En referencia al literario Comala, Juan Rulfo en «Pedro Páramo» afirmaba que “Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo”. En esta descripción podría tener encaje, en este caso totalmente real, una región que, por desgracia, tiene precisamente a la tensión, y la desdicha derivada de la misma, como uno de sus principales elementos distintivos: Cachemira.
Sobre esta región, François Bernier (1620-1688) la describía así: “El paraíso terrenal de las Indias” (…) “una comarca bellísima de treinta leguas de longitud aproximadamente y de diez o doce de anchura. Se halla situada en el extremo del Indostán, al norte de Lahor, y enclavada en el fondo de las montañas del Cáucaso, entre las de los reyes del gran Tíbet, del pequeño Tíbet, y del rajá Gamon que son sus más próximos vecinos”.
Entre los siglos XVII y XX la actual Cachemira estuvo bajo dominio británico. Este control fue ejercido en un primer estadio por la Compañía Británica de las Indias Orientales y desde el año 1858, por la propia Corona. La India británica fue escenario de violentos choques entre las comunidades hindú, mayoritaria, y la musulmana. Esta última proclamó el nacimiento del Estado de Pakistán el 14 de agosto de 1947 haciendo lo propio India al día siguiente.
Cachemira era un principado de mayoría musulmana a cuyo frente se encontraba un hindú, el maharajá Hari Singh, partidario de un status de independencia. Singh observó cómo parte del oeste de Cachemira caía en manos de rebeldes financiados por Pakistán y cómo, en septiembre de 1947, integrantes de tribus pashtunes se dirigían hacia la zona desde suelo paquistaní. El maharajá Hari Singh solicitó ayuda militar a India, ayuda que fue condicionada a cambio de que Cachemira pasase a ser territorio indio. El acuerdo se materializó en octubre de 1947 mediante la firma de un Instrumento de Adhesión.
Las décadas siguientes no trajeron tranquilidad a la región. India y Pakistán se enfrentaron por el control de Cachemira en tres ocasiones en los años 1947, 1965 y 1999 -esta última cuando ambos países ya disponían del arma nuclear-. A estas confrontaciones hay que añadir una contienda sino-india en 1962. En la actualidad India mantiene el control de las zonas centrales y meridionales, Jammu and Kashmir, (un 43% del territorio), Pakistán los territorios del Norte y Azad Kashmir en la parte noroccidental (un 37% del territorio) y China la región nororiental (un 20% del territorio).
Bajo el gobierno del jeque Muhammad Abdullah Cachemira experimentó a partir de la década de 1980 un incremento del esfuerzo por implementar la islamización de la zona. En torno a 2.500 poblaciones cambiaron su denominación original siendo un claro ejemplo el de la ciudad Anantnag a la que se conocería como Islamabad, al igual que la capital de Pakistán. Fueron distribuidas copias del libro «Cachemira lucha por la libertad» del autor pakistaní Muhammed Yusuf Saraf, al igual que ejemplares de la obra «Sobre la guerra de guerrillas» de Ernesto Che Guevara.
Antes de 1980 eran escasos los focos de radicalismo islamista en la región y se localizaban en lugares aislados en torno a la zona de Anantnag o en Sopore. El islam originario en Cachemira era una variante del sufismo con influencias hindúes al ser esta la religión mayoritaria en la zona hasta la conversión islámica entre los siglos XIV y XIX. A comienzos de 1986, extremistas religiosos atacaron a los pandits, minoría hindú de Cachemira, destruyendo varios de sus templos. Algunos de esos disturbios tuvieron lugar en viernes, por lo que se apunta que el detonante de los mismos fueron los encendidos sermones pronunciados durante el rezo en las mezquitas por clérigos fundamentalistas que habían sido enviados ex profeso a la zona desde Pakistán.
Desde el 19 de enero de 1990 se produjo un éxodo masivo de pandits de la región debido a los ataques y amenazas de radicales musulmanes que solamente les ofrecieron tres opciones: la conversión al islam, el éxodo o la muerte. Se calcula que unos 350.000 componentes de unas 70.000 familias abandonaron la zona en las semanas y meses siguientes.
La respuesta de India se tradujo en el despliegue en la región de un gran número de efectivos de las fuerzas de seguridad que contaban con poderes extraordinarios. Ante la incapacidad de la Policía de hacerse con el control de la situación, las autoridades indias pusieron en servicio a un elevado número de componentes de la Central Reserve Police Force (CRPF), cuerpo policial con estructura militar bajo cuya responsabilidad estaba el mantenimiento del orden público, así como labores de contrainsurgencia. Estas labores fueron asumidas posteriormente por la Border Security Forces (BSF) contando con la participación de otras unidades de las fuerzas armadas de India como los Rashtriya Rifles, unidad fundada en 1990 y considerada como el batallón de contrainsurgencia más grande del mundo.
El surgimiento de Jaish-e-Mohammad
El conflicto etnoreligioso que estalló en Cachemira, cuyo coste total en vidas podría alcanzar los 100.000 fallecidos, no pasó desapercibido al Inter-Services Intelligence Directorate (ISI-D). El poderoso servicio de inteligencia de Pakistán ha sido objeto de acusaciones de forjar una «alianza impía», con militares y teólogos islámicos que tuvo como consecuencia un auge del extremismo religioso materializado en ocasiones con la génesis de grupos que justificaban su praxis violenta con una interpretación sesgada del sentimiento religioso musulmán. Uno de estos grupos fue Jaish-e-Mohammad (JeM).
Jaish-e-Mohammad, «El Ejército de Mahoma», fue fundado por Mohammed Masood Azhar Alvi. Nació en Bahawalpur (Pakistán) el 10 de julio de 1968, hijo de Allah Bakhsh Shabir, director de una escuela pública y cabeza de una familia muy numerosa. Azhar tenía once hermanos (seis mujeres y cinco hombres) que residían todos en la explotación avícola y lechera que la familia poseía en Kaunsar Colony, Bahawalpur. Este clérigo radical ascendió al frente de Harakat ul-Mujahidin (HuM) en 1994. Este grupo, también conocido como Harakat Ul-Ansar fue fundado en 1985 por Fazlur Rehman Khalil, siendo a su vez una escisión de Harkat-ul-Jihad-al-Islami (HuJI), que formaba parte de la pléyade de organizaciones yihadistas que por aquel entonces combatían contra la intervención soviética en Afganistán (1979-1989) con la aquiescencia -y los dólares- de otras potencias que las definían con el más que dudoso calificativo de «luchadores por la libertad». Poco duró al frente del grupo Azhar, ya que ese mismo año fuerzas de India procedieron a su detención, acusado de colaborar con Al Qaeda y de combatir a las tropas de EE.UU. desplegadas en Somalia.
Los intentos de HuM por liberar a su efímero líder fueron infructuosos hasta 1999. El 24 de diciembre de ese mismo año, cinco terroristas del grupo se hicieron con el control del vuelo de Indian Airlines, IC-814, de Katmandú (Nepal) a Delhi (India). Después de tomar tierra en las ciudades paquistaníes de Amritsar y Lahore y en los Emiratos Árabes Unidos, los secuestradores llevaron la aeronave a la ciudad de Kandahar (Afganistán), cuna de Mohamed Omar, el mulá al frente del movimiento talibán cuyo férreo puño dominaba el país afgano. A bordo del aparato viajaban 179 personas, 11 de las cuales pertenecían a la tripulación y 24 que eran ciudadanos de nacionalidad distinta a la india. Los secuestradores asesinaron a un pasajero, Rupin Katiyal, y tras varias rondas de negociaciones consiguieron que el gobierno indio de Atal Bihari Vajpayee liberase a tres terroristas encarcelados en centros penitenciarios del país. Uno de ellos era Mohammed Masood Azhar Alvi.
Masood Azhar tuvo una forma cuanto menos sorprendente de «agradecer» a sus correligionarios los esfuerzos realizados para conseguir su excarcelación. Tras una vista a Afganistán, donde se habría entrevistado con Osama Bin Laden, el 4 de febrero de 2000 estableció en Karachi (Pakistán) una nueva organización denominada Jaish-e-Mohammad (JeM) que atrajo a sus filas en torno a una tercera parte de la militancia de Harakat ul-Mujahidin, lo que derivó en una violenta rivalidad entre ambos grupos. La nueva organización yihadista habría tenido un apadrinamiento notable, ya que contaba con el beneplácito del propio líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, así como de otros grupos yihadistas y de los líderes de las tres principales escuelas religiosas paquistaníes: el Mufti Nizamuddin Shamzai de Majlis-e-Tawan-e-Islami, el Mufti Rashid Ahmed de Dar-Ul Ifta-e-Wal-Irshad, y Maulana Sher Ali de Sheikh-ul-Hadith Dar-Ul Haqqania.
Además, el surgimiento de JeM también habría sido contemplado con buenos ojos por el omnipresente ISI-D. Esta agencia paquistaní, fundada en 1948, ha realizado acciones cuanto menos cuestionables que la llevaron a ser descrita por funcionarios de Washington, según los cables difundidos por WikiLeaks en abril de 2011, como una organización «terrorista» similar a Al Qaeda y los talibán. Llamativas palabras, máxime cuando atañen a un servicio de inteligencia de un país que colaboró con EE.UU. no solo en su «Guerra Global contra el Terror», sino que en no pocas ocasiones fue el músculo que en su momento impulsó el puño islamista que golpeó a los soviéticos en Afganistán.
Mohammed Masood Azhar Alvi es el autor de Fazail-e-jihad (Las virtudes de la yihad), pretendido opúsculo religioso escrito en urdu cuya parte final, a modo de conclusión, recoge una verdadera declaración de intenciones, cuyo tono subyace a través del total de 153 páginas que componen el documento:
“Este libro testifica la verdad de que la yihad es la obligación más importante y necesaria del Islam y debido a esto, se considera la más virtuosa de las acciones (…) Recientemente hemos visto el despertar de los países musulmanes de la Umma [la comunidad de fieles], tales como: Argelia, Sudán, Chechenia, Afganistán, etc. Los musulmanes se están dando cuenta de que la yihad es lo único que los kuffar [infieles] comprenden y que es el único camino para establecer y sostener la religión de Alá”.
Según una publicación de CTC (Combating Terrorism Center) de West Point de marzo de 2010, Fazail-e-jihad y Aur Fidai Hamlay (Islam y ataques suicidas) escrita por el Mufti Abdul Bashar Qasmi, fue clave para la captación y el adoctrinamiento de jóvenes, como aquellos que fueron adiestrados en campamentos situados en la región paquistaní de Waziristán del Sur, aunque inicialmente la obra no fue pensada para ellos.
El inicio de la campaña de atentados terroristas
Estos jóvenes no eran en absoluto refractarios a la prédica yihadista, en especial a la de Mohammed Masood Azhar Alvi, como se puso de manifiesto por la más expeditiva y brutal vía de los hechos en la persona de Afaq Ahmad Sha. El 19 de abril de 2000, este estudiante de 17 años lanzó un vehículo cargado de explosivos contra el cuartel general del 15º Cuerpo del Ejército en Badami Bagh en Srinagar. Además de alcanzar, según la delirante propaganda yidadista el Firdaws, el séptimo nivel de la Yanna, el paraíso descrito en el Corán al que acceden los profetas y los mártires, consiguió el más que dudoso honor de ser el primer terrorista suicida en el conflicto de Cachemira. El día de Navidad de ese mismo año, esas mismas instalaciones militares volvieron a ser atacadas con el mismo modus operandi mediante un atentado suicida perpetrado por un operativo de JeM de origen británico.
Las Fuerzas Armadas de India continuaron en el punto de mira de JeM. El 2 de enero de 2016, seis integrantes del grupo terrorista lanzaron un ataque sorpresa contra la Base de la Fuerza Aérea de Pathankot, en el estado indio de Punjab, con el objetivo de destruir los aviones y helicópteros militares que acogían las instalaciones, desatándose un enfrentamiento armado con las tropas allí acuarteladas. A consecuencia del mismo, el comando atacante fue abatido en su totalidad. Por su parte, las fuerzas indias tuvieron que lamentar diez víctimas mortales y 22 heridos. La alargada sombra del ISI-D paquistaní se extendió sobre el atentado. Fuentes de inteligencia de India afirmaron que la acción terrorista fue coordinada desde una sala de control de JeM establecida en Bahawalpur (Pakistán) y además señalaron que detrás de las armas sofisticadas empleadas por los terroristas estaban las Fuerzas Armadas de Pakistán y el propio ISI-D.
Sin abandonar el año 2016, concretamente el 18 de septiembre, un campamento militar situado cerca de la sede de la Brigada 12 del Ejército en Uri, Distrito de Baramulla, uno de los asentamientos más antiguos que el Ejército indio posee en Cachemira, recibió el ataque de cuatro individuos pertenecientes a la Escuadra ‘Afzal Guru de JeM. Equipados con fusiles automáticos y granadas de mano, asesinaron a 18 militares indios antes de ser abatidos.
El ministro del Interior de India, Rajnath Singh, señaló directamente a Pakistán acusándolo de ser un «Estado terrorista» y pidió su aislamiento internacional. Según informaciones que trascendieron poco después del atentado, la cúpula de las Fuerzas Armadas de India demandó al mandatario del país la autorización de misiones trasfronterizas limitadas pero punitivas con el fin de «enviar un mensaje» a Pakistán, al que consideraban responsable del atentado.
El lenguaje belicista siguió reproduciéndose en febrero de 2018 cuando Nirmala Sitharaman, la ministra india de Defensa, afirmó que Pakistán iba a pagar por su implicación en un atentado de JeM contra un campamento del ejército indio cerca de Sunjuwan en el que tres terroristas, antes de ser neutralizados, asesinaron a seis militares y un civil, padre a su vez de una de las víctimas mortales. En su nada tranquilizadora respuesta, Pakistán afirmó que «era capaz de defenderse de cualquier acto de agresión».
Tensión geopolítica y militar entre Pakistán e India
Un año después, en 2019, otra vez en el mes de febrero, se dio un atentado del JeM y de nuevo contra instalaciones militares. El día 14, un terrorista suicida de 22 años al volante de un vehículo cargado de explosivos hizo detonar su carga contra un convoy que trasportaba efectivos policiales de India en el distrito de Pulwama, al sur de Cachemira. Más de cuarenta personas resultaron asesinadas y se contaron por decenas los heridos. Se trataba del ataque más mortífero en la zona en tres décadas. Satyapal Malik, gobernador de Cachemira, consideró que era evidente que el atentado había sido «guiado desde el otro lado de la frontera» en referencia al vecino Pakistán, asegurando además que acabarían con esas fuerzas enemigas personificadas en el grupo yihadista que reivindicó el atentado, Jaish-e-Muhammad (JeM).
Fotograma de un vídeo de JeM en el que se puede ver al autor del atentado suicida de Pulwama (2019). Fuente: India Today
Estas declaraciones se tradujeron rápidamente en hechos. India y Pakistán protagonizaron importantes episodios de intercambio de fuego de artillería entre posiciones fronterizas. El 26 de febrero de 2019, un escuadrón de 12 aviones de combate Mirage 2000 de la Fuerza aérea de India cruzó la Línea de Control (LoC) que separa ambos países y se adentraron en territorio paquistaní bombardeando un campamento de JeM en Balakot. Esta acción recibió el nombre clave de “Operación Bandar”.
La aviación de guerra de Pakistán ejecutó una acción de represalia al día siguiente en la que fue derribado un F-16 de Pakistán tras ser alcanzado por un misil R-3 disparado desde un Mig 21 Bison de la fuerza aérea india. A su vez, la aeronave india, recibió el impacto de un misil AMRAAM paquistaní que provocó el aterrizaje del avión de combate en territorio de Pakistán y la captura del piloto, Abhinandan Varthaman. El militar, entregado a las autoridades indias por sus homólogos paquistaníes el 1 de marzo de 2019, alcanzó el rango de héroe nacional, siendo distinguido con el Vir Chakra, la tercera condecoración india en importancia en tiempo de guerra.
Infografía del ataque aéreo de India contra posiciones de JeM en Balakot (Pakistán). Fuente: Indian Defence Review
En ese interín en el que parecían retumbar con más fragor los tambores de guerra, la tensión acabó disminuyendo al menos temporalmente, gracias en parte a Imran Khan, entonces Primer Ministro de Pakistán, quien declaró:
“Todas las guerras en la historia del mundo han sido mal calculadas, los que comenzaron las guerras no sabían cómo acabarían. Entonces, quiero preguntarle a la India, con las armas que ustedes y nosotros tenemos, ¿podemos permitirnos un error de cálculo?”.
Sabias palabras, las cuales deberían ser muy tenidas en cuenta cuando, por veleidades geopolíticas, se tuviese la tentación de emplear como actor interpuesto a grupos yihadistas como JeM, que ha demostrado que la traición – a las leyes, a los verdaderos valores de la fe que dicen defender e incluso a sus correligionarios yihadistas- es un estigma que lleva marcado a fuego.
Referencias
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CENTER FOR INTERNATIONAL SECURITY AND COOPERATION (CISAC). CISAC is a research center at the Freeman Spogli Institute for International Studies “Jaish-e-Mohammed (JeM)”, disponible en https://cisac.fsi.stanford.edu/mappingmilitants/profiles/jaish-e-mohammed
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