Un total de 25 países, 7 de ellos europeos, han sido escenarios de atentados yihadistas que se han cobrado más de 700 víctimas. Los ataques más graves se han perpetrado en Afganistán.
El día 17 de agosto de 2017 quedará marcado de nuevo para todos los ciudadanos españoles, igual que sucedió con el 11-M. Han tenido que pasar trece años para que el terrorismo de carácter yihadista vuelva a cometer un atentado en una ciudad española, siendo Barcelona y Cambrils los objetivos en esta ocasión. En estos momentos en los que parece que el reconocimiento sobre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad está siendo cuestionado y utilizado con evidentes motivaciones políticas es fundamental recordar que si nuestro país ha vivido tranquilo y seguro durante todos estos años es precisamente gracias a la labor que han cometido día a día, desbaratando posibles ataques y desarticulando decenas de células.
Los atentados de Barcelona y Cambrils forman parte del total de 153 atentados de etiología yihadista que han sido documentados por la presente investigación a nivel global. El resultado más negativo de estas acciones es el número de fallecidos, que ha ascendido durante este mes a 723.
Análisis
Los atentados que se están produciendo de forma más asidua en territorios europeos durante los dos últimos años son la cima del iceberg de un fenómeno que sigue expandiéndose cada día que pasa. La amenaza del terrorismo yihadista ha adquirido tal capacidad que puede golpear cualquier Estado, mostrando de forma patente que la protección ciudadana no se puede conseguir al cien por cien y que cualquier fractura tanto en la sociedad como en el ámbito de seguridad es aprovechada por el terror para hacer acto de presencia.
En agosto se han dado al menos 153 atentados que cumplen los condicionantes de esta investigación para ser documentados e incorporados como casos de estudio. A lo largo de este mes, el atentado más letal, con 60 muertos, se produjo en la ciudad afgana de Sar e Pul (caso de estudio #28) tras darse una inusual cooperación entre Daesh y los talibán, dos organizaciones enfrentadas por el control del territorio en Afganistán, con el fin de masacrar la citada población, siendo la mayoría de sus habitantes chiíes. Esta colaboración no debe ser entendida como algo excepcional, ya que ocasionalmente se dan confluencias de intereses entre distintas organizaciones rivales a la hora de combatir un objetivo determinado. Por otro lado, Daesh cometió el otro mayor atentado del mes, siendo también Afganistán escenario de ello, aunque esta vez se produjo en su capital Kabul (#121) el día 25, saldándose con la muerte de al menos 40 personas tras un ataque organizado por varios individuos sobre una mequita chií en la que un terrorista se inmoló en su entrada a la hora del rezo del viernes y posteriormente otros hombres abrieron fuego en su interior.
Tanto el número de atentados producidos en agosto como el de las víctimas provocadas por ellos se asemejan en términos cuantitativos a los resultados en el mes anterior. La media inferior a las cinco muertes por atentado hace ver que la mayoría de acciones son de baja intensidad, aunque el número de estas ha ascendido de forma exponencial si se compara con períodos pasados. Por lo tanto, estamos ante la presencia de un terrorismo que en términos generales aprovecha cualquier tipo de recurso con el que promover el miedo y la muerte. El paradigma de esta realidad a nivel global a día de hoy es Irak y Afganistán, dos Estados fallidos en los que a diario se producen atentados perpetrados por organizaciones yihadistas, generalmente de baja intensidad, y en los que la suma de fallecidos aumenta con el paso de las horas. El dato que mejor representa esta realidad es que en este último mes en estos dos países se han producido más de la mitad de los atentados yihadistas registrados a nivel mundial, dándose en ellos 82 de los 153 documentados este mes. Tanto en Irak como en Afganistán se da de forma diaria la activación de IED’s en las carreteras que acaban con la vida tanto de civiles como de fuerzas de seguridad, la explosión de coches bomba aparcados en las calles o la presencia de terroristas suicidas que no dudan en inmolarse. Que estos dos Estados fuesen el escenario de las intervenciones militares occidentales a principios de siglo debería ser un indicador para reflexionar sobre todo aquello que se ha hecho mal, siendo necesario que se exijan responsabilidades y que se busquen soluciones.
El mismo paradigma de Irak y Afganistán resulta útil para comprender cuáles son las organizaciones yihadistas con mayor índice de actividad en estos momentos. La gráfica superior refleja que Daesh es el mayor referente de la ideología yihadista cometiendo más de dos acciones diarias. El foco de su actividad sigue siendo Irak y Siria, donde todavía ostentan territorios de su califato, el cual sigue derrumbándose como si se tratase de un castillo de naipes. No obstante, la situación especialmente en Irak es alarmante, ya que se está viendo como se producen atentados de forma frecuente en territorios que meses atrás han sido arrebatados a las huestes del autodenominado Estado Islámico, por lo que estas acciones deben ser tenidas en cuenta de cara al futuro, ya que el derrumbe del califato en ningún momento supondrá la desaparición de la actividad de este grupo y mucho menos de la ideología emanada por él. Por otro lado, será interesante seguir la evolución de sus filiales y grupos con los que mantiene vínculos a medida que se siga dando su derrota militar, ya que es posible que muchos de sus combatientes pasen a formar parte de estos grupos con los que existen lazos de fidelidad, siendo especialmente preocupante el posible devenir en regiones como el sudeste asiático o el norte de África.
Por otro lado, los grupos talibán siguen abarcando mayores superficies de territorio, teniendo gran parte de culpa en el hecho de que las autoridades gubernamentales tengan el control solamente sobre el 50% del territorio afgano. El resto del país ya está bajo el poder de los talibán o está en disputa entre distintas facciones yihadistas y el Gobierno. La emergente fuerza que van adquiriendo los grupos talibán tiene su mejor exponente en el aumento de atentados y su dispersión por toda la geografía afgana, poniendo de manifiesto la debilidad de las autoridades por hacerle frente y garantizar la seguridad. La realidad es que a día de hoy, tras casi dieciséis años desde la invasión estadounidense, el panorama actual poco tiene que envidiar a la amenaza que por aquel entonces representaban ya los talibán que ejercían el poder.
En cuanto a al Qaeda, la situación actual viene siendo similar a la de los últimos meses, adquiriendo paulatinamente de nuevo un protagonismo que le fue arrebatado hace ya más de tres años por Daesh. La cantidad de filiales y organizaciones con vínculos de fidelidad que existen a escala global le han garantizado la supervivencia y desde hace años recae sobre éstas su liderazgo. Especialmente durante este último año resulta interesante la aparición en el Sahel de JNIM, una gran coalición de grupos yihadistas en Mali bajo el amparo de al Qaeda, que desde entonces está adquiriendo gran protagonismo en la región y se ha convertido en otro de los factores de desestabilización, al igual que lo llevan siendo desde hace años Boko Haram en el entorno del lago Chad y al Shabaab en el Cuerno de África.
Estas dos últimas organizaciones siguen sobreviviendo pese a que se ha intensificado la lucha contra ellas. Especialmente en el caso de Boko Haram donde existe una coalición regional de varios países que han sumado esfuerzos para combatir a este grupo. Pese a los logros militares y la recuperación de territorios, la existencia del fenómeno de niñas y adolescentes que se inmolan con explosivos adosados a su cuerpo sigue en aumento, como muestran los datos recogidos por esta investigación durante los últimos meses. Las cifras de este mes mantienen la misma línea, con al menos ocho jóvenes que se inmolaron en acciones suicidas, con la novedad de que en las fechas recientes se están dando atentados cometidos por grupos de dos o de tres personas para provocar un mayor daño sobre la población civil. Precisamente en agosto, al igual que sucedió en el mes anterior, se han dado dos atentados en los que han participado de forma simultánea hasta tres adolescentes que activaron sus explosivos en una misma acción. A ello hay que añadirle la tendencia del aumento de estas acciones en el interior de los campos de refugiados, cuyo objetivo es claro: mostrar a la población que no existe ningún lugar seguro del que puedan huir del terror.
Oriente Medio sigue siendo el mayor epicentro de la actividad yihadista debido a que en esta región se concentra la mayor parte de organizaciones de esta naturaleza como es Daesh o los grupos talibán. Es precisamente en esta región donde debe ponerse el foco de la lucha antiyihadista, no sólo desde la óptica militar, que ha sido desde hace más de una década la única vía empleada y menos eficaz como se está viendo hasta la fecha, sino desde un enfoque multidisciplinar que englobe distintos campos. Si no se pone especial énfasis en combatir el terrorismo desde su origen, el establecimiento de bolardos como medida preventiva para evitar atentados será una medida superficial, la cual no tardará demasiado tiempo en quedar en el olvido ante la llegada de nuevas formas más novedosas de cometer atentados en nuestras ciudades.
Por otro lado, la situación en la mitad norte del continente africano cada día es más preocupante, especialmente en el Sahel donde la proliferación de estas organizaciones vinculadas en muchos casos a una financiación basada en el tráfico ilegal tanto de sustancias como de personas es una alarma que debe ser tenida en cuenta. De esta misma forma se está dando de nuevo un aumento de los secuestros sobre los que se piden rescates. Es importante que desde Europa se ponga énfasis en combatir y evitar el surgimiento de nuevos Estados fallidos donde la inestabilidad, la pobreza, el sectarismo y la existencia de grandes núcleos de población musulmana se están convirtiendo en el caldo de cultivo idóneo para el asentamiento de organizaciones que abanderen el terrorismo islamista. La existencia de estos grupos y la actividad violenta que están desempeñando se han convertido en uno de los principales factores que contribuye en mayor medida al masivo desplazamiento de población hacia el norte de África, lo que sin duda es un problema también para Europa.
Precisamente, en Europa se ha producido este mes un nuevo máximo de atentados de ideología yihadista. Estas siete acciones registradas en España (dos), Finlandia, Rusia(dos) Bélgica y Turquía, tienen como elemento común la utilización de cuchillos como armas con las que cometer los atentados, con la excepción del vehículo utilizado en las Ramblas de Barcelona. Este hecho muestra la mayor dificultad con la que se enfrentan los terroristas en territorio europeo a la hora de cometer atentados mediante explosivos, ya que para no hacer saltar las alarmas comprándolos en el mercado dichos explosivos se tienen que hacer de forma casera a partir de los elementos necesarios con la posibilidad de que una mala manipulación pueda provocar lo que sucedió en Alcanar.
La explicación a esta oleada de atentados en Europa durante los dos últimos años obedece a distintas motivaciones. Entre éstas destaca sin duda el hecho de que Daesh haya hecho en repetidas ocasiones llamamientos hacia sus seguidores para que cometan atentados en sus ciudades de origen causando el mayor daño posible ante la dificultad de dirigirse hacia los territorios de su califato en Siria e Irak para combatir. A ello hay que añadir que un atentado de envergadura como el sucedido en Barcelona tiene un efecto llamada para aquellos individuos radicalizados que están dispuestos a atacar tras ver de forma empírica que es posible sembrar el terror en cualquier lugar. Este efecto llamada ayuda a entender que se cometiesen varias acciones yihadistas durante los días posteriores a los atentados de Cataluña en países como Finlandia, Bélgica o Inglaterra, sin que ésta última acción esté recogida en esta investigación por no cumplir los condicionantes establecidos. En la misma línea debe ser entendido el riesgo de que puedan volver a repetirse atentados de etiología yihadista en nuestro territorio nacional, ya que igual que sucedió en Reino Unido, Francia o Bélgica, el hecho de que se produzca un ataque puede servir como modelo para que se produzcan otros de similares dentro del mismo país en fechas posteriores.
Los 25 países en los que se ha cometido algún ataque de carácter yihadista a lo largo del último mes representan el carácter global de este fenómeno. Estos países han sido: Irak, Siria, Líbano, Afganistán, Pakistán, India, Filipinas, Indonesia, Túnez, Argelia, Egipto, Libia, Mali, Chad, Nigeria, Camerún, Burkina Faso, Somalia, Kenia, Yemen, España, Bélgica, Finlandia, Turquía, Rusia.
Como se ha ido viendo a lo largo del análisis, la mayoría de estos países tienen una fuerte presencia de organizaciones yihadistas que operan sobre el territorio de forma frecuente, poniendo en evidencia las dificultades que tienen los gobiernos nacionales y las fuerzas de seguridad a la hora de hacer frente a estos grupos. Es necesario que el fenómeno yihadista sea entendido como un movimiento global sobre el que es necesario que exista una unión por parte de toda la comunidad internacional, no sólo de los países más afectados o de las medidas que quieran implantar esporádicamente aquellos estados occidentales que son golpeados cada cierto tiempo por él. Si no se combate desde todos los frentes no se conseguirá acabar con una ideología que mediante la instrumentalización de la religión consigue más adeptos cada día que pasa.
Un mes más se aprecia la dualidad existente en cuanto a los objetivos fijados por los grupos terroristas en cuanto a atacar sobre posiciones militares y civiles. En estas fechas, la atención en cuanto a los acontecimientos militares está centrada en tres focos. El primero de ellos es Raqqa donde las huestes de Daesh se encuentran atrincheradas a medida que se produce el avance de las fuerzas que lo están combatiendo, esperándose la caída de la capital de su califato en los próximos meses. El otro lugar en el que están centrándose los combates militares es en la también ciudad siria de Deir Ez Zor donde el Ejército regular sirio intenta romper el cerco establecido por Daesh hace más de dos años. Por último, a finales de mes se produjo una nueva derrota militar de Daesh, esta vez en Tal Afar, donde el día 30 las fuerzas iraquíes consiguieron recuperar la ciudad.
Los ataques sectarios han tenido un ligero repunte este mes, siendo producidos la mayoría de ellos por Daesh contra la población chií. La muestra de ello es que esta comunidad ha sido el epicentro de los dos atentados más letales durante este mes como ya se ha visto, provocando la muerte de cerca de 100 chiíes. En este sentido no hay que olvidar que la violencia sectaria entre suníes y chiíes especialmente en Irak es una brecha social que surgió tras la caída del régimen de Sadam y no ha existido a lo largo de toda su historia como algunos intentaron hacer ver, no al menos con la virulencia que se desencadenó a partir de la ocupación estadounidense. La mejor muestra de que la convivencia entre ambas ramas del Islam existía antaño es que no era extraño ver matrimonios mixtos.
Conclusiones
Los atentados de Barcelona y Cambrils deben ser entendidos dentro de un fenómeno global que está golpeando de forma diaria en países como Irak, Afganistán, Mali, Nigeria, Somalia o Filipinas. Hasta que esta realidad no sea entendida de tal forma y tanto la opinión pública como los medios no le den el mismo grado de importancia a unos atentados y a otros seguiremos sin comprender un fenómeno que tiene en la población musulmana como su principal objetivo. Podemos buscar motivaciones por las que están atentando en territorios europeos pero siempre hay que hacerlo desde la perspectiva que Occidente no es el principal objetivo del terrorismo yihadista, porque de lo contrario se estará contribuyendo a crear una visión distorsionada de un movimiento que ya cuenta con varias décadas de trayectoria.
Este análisis no podía terminar sin admirar la respuesta de la sociedad española en general y la catalana en particular hacia el terror. Pese a los muy aislados brotes islamófobos que surgieron en los días posteriores, la unidad de toda la población quedó de manifiesto en repetidas ocasiones, adoptando una actitud de resiliencia frente aquellos que solo quieren promover el miedo. Los mismos elogios deberían recaer sobre los distintos cuerpos de las fuerzas de seguridad quienes gracias a su trabajo han mantenido el país durante trece años alejado del terrorismo yihadista.
No obstante, siempre existen lecciones por aprender, y en esta ocasión hay que exigir responsabilidades a todos aquellos que han primado la política sobre la seguridad nacional. No podemos tolerar que los intereses gubernamentales contrapuestos de las distintas partes implicadas provoquen brechas en cooperación, en comunicación y en el intercambio de la información en materia de seguridad. Nos va la vida en ello.