La sombra de la amenaza terrorista se cierne sobre Irán

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El atentado terrorista perpetrado el pasado 22 de septiembre en la ciudad de Ahvaz, durante el desfile de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica pone de relieve dos cuestiones: que el tablero de ajedrez de las guerras y conflictos que asolan Oriente Medio se adentra cada vez más en territorio de Irán y, segundo, que el país persa dista ya mucho de ser el pretendido oasis libre de acciones terroristas que habíamos conocido hasta entonces. A día de hoy, son dos los grupos armados que se disputan la autoría del atentado. Por un lado, el Estado Islámico se lo ha atribuido autoría en un comunicado difundido a través de su agencia instrumental Amaq. De confirmarse, se trataría del segundo atentado cometido por Daesh en Irán, después los ataques gemelos perpetrados en Teherán por este mismo grupo en julio de 2017.

Paralelamente, algunas informaciones indicaban que el grupo insurgente identitario árabe Movimiento Árabe de Lucha por la Liberación de Ahvaz (AMSLA-MALLA), también conocido como Al Ahvaziya, había reivindicado igualmente el atentado terrorista en la figura de sus portavoces en Europa Habib Yabar Ahvazi y Yacub Taswari, argumentando que la acción armada que ha causado ya una treintena de muertos y más de 50 heridos iba dirigida contra objetivos militares del régimen de Teherán. Este grupo, que defiende la lucha armada para la liberación de la rica provincia petrolera de Khuzestán, poblada por una importante minoría árabe, fue constituido por el ciudadano iraní exiliado Ahmad Mola Nissi, recientemente fallecido en un misterioso asesinato que tuvo lugar en Holanda a finales de 2017 y que este grupo lo atribuye a los poderosos servicios de inteligencia iraníes. Si finalmente se confirma, sería la primera acción de entidad de este grupo ya que antes se había limitado a atacar oleoductos y gasoductos con artefactos explosivos improvisados. No obstante, el grupo desmintió posteriormente este extremo a través de sus canales de comunicación.

Las autoridades del país persa, por boca de su ministro de Asuntos Exteriores Javad Zarif, se han apresurado a culpabilizar de los atentados a terroristas patrocinados por potencias extranjeras y, en su retórica habitual, prometen una respuesta contundente. En el trasfondo de todo esto se encuentra la disputa por la hegemonía regional que sostienen Irán y Arabia Saudí, poniendo el foco en este caso concreto en una minoría árabe que puebla la región de Khuzestán desde tiempos ancestrales, que ya resultó afectada por las políticas centralistas de la dinastía de los Pahlaví a lo largo del siglo XX, que buscaban la “persificación” del este área geográfica. Durante la época, se prohibió el uso de la lengua árabe en las escuelas y medios de comunicación. El descubrimiento de yacimientos petrolíferos a partir de 1908, atrajo a otras comunidades iraníes a la zona, modificando de manera sustancial el equilibrio étnico. Pese a la riqueza que genera esta región petrolífera, no deja de ser una zona subdesarrollada y tiene el dudoso honor de ser una de las regiones más contaminadas del planeta. La mayor parte de la población árabe de Khuzestán profesa el islam de rama chií aunque en los últimos tiempos, se han producido numerosas conversiones al sunismo como gesto de protesta contra el gobierno de los ayatolas. En el año 2005, se produjeron violentas protestas de la comunidad árabe en lo que se conoció como la “Intifada Ahwazi”. La represión del régimen iraní no se hizo esperar y se produjeron miles de detenciones e incluso ejecuciones sumarias. Posteriormente, la comunidad árabe ha protagonizado periódicamente algunos episodios de levantamiento. El sentimiento identitario árabe y de comunidad marginada, fuertemente arraigado en la etnia ahwazi puede ser aprovechado por grupos extremistas de todo tipo y potencias extranjeras rivales para optar por una deriva mucho más radical.

Además de este grupo, otra milicia que ha anunciado oficialmente tomar la acción armada contra el régimen de Teherán es el “Partido del Renacimiento Árabe de Ahwaz”, grupo con sede en Canadá y liderado por Sayid Sabah Al-Musawi. El grupo tiene buenas relaciones con islamistas suníes de Kuwait.

Pero Khuzestán no es el único frente interno que tiene abierto Teherán. En la región noroeste del Kurdistán, donde habitan unos 4 millones de kurdos aproximadamente, el 7% de la población total, se levantan contra el gobierno central algunos grupos armados con una agenda separatista, todos ellos declarados ilegales y considerados grupos terroristas por Teherán. Estos grupos tienen su centro de operaciones en la montañosa región del Kurdistán iraní, que engloba las provincias del Oeste de Azerbaijan, Kurdistán, Kermanshah, Ilam y Hamadan, sirviéndose de la sinuosa orografía del terreno y del santuario que constituye la fronteriza Región Autónoma del Kurdistán en el vecino Iraq. Casi todos estos grupos tienen sus bases en la región que queda al este de la ciudad de Erbil. El área vuelve a estar en plena efervescencia insurgente desde mediados de 2016.

De todos estos grupos, el más numeroso y mejor organizado es el Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI – KDPI) creado en la ciudad de Mahabad el año 1945. El PDKI anunciaba el pasado febrero de 2016 a través de su secretario general Mustafa Hijri, que retomaban la lucha armada contra las fuerzas iraníes, al mismo tiempo que culminaban con éxito un ataque contra una base de los Basijíes en la ciudad de Bokan. En tiempos recientes, las Fuerzas Armadas de Irán han atacado con misiles el cuartel general de este grupo armado en la ciudad de Koya (Iraq) en un intento de descabezar el mismo. Ligado al parecer a este grupo, existe una milicia de peshmergas de élite creada en 2015 denominada las “Águilas de Zagros” (Halogani Zagros), muy activa en la lucha contra las fuerzas iraníes. Una escisión del PDKI, el PDKI-I (Partido Democrático Kurdo- Irán) menos activa que su organización matriz, también ha movilizado a sus Peshmergas desde su base en Koysanjak Iraq) a la región fronteriza con Irán de Qandil. El partido ha creado su propia rama de peshmergas para operar dentro de Irán, denominada “Defensores del Kurdistán del Este” (en kurdo Parizarani Rojhelat Kurdistan). Su secretario general es Mustafa Moloudi. Otro de los grupos que han protagonizado esta escalada insurgente a partir de 2016 es el Partido de la Libertad del Kurdistán (PAK – Parti Azadi Kurdistan), grupo que ha adquirido experiencia militar en la lucha contra el Daesh en el vecino Iraq. Su líder y comandante militar es Hussein Yazdanpanah y operan a través de un brazo militar denominado “Águilas de la Libertad del Kurdistán del Este” (HAK-R).

Bajo la denominación Komala (Komaleh/Komalah) se agrupan una serie de organizaciones marxistas-leninistas nacidas en los años 60, con una agenda nacionalista kurda y contraria al régimen teocrático de los ayatolas. Tienen sus bases en territorio iraquí. Hoy en día, aunque conservan cierta capacidad militar y llevan a cabo acciones transfronterizas esporádicas, constituyen únicamente una amenaza limitada para el estado iraní. Su líder es Abdullah Mohtadi.

Gran notoriedad ha adquirido en los últimos tiempos el Partido por la Vida Libre en el Kurdistán (PJAK), grupo que moviliza unos 3000 efectivos que operan en la región montañosa de Qandil entre Irán e Iraq. Con importantes nexos ideológicos con el grupo terrorista del PKK, con quien comparte áreas de influencia e infraestructuras, este grupo refiere que sólo persigue objetivos militares dentro de Irán a diferencia de aquel. Su líder, Haji Ahmadi es un kurdo iraní exiliado en Alemania. Algunas fuentes de inteligencia indican que este grupo, junto con los otros mencionados anteriormente, cuentan con el beneplácito de la administración norteamericana, para así poder presionar a Irán en este frente. Los líderes del PDKI, Mustafa Hijri y de Komala, Abdullah Mohtadi, viajaron en junio de este año a Washington para sostener una serie de encuentros y reuniones con entidades e instituciones de aquel país.

Todos estos grupos se mueven dentro del complicado dilema que constituye operar desde bases situadas en territorio de Iraq. Por un lado, les resulta conveniente estar cerca de la frontera con Irán para llevar a cabo acciones dentro de aquel país pero, por otro lado, dependen de mantener una buena sintonía con las autoridades de la Región Autónoma del Kurdistán (KRG), que temen que una escalada militar provoque acciones armadas de las fuerzas iraníes contra ellos.

La región del Kurdistán no está libre de la acción del terrorismo de corte salafista. El 2 de agosto de 2016 la organización Human Rights Watch denunció la ejecución de 20 miembros pertenecientes a un grupo salafista suní llamado Yihad y Tawhid, en la región  del Kurdistán, en lo que constituye la mayor ejecución en masa llevada a cabo en Irán desde hace muchos años. Paradójicamente, la política de las autoridades iraníes para afrontar el problema se ha movido entre líneas ambiguas, hasta el punto de llegar a proteger a terroristas como Abu Musab Al Zarqawi, por convenir a sus intereses la lucha que sostenía contra la ocupación militar estadounidense. La presión militar norteamericana ejercida sobre grupos como Ansar al Islam en Iraq, llevó a sus miembros a cruzar la frontera y establecer las Brigadas de Al Qaeda en el Kurdistán. Estas brigadas permanecieron bastante activas hasta que Irán alcanzó un acuerdo de cooperación en materia de seguridad con el Gobierno Autónomo del Kurdistán en el año 2007. Lo cierto es que no son pocos los kurdos de Irán que han viajado a Siria para engrosar las filas de grupos insurgentes yihadistas, lo que nos da un indicio de que las corrientes salafistas se han enraizado en el Kurdistan iraní. Algunos de los primeros clérigos en predicar el salafismo en la región fueron el Mullah Osman en Saqqez, Abdolhamid Aali en Marivan y Mohammad Alavi en Surin (Baneh). Junto a ellos, destaca el Mullah Abdulrahman Fattahi, actualmente luchando en las filas de Jabhat Sham en Siria y Hadi Hermidol, actualmente en prisión tras haber jurado lealtad a Daesh. Algunas fuentes indican que numerosos iraníes, incluyendo a kurdos, se han unido a las filas de la filial de Daesh en Afganistán (Daesh-Velayat Khorasan), siendo reclutados fundamentalmente en áreas del norte del país como Jawzjan y Fayab.

Un clásico en la lucha armada contra las autoridades de Irán es el grupo de los Muyahidines del Pueblo de Irán (también conocidos por las siglas PMOI, MEK o MKO) o “Moyahedin-e Jalq” (Los Guerreros Santos del Pueblo) en persa. El ideario del grupo, ligana sus principios básicos en una mezcla de ideas marxistas y valores islámicos que se traducían necesariamente en la lucha revolucionaria; primero contra el régimen del Shah Mohammad Reza Pahlavi y, posteriormente, contra el gobierno teocrático de Khomeini, antiguo aliado de armas. Liderado por el matrimonio de los Rajavi (Masoud y Maryam), tuvieron que exiliarse de Irán, primero en Francia y posteriormente en Iraq bajo el paraguas del régimen de Sadam Hussein. En Iraq crearon un verdadero un ejército y tras la finalización de la guerra Irán-Iraq, trataron de tomar el poder en el país persa desplegando la operación Forough Javidan (Luz Eterna) que terminó en un estrepitoso desastre para el grupo insurgente. Posteriormente, sirvieron de ejército privado para el dictador Sadam Hussein, quien los utilizó en la represión de las revueltas kurda y chií de los años 90. Cuando cayó Sadam en el año 2003, las autoridades ocupación norteamericanas les concedieron el estatus de “personas protegidas” bajo las disposiciones de la cuarta Convención de Ginebra y fueron agrupados en las cercanías de Bagdad (Campo Ashraf). Pero la incipiente administración iraquí, fuertemente influenciada por Irán, no estaba dispuesta a tolerar su presencia en suelo iraquí y el campo base que albergaba a los miembros del grupo sufrió diversos ataques armados. Finalmente, la mayor parte de sus miembros fueron reubicados a Albania en una polémica operación auspiciada por Estados Unidos y la Unión Europea, teniendo en cuenta que previamente habían sido designados como grupo terrorista por varios países occidentales aunque con posterioridad, supuestamente se desmovilizaron y renunciaron a la vía armada. El grupo ha sido acusado de operar como una especie de secta o culto, bajo la férrea dirección del matrimonio Rajavi (actualmente Maryam en solitario)  que pusieron en práctica lo que ellos mismos denominaron “revolución ideológica”, estableciendo todo un sistema de devoción a ambos líderes y un riguroso código de comportamiento que incluía entrenamiento militar y manejo de armas, sesiones de auto-reprobación, divorcio obligatorio, celibato, separación forzada de la familia y amigos y segregación de género. El objetivo final no era otro que formar un ejército leal y dócil al servicio de oscuros intereses. Existen algunas voces que alertan sobre el papel de los centenares de miembros de este grupo que residen en Albania siguen desempeñando con el objetivo de derrocar al gobierno de Irán.

Por último, no puedo dejar de mencionar en este apartado la cuestión de la insurgencia nacionalista en la provincia de Sistán y Baluchistán. Se trata de un conflicto asimétrico de baja intensidad en la que varias organizaciones, mayoritariamente formadas por miembros del grupo étnico baluchi sostienen una lucha armada contra el régimen de Teherán. Los baluchis profesan el islam de rama suní y se encuentran distribuidos en una franja de territorio que se extiende por los países de Irán, Pakistán y Afganistán. Ni que decir tiene el carácter geoestratégico de la región, puente entre Asia y Oriente Medio, que recientemente es testigo de una competición entre dos proyectos de ciudades portuarias fronterizas: Chabahar en Irán (con una fuerte inversión de la India) y Gwadar en Pakistán (inversión China), mediando tan sólo 72 kilómetros entre ellas. Al mismo tiempo, no deja de ser una de las zonas más desfavorecidas y olvidadas por parte del gobierno central e importante nudo para el tráfico de drogas.

En esta área, el grupo más activo es Jundallah (Soldados de Dios – PRMI Movimiento de Resistencia del Pueblo de Irán) que abandera la lucha por los derechos de la minoría baluchi. Se le atribuye la muerte de cientos de militares y civiles en varios atentados, entre los que destacan los ataques suicidas con bomba de Zahedan y Chabahar en el año 2010.  Su actual líder es Mohammad Dhahir Baluch.

Junto a este grupo, operan otros de corte claramente salfista como Jaish ul-Adl (Ejército de la Justicia) fundado por disidentes de Jundallah en 2012. Poco se conoce sobre la agenda y objetivos de esta formación terrorista que opera a lo largo de la frontera irano-pakistaní. Lo cierto es que la actividad de este grupo supone un importante escollo que tensa las relaciones entre ambos países. El grupo está actualmente liderado por Salahuddin Farooqi y Mullah Omar. Otro grupo que actúa en la región es Ansar al Furqan, creado a partir de la fusión de los grupos Harakat Ansar (baluchi) y Hibz al Furqan (pastún). Su actual líder es Sheikh Abu Hafs al Baloochi. Se le vincula internacionalmente con grupos como el Frente Nusra (actualmente conocido como  Jabhat Fatah al-Sham). Entre los objetivos del grupo está el derrocamiento del régimen iraní y el establecimiento de un sistema en el que impere la sharia. El grupo se atribuye la autoría de la voladura de un oleoducto en Ahvaz, durante las protestas contra el régimen que tuvieron lugar en diciembre de 2017.

En definitiva, son varios los frentes que tiene abiertos la República Islámica de Irán en materia anti-terrorista, constituyendo una grave amenaza para la continuidad del régimen. Irán se mueve actualmente por una senda peligrosa, acorralado por la política de sanciones de la actual administración norteamericana y jugando una arriesgada partida de ajedrez por la hegemonía regional en la que se enfrenta a poderosos rivales como Arabia Saudí o Israel. En otro orden de cosas, el país persa es un estado diverso, multiétnico, en el que se producen complejas dinámicas centro-periferia y en la que las poblaciones que se encuentran en esa periferia, a menudo caen en un sentimiento de abandono y discriminación por parte del gobierno central. Los miembros de estos grupos y etnias periféricas, son presa fácil para asumir el discurso de ideologías radicales y extremistas como herramienta para iniciar la insurgencia contra el estado. Respecto de todos los grupos mencionados en este artículo, en ocasiones es difícil establecer la línea que delimita la diferencia entre grupo insurgente de organización terrorista, ya que el régimen iraní les considera grupos terroristas a todos ellos.