Análisis jóvenes investigadores 7/2020
Iván Santo Tomás López
El 18 de agosto de 2020, el coronel Assimi Goitia del Ejército de Tierra maliense, y una cuadrilla de militares leales a este, secuestraron al presidente Ibrahim Boubacar Keita (alias IBK), y forzaron su dimisión dos días después. El golpe venía precedido de meses de protestas en las calles de Bamako lideradas por el movimiento 5 de Junio, como consecuencia del incremento de la crisis económica, la crisis de seguridad y el fraude de las elecciones legislativas de marzo, detonante inicial de las protestas[1]. El golpe de estado maliense, con el derrocamiento de antiguos actores como era el ex presidente Keita, y la aparición de nuevos como el Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, conformado por los militares protagonistas del golpe de estado, no deja de ser otra pieza más añadida a un conflicto más amplio y complejo, que está cerca de cumplir una década activo como conflicto internacional.
Algunos autores como Bleck[2] o Ray[3] sitúan el origen del conflicto actual en el año 2011, cuando tras el derrocamiento del régimen de Gadafi en Libia, numerosos tuaregs que habían formado parte de sus filas saquean junto con miembros de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) los arsenales de armas del dictador libio y los trasladan a Mali. Aun año después, en 2012, un grupo de identidad tuareg secesionista constituido como el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) proclama la independencia de la región del norte de Mali. El dominio territorial del MNLA no sería demasiado duradero, pues poco después distintos grupos terroristas salafistas – yihadistas presentes en la zona (Ansar Dine en Tombuctú y MUYAO en Gao) se sumaron a las revueltas tuaregs y arrebatarían el control de la zona al MNLA, expulsándolo del territorio. El descontrol de la situación en el norte y, sobre todo, lo alarmante de su expansión hacia el centro, acercándose a la capital Bamako, sumado a la incapacidad del gobierno maliense de gestionar la incipiente crisis de seguridad, llevaría a un golpe de estado y a la formación de un gobierno de transición que no tardaría en solicitar la ayuda de Francia. En 2013 se daría comienzo a la operación Serval, con la que se disuade, aunque no se destruye, a los grupos yihadistas presentes en la zona norte (Ray, 2016). Tras la operación Serval, Francia prolongaría su presencia por medio de la operación Barkhane. El gobierno iniciaría conversaciones con los grupos secesionistas no yihadistas como el MNLA, que junto con el Alto Consejo para la Unidad de Azawad y el Movimiento Árabe de Azawad, conformarían la Coordinadora de Movimientos de Azawad (CMA), con la que el gobierno firma los Acuerdos de Argel en el año 2015. Por su parte, los grupos yihadistas disgregados tras la intervención francesa, siguiendo la lógica de reagrupación en aras de garantizar su supervivencia[4][5] se hibridaron entre ellos y fundaron una nueva entidad: el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (Jama’at Nusrat al – Islam Wal Muslimin o JNIM).
Hoy JNIM continúa siendo uno de los grupos más activos en suelo maliense[6]. Su desarrollo y capacidad de actuación como grupo terrorista se favorece parcialmente de las condiciones del débil estado maliense[7], en el que el gobierno es incapaz de controlar de manera efectiva sus fronteras, mantener el Estado de Derecho, proporcionar servicios básicos a sus ciudadanos y mantener el monopolio en el uso de la fuerza[8]. La generación de “zonas grises” vacías de poder[9] en el norte de Mali, parcialmente definitorias de la debilidad del estado maliense, puede explicarse por las grandes distancias existentes entre centros de poder (en este caso Bamako) y fronteras territoriales, aspecto que Dumont identifica como la primera de sus difficultés de géopolitique interne propias de los estados del Sahel.[10] Ante esta circunstancia, el gobierno maliense recurre, como ha hecho tradicionalmente, a la estrategia del tribalismo, armando y financiando a milicias afines en territorios alejados a cambio de lealtad y garantía de seguridad en la zona[11]. La problemática asociada a esta cuestión es que las milicias proporcionadas por el gobierno emplean los recursos proporcionados por este para cumplimentar agendas propias, alienando a otros grupos étnicos cuyos miembros se han integrado en los últimos años en las filas de distintos grupos yihadistas a cambio de protección[12][13]. En este aspecto, cabe recordar que los Acuerdos de Argel de 2015, incluían en su Artículo 6[14], la posibilidad de facilitar un mayor autogobierno y autogestión de las zonas del norte. Durante su administración, el presidente Keita nunca llegó a implementar el contenido de los acuerdos, siendo sancionado por ello pro el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas[15]. Sin embargo, tras el golpe de estado de agosto de 2020, han surgido nuevos actores en el gobierno maliense y con ello podrían abrirse nuevos escenarios con respecto al futuro del país hacia un acercamiento para la implementación de los Acuerdos.
Así, surgen interrogantes sobre si la aparición de un nuevo gobierno en Mali puede conducir a una implementación efectiva de los acuerdos de paz y con ello llevar al gobierno a renunciar a sus tradicionales políticas de tribalismo contribuyendo a minimizar la influencia yihadista de JNIM en las zonas del centro y norte de Mali o si por el contrario, y siguiendo con la tendencia histórica, los acuerdos de Argel seguirán sin implementarse, con un gobierno recurriendo a sus estrategias tradicionales de tribalismo para asegurar el control de la zona.
1.Las relaciones gobierno – milicias étnicas y los Acuerdos de Paz
Mali se define en parte por su carácter multiétnico, al integrar a su territorio a individuos de distintos grupos étnicos entre los que figuran los Bambara, fulani, sarakole, senufo, dogón, malinke, bobo, shongai o tuaregs[16]. Las tensiones existentes entre el gobierno (dirigido por los Bambara desde la concepción del estado maliense) y grupos étnicos de la zona norte (principalmente los tuaregs y los árabes), han estado presentes desde la independencia con respecto a Francia, concretamente con las rebeliones tuaregs de los años 60 y 61, y se han extendido en el tiempo desde entonces (en los años 90, en 2006 y en 2012).
Desde la independencia de Mali, se han sucedido distintos episodios de rebeliones protagonizados por individuos de las etnias tuaregs y árabes que en un primer momento se tradujeron en migraciones masivas a países fronterizos, pero que posteriormente cristalizaron en oposición armada[17]. Los orígenes concretos de estas tensiones parecen ser diversos. Algunos autores como Dumont señalan el sesgo del grupo étnico presente en el gobierno a favorecer a los miembros de su propia etnia[18]. Otros como Rida Lyammouri[19], señalan las consecuencias de las estrategia de tribalismo efectuadas por el gobierno como fuente de tensiones entre milicias y alienamiento de grupos étnicos. Concretamente se afirma que dada la distancia entre centros de poder y territorios fronterizos, el gobierno maliense, temeroso de que distintos grupos étnicos se aliaran en su contra en estas regiones, comenzó a promocionar y a financiar a grupos afines, a los que prometió apoyo a cambio de lealtad y mantención de la seguridad en la zona (como en el caso de las tribus árabes Berabiche, Lamhar o la tuareg Imhad[20]). El problema surge cuando estos mismos grupos utilizan los medios proporcionados por el gobierno para perseguir agendas propias y dominar a otros colectivos étnicos que sufren un hostigamiento en parte patrocinado por el gobierno[21]. Bleck por otro lado señala la respuesta del gobierno hacia la comunidad tuareg tras los periodos de sequía, situados entre la inacción y los intentos de sedentarización forzosa de poblaciones inherentemente nómadas[22].
Las tensiones históricas entre milicias y gobierno han dado lugar a distintos intentos de rebelión que han acabado con la firma de acuerdos de paz cuya implementación nunca llegaba a efectuarse (como en el caso de los Acuerdos de Tamanrasset y los Acuerdos Nacionales a principio de los años 90). Los últimos fueron los Acuerdos de Argel, firmados entre el gobierno y la Coordinadora de Movimientos de Azawad (CMA) en la que se encontraba integrado el MNLA. En los Acuerdos se preveían una serie de medidas destinadas a facilitar una mayor independencia de las comunidades de la zona norte en la gestión de sus asuntos en base al principio de la libre administración (Artículo 6, 2015), el traslado de competencias de seguridad desde el nivel nacional hacia el nivel local (Artículo 27, 2015), una mayor representación de las comunidades del norte en las instituciones nacionales (Artículo 6, 2015) o el nombramiento de un representante que trasladara al gobierno las políticas a implementar en la zona norte para facilitar el desarrollo económico y social (Artículo 10, 2015)[23]. En la firma de los acuerdos también participaron milicias afines como la Coordinadora de Movimientos y Frentes Patrióticos[24], integrada actualmente en la denominada “Plataforma”[25].
Sin embargo, tal y como había ocurrido en ocasiones anteriores, los acuerdos no gozaron de una implementación efectiva y dejaron fuera a distintos grupos considerados como “terroristas” que intensificaron sus ataques tras la firma de los mismos[26]. A septiembre de 2020 los acuerdos seguían sin ser implementados[27], aunque los sucesos acaecidos en agosto con el derrocamiento del ex presidente Keita podrían contribuir a reactivar de manera efectiva los procesos de paz entre gobierno y milicias rebeldes. A este respecto cabe destacar que el coronel Wagué, portavoz del CNSP, afirmó en el discurso posterior al golpe de estado, que los militares se hallaban “adheridos a los procesos de Argel”[28]. Se abre pues, un interrogante sobre el futuro de las relaciones gobierno – milicias secesionistas y sobre las consecuencias que dichas relaciones puedan suponer sobre actores presentes en la zona como JNIM.
JNIM se conforma en 2017 tras la unificación de varios grupos terroristas ya presentes en la zona bajo la misma estructura. Sus componentes principales son Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el grupo Ansar Dine, la Katiba Macina y el grupo Al Morabbitum. Se establece como filial de Al Qaeda, aunque con independencia en su autogestión.[29]
Los distintos grupos que integran JNIM se conformaron tras la proclamación de la independencia de Azawad y todos ellos a excepción de AQMI (que surge de la integración del Grupo Salafista de Predicación y Combate en Al Qaeda en 2007 y que tiene base argelina) encuentran sus raíces en el territorio maliense. Siguiendo la lógica de los grupos extremistas, tras su concepción JNIM buscaría engrosar sus filas y legitimarse ante sus miembros en aras de garantizar su supervivencia a medio y a largo plazo[30]. El contexto maliense ha sido propicio para esto, al contar con distintos grupos étnicos que han percibido un hostigamiento histórico por parte del gobierno, como los tuaregs o los árabes, o que se sienten desprotegidos por el mismo como el caso de los fulani[31]. Ante esta situación, JNIM busca reclutar individuos cuya identidad no se basa exclusivamente en criterios o elementos religiosos (concretamente salafismo en su corriente yihadista) sino que buscará aglutinar al conjunto de individuos pertenecientes a grupos históricamente oprimidos u recientemente hostigados de manera independiente a sus creencias religiosas iniciales. El mensaje de adhesión de JNIM traspasa las fronteras de lo religioso en lo que a captación e integración de miembros se refiere, si bien la yihad siempre está presente como hilo conductor. Una muestra de ello, es uno de los vídeos propagandísticos de JNIM, protagonizado por Iyadh ag Ghali y Amadou Koufa (Ansar Dine y Katiba Macina respectivamente), en el que el segundo “invoca a la yihad utilizando el factor étnico, dirigiéndose a los kufar y subrayando lo mal que les han tratado los cristianos y parte de los no musulmanes”[32].
En definitiva, JNIM surge en el año de 2017 bajo la lógica de reagrupación por supervivencia[33] propia de los grupos yihadistas. Se configura como un grupo afiliado a Al Qaeda pero con independencia en su gestión y busca un potencial reclutamiento en individuos de los distintos grupos étnicos presentes en Mali que tienen una percepción de hostigamiento o desprotección por parte del gobierno como el caso de los tuaregs, los árabes o los fulani. De esta manera, el criterio de identidad religiosa no se establece como única condición identitario para pasar a formar parte de las filas de JNIM, si bien la yihad se establece como el motor que permite el desarrollo de la organización.
3.Implicaciones de las futuras relaciones gobierno – milicias para JNIM con respecto a los Acuerdos de Paz
Se pretende en este punto postular qué implicaciones podría suponer para JNIM tanto la implementación efectiva de los Acuerdos de 2015 como la persistencia de su incumplimiento por parte del nuevo gobierno de transición o del futuro gobierno elegido.
En un primer escenario, se prolonga el incumplimiento de los acuerdos entre el gobierno y las milicias que conforman la CMA, concretamente el MNLA de componente principalmente tuareg desde su concepción[34], el Alto Comisionado para la Unidad de Azawad (HCUA) formado por tuaregs ifhogas de marcado rigorismo islámico y el Movimiento Árabe de Azawad – CMA (MAA – CMA), de componente principalmente árabe. Los tres grupos que conforman actualmente el CMA, cuentan con integrantes cuyos grupos étnicos responden al perfil de reclutamiento efectuado por JNIM. En caso de inacción prolongada del gobierno maliense, es probable que JNIM logre perdurar su influencia en el territorio pues cabría la posibilidad de que individuos tuaregs y árabes no yihadistas de las tribus y grupos del norte, opten por renunciar a formar parte de un proyecto de paz que no parece tener recorrido ni siquiera tras el cambio de gobierno, y se unan a un grupo yihadista con una propuesta de valor[35] y proyecto sólidos. Esto podría generar un goteo constante de individuos de estas etnias hacia las filas yihadistas, incrementando su número de integrantes. Por lo tanto, la ausencia de implementación de los acuerdos prolongada en el tiempo podría contribuir a que JNIM aumentara, o al menos no disminuyera, su influencia y presencia en el territorio maliense.
En un segundo escenario, se postula una futura firma de Acuerdos entre el gobierno maliense (es decir, gobierno de transición y continuación con el gobierno elegido tras la misma) y las milicias integradas actualmente en la CMA. Como se comentó anteriormente, los tres grupos que conforman actualmente el CMA, cuentan con integrantes cuyos grupos étnicos responden al perfil de reclutamiento efectuado por JNIM. En un escenario en el que se comienzan a tomar medidas para implementar los acuerdos mediante la modificación e implementación de nuevas leyes seguidas de la creación efectiva de instituciones en la zona norte que faciliten una mayor autonomía de estos grupos, JNIM podría ver reducido su potencial de reclutamiento. Incluso la firma e implementación efectiva de los acuerdos podría provocar deserciones el seno del propio JNIM, ya que como se comentó anteriormente, muchos de los integrantes que engrosaron las filas de JNIM, no lo hicieron por motivos religiosos, sino ante la falta de protección, la existencia de un gobierno incapaz de proporcionar servicios básicos y la existencia de un grupo a cuya pertenencia se asociaba la percepción de un caudal de ingresos[36].
Aun así, es probable que una implementación efectiva de un acuerdo bilateral – gobierno CMA no resulte efectiva en términos prácticos. Al fin y al cabo una de las razones que esgrimen autores como Koné como causa de la no implementación de los Acuerdos de 2015, es la falta de integración de otras milicias que actualmente no forman parte de la CMA. Es el caso de la Coalición de Movimientos de la Entente (CME) formado por distintos grupos armados que aspiran a formar parte de los Acuerdos de Paz. De manera adicional, Navarro Millán afirma, desde una perspectiva más crítica que “se ha excluido cualquier tipo de negociación de paz con los grupos categorizados bajo el perfil de ‘extremismo yihadista’. La lectura de que frente al terror no hay ninguna posibilidad de diálogo, esconde las causas principales que están detrás de estas rebeliones e imposibilita su resolución política”[37]. Esto plantea el interrogante de hasta qué punto la forma de minimizar la presencia de JNIM en el territorio maliense, no solo implicaría dar voz a milicias que actualmente no se encuentran dentro de los procesos de paz, sino que supondría para el gobierno iniciar negociaciones con milicias yihadistas integradas dentro del propio JNIM, sobre todo las que encuentran sus raíces en territorio maliense (Ansar Dine y Katiba Macina principalmente). La posibilidad de contemplar esta vía de integración de grupos de JNIM en los procesos de paz no es algo extraño a la realidad actual maliense. Recientemente el Imán wahabita Mahmud Dicko, conductor de las protestas sociales que precedieron al golpe de estado de agosto de 2020, ha mostrado su predisposición a iniciar una ruta de contactos por el país tras la formación del gobierno de transición en el que incluía la posibilidad de reunirse con Ghali y Koufa. En la misma línea, en octubre de 2020, el primer ministro del gobierno de transición maliense Moctar Ouane, señaló la importancia de ofrecer diálogo a grupos armados, incluyendo a los yihadistas[38]. Por otro lado, cabe preguntarse cómo reaccionaría la comunidad internacional ante este hecho y si Mali sería capaz de soportar nuevas presiones derivadas de la crítica asociada a la negociación con grupos terroristas.[39] En este sentido, una de las primeras manifestaciones al respecto se ha producido por parte del ministro de exteriores francés Jean-Yves Drian quien se opuso a cualquier diálogo con organizaciones yihadistas tras las declaraciones de Moctar Ouane[40].
En este punto, resulta relevante destacar que un acuerdo a tres entre el gobierno, las milicias secesionistas, y otras milicias actualmente no incluidas en los procesos de paz (yihadistas y no yihadistas) podría tener consecuencias negativas sobre las milicias históricamente no secesionistas leales al poder central. Al respecto cabe destacar que en algunas de las zonas principalmente situadas en el centro – norte del país (Dire, Tomboctú o Gourma) existe una coincidencia territorial entre milicias de la CMA y milicias de la Plataforma[41]. La firma de acuerdos bilaterales podría ser considerada como un agravio por parte de las milicias tradicionalmente leales sobre todo si la concesión de ventajas a las milicias de la CMA entraña un sacrificio en términos de reducción de acceso a recursos (agua o tierras en una zona que es semidesértica). Esto podría derivar en un aumento de la violencia interétnica, lo cual favorecería a JNIM, bajo la lógica de reclutamiento por protección comentada anteriormente. Por ello, es relevante que tal y como ocurrió en 2015, las milicias leales al gobierno no secesionistas, intervengan en una eventual firma de acuerdos, dotando a la misma de un carácter multilateral aún más marcado y que las concesiones otorgadas a las milicias afines o la ausencia de perjuicio sobre las mismas en el caso de que unos eventuales acuerdos se implementen de forma efectiva, deben ser suficientes para desincentivar los intentos de cumplimentación de agendas propias por la vía armada por parte de dichas milicias.
Por lo tanto, la cuestión no es solo si los Acuerdos se implementan sino de cómo y con quién se tratan de llevar a la práctica. En un escenario en el que se firma e implementan acuerdos con unanimidad entre gobierno – milicias de la CMA – otras milicias secesionistas y milicias leales, la posición de JNIM en términos de reclutamiento de nuevos integrantes se vería drásticamente comprometida ya que no solo perdería potencial de reclutamiento entre los grupos étnicos cuyos miembros integran parcialmente las milicias de la CMA, sino que no podría aprovechar a su favor cualquier posible ventaja que surja de un deterioro de las relaciones gobierno – milicias leales no secesionistas. No obstante, también es cierto que el resultado de estos Acuerdos no será del agrado de todas las partes, por lo que determinadas milicias o grupos pueden no quedar satisfechas. En este sentido jugará un papel fundamental el Estado Islámico del Gran Sahara, una de las organizaciones yihadistas más capaces de la región, la cual se ha opuesto en todo momento a una posible negociación. Aun así cabe preguntarse hasta qué punto una implementación verdadera de los acuerdos revisada por las milicias leales y simultáneamente aprobados por las comunidades del norte con implicaciones considerables en la minimización de la influencia yihadista, es posible en términos prácticos, ya que más allá de cualquier presión ejercida por la comunidad internacional, o directamente por Francia, en caso de negociación con grupos yihadistas, cuanto más grupos heterogéneos se incluyan en las negociaciones, mayor será el conflicto de intereses y menor probabilidad habrá de implementar acuerdos que desincentiven el uso de la violencia como medio para lograr fines propios en al menos uno de los grupos.
La firma de unos acuerdos de paz efectivos que disminuya la presencia yihadista, supone tratar de hacer converger un conjunto de fuerzas contrarias cuya gestión genera desequilibrios constantes.
Se planteó un primer escenario de persistencia en el incumplimiento de los acuerdos que fortalecería a JNIM, al no proporcionar el gobierno ninguna alternativa sólida y creíble a la propuesta de valor yihadista. Posteriormente se planteó un escenario en el que se lleva a cabo un acuerdo bilateral entre gobierno y milicias de la CMA. Esto sin embargo, supone prolongar uno de las problemáticas asociadas a la firma de los propios Acuerdos de 2015, en la que se apartaron de las negociaciones a un número considerable de milicias, en ocasiones al considerarlas como “yihadistas”[42]. La negociación y firma de unos acuerdos entre gobierno, milicias de la CMA y otras milicias entre las que se incluyen algunas de corte yihadista podría reducir el potencial reclutador de JNIM. Esto sin embargo, dejaría fuera de la negociación a milicias históricamente afines acostumbradas a ser promocionadas y financiadas por el gobierno y a recibir un trato de favor. La posibilidad de ceder recursos puede levantar reticencias cuyas consecuencias permitan a JNIM compensar sus pérdidas.
La única opción que permitiría reducir la influencia yihadista en términos de potencial reclutador es aquella en la que gobierno, milicias de la CMA, otras milicias tanto yihadistas como no yihadistas y milicias leales al poder, firman un acuerdo de paz con incentivos para su cumplimiento y que eviten cualquier forma de violencia inter o intraétnica. Sin embargo, la materialización de esta última opción podría cuestionarse, dado que el gobierno tendría que abrirse a negociar con grupos yihadistas y hacer frente a una eventual presión por parte de la comunidad internacional como ya sucedió en 2015, y como demuestra la contundente respuesta de la administración francesa a la posibilidad de diálogo abierta por Moctar Ouane. Adicionalmente, un acuerdo entre gobierno y todas las milicias supondría que aquellas tradicionalmente leales, acostumbradas a recibir trato de favor y privilegios, tengan que realizar algunas concesiones.
Por lo tanto, el nuevo gobierno maliense hereda antiguos problemas. La opción de que se abra un nuevo panorama con respecto a la firma de los acuerdos de paz pasa porque el nuevo gobierno contravenga cualquier reacción de la comunidad internacional y negocie con los yihadistas. Este paso, sin embargo, no sería condición suficiente para lograr una implementación de acuerdos que permita minimizar la influencia de JNIM. Se debe intentar buscar un equilibrio de tal manera que no se incentive a las milicias a emplear la violencia para lograr sus respectivos intereses. Esto, en un país definido por su carácter multiétnico y con un largo historial de tensiones entre grupos, parece complicado. En definitiva, sea cual sea la resolución final de esta cuestión y los eventos futuros asociados a esta, parece que no existe una solución ni fácil ni rápida, y que tanto si se dejan de implementar los acuerdos como si se dan pasos hacia su implementación, JNIM tardará en perder su influencia en la zona, al menos en términos de atractivo como organización.
[1]Naranjo, J. (19 de agosto de 2020). Los militares toman el poder en Malí con un golpe de Estado que ha forzado la dimisión del presidente. El País. Obtenido de https://elpais.com/internacional/2020-08-19/los-militares-toman-el-poder-en-mali-y-anuncian-una-transicion-hacia-la-democracia.html
[2] Bleck, J. (2016). Mali: The Mali Crisis. En J. R. Jr., Encyclopedia of Modern Ethnic Conflicts, 2nd Edition (págs. 379-389). Santa Bárbara: ABC – CLIO
[3] Ray, N. (2016). Growing threat of terrorism in Africa: The case of Boko Haram. Indian Council of World Affairs Issue Brief.
[4] Fuentes, I. (2018). Yihadismo en el Sahel: la expansión de la amenaza oscura. bie3: Boletín IEEE (9), 240-264.
[5] Yagüe, J. (8 de febrero de 2019). Jamā’at Nuṣrat al-Islām wa-l-Muslimīn. Obtenido de Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo: https://observatorioterrorismo.com/actividades/jamaat-nu%E1%B9%A3rat-alislam-wa-l-muslimin/. [Fecha de consulta: 8 de abril de 2019]
[6] Véase al respecto los datos recopilados sobre ataques en Mali recogido por el Observatorio Internacional de Estudios sobre terrorismo: Summers, M (septiembre de 2020). Yihadismo en el Magreb y el Sahel. Obtenido de Observatorio Internacional de Estudios sobre terrorismo, estudios sobre terrorismo. https://observatorioterrorismo.com/category/yihadismo-en-el-magreb-y-el-sahel-2020/
[7] De la Corte, L. (2014). Terrorismo. En L. de la Corte Ibáñez, & J. M. Blanco Navarro, Seguridad Nacional, amenazas y respuestas (págs. 55-77). Madrid: LID editorial.
[8] Weber, M. (2007). La ciencia como vocación, la política como vocación. Madrid. Espasa
[9] Boilley, P. (2011). Géopolitique africaine et rébellions touarègues. Approches locales, approches globales 1960-2011. L’année du Maghreb(7), 151-162. [Fecha de consulta: 3 de mayo de 2020]. Obtenido de https://journals.openedition.org/anneemaghreb/1182
[10] Dumont, G.-F. (2009). La géopolitique des populations du sahel. Cahier du CEREM (Centre d’études et de recherche de l”Ecole militaire), 33-46.
[11] Lyammouri, R. (2019). Tribal Dynamics in the Sahel. Policy Center for the New South. Obtenido de: https://media.africaportal.org/documents/Tribal_dynamics_in_the_Sahel.pdf
[12] Mesa, Beatriz (2014). La transformación del yihadismo en el norte de Mali: de “causa” política a economía criminal. Revista UNISCI, (34),103-118. Obtenido de: https://www.redalyc.org/pdf/767/76729583007.pdf. [fecha de Consulta 3 de octubre de 2020]
[13] Théroux-Bénoni, L. A., Assanvo, W., Maïga, I., Abatan, J. E., & Ba, F. (2016). Mali’s young ‘jihadists’ Fuelled by faith or circumstance? Institute for Security Stuies: Policy Brief(89).
[14] Art Nº 6. Accord pour la paix et la réconciliation au Mali. Issu du processus d’Alger. Argel, Argelia, 1 de abril de 2015
[15] Consejo de Seguridad de la ONU. (29 de septiembre de 2020). Comité del Consejo de Seguridad establecido en virtud de la resolución 2374 (2017) relativa a Malí. Obtenido de un.org: https://www.un.org/securitycouncil/es/sanctions/2374#current_measures
[16] The CIA World Factobook. (15 de septiembre de 2020). Library. The World Factbool. Africa : Mali. Obtenido de cia.fov: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/ml.html
[17] A ello contribuyó que un gran número de tuaregs que iniciaron estas migraciones masivas a países vecinos en los 70, acabaron en Libia, integrándose en las filas del ejército de Gadafi, donde adquirieron la experiencia y conocimientos militares que posteriormente emplearían en su país (Bleck, 20169.
[18] Ibid.
[19] Ibid.
[20] Lacher, W. (2012). Organized crime and conflict in the Sahel – Sahara Region. The Carnegie Papers
[21] Autoras como Fleur Berger (West Africa: Shifting strategies on the Sahel) o Rida Lyammouri (Tribal Dynamics on the Sahel) señalan motivos como la competición por el acceso a la tierra y a los recursos naturales, la autoprotección o la competición por poder político y económico.
[22] Ibid.
[23] Accord pour la paix et la réconciliation au Mali. Issu du processus d’Alger. Argel, Argelia, 1 de abril de 2015
[24] Agencia EFE. (14 de mayo de 2015). Movimientos del Azawad firman en Argel el acuerdo preliminar de paz en Mali. El diario. Obtenido de https://www.eldiario.es/politica/movimientos-azawad-argel-preliminar-mali_1_2677589.html
[25] Bajo esta asociación actualmente se agrupan milicias como el Grupo de Autodefensa Tuareg Imghad y Aliados (GATIA) leales al gobierno maliense, el Movimiento Árabe de Azawad – Plataforma (MAA – P) o la Coordinadora de Frentes Patrióticos y Resistencia (CMRP – 1) cuyos grupos asociados surgieron como respuesta a las aspiraciones secesionistas de los tuaregs malienses. Lebovich, A. (Mayo de 2019). Mapping armed groups in Mali and the Sahel. Obtenido de ecfr.eu: https://www.ecfr.eu/mena/sahel_mapping
[26] Navarro, I. (2018). La nueva narrativa del terrorismo internacional en África: respuestas y resultados. Comillas Journal of International Relations, 5(13), 28-49.
[27] La ONU extendió las sanciones impuestas a Mali por la no implementación de los Acuerdos en agosto de 2020 Agencia EFE. (31 de agosto de 2020). ONU renueva sanciones impuestas a Mali, aislada tras la reciente asonada. La Vanguardia. Obtenido de https://www.lavanguardia.com/politica/20200831/483252471463/onu-renueva-sanciones-impuestas-a-mali-aislada-tras-la-reciente-asonada.html
[28] Konate, M. (19 de agosto de 2020). Un colonel nouvel homme fort du Mali après le coup d’État dénoncé à l’étranger. Agence France-Presse. Obtenido de https://www.lapresse.ca/international/afrique/2020-08-19/un-colonel-nouvel-homme-fort-du-mali-apres-le-coup-d-etat-denonce-a-l-etranger.php
[29] Altuna, S. (18 de marzo de 2018). Jamā’at Nuṣrat al-Islām wa-l-Muslimīn: análisis del proyecto de al-Qaeda para el Sahel a través de su propaganda. Obtenido de Real Instituto Elcano: http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/ari52-2018-altuna-jnim-analisis-proyecto-al-qaeda-para-sahel-propaganda. [Fecha de consulta: 3 de octubre de 2020]
[30] Berger, J. (2018). Extremism. Massachusetts: The MIT Press.
[31] Raineri, L., & Strazzari, F. (2017). Jihadism in Mali and the Sahel: evolving dynamics and patterns. Paris: EUISS, Brief(21)
[32] Benrahmoune, D. (2020). La propaganda y narrativa yihadista de los grupos del Sahel. Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_investig/2020/DIEEEINV01_2020_DALBEN_Propaganda_y_narrativa_yihadista…_08ENE2020.pdf
[33] Ibid.
[34] Ibid.
[35] El término de value proposition asociado a un grupo yihadista procede de su uso por Shaw y Bandara en Marketing Jihad; the rethoric of recruitment
[36] Véanse al respecto investigaciones de campo de Théroux Benoni y Mesa anteriormente mencionadas en el que se establecen las causas por las cuales integrantes de distintos grupos étnicos se adhirieron a los grupos que hoy conforman JNIM.
[37] Ibid.
[38] France 24. (26 de octubre de 2020). Désaccord entre la France et le Mali sur des pourparlers avec les jihadistes. Obtenido de france24.com: https://www.france24.com/fr/afrique/20201026-d%C3%A9saccord-entre-la-france-et-le-mali-sur-des-pourparlers-avec-les-jihadistes
[39] Según Koné, la comunidad internacional ya presionó para que grupos yihadistas no se incluyeran en las negociaciones de paz. Koné, B. (2018). The impact of International actors motivations and interactions on peace processes: The Case of Mali (Tesis de posgrado). Naval Postgraduate School, Moneterrey, California.
[40] Ibid
[41] Lebovich, A. (Mayo de 2019). Mapping armed groups in Mali and the Sahel. Obtenido de ecfr.eu: https://www.ecfr.eu/mena/sahel_mapping
[42] Ibid.