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Un estudio reciente entre condenados por terrorismo revela que los radicalizados son más jóvenes, están influenciados por los videojuegos y tienen antecedentes por delitos de violencia común.

En la actualidad el proceso de radicalización alcanza a más personas que años atrás debido a que la utilización de las redes sociales ha facilitado que se pueda acceder a más individuos que antes no se llegaba. Esta vía ha permitido exponer de manera intensiva y continua a los individuos a un conjunto de propaganda terrorista.

En un primer punto tendríamos delante un fenómeno nada novedoso. El hecho de que unos individuos que defienden una ideología, sea de la vertieradicalizados detenidosnte que sea, asuman unos ideales y unas acciones violentas que acompañan a estos, no es un fenómeno nuevo. Tampoco estamos frente a un proceso único sino que es necesario una evolución hacia unos objetivos principalmente extremistas, un proceso en donde los individuos entran y no todos llegarán a radicalizarse de la misma manera que los que lleguen hasta el final. Un viaje que de la misma forma que empieza puede acabar y neutralizarse de manera indefinida.

Lo que sí nos encontramos en este terrorismo de etiología jihadista actual es una variedad de perfiles que dificultan la clasificación y detección a tiempo de los integrantes de estos grupos radicales violentos. Realizar un perfil criminológico del jihadista, agrupar unos rasgos definitorios para acotar la muestra donde focalizar las diferentes políticas de prevención, es complicado, aunque hemos observado que aparecen algunos rasgos identificativos que se repiten en varios de los componentes de estos grupos. En un reciente estudio con diferentes países europeos analizando a radicalizados y reclutadores investigados por delitos de terrorismo hemos observado varias variables que van modificándose a medida que pasa el tiempo. Mientras se mantienen características como la radicalización en chicos y chicas de segunda y tercera generación, musulmanes no practicantes, nivel de estudios básico, usuarios de las redes sociales e incremento de los conversos, aparecen variaciones en los últimos radicalizados de la muestra como la media de edad que disminuye, la captación ya no solo es por redes sociales sino que aparecen los videojuegos, la mayoría de chicos no viajan a Siria o Iraq como última fase de radicalización y aumentan los porcentajes de antecedentes de delincuencia común.

Pero hay un actor en todo este terrorismo que no solemos prestarle mucha atención y tiene una gran importancia, me refiero a las diferentes víctimas directas e indirectas de estos asesinos.

Habitualmente solemos centrarnos en el terrorista dejando de lado a la víctima, pero el fenómeno del terrorismo de Daesh y Al Qaeda aquí en Occidente difícilmente puede explicarse y entender sin el análisis de las víctimas. Si entendemos por “víctima” aquellas personas que, individual o colectivamente han sufrido perjuicio incluyendo daño físico o mental, sufrimiento emocional, pérdida económica o deterioro substancial de sus derechos fundamentales por medio de actos u omisiones en infracción de las leyes penales operantes en los Estados Miembros, incluyendo aquellas que establecen prescripciones relativas al abuso del poder,[1] podríamos decir que en este tipo de terrorismo de etiología jihadista, debemos tener en cuenta que no sólo son víctimas las personas que desgraciadamente mueren en un atentado suicida perpetrado por estos asesinos y sus familiares directos sino que también lo son la comunidad islámica en general ya que cada vez que ocurre un atentado son los objetivos de las críticas mediáticas y sociales que la hacen responsable de tales atrocidades. Seguimos relacionando Islam con terrorismo, y esto solo beneficia a estos fanáticos que matan en nombre de ese falso Islam. Pero también son víctimas esos jóvenes, chicas y chicos, que los reclutadores han seducido y convencido para que encuentren atractivo el discurso que ofrecen dando su vida por una causa mientras nuestra sociedad no ha hecho nada para evitarlo.

Es fundamental para impedir que estos jóvenes no caigan en las redes de estos terroristas aportarles desde la sociedad unos recursos más atractivos que los que les ofrecen estos asesinos y sobretodo sin formación, información ni medidas de prevención focalizadas a estos grupos más sensibles de ser radicalizados, los terroristas seguirán ganándonos la batalla

[1] ONU, Declaración de Principios Básicos de Justicia para las Víctimas de Delito y del Abuso de Poder adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1985, www.onu.org

*David Garriga Guitart es licenciado en Criminología, especialista en terrorismo yihadista, analista de SECINDEF (Security, Intelligence and Defense) y profesor de la Fundación Behavior & Law.