Observatorio de atentados yihadistas de febrero de 2024

Captura de un vídeo propagandístico de Daesh en el que un terrorista destruye varios símbolos religiosos cristianos en una aldea de Cabo Delgado, Mozambique. Fuente: Telegram

1.Análisis

Muy lejos del foco mediático, el acontecimiento del mes en cuanto al desarrollo de la actividad yihadista se encuentra en Mozambique, y más concretamente en la provincia norteña de Cabo Delgado. No es la primera vez que esta región centra la atención por los acontecimientos que allí se desarrollan durante los últimos años como consecuencia de la presencia de un yihadismo vinculado a Daesh que alcanzó su apogeo tras la toma de la ciudad de Palma en marzo de 2021 y que parecía haber entrado desde entonces en declive. Sin embargo, la ofensiva a gran escala realizada por los terroristas de IS-Mozambique a partir de mediados de febrero ha puesto de manifiesto que el yihadismo en el país todavía ostenta una capacidad tal como para hacerse con el control de nuevos territorios. Así ha ocurrido con la ciudad de Quissanga, tomada por los terroristas tras haberse registrado al menos medio centenar de ataques sobre una treintena de poblaciones y aldeas, en su mayoría de población cristiana. Se estima que más de un centenar de personas han sido asesinadas a manos de los terroristas durante estas últimas semanas, aunque con toda probabilidad esta cifra sea considerablemente superior. El domino efectivo que los yihadistas están haciendo sobre parte del territorio se está traduciendo en la implantación a escala local de la sharía, en el cobro de impuestos y en un intento por ganarse el favor de la población local a través de diversas iniciativas.

Este giro tan brusco que se ha dado en Cabo Delgado como consecuencia de la ofensiva yihadista de IS-Mozambique ha supuesto un nuevo drama humanitario. En apenas dos semanas, más de 58.000 personas se han visto obligadas a huir de sus hogares en busca de protección y numerosos poblados cristianos han quedado arrasados tras el paso de los terroristas, quienes han eliminado cualquier símbolo religioso cristiano sobre esos territorios. Hasta el momento, los pequeños y limitados esfuerzos por parte de las fuerzas militares mozambiqueñas no han conseguido revertir la situación. En este sentido, será fundamental conocer si durante los próximos meses los terroristas se limitan a gestionar y ejercer su control sobre los territorios conquistados o aspiran a continuar expandiendo su influencia y tomando nuevas ciudades.

Cambiando de área geográfica, había interés en saber cómo las diferentes agrupaciones yihadistas que operan en Pakistán afrontaban estratégica y operacionalmente las semanas y días previos a las elecciones generales que se celebraron el 8 de febrero. Las dificultades que atraviesa el país en materia de seguridad como consecuencia del deterioro de los últimos meses tras el incremento de la actividad yihadista, especialmente en regiones fronterizas con el vecino Afganistán, generaban todavía una mayor incertidumbre en cuanto al impacto que podía tener el terrorismo para una normal celebración de estas elecciones. Lo cierto es que, más allá de lo controvertida que ha resultado ser esta jornada electoral con retrasos en el anuncio de los resultados, cortes de internet, sospechas de manipulación, etc. las organizaciones terroristas han ejercido una especial influencia en provincias como Khyber, donde se repitieron los ataques antes, durante y después de las elecciones, saldándose todos ellos con la muerte de decenas de personas.

La mayoría de estos ataques han sido llevados a cabo por la rama pakistaní de los talibán (TTP), quienes están aprovechando el vacío de poder y su influencia sobre determinadas regiones para tratar de reemplazar progresivamente el peso que las autoridades pakistaníes pueden tener. Esta estrategia, que comienza a hacerse más que evidente en Pakistán, no es desconocida para los talibán, dado que fue muy similar a la implantada en el pasado más reciente por la rama afgana en su afán de hacerse con el control absoluto del país, algo que acabaría produciéndose tras la toma de Kabul en agosto de 2021. Por lo tanto, y viendo los antecedentes más inmediatos, el nuevo gobierno pakistaní liderado por Shehbaz Sharif se verá obligado a implantar unas escrictas políticas para volver a retomar la iniciativa en las provincias fronterizas donde la presencia de TTP está más arraigada y tratar de recuperar el apoyo de una población y de unos clanes que se sienten desplazados del poder.

También es preciso que nos detengamos en Somalia, país en el que en los últimos dos años se han dado profundas reformas e iniciativas políticas con el fin último de erradicar a Al Shabaab, algo que parece quedar todavía muy lejos pese a los intentos del gobierno por sumar esfuerzos para ello tanto a nivel nacional como internacional. Pese a la implicación de diferentes actores en materia de antiterrorismo, entre los que se encuentran desde diferentes tribus locales al apoyo de potencias como Estados Unidos, el escenario sigue sin sufrir grandes modificaciones, dándose cierta simetría entre las dos partes de un conflicto cuyos niveles de violencia no dejan de crecer.

Las operaciones contraterroristas realizadas por las fuerzas somalíes, tales como la acontecida el último día de enero en la que se consiguió eliminar a seis importantes cargos en Hiiraan, son respondidas rápidamente con nuevas ofensivas y atentados terroristas de Al Shabaab por buena parte del territorio, especialmente en la mitad y el sur del país. Los diversos atentados ocurridos en Mogadiscio a lo largo del mes, entre los que se encuentra una bomba que acabó con la vida de cinco civiles (caso de estudio #21) o el asalto a la base militar de fuerzas de Emiratos y de Bahrein que también se saldó con la vida de otros cinco soldados (#10) ponen de manifiesto que el grupo tiene una alta capacidad para perpetrar acciones terroristas tanto sobre objetivos blandos como sobre posiciones militares.

Asimismo, la narrativa propagandística de la organización terrorista no deja de sacar rédito a los errores y abusos cometidos por sus enemigos. En este sentido, a lo largo de febrero hicieron especial hincapié en dos acontecimientos que pueden ser relevantes de cara a obtener apoyo y respaldo social en detrimento del gobierno somalí y de sus aliados. Por un lado, a mediados de mes se dio a conocer que las milicias Macawisley que combaten junto al gobierno frente a Al Shabaab en el centro del país ejecutaron extrajudicialmente a tres hermanos como venganza a un ataque perpetrado por el grupo terrorista días antes. Asimismo, pocos días después Al Shabaab lanzaba un comunicado en el que afirmaba que un dron estadounidense que llevaba a cabo una operación antiterrorista en el sur del país acabó con la vida de los dos médicos cubanos que fueron secuestrados en Kenia por el grupo terrorista hace cinco años. Desde Estados Unidos no se ha dado una respuesta firme al anuncio más allá de comunicarse que se está investigando lo ocurrido durante el desarrollo de esa operación. En cualquier caso, ambas acciones están siendo aprovechadas por Al Shabaab para criticar las tropelías y los abusos cometidos sobre la población con el fin de menoscavar la credibilidad en las autoridades somalíes y conseguir de paso ampliar el número de simpatizantes hacia su causa. No obstante, esta estrategia no debe ser entendida como una novedadad. Sin ir más lejos, durante 2022 fueron varios los casos similares en los que el grupo terrorista se hizo eco en términos de propaganda de diversas operaciones contraterroristas realizadas por las fuerzas somalíes que terminaron con la muerte de civiles confundidos con terroristas o que perdieron la vida en enfrentamientos entre fuerzas antiterroristas y miembros de Al Shabaab.

El último escenario a ser comentado es Siria por el repunte que está teniendo la actividad terrorista de Daesh durante los últimos meses en el desierto de Al Badia. Allí, las fuerzas terroristas parecen estar concentrando buena parte de su actividad siendo objeto de sus ataques tanto las fuerzas sirias y sus aliados como la población civil. Una vez más, iniciada la temporada de recolecta de trufa en la región, los trabajadores que se dedican a ello vuelven a ser blanco de los ataques. Así ocurrió a finales de mes cuando trece de ellos murieron como consecuencia del estallido de una mina (#32). Asimismo, las fuerzas del régimen de Al Assad que se encuentran repartidas sobre el desierto también han sufrido la acción terrorista de Daesh, siendo el mejor ejemplo de ello el ataque ocurrido el día 12 de febrero en Al Sukhna en el que murieron nueve soldados sirios (#13).

Para terminar, a lo largo del último mes se ha producido al menos un atentado de inspiración yihadista que se ha saldado con la muerte al menos de una persona en un total de 15 países, siendo estos: Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Tailandia, Filipinas, Mali, Burkina Faso, Togo, Níger, Nigeria, Camerún, República Democrática del Congo, Somalia y Mozambique.

Metodología

La metodología de la presente investigación tiene como base la búsqueda y el análisis de fuentes abiertas, siendo éstas esencialmente noticias de prensa nacionales e internacionales, informes de instituciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el terreno y comunicados emitidos por los propios grupos terroristas (teniendo en cuenta que la información de éstos no siempre es fiable y siendo contrastada previamente). Dichas fuentes son accesibles al lector y pueden ser consultadas a través del enlace adjuntado en los resúmenes que acompañan a los datos extraídos en cada uno de los casos de estudio registrados. No obstante, existen algunas excepciones en las que se ha decidido no añadir el enlace por motivos de sensibilización y respeto a las víctimas, al tratarse de imágenes que no se considera necesario mostrar.

En la sección que hace referencia a la autoría de los atentados, en determinados casos se puede leer “sin confirmar” junto al nombre de la organización terrorista. Esto sucederá en todos aquellos casos donde ningún medio oficial vinculado a la organización autora haya reivindicado dicho ataque. Pese a la falta de esta confirmación, existen vínculos, modus operandi y características comunes con otros antecedentes que pueden ayudar a determinar la autoría, aunque siempre exista el riesgo de equivocarse en el análisis de la información.

El objetivo último de este observatorio es intentar conocer los máximos casos posibles, sabiendo que resulta imposible plasmar todos ellos por la inaccesibilidad de medios o falta de información en determinadas regiones^[1]. Debido a esta razón, uno de los criterios que debe reunir un atentado para aparecer en esta investigación es que se produzca alguna víctima, dado el escaso (o nulo) eco mediático que tienen aquellos casos en los que por suerte no se producen muertes, excepto en el caso de países occidentales donde sí se incluyen los atentados que no hayan provocado víctimas, así como aquellos otros que presenten unas particularidades propias que requieran su inclusión. El objetivo último es que los datos representados mes a mes permitan mostrar la evolución del yihadismo desde el punto de vista de las organizaciones terroristas suníes que se encuentran bajo el prisma de la yihad global.

Finalmente, se recuerda, como todos los meses, los criterios establecidos a la hora de contabilizar los casos de estudio:

• Atentados que sean perpetrados por organizaciones yihadistas suníes o
• Cometidos por individuos inspirados en su ideología
• Donde al menos se produce una persona fallecida, pudiendo ser el propio terrorista (con las excepciones ya citadas)
• Que estén documentados a través de técnicas OSINT y fuentes contrastadas

3.Tabla con casos de estudio relevantes

[1] A partir del 1 de enero de 2024 únicamente se darán a conocer públicamente aquellos casos de estudio dentro de la base de datos del OIET que resultan relevantes para argumentar las ideas expuestas en los análisis mensuales.