Actividad yihadista en el Magreb y el Sahel Occidental en junio 2022

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Casos de estudio Magreb y Sahel junio 2022

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El primer semestre de 2022 finaliza con nuevos máximos históricos en cuanto a actividad terrorista de carácter yihadista en la región de África Occidental. Los 123 atentados registrados en el mes de junio han causado la muerte de 618 personas, de las cuales un 87% (538) son civiles. Además, si se contabilizasen las muertes de terroristas durante el desarrollo de operaciones militares o tras la perpetración de ataques, esta cifra ascendería a 1.125.

Las claves del mes:

  • Sahel Occidental: Malí muestra máximos históricos de violencia, con 40 atentados registrados en su territorio, aunque Burkina Faso continúa acumulando cifras mayores.
  • Cuenca del Lago Chad: la violencia yihadista en Nigeria muestra, nuevamente, cierto alivio. Por el contrario, aumenta en Camerún y Níger.
  • Analizando semestralmente, el primer período de 2022 ha sido el peor en cuanto a terrorismo yihadista se refiere: 645 atentados han tenido lugar a lo largo de estos seis meses, en los que habrían muerto más de 2.500 víctimas mortales.

 

Análisis de las regiones de estudio

En esta ocasión, el presente apartado comenzará con un análisis regional de carácter cuantitativo, con el objetivo de estudiar en mayor detalle las cifras semestrales de 2022, así como las registradas en años anteriores.

Si se compara la actividad terrorista desde enero de 2020 hasta la actualidad, se aprecia un claro aumento de la misma durante la segunda mitad de 2020, línea que se mantuvo, aproximadamente, durante un año y medio. Desafortunadamente, el primer semestre de 2022 marca una nueva tendencia, con un aumento en el número de ataques de más del 60%, si se compara con el primero de los períodos; y de un 27%, en el caso del semestre inmediatamente anterior, es decir, el segundo semestre de 2021.

Una tendencia similar se encuentra tras analizar el número de víctimas mortales que, por primera vez, superan las 2.500 en un semestre. Hasta ahora, el peor valor a este respecto habían sido los 2.132 fallecimientos registrados durante el primer semestre de 2020—que contrasta con el menor número de atentados descrito anteriormente—, seguido muy de cerca por los 2.122 del segundo semestre de 2021.

Por lo tanto, si se mantiene la tendencia de este primer período a lo largo de los meses restantes del año, se superarían, con creces, las cifras de 2021, en el que los 1.029 atentados causaron la muerte de más de 4.000 personas.

A nivel nacional, la peor evolución la muestran Malí y Burkina Faso—cuyos valores semestrales superaron a los de aquel hace un año, durante el segundo semestre de 2021—. De hecho, el primero de ellos, marca un nuevo máximo histórico, con 40 atentados registrados en el mes de junio de 2022.

A continuación, se ofrece un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en cada una de las zonas de estudio a lo largo del mes de junio de 2022.

 

Sahel Occidental

Siguiendo la tendencia mostrada en el mes de mayo, en Burkina Faso la actividad de los grupos yihadistas ha aumentado de nuevo. Por el contrario, el número de víctimas mortales derivadas de los mismos ha experimentado un leve descenso (234, en comparación con las 276 del período anterior). Además de tres atentados de impacto medio[1], el país ha sido escenario de uno de impacto alto: el domingo, 12 de junio, decenas de terroristas atacaron la localidad de Seytenga, causando la muerte de al menos 111 personas—100 civiles y 11 militares—(caso de estudio 47). En cuanto a los tres de medio impacto (casos de estudio 14, 69 y 82), ocurridos en Gourma, Namentenga y Bam, se saldaron con la muerte de un total de 34 civiles. Salvo el atentado de Gourma, que fue reivindicado por la coalición JNIM, ninguno de los otros, de medio o alto impacto, ha podido ser atribuido con seguridad a un grupo terrorista.

Las autoridades burkinesas, incapaces de controlar el avance de los grupos terroristas por el momento, han establecido dos zonas “de interés militar” en el norte—provincia de Soum—y el este—alrededores de Pama y parque W—del país, en las que, presumiblemente, se refugian buena parte de los elementos terroristas presentes en Burkina Faso, y en las que estará prohibido cualquier tipo “de presencia humana”, ya que serán objeto de contundentes operaciones militares en las próximas semanas.

Aunque sus valores absolutos difieren de los de Burkina Faso, Malí muestra una tendencia similar a su país vecino: el único atentado de alto impacto registrado, que fue cometido en el Círculo de Bankass (caso de estudio 79), y que se saldó con la muerte de al menos 132 civiles, no ha podido ser atribuido a ningún grupo terrorista. De hecho, las autoridades del país acusaron a la Katiba Macina, miembro de la coalición JNIM, que respondió con un comunicado en el que denegaba su participación en el ataque. No obstante, la credibilidad de esta información no es robusta, ya que, si bien un ataque como este puede ir contra los intereses de los dirigentes del grupo, encargados de publicar dicho comunicado, ello no garantiza que ciertas células o miembros terroristas no perpetren masacres de este tipo. Por su parte, la MINUSMA se ha comprometido a investigar estos asesinatos.

Por otro lado, los tres atentados de impacto medio (casos de estudio 7, 17 y 53), se saldaron con la muerte de 11 militares y 41 civiles. En este caso, dos de ellos fueron cometidos por el Estado Islámico en el Sahel (EIS), que han protagonizado repetidos enfrentamientos contra los grupos de defensa tuareg en la zona de Ménaka.

A nivel político, la junta de transición, liderada por Assimi Goïta, pretende aprobar una nueva ley electoral, que permitiría a las autoridades militares de transición presentarse a las próximas elecciones presidenciales—previstas, en principio, para marzo de 2024—, reduciendo el período de renuncia de seis a cuatro meses antes de la celebración de los comicios.

Además, la misión de estabilización de las Naciones Unidas, la MINUSMA, ha renovado su mandato hasta el 30 de junio de 2023, aunque, durante este período, carecerá ya del apoyo aéreo francés, tras la retirada definitiva de tropas galas.

Respecto a los países del Golfo de Guinea, se tiene constancia de un nuevo atentado en Benín, previsiblemente cometido por miembros de la coalición JNIM, en la localidad septentrional de Dassari, cuya localidad fue atacada. Dos policías y dos civiles fallecieron (caso de estudio 126). Ninguno de los otros países litorales se habría visto afectados por la violencia yihadista en el mes de junio.

Por último, en el suroeste de Níger continúan produciéndose ataques, en su mayoría por parte del EIS, y principalmente dirigidos contra civiles. No obstante, según ACLED Project, dos de los atentados, perpetrados en Torodi y Tera (casos de estudio 107 y 136, respectivamente), dirigidos contra líderes locales, habrían sido cometidos por miembros de la coalición JNIM. Por otro lado, en el extremo sureste, en la región de Diffa, se han registrado seis ataques terroristas.

 

Lago Chad

Nuevamente, la cuenca del Lago Chad, el otro principal foco de violencia yihadista, muestra un cambio de tendencia. El nivel de violencia en Nigeria, que en meses anteriores había alcanzado la cifra de más de 20 atentados, ha vuelto a descender hasta los ocho. Además, la expansión geográfica de los grupos terroristas continúa a lo largo del territorio nacional. De hecho, las autoridades señalan al Estado Islámico en África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés) como autor del atentado en una iglesia cristiana en la ciudad de Owo, en el suroeste del país, aunque esto no ha podido ser confirmado[2] .

En último lugar, Camerún también muestra un mayor nivel de violencia que el del mes de mayo, con un total de quince atentados en el período de estudio. La mortalidad derivada de los mismos ha aumentado también, llegando a las 33 víctimas mortales.

Englobando los dos principales focos de violencia yihadista—el Sahel Occidental y la cuenca del Lago Chad—cabe destacar la propaganda distribuida por Dáesh durante la última semana de junio. En ella, el grupo celebraba en varias ocasiones las “victorias” de sus filiales regionales africanas, haciendo especial énfasis en Nigeria y a los enfrentamientos contra población tuareg en Malí. Realiza, además, un claro paralelismo entre la situación actual en África Occidental y la de Siria e Irak hace diez años.

 

Magreb

Contrariamente a los meses anteriores, en junio ha tenido lugar un atentado yihadista en la capital de Túnez, donde un individuo agredió con arma blanca a un policía que custodiaba instalaciones del Ministerio del Interior y, posteriormente, a algunos de sus compañeros. El ataque no causó víctimas mortales, y agentes de policía lograron detener al terrorista, por lo que el episodio ha sido contabilizado como operación antiterrorista (caso de estudio 118).

En el resto de los países de la región del Magreb, no consta la existencia de ningún otro atentado terrorista de carácter yihadista.

 

Perspectiva regional

El contexto de seguridad—y, de forma más específica, respecto a terrorismo yihadista—en África Occidental continúa degradándose en gran parte de los países que conforman la región. La mayoría de los atentados, especialmente aquellos de medio o alto impacto, se concentran a lo largo de la frontera entre Malí, Burkina Faso y Níger, que se muestra como el epicentro de este tipo de violencia. De hecho, atentados como los de Seytenga o Bankass muestran la incapacidad de respuesta de la que las autoridades nacionales aún adolecen.

En el caso de Malí, además, el aumento de los enfrentamientos en la región de Ménaka, cercana al bastión nigerino del EIS, podría ser el comienzo de un nuevo intento de expansión territorial del EIS. Esta estrategia, iniciada por el grupo a finales de 2019 y a lo largo de 2020, derivó en fuertes tensiones con la coalición JNIM, con la que protagonizaron choques abiertos, que finalmente se saldaron con la redistribución territorial de ambos grupos. No obstante, por el momento, no se tiene constancia de ninguna reacción por parte de la filial de Al Qaeda.

En cualquier caso, la desconexión del gobierno maliense con sus socios internacionales tradicionales, y la consecuente descoordinación regional en la respuesta antiterrorista, no hará sino dificultar la lucha contra estos grupos. Asimismo, la centralidad que África Occidental está adquiriendo en las comunicaciones de Dáesh denota la importancia que el grupo otorga a la región, a la que animan a acudir a terroristas de otras latitudes.

 

[1] Se consideran atentados de bajo impacto aquellos que causan menos de 10 víctimas mortales; medio impacto, entre 10 y 29 muertes; alto impacto, 30 o más víctimas.

[2] La multitud de actores violentos existentes en Nigeria dificulta notablemente discernir si se trata de grupos criminales o terroristas yihadistas. Por lo tanto, ante la falta de pruebas que indiquen que miembros de ISWAP fueron los autores de dicho atentado, el incidente no se ha contabilizado en el presente Observatorio.