Casos de estudio Magreb y Sahel junio 2023
Por segundo mes consecutivo, la región de África Occidental alcanza máximos históricos de violencia yihadista. El mes de junio ha finalizado con 172 atentados[1], que habrían causado la muerte de 623 civiles y militares. Esta última cifra es también la más alta de los registros de este tipo de terrorismo en la zona, similar a la de junio de 2022 (618) pero que contrasta enormemente con las 381 muertes de junio de 2021. Volviendo a 2023, si además se considerasen los miembros de grupos terroristas muertos durante la comisión de atentados o a lo largo del desarrollo de operaciones de seguridad, la cifra ascendería hasta 848.
Las claves del mes:
Análisis de las regiones de estudio
En esta ocasión, el presente apartado comenzará con un análisis regional de carácter cuantitativo, con el objetivo de estudiar en mayor detalle las cifras semestrales de la primera mitad de 2023, así como las registradas en años anteriores.
Si se compara la actividad terrorista desde enero de 2020 hasta la actualidad, se aprecia una alarmante evolución de la violencia. En cuestión de tres años, el número de atentados yihadistas se ha visto más que duplicado. El primer semestre de 2020 supone, con 399 ataques, el nivel más bajo, que a partir de julio de 2020 no ha descendido de los 500 incidentes registrados. 2022 supuso un nuevo aumento, a partir del cual la media mensual no desciende de los 100 atentados.
Así las cosas, 2023 muestra una tendencia aún peor, con más de 800 ataques registrados durante la primera mitad del año. Esto supone un aumento del 208% respecto al primero de los períodos mostrados; y de un 140%, en el caso del semestre inmediatamente anterior, es decir, el segundo semestre de 2022.
Una tendencia similar se encuentra tras analizar el número de víctimas mortales que, por primera vez, superan las 2.500 en un semestre. Hasta ahora, el peor valor a este respecto habían sido los 2.132 fallecimientos registrados durante el primer semestre de 2020—que contrasta con el menor número de atentados descrito anteriormente—, seguido muy de cerca por los 2.122 del segundo semestre de 2021.
Si las cifras ya consolidadas de 2023 se comparan con años anteriores, se evidencia lo alarmante de la evolución: los 832 atentados de la primera mitad de 2023 contrastan con cifras anuales muy cercanas a este nivel de violencia, como los 920 registrados en todo 2020, o los 1.029 de 2021.
A nivel nacional, la peor evolución la muestran Burkina Faso y Mali. Destaca el primero de ellos, donde la incidencia de la violencia prácticamente se ha duplicado en esta primera mitad de 2023, en comparación con el segundo semestre del pasado año. Si los 375 atentados actuales se contrastan con los 106 registrados en el primer semestre de 2020, se aprecia lo alarmante del contexto de seguridad que atraviesa el país. El caso de Mali, donde la evolución de la violencia es menos acentuada que en el país vecino, también resulta preocupante, especialmente si las cifras se examinan en conjunto con los sucesos políticos y militares—analizado en el apartado posterior—.
Por otro lado, Nigeria, que tradicionalmente suponía uno de los principales focos de violencia a nivel nacional—véase el segundo semestre de 2020, en el que fue el país con más atentados registrados—, continúa con mostrando el descenso de violencia que viene registrando desde 2021, y que habría alcanzado su nivel mínimo en el segundo semestre de 2022.
A continuación, se ofrece un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en cada una de las zonas de estudio a lo largo del mes de junio de 2023.
Sahel Occidental
Burkina Faso, que, una vez más, lidera la comparativa regional, marca también valores máximos de actividad terrorista. El país ha sido escenario de los dos atentados de alto impacto[2] registrados en la región, ambos llevados a cabo por miembros de la coalición JNIM, afín a Al Qaeda. El primero de ellos, acaecido en Noaka el 26 de junio, se produjo contra un grupo de Vigilantes por la Defensa de la Patria (VDP, en adelante) que defendían la zona. Al menos 30 de ellos fallecieron (caso de estudio 163). Ese mismo día atacaron, en la carretera que lleva de Djibo a Kongoussi, a una unidad militar que regresaba de una misión de escolta. En este caso, 31 militares murieron, así como 3 VDP que los acompañaban (caso de estudio 164).
Mali ocupa la segunda posición de la comparativa. Además, el país ha registrado los valores máximos de violencia yihadista desde que se tienen registros (43). Si bien en este caso no se tiene constancia de atentados de impacto alto, sí ha habido cinco de impacto medio, todos ellos cometidos contra civiles. Por un lado, miembros de la coalición JNIM habrían sido los autores de dos de ellos, en Mopti (caso de estudio 42) y Tominian (caso de estudio 142), en los que habrían acabado con la vida de 10 y 12 personas, respectivamente. Por otro lado, elementos del Estado Islámico en el Sahel (EIS), filial regional del grupo yihadista, habrían asesinado a más de cuarenta personas en Douentza (caso de estudio 20), Tidermène (caso de estudio 74) y Gabéro (caso de estudio 125).
Por otro lado, tras las recientes exigencias del gobierno maliense para que la MINUSMA se retirase, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó finalmente a favor del fin de la misión el día 30 de junio, tras más de diez años de operaciones en territorio maliense. El repliegue se realizará durante el segundo semestre del año, finalizando definitivamente el 31 de diciembre.
Este cambio coincide en el tiempo con los enfrentamientos que el grupo Wagner protagonizó durante el fin de semana del 24 de junio con el propio gobierno ruso, liderado por Vladimir Putin. Los choques se saldaron con la salida de Yevgeny Prigozhin, dueño de Wagner, de territorio ruso, y el cese de la participación de sus efectivos en la guerra en Ucrania. No obstante, días después, el Ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, aseguraba que la presencia de “instructores” de Wagner sí se mantendría en Mali y en República Centroafricana.
En Níger, los quince atentados de los que se tiene constancia han sido de impacto bajo. Destaca el caso 135, que habría sido obra de miembros de la coalición JNIM. La zona oeste de Níger (Tillaberi, concretamente) no es tradicionalmente objeto de atentados de este grupo, por lo que supondría la expansión del mismo desde su bastión maliense hacia el este.
Por otro lado, en el Golfo de Guinea se han registrado tres ataques terroristas: dos en Benín y uno en Togo (casos de estudio 54, 60 y 71, respectivamente).
Lago Chad
En Nigeria, tras casi un año de cierta estabilidad, finaliza el mes de mayor valor de violencia desde el mes de septiembre, con 17 atentados registrados. No obstante, de ellos, todos salvo uno serían de impacto bajo. La excepción se produjo en Molai, Jere (estado de Borno) el 15 de junio, donde al menos quince civiles fueron degollados o decapitados a manos de miembros de Boko Haram (caso de estudio 105).
El grupo, liderado desde hace dos años por Bakura, consolida su presencia en territorio nigeriano: originalmente, Bakura comandaba una filial en el norte del Lago Chad, contando con escasa presencia en las inmediaciones del bosque de Sambisa—actualmente dominado por el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP)—, pero actualmente ya se habrían hecho con el control de la localidad de Doron Baga.
El grupo también estaría perpetrando un creciente número de acciones en Camerún, donde destaca el caso de estudio 89: según la información reportada por Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED), miembros de Boko Haram habrían decapitado a un hombre y secuestrado a dos de sus hijos en la región de Adamawa, al norte de donde suele tener lugar la violencia yihadista.
Magreb
En esta ocasión, no se tiene constancia de atentados u operaciones antiterroristas en los países del Magreb.
Perspectiva regional
La atención la acapara, una vez más, el Sahel Occidental: además del análisis a nivel nacional, que arroja resultados alarmantes, la región ha experimentado cambios notorios que, previsiblemente, acarrearán consecuencias en su contexto de seguridad. Lo sucedido entre Wagner y el gobierno ruso convierte al principal socio del gobierno maliense en un actor no tan fiable como antes, ya que, pese a que desde el Ejecutivo insistan en la permanencia de Wagner, la incertidumbre de la relación entre ambas partes hace que estas condiciones puedan cambiar con cierta facilidad. Si a esto se le suma la salida de la MINUSMA: pese a no ser de carácter ofensivo—como todas las misiones de las Naciones Unidas—, sino de estabilización y mantenimiento de la paz, la ausencia de sus efectivos repercutirá, previsiblemente, en la situación del norte de Mali, cuya población civil quedará notablemente desprotegida frente a la violencia yihadista.
Esto, unido a la inestabilidad del gobierno maliense, que también ha protagonizado episodios de exacciones ilegales—que ahora no serán supervisados por la MINUSMA—, genera un escenario muy negativo para Mali, cuya situación de seguridad podría empeorar aún más en los próximos meses, y, por tanto, para el resto de los países vecinos.
Por otro lado, en la Cuenca del Lago Chad, la situación de Boko Haram podría estar cambiando: tras meses de indicadores que apuntaban hacia un rearme del grupo, que atraviesa una situación de debilidad desde junio de 2021, sus miembros estarían rearmándose y perpetrando atentados en nuevas demarcaciones, como la orilla nigeriana del Lago o localidades de Camerún situadas más al sur de la región del Extremo Norte, donde usualmente operan.
[1] Los atentados registrados en el presente Observatorio son aquellos de los que se deriva al menos una muerte, ya se trate de civiles, personal de seguridad o miembros de grupos terroristas.
[2] Se consideran atentados de bajo impacto aquellos que causan menos de 10 víctimas mortales; medio impacto, entre 10 y 29 muertes; alto impacto, 30 o más víctimas.