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Documento OIET 19/2020

Ana Aguilera

 

Resumen

En un contexto actual de tensión nuclear en aumento, cada vez son más los expertos que enfatizan que estamos entrando en un periodo potencial de amenaza CBRN (siglas en inglés que responden a las amenazas química, biológica, radiológica y nuclear). Desde el fin de la Guerra Fría, los Estados proliferantes en armamento nuclear han ido en aumento, y las dinámicas de poder están cambiando. La nueva esfera de influencia, marcada por el auge de potencias revisionistas con un comportamiento asertivo y un progresivo desmantelamiento de los arsenales nucleares vigentes en Estados Unidos y Rusia avanza un nuevo contexto en el que actores no estatales están cada vez más interesados en este tipo de armas, explotando los canales ilegales para acceder a estos mercados. Entender cuáles son los espacios de oportunidad que esta competitividad nuclear está dejando a los grupos terroristas resultan clave a la hora de entender la amenaza que hoy presentan, siendo un escenario que haría estallar el caos y la inseguridad en las sociedades mundiales. Este análisis pone de manifiesto los principales focos de propagación de las amenazas nuclear y radiológica, haciendo énfasis en sus principales vulnerabilidades a la hora de tomar decisiones a nivel nacional y regional que afecten el futuro de la seguridad nuclear mundial, así como los principales puntos calientes del globo en el que estas amenazas se encuentran hoy más latentes que nunca.

 

1.Introducción

 La proliferación de armas nucleares ha constituido desde el siglo XX uno de los mayores desafíos para la paz y para la seguridad internacional. Desde la Guerra Fría, las dos potencias hegemónicas se disputaban el primer puesto en el podio mundial nuclear. Sin embargo, el fin del orden bipolar a finales de siglo dio paso a un nuevo sistema internacional donde nueve potencias han conseguido desarrollar con éxito sus programas nucleares, sin contar con todas ellas que lo han intentado. El Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968 (TNP), piedra angular en el marco jurídico internacional que actuó como modo de contención para el desarrollo de futuros proyectos militares, ha sido testigo del surgimiento de nuevos foros multilaterales y de vías alternativas de conseguir el desmantelamiento a nivel nuclear (véase el tratado de 2017 sobre la prohibición de armas nucleares)[1], rompiendo el statu quo existente en legislación internacional.

Estamos en un contexto histórico en el que las dos principales potencias nucleares (Estados Unidos y Rusia) han visto disminuir progresivamente sus arsenales en los últimos años después de que se comprometiesen a rebajar la tensión nuclear en una carrera armamentística en la que no podía haber vencedores (véase gráfico 1). Los tratados bilaterales han promovido este progresivo desmantelamiento.

 

Esta estrategia, no obstante, ha sido contrarrestada por las nuevas potencias revisionistas (véase gráfico 2) que, en su afán de remodelar el actual panorama internacional, y estimuladas cada una de ellas por sus propias pugnas geopolíticas, demuestran que las esferas de influencia y las dinámicas de poder están cambiando. India y Pakistán son dos ejemplos en este escenario, pues han ido escalando en arsenal nuclear al margen del TNP, tratado que de hecho jamás llegaron a firmar. El resto de poderes nucleares mundiales, excepto Francia, han continuado similarmente una lenta pero imparable proliferación.

Por tanto, el único denominador común en el régimen de no proliferación actual ha acabado dependiendo de las inspecciones reglamentarias del Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA), único órgano competente en temas de inspección de instalaciones nucleares.

En este contexto de orden mundial cada vez más nuclearizado, y con unos obstáculos notorios en temas de verificación a países opacos como Corea del Norte[2], la comunidad científica y expertos en seguridad internacional han abierto el debate sobre si el peligro del terrorismo nuclear es una amenaza en auge. Este tipo de terrorismo se caracteriza por el robo, fabricación o adquisición de un arma o material nuclear a la hora de cometer un acto de terrorismo.

La respuesta preliminar es que, a pesar de su letalidad, es la amenaza menos realista y probable de las cuatro que conforman el grupo de las armas CBRN (siglas en inglés que responden a las amenazas química, biológica, radiológica y nuclear). No obstante, si entramos en cuestión de probabilidades, un posible ingenio radiológico conlleva, si bien menos consecuencias a nivel económico o de volumen de daños que el nuclear, muchas más probabilidades de que suceda en términos relativos, junto con las consecuencias psicológicas que una catástrofe de esta índole conllevaría.

Además, este tipo de peligro suele infravalorarse porque se asocia con la amenaza nuclear, pero la práctica demuestra que forma parte de todos los arsenales regionales de armamento de destrucción masivo. Un dispositivo de dispersión radiológica (conocido también como RDD, por sus siglas en inglés, o como el término “bomba sucia”) o un artefacto de exposición radiológica (conocido como RED, por sus siglas en inglés) resulta relativamente más fácil de elaborar que un artefacto nuclear improvisado, ya que requiere de menos habilidades técnicas o recursos económicos. El acceso a fuentes radioactivas es incluso relativamente más sencillo que acceder a un arma nuclear intacta, y su modo de dispersión o detonación requiere de una menor sofisticación que aquel de una bomba nuclear o un artefacto nuclear improvisado.

Aunque bien es cierto que la historia nos muestra como la amenaza radiológica se ha dado por causas naturales o incompetencias humanas (Fukushima o Chernóbil son vivos ejemplos), la necesidad de innovación terrorista y su propia evolución tecnológica ha abierto un amplio abanico de posibilidades que antes no existían. La posibilidad, por tanto, de que un grupo terrorista infunda un pánico absoluto adquiriendo bien un arma nuclear intacta o un mecanismo de dispersión radioactivo ha puesto la voz de alarma en la agenda política internacional en materia de seguridad y defensa, siendo que desde principios de siglo ha resultado de un especial interés por parte de grupos terroristas.[4]

2.Motivaciones terroristas para perseguir la vía nuclear

No son pocos los casos de organizaciones terroristas que han demostrado su voluntad de adquirir o desarrollar un arma radiológica o incluso nuclear. Al Qaeda es el vivo ejemplo de esta amenaza, con el arresto de José Padilla (estadounidense que se unió a las filas de al Qaeda) en el año 2002 como artífice de un plan que pasaba por fabricar una bomba sucia a su regreso de Pakistán[5], el intento de fabricarla otra vez en 2004 por una célula en Reino Unido[6] o los intentos del líder de al Qaeda en 2006, Abu Ayyub al-Masri, de reclutar personal científico y expertos nucleares entre sus filas.[7]

Las motivaciones pueden verse atendidas siguiendo unos determinados objetivos a corto plazo, como podrían ser ganar atención mediática que desvíe la atención de otros asuntos, causar una perturbación a nivel económico o simplemente como vía para infundir miedo a la población y generar caos social. No obstante, usar la opción nuclear como estrategia que a largo plazo pueda marcar la agenda política también se está empezando a vislumbrar como una seria motivación que interferiría abiertamente con los intereses de aquellos países que puedan ser objetivos de grupos terroristas, ya sea por propia reluctancia a seguir esa línea de política exterior o que el resto de los países o su propia población le invitaran a disminuir su influencia en la región.

Aun así, es importante mencionar que, en términos preliminares, los grupos terroristas o separatistas, a pesar de estar interesados en conocer y disponer de este tipo de material nuclear, no parecen tener en la práctica una voluntad real de llevar a cabo un atentado de tal calibre. Un ejemplo es el caso del separatismo checheno, que a sabiendas de que podían penetrar en el corazón de las ciudades más importantes de Rusia, y así lo hicieron en el año 1995 en el parque Izmailovsky[8] sienten que las represalias o consecuencias de continuar sus andaduras con la fabricación de bombas sucias acabaría suponiendo una calamidad desastrosa, pues el Kremlin emprendería respuestas intransigentes y contundentes contra ellos. Este miedo los ha llevado, por el momento, a optar por otras vías de actividad más convencionales.

No obstante, se da una excepción notable en el caso del terrorismo religioso o ideológico, con su máximo exponente en el fundamentalismo islámico de al Qaeda. Este grupo ha mostrado abiertamente en el pasado más reciente su voluntad de emprender en su forma más extrema una carrera nuclear y radiológica.[9] Aunque esta situación pudiera cambiar drásticamente en el futuro, afortunadamente no se ha dado hasta la fecha, en parte debido a que sus capacidades operacionales de disponer y desarrollar un arma nuclear o un dispositivo de diseminación radiológica, así como los recursos necesarios para fabricar este tipo de ingenio explosivo, son en la práctica mínimos. A esto se le suma que los problemas que puedan surgir en el proceso de planificación y ejecución del atentado son exponencialmente mayores que los imprevistos que puedan encontrar en un tipo más convencional de ataque terrorista.

Aun así, no hay que olvidar la reputación que ostentaría una determinada organización terrorista después de llevar a cabo un acto de tal magnitud, el cual no sería comparable con el reconocimiento que les brindaría un acto terrorista con armas convencionales. Sería, sin lugar a dudas, una forma innovadora, de gran impacto y pionera, lo cual podría traducirse en un incremento de fieles a su causa. Además, otros grupos podrían querer reproducir la firma nuclear en sus propios planes operacionales, lo cual pondría en serio peligro y el foco de la atención internacional en los países proliferantes y sus plantas nucleares. Un ejemplo de esto es el Estado Islámico, que consiguió hacerse con 40 kilogramos de uranio en Mosul en julio de 2014, aunque afortunadamente fue una amenaza casi nula ya que no estaba enriquecido.[10]

Finalmente, la baza nuclear puede asimismo servir como capacidad de influir en las decisiones en materia de política exterior. Si consideramos a una al Qaeda que quiere ver a un Estados Unidos fuera de juego en Oriente Próximo, amenazar a la comunidad internacional en general o a Washington en particular podría otorgar a actores no estatales cierto margen de influencia. De hecho, podría llegar a tomar parte en la balanza de poder o sentarse en la mesa de negociación (aunque de forma indirecta) a la hora de chantajear a países, organizaciones regionales o incluso influir en la voluntad política con métodos de extorsión y disuasión. En este sentido cabe destacar que lo importante en este caso sería determinar si es un farol o una amenaza real, pues la respuesta sería diferente para cada uno de los casos.

 

3.El contexto actual de (in)seguridad nuclear y los vacíos de poder 

Los arsenales nucleares mundiales han evolucionado conforme a las necesidades de cada país. La mayoría ha modernizado su armamento e incluso se han hecho con la famosa “triada nuclear”, que comprende los misiles balísticos de largo alcance terrestres, aéreos y submarinos. Adicionalmente, y a excepción del Reino Unido, todos los Estados nucleares poseen armas nucleares tácticas en sus arsenales.[11] Estas, también llamadas armas no estratégicas, y a diferencia de las armas nucleares estratégicas, son armas de corto alcance (a una distancia menor de 500 km), más pequeñas, fáciles de transportar y por tanto más susceptibles de ser robadas. Expertos en seguridad nuclear, así como funcionarios del gobierno, han expresado su preocupación sobre los arsenales tácticos rusos. En la Comisión estadounidense de Relaciones Exteriores del Senado de 2002, el exsenador Sam Nunn expresó su preocupación sobre este tipo de armas tácticas, ya que carecen de regulaciones específicas en los tratados de control de armamento nuclear.[12]

En este sentido, existe un problema de reducción de los mecanismos de control nuclear a nivel estatal, por lo que las oportunidades de proliferación a nivel internacional se están ampliando. También lo hace el grado de sofisticación del aparato organizacional de los grupos terroristas, aumentando considerablemente la opción nuclear o radiológica desde una perspectiva técnico-científica. Además, aunque afortunadamente los grupos terroristas cuentan con menores recursos económicos o financieros de los que dispone un Estado, una forma de terrorismo auspiciado y apoyado indirectamente por una potencia nuclear podría equilibrar esta asimetría de capacidades. Este tipo de apoyo, o incluso una posible aquiescencia estatal a las actividades terroristas en complejas operaciones en territorio nacional, abre la puerta a la planificación, adquisición y operabilidad de los grupos terroristas a futuros atentados. Si a esto le sumamos que algunos países, como Pakistán, no tienen un aparato estatal jerarquizado y uniforme, o que algunos estados se han visto envueltos en transacciones comerciales con radicales islamistas en venta de armas y materiales susceptibles de ser usados con fines destructivos, el peligro crece todavía más.

En líneas generales, los sistemas de seguridad en plantas nucleares estadounidenses y aquellas con similares diseños en cualquiera de los nueve estados nucleares cuentan con considerables sistemas de detección y prevención de ataques terroristas que pudieran causar una liberación considerable de radioactividad, sobre todo después del 11-S. Sin embargo, existen otros espacios e instalaciones – como centros de investigación, hospitales o universidades – de libre acceso al público que cuentan con sistemas de seguridad rudimentarios o directamente carecen de ellos o de cualquier otra medida de control regulatorio.[13] Si bien es cierto que la cantidad de radioactividad para emplear en estas zonas es exponencialmente menor que en las plantas nucleares, existe un serio riesgo de robo, extracción o pérdida de aquellos materiales de “doble uso” que con la suficiente dosis podría acabar convirtiéndose en una amenaza real.

El problema del aumento del tráfico ilegal de material radioactivo evidencia otra brecha de seguridad en el actual orden nuclear. Si ya de por sí fabricar un artefacto radioactivo es una tarea relativamente más sencilla que la de robar una bomba nuclear intacta o crear un artefacto nuclear improvisado, el hecho de que puedan reunir los materiales suficientes en el mercado negro, ya sea en un bazar clandestino o en internet, pone de manifiesto el serio problema al que se enfrentan los países más afectados por este tipo de comercio ilegal. Los casos de confiscación de material radioactivo en Europa proveniente de Nigeria o el hecho de que se perdieran por el camino fuentes radioactivas en un secuestro en Ecuador en el año 2002 ponen de manifiesto el serio riesgo de adquisición de material radioactivo en los mercados no regulados de la economía.

A pesar de la actual coyuntura de inestabilidad regional, la regulación internacional vigente en la lucha contra el terrorismo nuclear ha supuesto un alivio a este tipo de amenaza debido al relativo consenso que ha suscitado. Las resoluciones del Consejo de Seguridad en materia terrorista y de peligro nuclear y radiológico, sobre todo las Resoluciones 1373 de 2001 y la 1540 de 2004, fueron recibidas positivamente por la comunidad internacional en materia de cooperación nacional, regional e internacional contra el terrorismo nuclear. También la Convención sobre la Protección Física de Material Nuclear (CPPNM), enmendada por última vez en el año 2016 y de carácter vinculante, que obliga a los Estados parte a proteger las instalaciones y materiales nucleares y a cooperar en materia de respuesta temprana en caso de robo o extracción de estos materiales. Otros convenios e iniciativas internacionales, como el Convenio Internacional para la Represión de los Actos de Terrorismo Nuclear, de 2007 y la Iniciativa Global para la Lucha contra el Terrorismo Nuclear (GICTN), conforman los hitos en el marco jurídico internacional que persiguen proteger y fortalecer la seguridad física nuclear.[14]

 

4.Los casos de Pakistán, Rusia y antiguos satélites soviéticos, en el punto de mira

Pakistán es uno de los países cuya inestabilidad social y cuestionabilidad de lealtades políticas a lo largo de su historia hacen que se presente como uno de los principales países en inseguridad nuclear estratégica.

Por un lado, este país asiático ha sido el único país que abiertamente ha declarado sus intenciones de desarrollar – y de hecho, lo ha conseguido – un programa de armas nucleares tácticas[15], sobre todo como respuesta a una India que desde principios de siglo desarrolló una estrategia militar ofensiva con su Doctrina Cold Start. Esta proliferación en armamento nuclear táctico, como se ha expuesto anteriormente, constituiría un peligro añadido para la persecución por parte de grupos terroristas de materiales nucleares.

Por otro lado, se demostró en 2001 cómo científicos nucleares pakistaníes (en principio sin conocimiento por parte de las autoridades estatales) proporcionaron a Bin Laden y Ayman al-Zawahiri conocimientos técnicos sobre instalaciones y arsenales nucleares, así como formación operativa en fabricación de artefactos radiológicos y de índole nuclear.[16] También se demostró en 2004 cómo el Dr. Abdul Qadeer Khan, antiguo jefe del programa de armas nucleares pakistaní, había estado proporcionando tecnología confidencial de enriquecimiento de uranio y diseños de armas nucleares a Irán, Libia y Corea del Norte.[17] Más recientemente, el Estado Islámico ha asegurado en su revista de propaganda Dabiq que podían comprar una bomba nuclear a oficiales corruptos pakistaníes.[18]Este entorno inestable promueve la preocupación de que su arsenal esté realmente protegido.

El caso ruso también es sujeto de estudio y escrutinio. Moscú, con más de 1.870 armas no estratégicas en 2020, se presenta como uno de los puntos calientes del globo con alto riesgo de sustracción de materiales fisibles o radioactivos. Desde la caída de la Unión Soviética, la herencia nuclear de Rusia resulta insostenible en el largo plazo, pues es tan vasta como costosa de mantener. Si bien es cierto que su influencia geopolítica con la baza nuclear es incuestionable, un posible fallo en los procesos de mantenimiento rutinarios podría abrir serias brechas en suelo ruso. En el año 2003, tres de las baterías nucleares rusas que contenían las fuentes radioactivas más potentes del mundo fueron robadas, con una potencia como para hacer el distrito americano de Columbia inhabitable.[19] Afortunadamente, los ladrones desecharon el material radioactivo para vender únicamente la pieza de metal que lo envolvía.

Finalmente, el contrabando de material nuclear y radiactivo en antiguos satélites soviéticos supone un desafío adicional a la seguridad internacional. Ejemplos de esta amenaza se encuentran en el uranio enriquecido robado en Moldavia (2011)[20], el traslado de contenedores con uranio enriquecido y cesio en 2016 en Georgia[21] y la desestabilización de rutas comerciales en las regiones de Osetia del Sur y Abjasia. No es de extrañar que la comunidad internacional haya puesto serios esfuerzos en combatir esta clase de tráfico ilícito en el Cáucaso, pues los contrabandistas actuaban como intermediarios para un cliente con fines terroristas.

 

5.Conclusiones

El terrorismo nuclear o radiológico es, a día de hoy, la pesadilla más letal, violenta e innovadora a la que cualquier Estado podría enfrentarse. Las pérdidas humanas, así como las consecuencias económicas, políticas, sociales y psicológicas serían tan devastadoras que supondrían un cambio de mentalidad ya no solo de la sociedad afectada sino también en la opinión pública internacional. En este tablero geopolítico de las amenazas CBRN ya no solo entra en juego la voluntad terrorista para con la opción nuclear, sino también influyen en igual o mayor medida el auge de las nuevas tecnologías, la adaptación, sofisticación y modernización de los grupos terroristas en materia tecnológica y una mayor evolución de conocimientos técnicos y científicos de aquellos que quieren perpetrar un atentado a gran escala. Los expertos están de acuerdo con que el fenómeno terrorista desde la perspectiva nuclear y radiológica, aunque en diferentes grados de amenaza real, es un peligro en auge en una comunidad internacional cada vez más interconectada entre sí. Además, el peligro de que un grupo terrorista haga uso de la baza nuclear como forma de instigar el pánico en la población mundial o condicione la respuesta de los países en su política exterior hace que también se presente como una estrategia geopolítica que quizás no hubieran conseguido con armamento convencional. Todo esto sin contar con el efecto dominó que podría tener un grupo terrorista que ha adquirido con éxito material susceptible de ser usado para fines destructivos, cuyos logros podrían querer verse reproducidos por otros grupos interesados.

Por un lado, es importante esgrimir las motivaciones terroristas y el coste de oportunidad que para los actores interesados suponga el fabricar este tipo de armas. Si bien es cierto que los actores interesados en perseguir el arma nuclear suelen tener un alto componente ideológico o religioso, como es el caso del terrorismo de carácter yihadista, el beneficio a largo plazo se puede ver condicionado por la alta necesidad de recursos, tiempo y conocimientos invertidos en preparar un atentado de tal magnitud. Otros actores interesados pueden verse asimismo limitados por cuestiones morales (como un sentimiento antinuclear), económicas o por miedo a repercusiones políticas a la hora de apostar por el ingenio nuclear para conseguir sus objetivos finales, como serían el caso de los grupos separatistas o del terrorismo de una causa única.

Por otro lado, uno de los principales problemas que se han constatado de este contexto de seguridad nuclear global yace en el hecho de que, a la vez que aumenta el unilateralismo en temas de proliferación, también lo hace la rentabilidad para los grupos terroristas interesados. Además, se ha visto cómo existe un problema de reducción de los mecanismos de control nuclear a nivel estatal al mismo tiempo que las oportunidades de proliferación a nivel internacional se están ampliando, con los casos de Pakistán, Rusia y los antiguos satélites soviéticos como puntos calientes del globo. Esto, sumado al peligro de sustracción y pérdida de armas tácticas y vulnerabilidades en la cadena de comando estatal a la hora de monitorizar los arsenales nucleares, evidencia un grave riesgo para la comunidad internacional.

Frenar el avance y las ambiciones terroristas en adquirir material nuclear y sobre todo con capacidades para convertirlos en dispositivos de dispersión radiológica (RDD) o de exposición radiológica (RED), resulta no solo evidente sino también imperativo.

 

1 Comité Internacional de la Cruz Roja. “Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares de 2017”. Abril 2018. Link: https://www.icrc.org/es/document/tratado-sobre-la-prohibicion-de-las-armas-nucleares-de-2017

2 Instituto Español de Estudios Estratégicos. “La no proliferación y el control de armamentos nucleares en la encrucijada”. Cuadernos de Estrategia 205, página 97.

3 Ferguson, Charles D. y Potter, William C. “The Four Faces of Nuclear Terrorism”. Monterey Institute Center for Nonproliferation Studies. 2004. Página 36.

4 Cameron, Gavin. “WMD Terrorism in the United States: the Threat and Possible Countermeasures”. The Nonproliferation Review. 2000. Página 166. Link: https://www.nonproliferation.org/wp-content/uploads/npr/cam71.pdf

5 Federation of American Scientists. “Summary of Jose Padilla’s activities with al Qaeda”. 2004. Página 3. Link: https://fas.org/irp/news/2004/06/padilla060104.pdf

6 Zagorin, Adam y Shannon, Elaine. “London’s Dirty-Bomb Plot”. Revista Time. 2004. Link: http://content.time.com/time/magazine/article/0,9171,708959,00.html

7 Senado de Estados Unidos. “Dirty bomb vulnerabilities”. Staff Report, permanent subcommittee on investigations. 2007. Página 1. Link: https://www.hsgac.senate.gov/imo/media/doc/REPORTDIRTYBOMBVULNERABILIITESFinal1007.pdf

8 Specter, Michael. “Chechen Insurgents Take Their Struggle To a Moscow Park”. Revista The New York Times. 1995. Link: https://www.nytimes.com/1995/11/24/world/chechen-insurgents-take-their-struggle-to-a-moscow-park.html

9 Ferguson, Charles D. y Potter, William C. “The Four Faces of Nuclear Terrorism”. Monterey Institute, Center for Nonproliferation Studies. 2004. Página 33.

10 Burnett, Stephanie. “Iraqi ‘Terrorist Groups’ Have Seized Nuclear Materials”. Revista Time. 2014. Link: https://time.com/2972050/iraq-terrorist-nuclear-materials-isis/

11 Nuclear Threat Initiative. “Tactical Nuclear Weapons”. 2002. Accedido en octubre 2020. Link: https://www.nti.org/analysis/articles/tactical-nuclear-weapons/

12 Ferguson, Charles D. y Potter, William C. “The Four Faces of Nuclear Terrorism”. Monterey Institute, Center for Nonproliferation Studies. 2004. Página 46.

13 Idem, página 10.

14 Organismo Internacional de Energía Atómica. “Convenciones sobre Seguridad Física Nuclear”. Accedido en septiembre 2020. Link: https://www.iaea.org/es/temas/convenciones-sobre-seguridad-fisica-nuclear

15 Kristensen, Hans M. y Korda, Matt. “Tactical nuclear weapon”. Bulletin of the Atomic Scientists, 75:5.  Página 259.

16 Suskind, Ron. “The One Percent Doctrine”. New York: Simon & Schuster Trade. 2006.

17 Ferguson, Charles D. y Potter, William C. “The Four Faces of Nuclear Terrorism”. Monterey Institute, Center for Nonproliferation Studies. 2004. Página 56.

18 Rathore, Shahzeb Ali. “Are Pakistan’s Nuclear Assets Under Threat?”. The Diplomat. 2016. Link: https://thediplomat.com/2016/04/are-pakistans-nuclear-assets-under-threat/

19 Ferguson, Charles D. y Potter, William C. “The Four Faces of Nuclear Terrorism”. Monterey Institute Center for Nonproliferation Studies. 2004. Página 2.

20 Tobey, William y Zolotarev, Pavel. “The Nuclear Terrorism Threat”. Belfer Center. 2014. Accedido en septiembre 2020. Link: https://www.belfercenter.org/sites/default/files/legacy/files/nuclearterrorismthreatthailand2014.pdf

21 Edilashvili, Maia. “Georgia: Nuclear Smuggling Cases Raise Concern”. Eurasianet. 2016. Accedido en noviembre 2020. Link: https://eurasianet.org/georgia-nuclear-smuggling-cases-raise-concern

*El Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo no se hace responsable de las opiniones vertidas por los autores de los artículos publicados.