Noticia 17/2021
Carmen Arroyo
El presidente estadounidense Joe Biden anunció formalmente el pasado miércoles la retirada de sus tropas de Afganistán, así como la de sus aliados. Este acontecimiento ha sido expresado en concordancia con la OTAN, cuyos países tienen también efectivos sobre el terreno. Sin embargo, es un hecho de retroceso en cuanto a la lucha contra el terrorismo, dejando al país a la deriva ante la amenaza de los talibán u otros grupos terroristas, unido a un conflicto que representa la guerra más larga de la historia de Estados Unidos.
El 11 de septiembre del 2021 representa la fecha del vigésimo aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas, así como del inicio de la operación militar en la que se embarcó el país norteamericano en Afganistán. A partir del próximo 1 de mayo se iniciará el repliegue de tropas: 2.500 soldados por parte de Estados Unidos y 7.000 de diferentes países de la Alianza Atlántica (entre ellos un pequeño grupo de militares españoles). De hecho, el fin de la última misión llevada a cabo en territorio afgano – conocida como Resolute Support – coincidirá con este aniversario, con el propósito de que para entonces no quede presencia alguna ni de Estados Unidos ni de la OTAN. Tal y como ha expresado Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN: “fuimos juntos a Afganistán, hemos ajustado nuestra postura juntos y estamos unidos para irnos juntos”. No obstante, se cree que un pequeño contingente se mantendrá en el país para ayudar en labores humanitarias y de desarrollo.
Hace poco más de un año de la firma del “Acuerdo de Doha” entre los talibán y el expresidente Donald Trump. En él, por un lado, los talibán se comprometían a evitar la presencia y el dar respaldo a cualquier grupo terrorista como Al Qaeda y, por otro lado, se fijaba una hoja de ruta para la salida de los ejércitos estadounidenses y de la OTAN del país. El objetivo era el reducir de forma drástica la violencia en el país. Sin embargo, el principal dilema fue que el Gobierno de Kabul no formó parte de dichas negociaciones por ser una condición sine qua non impuesta por los talibán para iniciar las conversaciones.
Todo se complicó aún más con el cambio de presidencia en enero de 2021. Con la toma de posesión de Joe Biden, los talibán suspendieron las conversaciones de paz por las sospechas de si el nuevo presidente mantendría el acuerdo, un acuerdo que en ningún momento llegó a cumplirse porque los talibán no redujeron la violencia ni dejaron de proteger a Al Qaeda.
Cabe plantearse si la retirada de tropas tiene el fin de mostrar que Estados Unidos tiene la intención de hacer cumplir con lo acordado, conservándose así lo acordado en Doha. En ese caso, ¿se está haciendo de manera premeditada en cuanto a los factores de riesgo que pueden desencadenarse? Una rápida retirada de los ejércitos occidentales puede acarrear múltiples inseguridades hacia la población y el futuro de Afganistán. De hecho, el gobierno central cuenta cada vez menos con la confianza de la población, mermada por los talibán.
Las lecciones de la historia no deben olvidarse. Precisamente, la retirada de tropas estadounidenses y occidentales de Oriente Medio han tenido, a lo largo de la historia, grandes repercusiones. Además, es imprescindible recordar que el terrorismo islamista se nutre de gobiernos y regiones desestabilizados. Así, se muestra necesario realizar una retirada paulatina y moderada, de tal forma que se garantice la estabilidad y la capacidad por parte del gobierno afgano de enfrentar los diferentes escenarios que puedan surgir. En caso contrario, los ataques terroristas, así como el poder de financiación, de reclutamiento y operativo de organizaciones extremistas, contarán con el margen necesario en el territorio para crecer exponencialmente.