreses de que “dejasen su fe cristiana” , pues “pactaban con Satanás”. Tras golpear el altar en repetidas ocasiones con una biblia, es expulsado del recinto no sin antes proferir de manera repetitiva que “el mundo se va a acabar”.

Tras volver de su casa, haber apagado el teléfono móvil dejándolo dentro del cajón y haber escondido la funda del machete, volvió a la Iglesia de San Isidro, encontrándose con un marroquí converso al cristianismo y por tanto apóstata del islam con quien discutió y a quien agredió “con la intención de matarle” al tiempo que le gritó “¡Tú trabajas para la magia!” . Esta referencia, según recoge el auto, no es de extrañar en Marruecos en relación a sujetos que profesan cualquier religión que no sea el islam. Ahora bien, este hecho da cuenta en este caso de la visión compartida del ideario religioso de Yassin con el salafismo yihadista, en tanto que chiitas, sufíes o miembros de otras confesiones poseen una dimensión mágica en su acepción negativa  vinculada a la figura del demonio. El auto recoge que el motivo de la agresión a este nacional marroquí, converso al cristianismo y apóstata del islam, se debe a que “su corazón le dijo que trabajaba con los satanes”. Tras la agresión, el atacante le enseñó el machete que llevaba bajo la chilaba y el agredido huyó corriendo. Tal y como recoge el auto en relación al machete y la consideración que a la misma le da el autor de los ataques de acuerdo con su interpretación, “con la espada ha venido el islam y con la espada se ha propagado el islam”.

El magistrado que emite el auto considera que el autor de los ataque era consciente de lo que hacía, pues de su relato se desprende que recuerda perfectamente “con todo detalle como ocurrió todo” y  prueba de su consciencia está en el hecho que dirigió los ataque exclusivamente a los sacerdotes (o los que el identificaba como tales) y al converso con el que se cruzó, no procediendo a atacar a los feligreses, pues “sintió una revelación divina que le decía que debía de actuar contra los ritos religioso de esa iglesia”.

Como él mismo expresó, regresó a la iglesia con el objetivo de “matar a todos los sacerdotes que se encontraban en las iglesias”. De ahí que al entrar en la iglesia se dirigiera directamente al cura “porque en el islam dice que este es pecado” con la intención de “cortarle la cabeza”. Tras pensar que ya había matado a uno de los sacerdotes se dirigió a la otra iglesia con las mismas intenciones “para acabar con su maldad” y “para salvarlos del infierno”.

 

El fin de los tiempos y la llegada de la “Hora”

El fin de los tiempos es un recurso habitual en muchas tradiciones y religiones, donde a la degeneración en un contexto generalizado, la divinidad puede conceder o encomendar a un individuo o colectivo particular una función específica. En el caso del islam, este hecho se ve agravado por la consideración que tiene de sí mismo como la revelación abrahámica definitiva, siendo Muhammad el llamado sello de los profetas. La cadena de transmisión, y por tanto de la verdad revelada pervive con el error de manera que, de acuerdo con las interpretaciones más rigoristas, solo aquellos que actúan en función de lo que ellos mismos consideran una correcta interpretación y práctica de esa verdad obtendrán la salvación, a diferencia del resto, que arderá en el infierno.

El ser humano, creado para su sumisión a Allah, está abocado a la denominada “Hora”, una suerte de Big Bang a la inversa, un gran retorno a la creación cuya fecha, por indeterminada, puede suceder en cualquier momento, pues la propia existencia del ser humano es el comienzo de la cuenta atrás.

Existen aleyas y hadices que hacen mención al fin de los tiempos y a los llamados signos que de forman general anuncian la llegada de la llamada “Hora”, muestras de degeneración generalizada que por su contenido puede asimilarse a cualquier época. Una de las principales fuentes de lo que debemos de entender como las señales y signos del final de los tiempos es al-Bujari ( 810-870), el compilador más reconocido de los dichos y hechos de Muhammad. En su obra Al-Sahih se refiere a estos signos como “la desaparición de la sabiduría (con la muerte de los sabios piadosos), la difusión de la ignorancia (religiosa), el consumo de bebidas alcohólicas en gran escala o la práctica de la fornicación extendida y abierta”. A este autor podemos sumarle Sahih Muslim de al-Hajjaj (821-875). Todo un compendio profético que hace referencia a la pérdida de la fe, de las costumbres, a la falta de sinceridad, la idolatría, grandes batallas, manifestaciones malignas, fasos mesías y fenómenos atmosféricos que hacen parte del imaginario escatológico de buena parte del mundo musulmán, y que por extensión es parte del ideario del salafismo yihadista. La referencia a la “Hora” o el final de los tiempos es habitual y recurrente en los círculos del salafismo yihadista, valiéndose para ello de todo un catálogo de signos y señales que, por libre interpretación, tienen una clara dimensión de atemporalidad.

 

Urgencia y rigorismo     

La interpretación salafista del hecho escatológico se ve reforzada con su consideración de inequívoca exclusividad en la salvación. Es la llamada “taifa victoriosa”, pues la umma se dividirá en 73 sectas, de las cuales todas menos una irán al infierno, hecho que insufla considerable refuerzo identitario y motivacional al universo salafista. La creencia en la existencia de un hecho que, por inevitable, podría llegar en cualquier momento genera una propensión al rigorismo en una suerte de preparacionismo moral. Este refuerzo no suele estar exento de problemas de convivencia dentro de las comunidades musulmanas. El propio autor de los ataques fue expulsado de una de las seis mezquitas de Algeciras una semana antes de los ataques, según publicó la prensa, al reprochar a los asistentes el hablar dentro de la mezquita, el modo de rezo o la no apertura de la mezquita las 24 horas del día.

Es evidente que la práctica del islam, en realidad como el resto de religiones o creencias, no es ajena a las derivas sectarias. El concepto de deriva sectaria no supone en sí mismo la existencia de una secta sino la posibilidad de la deriva de los individuos que profesan una determinada creencia en actitudes sectarias. Esta es una cuestión conceptual de enorme interés, pues la libertad religiosa no ampara la difusión de opiniones y creencias en menoscabo de la dignidad y derechos de otros. No debemos olvidar que en algunos casos hablamos de comunidades sumamente excluyentes y contrarios al orden constitucional a la que se le suman diversas formas de coacción intra e inter grupal.

 

Salvación y altruismo

De acuerdo con el islam, la salvación se alcanza a través de la sumisión a Allah, sin asociaciones de ningún tipo. El día del juicio final, los seres humanos serán juzgados. Ahora bien, todos los seres humanos nacen sin pecado de ningún tipo, y la única manera de evitar el castigo divino, además de ser un verdadero creyente, en caso de obrar contra los preceptos del islam, pasan por el arrepentimiento sincero y la búsqueda del perdón. No obstante, la entrada en el paraíso también puede realizarse a través de la implicación en la causa de Allah, cuestión proclive a su instrumentalización y que es precisamente recurso habitual del salafismo yihadista. La vía de salvación es a través de la sumisión y cumplimiento de la sharía o de la interpretación que se haga de la misma. El propio autor hizo referencia a esta cuestión al asegurar que: “la ley islámica dice que hay muchas cosas que se pueden aplicar, y yo sé que tengo recompensa haciendo esto con Alá. Me vino y lo hice, no tengo más explicación”.

No obstante, las acciones en favor de la unicidad pueden poseer un carácter altruista en el plano prosocial pues, en el caso de Yassin Kanjaa, su acción parece estar dirigida a la salvación de quienes asisten a la misa cristiana, pues tal y como recogen los extractos de su declaración que se publicó en prensa, “Soy un mensajero de Alláh para sacar a la gente de esta situación porque mucha gente no está en el buen camino, tienen que creer en Allah y alejarse del camino de Satán, y los que sigan el camino de Satán van al infierno y los que sigan el camino de Dios van al paraíso.” A ello añade que “yo soy el mensajero de Alláh y tengo que hacer esto para salvar a esta gente (los parroquianos) para que no sigan a los curas porque les quiero salvar del infierno”.

Según la prensa, cuando el sujeto en cuestión fue detenido, se encontraba de rodillas, “mirando hacia el mar, es decir, dirección este, dirección a la Meca. Realiza gestos que indican que se encontraría rezando y pronunciando palabras en árabe. Los agentes observan el machete con el que había llevado a cabo las agresiones en el suelo. Aprovechan para reducirle y proceder a colocarle las esposas y detenerle”. Según recoge el auto, “durante el proceso de detención, Yassin no mostró ninguna resistencia, haciendo una única manifestación minutos después en la que expresaba Dios me ha salvado.”

 

¿Un acto terrorista?

Si bien es común referirse a sujetos radicalizados, bien podría hacerse referencia a la figura del fanático que, sometido a una profunda alteración cognitiva, pensamiento desiderativo o asunción de una visión dicotómica de la realidad, hace propias ideas que pueden resultar delirantes. No obstante, el fanatismo no es un trastorno mental y no está incluido en los manuales de diagnóstico comúnmente aceptados.

La clasificación en categorías de los trastornos mentales carece en realidad de una definición operacional inequívoca. En cuanto al trastorno delirante con posible filiación esquizofrénica, el propio autor de los ataques hizo referencia a “unos príncipes árabes” que le conocen como el “elegido de Allah y el último mensajero” y que “en la tierra es como Jesús” y que por supuesto los ataques se deben a una orden de la divinidad, donde el asesinato de los sacerdotes es en realidad el combate contra Satanás, que evita valiéndose de los ritos cristianos que los feligreses abracen la religión verdadera, el islam, antes de que llegue la “Hora”.

Los delirios referencian al universo mental del sujeto y dependiendo del contenido del mismo pueden poseer diferentes manifestaciones. Cuando los restos de Napoleón Bonaparte fueron traslados a Paris en 1840 en medio del clamor popular, ese año al menos 14 hombres terminaron internados en el manicomio Bicêtre de Paris por asegurar que ellos eran el emperador Napoleón. A ellos pueden sumársele el caso de dos mujeres que también creían ser Napoleón.

Los hechos de Algeciras no pueden desvincularse del resto de ataques de similares características producidos en Europa en un contexto de movilización yihadista sin precedentes. En este contexto, las principales matrices terroristas han llamado a la comisión de los atentados como forma de servir a la causa del islam y en favor de la umma.

Difícilmente los espacios de socialización de determinadas comunidades y perfiles de autor han podido mantenerse al margen, por ignorarlos por completo, del deterioro de la situación en Siria e Irak, del impacto de los estragos terroristas de los últimos años y de los debates y posiciones de los distintos actores involucrados.

Los ataques del pasado enero fueron realizados por un sujeto previamente autoradicalizado que había consumido propaganda yihadista. Si bien el posible trastorno deviene en factor de vulnerabilidad, sujetos insertos en el salafismo yihadista y en ausencia de trastornos mentales poseen creencias compartidas con el autor de los ataques. A ello debe de sumársele el procedimiento de ejecución, los blancos escogidos, la finalidad, y motivación para los mismos.

Existen, por lo tanto, indicios suficientes para considerar los ataques como actos terroristas, todo ello con independencia de las eximentes o atenuantes que pudieran aplicarse al autor.