Francia anuncia una transformación orgánica de la operación Barkhane en el Sahel

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El presidente francés, Emmanuel Macron (centro) y el Ministro de Asuntos Exteriores Jean-Yves Le Drian (izquierda) visitan tropas francesas en la Operación Barkhane. Fuente: Reuters/Atalayar

Noticia 30/2021

El presidente francés, Emmanuel Macron (centro) y el Ministro de Asuntos Exteriores Jean-Yves Le Drian (izquierda) visitan tropas francesas en la Operación Barkhane. Fuente: Reuters/Atalayar

 

El pasado jueves, el presidente francés Emmanuel Macron anunció el cese de la operación Barkhane tal y como se contempla actualmente como parte de la “profunda transformación” a la que estará sometida la presencia francesa en la región del Sahel. Así, de los 5.100 efectivos con los que actualmente cuentan los países del Sahel, se prevé que Francia vaya disminuyendo el número progresivamente hasta el punto de convertir esta operación exterior en una fuerza de apoyo y cooperación.

La operación Barkhane, sucesora de la operación Serval, se creó en 2014 con el objetivo de controlar la amenaza yihadista que asolaba varios puntos de la geografía maliense, concretamente en la zona norte y centro. Desde entonces, esta misión ha fomentado la cooperación entre una alianza de países a nivel regional – Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad, también conocidos como el grupo G5 Sahel – y ha supuesto una continua presencia militar gala en África Occidental. Se espera así que la disminución del liderazgo francés en esta operación se contrapese con su participación en otras misiones establecidas en la región, como la fuerza especial Takuba, que sí se mantendrá a pesar de la transformación orgánica de la operación Barkhane, y la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Malí (EUTM Mali por sus siglas en inglés). Sin embargo, tal y como parece querer remarcar Macron, Francia no liderará la coalición de esfuerzos internacionales en la lucha antiyihadista en el Sahel, sino que se sumará a modo colaborativo con el resto de fuerzas europeas y americanas.

Aparentemente, son tres los motivos que han llevado a Francia a tomar esta decisión: la extrema dependencia regional en el músculo militar francés en su lucha por garantizar la seguridad doméstica, las turbulencias políticas regionales experimentadas durante los últimos meses, especialmente en Mali, y la predisposición de ciertos países por establecer una vía de diálogo con los yihadistas.

Con respecto al primer elemento, lo cierto es que Francia llevaba percibiendo hace un tiempo que su papel en esta operación era más cercano a un rol militar estructural que el de una unidad de colaboración y entrenamiento coyuntural. Además de esta prolongación en materia de capacidades militares, la operación también había abogado por garantizar, en última instancia, la seguridad autónoma de los países que reciben actualmente su apoyo. Por ello, el hecho de que no se haya producido una paulatina transición del liderazgo militar hacia las precarias fuerzas locales ha traído como consecuencia un gran deterioro y hartazgo en la confianza francesa con respecto a las instituciones estatales de los países donde la operación Barkhane actúa. La segunda razón que ha propiciado esta decisión se basa en consideraciones políticas a raíz de la muerte del líder chadiano Idriss Déby en abril, aliado clave de Francia en la región, pero sobre todo a causa del golpe de Estado que sufrió Mali durante el mes de mayo, el segundo en los últimos nueve meses. El derrocamiento del presidente interino, Ba N’Daou, y el primer ministro Moctar Ouane, en un movimiento orquestado por su vicepresidente, Assimi Goita, ha colmado la paciencia francesa, abriendo un nuevo frente que ha terminado por influir en la decisión del presidente en el porvenir de las tropas francesas en el marco de esta operación exterior. Esta decisión complementa así el paquete de medidas de presión establecidas por diversos actores como respuesta al cambio de poder político sucedido en el país africano, en consonancia con la suspensión de Bamako como miembro de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO). El tercer motivo que ha propiciado los cambios organizativos en la operación Barkane tiene su explicación en el hecho de que Burkina Faso abriera la puerta el pasado mes de febrero a negociar con yihadistas o que Mali explorara hacer lo propio en repetidas ocasiones, movimientos que han constituido un factor esencial en el desistimiento francés por continuar su línea de acción exterior en estos países. Un eventual canal de diálogo ha constituido siempre una línea roja para el gobierno galo, advirtiendo de que sentarse a negociar con los yihadistas legitimaría futuras demandas y peticiones. El caso omiso a esta condición por parte de Francia para proporcionar ayuda militar ha terminado por englobar los motivos que hacen creer a París de que su rol en la región debe no tanto desaparecer sino más bien reformularse.

Estos tres factores advierten épocas convulsas para la región, cuyas repercusiones trascenderían de la escala regional: la progresiva reducción de las tropas francesas del Sahel guarda un símil con el plan de retirada que anunció recientemente la administración Biden en Afganistán, y las consecuencias del abandono militar también parecen entrelazarse en la historia. Un debilitamiento de las fuerzas locales implica una ventana de oportunidad para los grupos terroristas, que no dudarán en tratar de aprovecharse de la situación. En el país asiático, todo parece apuntar a que la fuerza talibán buscará coger peso y poder en el país una vez el gobierno afgano vea desaparecer la presencia estadounidense, mientras que en la región del Sahel y en su órbita todo parece apuntar a que la decisión de Macron terminará por hacer también un favor a las milicias islamistas.

La incapacidad de los gobiernos regionales de lidiar con la problemática yihadista en el interior de sus territorios no solo alberga consecuencias negativas para la paz y estabilidad de los países afectados, sino que propicia una proyección del terrorismo islamista más intensa que terminaría por afectar a los países vecinos, particularmente aquellos que gocen de salida al mar, como Costa de Marfil, Togo o Benín, y pondría en un serio aprieto a los Estados que sirven como bastión en la lucha antiterrorista en las fronteras con el Mediterráneo, principalmente a Marruecos y Argelia. Igualmente, no solo contribuiría a un exponencial auge de la presencia y actividad yihadista en los países afectados, sino que también tendría una repercusión directa en la proliferación de negocios ilícitos que operan a nivel transnacional como el tráfico de armas y personas, la industria de la droga, el contrabando o la caza furtiva, entre otros.

Por el momento, lo principal será esperar la respuesta de los países del Sahel con respecto a la decisión francesa.