Noticia 7/2021
El pasado miércoles fueron detenidos por la Guardia Civil en el marco de la Operación Triangle tres presos vinculados con una red yihadista de captación que se encontraban cumpliendo condena por delitos comunes en los centros penitenciarios de Daroca (Zaragoza) y Murcia II. Los tres integrantes de la célula llevaban a cabo labores de radicalización hacia otros presos, mostrando una actitud violenta hacia aquellos que se negaban a sumarse a su causa. Las pesquisas de la investigación apuntan a que los tres detenidos buscaban a otros presos con condenas cortas para iniciarlos en procesos de radicalización y que continuaran el camino de la yihad una vez que abandonaran la cárcel.
Los centros penitenciarios se han convertido en uno de los espacios primordiales de vigilancia en cuanto a la lucha que se realiza para prevenir el extremismo violento. Desde 2018 se ha producido en este entorno al menos una operación de enorme relevancia cada año en la lucha contra el terrorismo yihadista, destacando entre ellas la Operación Escribano y la Operación Kafig. En el caso de la Operación Escribano fueron detenidas 25 personas, que ya cumplían condena tanto por yihadismo como por delitos comunes, que se encontraban repartidas en un total de 17 centros penitenciarios, desbaratándose de esta forma el mayor entramado terrorista de carácter yihadista establecido en una prisión europea. Por su parte, en la Operación Kafig, realizada en febrero de 2019 fueron detenidas otras cinco personas, las cuales han quedado en libertad recientemente por la falta de pruebas. Asimismo, el año pasado en el centro penitenciario de Las Palmas II fue detenido un recluso por llevar a cabo labores de proselitismo tras haberse radicalizado mientras cumplía condena. Según la investigación, el detenido tenía intención de crear una célula terrorista al abandonar la cárcel para adquirir armamento.
La relación entre lo ocurrido dentro de los centros penitenciarios occidentales y el desarrollo de la actividad yihadista en Europa es cada vez más estrecha. Solo así se explica que casi la mitad de los ataques de inspiración yihadista ocurridos en Europa Occidental entre 2018 y la primera mitad de 2020 hayan sido cometidos 1) dentro de las propias cárceles, 2) hayan sido perpetrados en las calles por individuos que reincidieron una vez que finalizaron su condena por yihadismo o 3) que decidieron perpetrar un atentado tras ser radicalizados durante su estancia en prisión mientras cumplían condena por delitos comunes, como así queda de manifiesto en el Anuario del terrorismo yihadista 2020.
En este mismo sentido ya alertaba la Estrategia Nacional contra el Terrorismo elaborada en el año 2019, donde se plasmaba de forma clara que los centros penitenciarios se habían convertido en uno de los principales centros de posibles procesos de radicalización debido a las condiciones favorables que se daban dentro de ellos y que permitían iniciar procesos de adoctrinamiento, así como llevar a cabo labores de proselitismo.