Octubre ha sido el mes más letal del terrorismo yihadista: más de mil víctimas en 102 atentados de los que más de la mitad tenían a la población civil como objetivo.
Octubre nos ha dejado el que hasta la fecha es el atentado más letal de lo que llevamos de año. El doble atentado con camiones bomba que estallaron en la capital somalí el día 14 acabó con la vida de 358 personas, entre las que se encontraban tanto civiles como miembros de las fuerzas de seguridad y cooperantes de distintas ONG’s.
A lo largo del presente trabajo, realizado a partir de los datos e información extraída de los 102 atentados de carácter yihadista documentados, se comentarán distintas cuestiones en torno a la actividad de los grupos más representativos, quedando englobado todo ello desde una perspectiva más amplia que permite conocer cómo está siendo la evolución de los mismos en el espacio y en el tiempo durante el último año.
Análisis
Las 1.093 víctimas mortales como consecuencia de la actividad de los grupos de etiología yihadista representan la mejor evidencia de un fenómeno que desde hace más de quince años ha adquirido una capacidad de operación a nivel internacional. Pocos son los Estados que desde la llegada del nuevo siglo han permanecido al margen de su influencia ideológica y capacidad de radicalización sobre ciudadanos locales o no han sido blanco de uno de sus atentados.
El mes de octubre es un nuevo ejemplo de ello. Desde el atentado de Mogadiscio en el que dos camiones con explosivos acabaron con la vida de varios centenares de personas hasta el de Nueva York en el que un individuo autoradicalizado inspirado por la ideología de Daesh mató a varios ciclistas tras arrollarlos con un vehículo. Entre estos ataques, se encuentran de por medio otros cometidos en Irak, Mali, India o Francia en el que se emplean de forma indistinta IED’s, terroristas suicidas o cuchillos. El terrorismo yihadista ha ido evolucionando con el paso de los años, llegando en la actualidad a convertirse en una amenaza difusa y líquida cuya esencia reside en lo imprevisible que puede resultar su presencia en cualquier parte del mundo.
La tabla superior representa el seguimiento en cuanto al número de acciones yihadistas y a las víctimas que provoca. En octubre se aprecia que el número de atentados se mantiene estable respecto al del mes anterior, si bien es cierto que se han documentado siete casos más de estudio. No obstante, el dato más significativo se aprecia en el número de fallecidos, el cual se ha duplicado con creces, pasando de 485 a 1.093. El millar de vidas que se han perdido contrasta todavía más si se analiza desde una perspectiva más amplia, ya que desde abril se estaba observando una disminución progresiva de estas cifras. La explicación al repunte de las víctimas se debe a que a lo largo de este mes se han producido varios atentados con una alta letalidad. Es preciso tener en cuenta que solo en el ataque de Mogadiscio (caso de estudio #41), comentado antes, perecieron cerca de un tercio de todas las víctimas causadas durante todo el mes a nivel mundial. A éste, hay que añadirle otros como los sucedidos en Afganistán entre los días 17 y 20, en los que murieron al menos 180 personas en cuatro atentados ejecutados tanto por Daesh como por los talibán. En el caso de que el lector revise el listado ofrecido de todos los casos de estudio documentados podrá comprobar que a grandes rasgos se ha dado un importante incremento de las acciones que han dejado al menos una decena de víctimas, lo que provoca que la media de víctimas mortales por cada atentado haya ascendido casi a once, mientras que el mes pasado fue de cinco y la media de este año se sitúa en torno a los ocho fallecidos.
En cuanto a la actividad de los grupos terroristas islamistas más representativos un mes más ejerce la hegemonía Daesh, a pesar de que, por suerte, su actividad ha descendido considerablemente en los dos últimos meses, como se aprecia en la tabla 2. La explicación a este importante descenso de sus atentados puede deberse a que está centrando sus muy mermados recursos a la defensa de las ciudades que todavía tenía en su poder, algo que en estos momentos ya no sucede tras la pérdida de Mosul y de su capital en Raqqa, ocurrida ésta hace pocas semanas. El desmoronamiento de su califato tras la sucesión de derrotas militares que está sufriendo desde finales de 2015 ha adquirido especial celeridad en los últimos meses y actualmente apenas tiene un territorio en torno al 10% de lo que fue en su máximo apogeo. No obstante, la amenaza que supone su ideología no desaparecerá con la pérdida total de sus territorios, ya que a nivel territorial será sustituida por otra nueva marca y en cuanto al denominado califato virtual puede seguir inspirando a otros individuos deseosos de cometer atentados por otros lugares, siendo Occidente uno de sus objetivos predilectos. Así mismo, hay que mantener una especial alerta en cuanto a los combatientes que están huyendo tanto de Siria como de Irak, muchos de los cuales están volviendo a Europa con intención de cometer nuevos atentados, mientras que otros pueden unirse a las provincias o wilayat que a día de hoy sigue teniendo Daesh por otras regiones, siendo especialmente preocupante el futuro del Magreb, el Sahel y el Sudeste Asiático. La posibilidad de que Daesh vuelva a transformarse en un movimiento insurgente que actúe bajo una estrategia similar a la de antaño bajo las órdenes de al Zarqawi es otra realidad que ya hay que tener en cuenta.
En cuanto al resto de grupos con mayor capacidad no se han producido novedades relevantes. Los talibán siguen ganando territorios a las autoridades afganas, incapaces de hacerle frente y viéndose golpeados a su vez tanto por éstos como por Daesh, que ha reivindicado la autoría de algunos de los atentados más letales del país en los últimos meses. Mientras, Boko Haram sigue cometiendo atentados por distintos países que se encuentran en el entorno del lago Chad, utilizando a jóvenes, especialmente chicas adolescentes, como uno de sus más recurrentes modus operandi al conseguir que se inmolen cada vez en mayor proporción. Desde hace varios meses ya se alertaba desde esta misma investigación que parte de sus atentados suicidas se habían fijado en centros y campos de refugiados con el objetivo de hacer ver a la población que no había huida posible del terror. Este mes no ha sido una excepción y se han dado nuevos ejemplos que evidencian esta nueva estrategia de trasladar el terror hacia aquellos que huyen de él.
Focalizando la atención en el Cuerno de África se sigue dando una preponderancia de la actividad de al Shabaab, aunque es preciso comentar que este mes se han dado dos acciones yihadistas reivindicadas por el Estado Islámico en Somalia, algo que no es habitual ya que con éstos dos son cinco los atentados cometidos por Daesh en este país en algo más de dos años.
Por último, un mes más es preciso hacer especial hincapié en JNIM, la coalición de grupos yihadistas de Mali que actúan desde su origen de forma más o menos compenetrada y convirtiéndose en la mayor amenaza actualmente para la población y las fuerzas de seguridad. Todo ello bajo el amparo de la marca de Al Qaeda y su franquicia en el Magreb. Este grupo al menos ha cometido seis atentados en el país durante este mes, dejando varias decenas de víctimas.
Analizando el terrorismo yihadista desde la perspectiva geográfica se observa que Oriente Medio sigue siendo el principal foco de actividad, seguido de la mitad norte del continente africano. El caldo de cultivo en estas regiones sigue siendo idóneo para la aparición y proliferación tanto de la ideología yihadista como de grupos extremistas que utilizan sus argumentos religiosos para ganar adeptos día tras día. La inestabilidad política, social y económica en estas regiones sumado a la fragilidad institucional y la debilidad de las fuerzas de seguridad, provocada en parte por la falta de formación y por la escasez de recursos, son elementos que dificultan enormemente la posibilidad de hacer frente a la amenaza proveniente de estos grupos, los cuales van ganando espacio territorial a medida que avanza el tiempo.
En cuanto al Sudeste Asiático, en octubre se puso fin al asedio de Marawi, la ciudad de Filipinas que hace cinco meses fue tomada por varios grupos yihadistas liderados por el Maute Group y Abu Sayyaf. A la recuperación de la ciudad hay que añadirle otra buena noticia, ya que según afirmaron las autoridades filipinas, en los últimos días de combates se consiguió abatir a dos de los grandes líderes de estas organizaciones: Isnilon Hapilon de Abu Sayyaf y a uno de los hermanos Maute, que fue a su vez cofundador del grupo. Habrá que ver cuál es la evolución del movimiento a partir de ahora en la región tras este duro golpe.
Occidente ha vuelto a ser este mes objetivo por partida doble del terrorismo de inspiración yihadista. Es cierto que tanto el atentado de Marsella como el de Nueva York han sido perpetrados por individuos que al menos en un principio no tenían vinculación directa con Daesh, aunque le jurasen lealtad y la organización de al Baghdadi reivindicase estas acciones. No obstante, estos dos atentados son la evidencia de que la batalla en el campo de la contranarrativa en Internet y redes sociales tiene que ser más efectiva, porque la desaparición del califato tras su derrota militar debe ir acompañada necesariamente de la pérdida de su capacidad para adoctrinar y radicalizar a otros individuos a través de las nuevas tecnologías. En el caso de que no sea así, nos veremos obligados a convivir de forma permanente con atentados periódicos en nuestras ciudades.
La tabla 4 plasma el número de países en los que al menos se ha producido un atentado yihadista durante el mes indicado. En octubre han sido diecisiete, cuatro más que en la fecha anterior. Estos son: Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, India, Arabia Saudí, Yemen, Egipto, Libia, Mali, Níger, Nigeria, Camerún, Somalia, Kenia, Francia y Estados Unidos.
Como viene siendo costumbre, en este listado aparecen nombres que se repiten mes a mes y no cabe duda de que seguirá siendo así durante los próximos análisis. Este listado es el mejor ejemplo para plasmar la realidad en la que vivimos en torno a este fenómeno donde una acción yihadista puede darse tanto en uno de los países más pobres del mundo como en la principal potencia mundial.
Precisamente, en uno de estos países, Níger, se produjo un atentado (#9) a comienzos de mes en el que se vieron implicados varios soldados estadounidenses. El fallecimiento de cuatro de ellos, a los que hay que sumar otros cinco de procedencia nigerina, ha originado un nuevo debate y numerosas críticas hacia el gobierno estadounidense. El nuevo Bengasi para Estados Unidos ha suscitado diversas preguntas en torno al papel que está llevando a cabo en el Sahel el ejército estadounidense. Las escasas explicaciones e informaciones emanadas desde la administración Trump a raíz de este suceso no están siendo suficientes y son muchos los que esperan que se informe con mayor claridad y transparencia sobre este tipo de operaciones.
La tabla 5 refleja un mes más la doble hidra de los objetivos yihadistas. Por un lado, las Fuerzas de Seguridad son en muchos casos el blanco principal de las acciones terroristas. Los ataques contra distintos checkpoints militares y policiales por parte de Daesh, los talibán, Boko Haram o Al Shabaab son muy frecuentes, así como los IED’s y las minas ubicadas en las carreteras que estallan al paso de vehículos castrenses o coches patrulla. Los coche bomba empleados por Daesh contra las posiciones de vanguardia de sus enemigos o las explosiones de los mismos junto a comisarías o infraestructuras militares han sido tradicionalmente otros objetivos recurrentes.
Los atentados contra la población civil tienen la finalidad por parte de los grupos terroristas de causar un mayor impacto de cara a la opinión internacional así como el deseo de influenciar en las decisiones políticas que se toman en el país. El miedo y el terror es empleado por estos grupos como armas para conseguir sus objetivos, aunque ha quedado demostrado en distintas ocasiones que un uso desmedido de la violencia contra la población civil a la larga acaba siendo contraproducente, pudiendo hacer perder a un determinado grupo todo el respaldo social y con ello su desaparición. La Historia está llena de estos ejemplos, entre los que se incluyen grupos de inspiración salafista yihadista.
Conclusiones y reflexión final
Los 102 atentados cometidos en el mes de octubre alrededor de diecisiete países y el saldo de las 1.093 víctimas mortales son las cifras de una amenaza mundial que sigue expandiendo sus tentáculos. Hay regiones que se llevan desangrando desde hace años a causa de este fenómeno, tal es el caso de Afganistán o Irak, quienes precisamente siguen siendo los dos grandes focos de los atentados yihadistas. Sin ir más lejos, los datos de octubre concluyen que cerca del 60% de las acciones documentadas a nivel global han sido en uno de estos dos países. Mientras, hay otros con un historial más corto en torno a la presencia de esta doctrina extremista pero que con el paso de los años ha reunido los condicionantes necesarios para la aparición de grupos que, apoyados por su ideología, han ido evolucionando hasta convertirse en serios problemas para la seguridad nacional. Por último, nos encontramos con que Europa y el resto de Occidente estamos siendo golpeados por un terrorismo del que parecíamos quedar al margen. Si al Qaeda ya nos obligó a replantear este paradigma, la aparición de Daesh y los “soldados del califato” ha sido un duro golpe de realidad para nuestros gobiernos y la propia sociedad.
La coyuntura en la que nos encontramos debe servir para que todos nos demos cuenta de que el terrorismo de carácter yihadista debe combatirse desde todos los ámbitos que él mismo utiliza para su propagación y expansión. Daesh ha recurrido a la fuerza para ampliar sus dominios y ha formado un ejército de fieles que se ha contado por decenas de miles. Por eso ha sido y seguirá siendo preciso el uso de la fuerza militar para impedir que continúe su avance. Ahora bien, el Estado Islámico ha situado el adoctrinamiento como una de sus principales armas en torno a una narrativa bien estructurada que ha llegado a todos los ciudadanos del mundo a través de las nuevas tecnologías, mientras que ha realizado especial hincapié en una educación planificada desde el primer momento en los territorios de su califato. La pregunta es si Occidente y el mundo musulmán están capacitados y si se está haciendo todo lo posible para responder a su ideología mediante esas mismas herramientas. La lucha contra el terrorismo yihadista pasa por combatirlo en todos sus frentes, y hasta que esto no suceda con la implicación de todas las partes, esta lacra seguirá existiendo.