Análisis de la actividad yihadista en el Magreb y el Sahel Occidental de marzo 2019

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Después de seis semanas de multitudinarias protestas populares que han acaparado toda la atención mediática en Argelia, Abdelaziz Bouteflika anunció finalmente su dimisión nada más comenzar el mes de abril. De esta forma, y tras más de 20 años en el poder, el octogenario presidente cedió a las demandas populares y las de su propio Ejército. Y ahora, con Abdelkader Bensalah como presidente interino, Argelia se enfrenta al desafío de organizar las próximas elecciones y de gestionar el deseo de cambio de gran parte de su población sin que ello afecte a las políticas y operaciones militares con las que hacen frente a los grupos terroristas del sur y este del país. A lo largo de estos años, Argelia se ha convertido en uno de los ejes de la lucha contra los grupos terroristas en el Magreb y el Sahel, como demuestran el acuerdo de cooperación con España en la lucha contra el terrorismo firmado el 6 de marzo, los cinco arrestos llevados a cabo en el mes o la constante labor de sus militares en la búsqueda y destrucción de elementos de apoyo como búnkeres, arsenales y casamatas.

Salvando las distancias, Túnez vive una inestabilidad análoga. El país lleva ya más de tres años sometido sin interrupción al estado de excepción. A este respecto, Amnistía Internacional ha dado la voz de alarma en este mes de marzo, pues esta situación de carácter excepcional pone en duda los derechos humanos y las libertades fundamentales, también en el marco de la lucha contra el terrorismo. Por su parte, las autoridades se muestran confiadas y aseguran que la situación de seguridad ha mejorado significativamente en estos tres años. En efecto, Túnez ha manejado la amenaza terrorista mejor que sus países vecinos o al menos les ha dado mejores resultados. Es cierto que sufre atentados esporádicos, como el de la avenida Bourguiba de la capital en octubre, pero sus fuerzas militares mantienen un ritmo acelerado de arrestos y operaciones antiterroristas para controlar a grupos ligados a Al Qaeda o Daesh. En marzo, los militares abatieron a tres terroristas en la región montañosa de Kasserine (caso de estudio #34) y arrestaron a otros seis individuos.

Libia ha sido otro de los países con mayores cambios durante el mes de marzo. El conflicto que enfrenta a las tropas del general Haftar y al gobierno de Trípoli, este último reconocido por la ONU, llevaba ya años de estancamiento político y militar. No obstante, Haftar ha sabido aprovechar su momento en lo que llevamos de año. Comenzó haciéndose con el control de campos petrolíferos clave en el sur del país y, con el estimable apoyo de Rusia, hoy está a las puertas de Trípoli, lo más cerca que ha estado este cargo militar de la victoria. Asimismo, está en sus manos el llegar a un pacto con el gobierno de Fayez al Sarraj (que ya ha anunciado elecciones a finales de año) u optar por una invasión militar. Está por ver cómo influye la evolución del conflicto a Daesh, grupo terrorista que hasta ahora se ha aprovechado de la inseguridad, la pobreza y el caos causados por la guerra. En este mes el Observatorio solo ha contabilizado un ataque (#41), en el que los terroristas han matado a un civil y secuestrado a otros tres.

Debido a esta inestabilidad, sobre todo en el sur, Chad ha decidido cerrar su frontera con Libia: “La zona es frecuentada por matones, terroristas y rebeldes y cualquier persona que se encuentre en la frontera de Kouri Bougoudi será considerada un terrorista”, advirtió el ministro de Seguridad Nacional, Mahamat Abba Ali Salah. Por su parte, hay que destacar que Chad ha sufrido uno de los mayores atentados de marzo, pero no en la frontera con Libia, sino en el sur, en la zona del lago Chad, donde Boko Haram ha asesinado a 23 soldados (#39), lo que supuso el despido inmediato del jefe de personal de las Fuerzas Armadas.

Asimismo, Boko Haram y su escisión ligada a Daesh, ISWA, organización que supuestamente tiene nuevo líder (Abú Abdulá Ibn Umar al Barnaui), siguen realizando atentados y ataques en Nigeria y Níger, con 37 y 40 víctimas mortales, respectivamente, durante marzo. El caso de Níger es especialmente llamativo, pues no suele superar, ni tan siquiera acercarse, a Nigeria en número de bajas. Sin que haya una razón aparente, los ataques de Boko Haram han traspasado las fronteras más de lo habitual y se han concentrado en los pueblos y posiciones militares de la zona sureste de Níger, lo que ha obligado a cientos de desplazados internos y refugiados a abandonar sus sitios de acogida en Diffa.

En cuanto a Malí, el país centra su atención en la escalada de violencia intercomunitaria en el centro de su territorio, sobre todo en la región de Mopti, que ha llegado a una nueva cima con 135 pastores de la etnia fulani asesinados en un solo ataque. Sin duda, se trata de sucesos relacionados con el terrorismo yihadista. Sin ir más lejos, expertos y residentes aseguran a los medios locales que la matanza ha sido una represalia por un ataque anterior perpetrado por JNIM y que mató a 23 militares en una base de Diouram (#30). Por un lado, el Ejército maliense utiliza a los cazadores dozo en su lucha contra el yihadismo y contra los fulani, a quienes consideran cómplices. Por otra parte, el yihadismo se ha aprovechado del sentimiento de agravio de los fulani para penetrar en la región, captando así a muchos de ellos para la causa. “¿Es esta una tragedia sin fin?”, se preguntan desde la prensa francesa.

Esa misma violencia se ha trasladado, ya no de manera intermitente sino permanente, a la vecina Burkina Faso. Al menos doce personas, entre civiles y militares, han perdido la vida en ataques terroristas durante el mes de marzo. Esta situación está obligando al Ejército a actuar con más violencia, llegando incluso a levantar sospechas de cometer asesinatos extrajudiciales. Este mes la ONG Mouvement burkinabè des droits de l’homme et du peuple (MBDHP) ha acusado a las fuerzas militares de haber ejecutado a 60 personas. El Gobierno, por su parte, ha publicado una lista de 247 personas buscadas por los servicios de seguridad, bien por pertenecer a una organización terrorista o por haber colaborado con ellas.

En un nivel inferior de intensidad, encontramos a Marruecos, en donde los efectivos del Buró Central de Investigación Judicial han desarticulado una célula de seis miembros ligada a Daesh en las ciudades de Sido Benur, El Yadida, Mohamedia y Marrakech. Por último, hay que recordar que en Senegal ya ha comenzado el juicio a Saër Kébé y a Iman Dianko por apología del terrorismo y asociación con terroristas.