25 aniversario de “Black Hawk derribado”: el desconocido rol de al-Qaeda en la batalla de Mogadiscio

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A finales de 1992 Estados Unidos, bajo la presidencia de George H. W. Bush, decidió unirse a la misión de Naciones Unidas que se desarrollaba en Somalia, y cuyo principal objetivo era el de tratar de restablecer cierto orden en un país devastado por la guerra civil y la hambruna. Cualquier esperanza de poder desarrollar la misión con normalidad y buscar una transición pacífica después de los años de dictadura de Siad Barre quedó diluida bajo la violencia del señor de la guerra Mohamed Farrah Aidid. Tras una escalada de ataques de los milicianos de Aidid contra objetivos estadounidenses y de Naciones Unidas en verano de 1993, el presidente Clinton llegó a la Casa Blanca y decidió desplegar sobre el terreno un grupo de operaciones especiales formado por miembros de los Rangers y Delta force con la misión prioritaria de localizar y detener a Mohamed Farrah Aidid.

El 3 de octubre de 1993 se llevó a cabo la misión “Serpiente Gótica”. Una misión de entrada y extracción en las inmediaciones del mercado de Bakara para detener a líderes próximos a Aidid. La misión estaba compuesta por 160 hombres y 19 helicópteros que pertenecían al 160.º Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales. “Tenemos un Black Hawk estrellado en la ciudad. Super 61 caído”. Los mensajes de radio eran frenéticos y la improvisación se adueñó de la misión. El derribo de dos Black Hawk debido a los impactos de granadas tipo RPG lanzadas por milicianos de Aidid desencadenó una batalla que duraría hasta el día siguiente. Las calles de Mogadiscio se convirtieron en una ratonera mortal para 18 militares norteamericanos además de dejar un saldo de 73 heridos. También murieron un militar malasio y otro pakistaní pertenecientes al contingente que rompió el bloqueo miliciano y pudo evacuar a los heridos durante el día 4.

La opinión pública estadounidense no estaba preparada para ver cómo se abrían los telediarios de medio mundo con las imágenes de la turba arrastrando el cadáver de un compatriota que había caído durante el combate. Estados Unidos sufrió el mayor número de bajas en una misión desde Vietnam y eso pasó factura a la administración Clinton. El 7 de octubre, en un mensaje dirigido a la nación estadounidense, anunció la retirada de tropas de suelo somalí no más tarde de marzo del año siguiente, concluyendo así la intervención en Somalia.

Para muchos estadounidenses y público en general, la historia de la misión es conocida debido al gran éxito que tuvo la película del año 2001 “Black Hawk derribado”, basada en el libro homónimo del periodista Mark Bowden. Sin embargo, es menos conocido el rol desempeñado por al-Qaeda en los sucesos de aquellos días. Según la comisión de investigación de los ataques del 11 de septiembre -de ahora en adelante: la comisión-, coincidiendo con el despliegue de tropas en Somalia, los líderes de al-Qaeda lanzaron una fatwā en la que se exigía su salida inmediata del territorio, siendo este mensaje escrito acompañado de otro mucho más explícito; dos atentados con bombas contra los hoteles Gold Mohur y Aden Mövenpic en Aden, Yemen. Estos dos hoteles eran usados por tropas estadounidense en tránsito hacia su despliegue en Somalia. A pesar de que no se puede decir que estos ataques fueran autoría de al-Qaeda como tal, la comisión sí afirma que algunos de los miembros del grupo responsable habían recibido entrenamiento de al-Qaeda en Sudán.

Continuando con la campaña de acoso contra la coalición de países desplegados en Somalia -puesto que no solo había tropas estadounidenses desplegadas-, líderes de al-Qaeda decidieron que suministrarían armas y operativos especializados en labores de entrenamiento para ayudar a los señores de la guerra contra los Estados Unidos. Para ello se dispuso una célula en Nairobi que era directamente supervisada por un líder militar de al-Qaeda. El informe de la comisión e informes del FBI recogen que, durante los meses siguientes, el flujo de material y dinero hacia las facciones somalíes hostiles fue algo continuo; también lo fue la asistencia provista por importantes miembros de al-Qaeda como Mohammed Atef al-Masri, que más adelante sería jefe militar de la organización, el cual fue enviado por Bin Laden para ofrecerle ayuda a Aidid. Además de este, otros importantes miembros de al-Qaeda fueron enviados a Somalia y tuvieron un destacado rol de consejeros y formadores.

Tal y como recoge Bill Roggio en “Long War Journal”, en 2011, a través de radio Andalus -medio radiofónico afín al grupo terrorista somalí al-Shabaab-, el que fuera líder de ese grupo, Mukhtar Abu Zubair (abatido por un dron estadounidense en 2014), detalló los nombres de tres figuras importantes dentro de al-Qaeda que tuvieron un papel destacado en la labor asistencial previa a la batalla del 3 de octubre en Mogadiscio. El primero era Saif al Adel; destacado miembro dentro de la organización que ha desempeñado roles principales como líder militar o miembro del consejo de las operaciones externas del grupo terrorista. Actualmente sigue en busca y captura por su papel en los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania en 1998. El segundo miembro era Yusuf al Ayiri; fue abatido en 2003 por fuerzas de seguridad saudíes. Además de haber combatido en Somalia también participó en escenarios como Chechenia, Bosnia, Kosovo, Sudán, Filipinas y Afganistán. El tercero fue Abu al Hasan al Sa’idi; ideólogo de al-Qaeda, murió en un ataque suicida contra un convoy estadounidense en Afganistán. Un cuarto operativo de al-Qaeda que participó en la batalla de Mogadiscio el 3 de octubre de 1993 fue Fazul Mohammed. Fazul participó también en los atentados contra las embajadas del año 98 y fue un importante miembro dentro de la organización en el Este de África actuando como líder senior de al-Shabaab. Fazul fue abatido en 2011 por tropas somalíes en un control de carretera.

La batalla de Mogadiscio fue interpretada por al-Qaeda como una victoria y la prueba fehaciente de la vulnerabilidad de los Estados Unidos. El propio Bin Laden en la fatwā de 1996 titulada “Declaración de yihad contra los americanos ocupantes de la tierra de los dos santos lugares”, hace escarnio dirigiéndose a los norteamericanos y señalando que “dejasteis la región cargando con decepción, humillación, derrota y con vuestros muertos”; para posteriormente añadir que “el alcance de vuestra impotencia y de vuestra debilidad se ha hecho patente. Fue un placer para el corazón de cada musulmán ver vuestra derrota en la ciudad islámica de Mogadiscio”. Un año más tarde, en 1997, Bin Laden concedió una entrevista al periodista de la CNN Peter Bergen. En su libro, “Guerra Santa S.A.”, recuerda que Bin Laden afirmó durante ese encuentro en las montañas de Tora Bora que los musulmanes en Somalia cooperaron con guerreros santos árabes que habían combatido en Afganistán, y que juntos mataron a un número significativo de tropas invasoras americanas. Una vez más, se hace referencia a que Bin Laden estaba especialmente orgulloso puesto que la retirada norteamericana de Somalia probaba su fragilidad. A pesar de que para la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses al-Qaeda y Bin Laden fueran unos grandes desconocidos, antes de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos ya había sido objeto de ataques como el del World Trade Center en 1993, el de las embajadas de Tanzania y Kenia en 1998 o el USS Cole en el año 2000, por citar algunos conocidos y realizados. A estos habría que añadir los frustrados como la trama terrorista que al-Qaeda había desarrollado en torno a las celebraciones de entrada en el nuevo milenio, pretendiendo atentar contra el aeropuerto de Los Ángeles o contra el USS The Sullivans entre otros objetivos.

Teniendo en cuenta la definición que hace Fernando Reinares del terrorismo en la que afirma que “es un conjunto de acciones violentas que generan, en un determinado agregado de población, efectos psíquicos desproporcionados respecto a sus consecuencias materiales y que tiene como fin condicionar las actitudes de dicho colectivo social y orientar sus comportamientos en una determinada dirección”, resulta evidente que la organización terrorista pretendió provocar una reacción hostil en la opinión pública estadounidense hacia la decisión de la administración Clinton de desplegar tropas en Somalia. La tolerancia de las sociedades occidentales hacia las bajas de sus militares en conflicto es una baza con la que tratan de influir los grupos terroristas y la búsqueda de replicar el “efecto Mogadiscio” en otros escenarios bélicos con presencia de grupos yihadistas ha sido algo frecuente. No obstante, esa arrogancia que mostraba Bin Laden llevó a la organización a un fallo de cálculo estratégico a largo plazo puesto que minusvaloró y no juzgó de manera correcta la reacción norteamericana a los ataques del 11 de septiembre.

Veinticinco años después, al-Qaeda sigue existiendo aunque ahora opera de manera descentralizada y principalmente a través de sus ramas territoriales y franquicias, las cuales suelen focalizar sus actividades en una agenda más localista que global. El yihadismo es hoy en día un fenómeno más extendido de lo que era hace un cuarto de siglo y los grupos terroristas que profesan esa ideología son más numerosos. A pesar de la aparición de Dáesh (escisión iraquí de al-Qaeda) en el panorama yihadista, al-Qaeda ha exhibido una gran resiliencia a lo largo de los años, consiguiendo recuperarse de las continuas pérdidas humanas y sabiéndose adaptar a los diferentes entornos haciendo primar un enfoque estratégico. Las diferentes franquicias del grupo (al-Qaeda en la Península Arábiga, al-Qaeda en el Magreb Islámico o al-Qaeda en el Subcontinente Indio) siguen actuando y a su vez la organización central ha mantenido y potenciado las alianzas y asociaciones con numerosos grupos yihadistas (al-Shabaab o Therik e Taliban Pakistan TTP entre otras). Por lo que no es de esperar que a corto plazo la amenaza que representa al-Qaeda vaya a disminuir; se ha convertido en un grupo terrorista más complejo que antes y sigue suponiendo una amenaza a nivel local y global, pudiendo en cualquier momento retomar el enfoque prioritario de ejecutar acciones coordinadas en Occidente.