Introducción
El pasado 1 de agosto, el presidente estadounidense Joe Biden comunicaba al mundo entero la muerte de Ayman al-Zawahiri. La vida del que ha sido el líder de al-Qaeda durante los últimos once años habría llegado a su fin el día 31 de julio tras una operación antiterrorista estadounidense llevada a cabo por la CIA, mediante el empleo de un drone MQ-9 Reaper, desde el que lanzaron dos misiles R9X Hellfire[1]a primera hora de la mañana contra una vivienda ubicada en el distrito de Sherpur, Kabul, a escasos quinientos metros de la embajada británica. Según se ha conocido hasta el momento, y aunque son informaciones en cierto modo imprecisas citando a miembros de la CIA que participaron en la operación, al-Zawahiri habría llegado a Kabul a finales de abril, para visitar a su familia. La zona en la que se encontraba no era nueva para él, ya que se trata del mismo vecindario de Kabul donde al-Zawahiri, su familia, y sus asociados cercanos solían residir antes de que se declarase la guerra contra el terror en 2001. Se ha afirmado también que la casa en la que fue eliminado pertenece a Sirajuddin Haqqani, actual ministro de Interior taliban, lo que demostraría que aún se mantienen nexos entre la red Haqqani y al-Qaeda. Ya en el pasado, cuando Estados Unidos invadió Afganistán en 2001, la familia de al-Zawahiri fue refugiada en la casa de Jalaluddin Haqqani[2] en Gardez, cerca de Khost. También en aquella ocasión, Estados Unidos fue capaz de localizarlos y bombardear la casa en la que se encontraban, matando a varios miembros de la familia de al-Zawahiri y de su círculo cercano de socios egipcios. Aunque Estados Unidos informó de que no había habido más fallecidos en el ataque que se desarrolló el 31 de julio aparte de al-Zawahiri, algunas fuentes indicaron cuando se hizo pública la operación, que también habrían fallecido junto al emir de al-Qaeda el yerno y uno de los hijos de Sirajuddin Haqqani.
Pese a haberse retirado del país hace apenas un año, Estados Unidos ha tenido la capacidad operativa de localizar y neutralizar al líder de al-Qaeda, gracias a las labores de información y seguimiento de una de sus agencias de inteligencia, la CIA, que seguramente siguen contando con oficiales sobre el terreno y activos en Afganistán. Dado que desde la retirada de Estados Unidos de Afganistán aquel no cuenta con bases en el país, otra cuestión a tener en consideración es desde donde despegó (y donde aterrizó posteriormente) el drone. Un MQ-9 Reaper como el utilizado por la CIA para lanzar su ataque cuenta con una autonomía de 1850 kms., lo que hace factible que fuese lanzado desde algún buque posicionado en el Golfo de Omán, o bien desde algún país aliado cercano (Tayikistan o Pakistan fundamentalmente). La localización de al-Zawahiri fue posible gracias al seguimiento que se hizo sobre su mujer y familiares, que mostraban un comportamiento de contravigilancia tan marcado, que hizo sospechar a quienes los monitorizaban. Un detalle importante es saber a quién exactamente seguían los miembros de inteligencia, ya que tras la muerte de su esposa en el ataque que se produjo en noviembre de 2001 contra la casa de Gardez, al-Zawahiri se había casado con al menos otras dos mujeres: Umayma Hassan Ahmad y Sayyida Ahmad Halawa[3]. Sayyida se encuentra en custodia por parte de las autoridades pakistaníes desde 2018, así que lo más probable es que fuese Umayma la que fuese monitorizada por la CIA (recordando siempre que es posible que al-Zawahiri tuviese más esposas).
Tras establecer los patrones de comportamiento de al-Zawahiri y su familia, la CIA observó que todas las mañanas, a primera hora, al-Zawahiri salía a leer a una de las terrazas de las que estaba dotada la vivienda, donde sería eliminado mediante el impacto del Hellfire R9X en la mañana del 31 de julio.
Dada la envergadura del acontecimiento y de las posibles consecuencias que acarreará a corto y largo plazo, este trabajo tiene como propósito tratar de arrojar luz sobre el nuevo panorama que se inicia tras la muerte de al-Zawahiri en un ejercicio en el que se priorizará el análisis cualitativo de la información, utilizando para ello en buena medida fuentes primarias. El optar por este tipo de fuentes de documentación se antoja especialmente importante, dado el enorme volumen de información publicado durante estos días y que en no pocos casos ha sido contradictorio.
Los Acuerdos de Doha, a debate
Precisamente, y en relación a la firma de los Acuerdos de Doha de 2020[4] entre representantes talibán y Estados Unidos, han sido varios los puntos de este acuerdo que han vuelto a ser puestos sobre la mesa tras la muerte de al-Zawahiri. Según apuntan algunos especialistas, que el líder de al-Qaeda se encontrara en Kabul, entendiéndose bajo el supuesto conocimiento y protección de los talibán, significaría que la organización terrorista transnacional sigue teniendo en suelo afgano su propio refugio, por lo que esto supondría una clara violación de aquello que se firmó. Sin embargo, y como bien señala el reconocido investigador Tore Hamming, si entramos en detalle en el punto del acuerdo de Doha que alusión a esta cuestión, en términos prácticos no encontramos ningún incumplimiento del mismo, ya que en palabras textuales del propio acuerdo “The Islamic Republic of Afghanistan furthermore reaffirms its ongoing commitment to prevent any international terrorist groups or individuals, including al-Qa’ida and ISIS-K, from using Afghan soil to threaten the security of the United States, its allies and other countries[5]. Por lo tanto, y al contrario de lo que se cree, los talibán únicamente se comprometieron en este acuerdo a no dar cobijo a al-Qaeda, u otros grupos, en el caso de que utilizaran el suelo afgano para amenazar directamente a Occidente, algo que estrictamente en este caso no ha ocurrido por la simple presencia en Kabul del líder de la organización terrorista. Es más, en el mismo Acuerdo de Doha se afirma en su tercer punto que ”The United States re-affirms its readiness to continue to conduct military operations in Afghanistan with the consent of the Islamic Republic of Afghanistan in order to disrupt and degrade efforts by al-Qa’ida, ISIS-K, and other international terrorist groups or individuals to carry out attacks against the United States or its allies”, por lo que de nuevo, y a partir puramente de los términos acordados en Doha, la única parte que habría incumplido con lo firmado sería Estados Unidos, ya que la operación antiterrorista realizada en Kabul sobre al-Zawahiri no parece haber contado con el consentimiento talibán para llevarse a cabo. Así al menos lo atestigua el propio gobierno talibán en un comunicado oficial (ver más abajo) en el que su portavoz Zabihullah Mujahid condena el ataque, afirmando que “es una clara violación de los principios internacionales y del Acuerdo de Doha”. En este sentido, se han convocado y producido manifestaciones de ciudadanos afganos, alentadas por el gobierno talibán, criticando duramente a la administración Biden, e incluso se han lanzado campañas en redes sociales como Twitter con el hashtag #Down_with_America en esta misma postura de rechazo al ataque.
Un detalle significativo en este sentido es que el comunicado adolece de las clásicas y habituales fórmulas de respeto y cortesía “Que Allah tenga piedad de él” (utilizada cuando se habla de un fallecido), o “Que Allah lo proteja” (utilizada cuando se habla de alguien vivo), como si desconociesen los taliban la suerte corrida por al-Zawahiri o si está vivo o muerto, lo que puede indicar su desconocimiento de su presencia en Kabul. Tampoco le dedican ningún elogio o buenas palabras, algo contrario a lo que ocurría habitualmente cuando se referían a algún miembro de al-Qaeda u otros grupos afines a los taliban. Algunas fuentes, que manifiestan que existen ciertas escisiones y rencillas tribales en el gobierno, han indicado que una facción rival sería la que estaría al tanto de la presencia de al-Zawahiri en Kabul, pero no todo el gobierno. En este sentido, y tal vez de manera casual, pero que tiene su significancia, el día 5 de agosto, y sin demasiada publicidad, fue destituida la persona con más poder en la inteligencia taliban, el Dr. Bashirmal (también conocido como Dr. Bashir y uno de los más importantes miembros de los taliban en la lucha contra el ISKP), jefe de inteligencia de la provincia de Nangarhar, limítrofe con Pakistán, desde donde es posible que se hubiese trasladado a Kabul al-Zawahiri.
Por otro lado, tampoco debemos caen en el error de afirmar que los talibán están faltando a su palabra porque con la muerte de al-Zawahiri en Kabul se manifiesta de forma evidente que no han roto sus vínculos con al-Qaeda. Es importante tener este aspecto en mente, porque tal afirmación nunca ha sido pronunciada por ningún representante del Emirato Islámico de Afganistán, y más bien es consecuencia de malinterpretaciones de lo firmado en Doha o de errores de análisis. No está de más recalcar que los talibán nunca han confirmado que romperán sus vínculos con al-Qaeda, sino que no darán cobijo ni protección a organizaciones terroristas o individuos que desde Afganistán planifiquen atentados o supongan una amenaza para Occidente, como ya se ha comentado. En cierto modo, esto supone una ambigüedad que de alguna forma permite al Emirato Islámico de Afganistán excusarse y eludir la responsabilidad que se le puede atribuir en situaciones como la ocurrida estos días con la muerte de al-Zawahiri, ya que el simple hecho de que el líder de al-Qaeda se encuentre sobre su territorio puede dar pie a interpretar que no representa por sí mismo una amenaza en ese momento ni que está planificando ningún tipo de acción terrorista.
La relación de al-Qaeda y el emirato talibán
Transcurrido prácticamente un año desde que los talibán recuperaran el poder en Afganistán, a nadie debería sorprender que la relación entre estos y al-Qaeda continúe siendo tan estrecha como lo ha sido en el último cuarto de siglo. No obstante, que sigan manteniendo este fuerte vínculo como antaño y que de nuevo estén permitiendo que al-Qaeda recupere un santuario, que como se ha visto con la muerte de al-Zawahiri quizás no es todo lo seguro que podían esperar, no significa que la relación vaya a ser igual de permisiva por parte del nuevo régimen talibán. El Emirato Islámico de Afganistán no consentirá, y así lo manifestaron en Doha, que al-Qaeda recupere su agenda global ni que fije su foco de interés en orquestar atentados de nuevo sobre Occidente (Igualada y Yagüe, 2021b). Esto también es aplicable a cualquier otra organización terrorista, y el motivo de ello no es otro que el de tratar de evitar que de forma colateral vuelvan a ser los grandes damnificados por las operaciones de contraterrorismo, como ocurrió hace algo más de veinte años cuando su protección hacia al-Qaeda tras el 11-S hasta las últimas consecuencias acabó con el derrocamiento de su gobierno[6].
Anba Jassim, la fuente que reveló el asesinato de Abu Muhammad Al-Masri en Teherán en agosto de 2020, citó recientemente fuentes yihadistas que dijeron que la presencia de al-Zawahiri en Kabul “era un proyecto de alto secreto de la red Haqqani”[7], lo que debido a las distintas facciones existentes dentro del movimiento taliban, podría ser indicador de que no todo el gobierno del emirato fuese conocedor de que al-Zawahiri se encontraba en Kabul.
La muerte de al-Zawahiri en un distrito de alta seguridad (es conocido como el barrio diplomático, y numerosos miembros del gobierno y empresarios viven en él) de Kabul es un problema para los talibanes por varias razones. Durante meses, las actividades de al-Zawahiri en Kabul fueron perjudiciales para los intereses del movimiento talibán y su gobierno, incluyendo la producción y difusión de videos en los que amenaza e incita a la violencia, lo que supondría un quebrantamiento de los acuerdos de Doha. Los principales líderes talibanes se encuentran en una encrucijada de cara a la opinión pública y la comunidad internacional: o aprobaron la presencia de al-Zawahiri en Kabul, y por tanto conocían de sus actividades o bien, desconocían su presencia en el barrio diplomático de la capital afgana. Cualquiera de los dos supuestos es igual de negativo para los taliban, ya que no pueden pasarlo por alto y han de tomar medidas contra todos aquellos involucrados, tanto si fueron colaboradores de al-Qaeda facilitando la llegada de al-Zawahiri, como si no estaban al tanto, denotando una total falta de capacidad en este caso.
Lo ocurrido supone también que la necesidad y deseo de los taliban por obtener reconocimiento y ayuda internacional para su gobierno se complique sobremanera, lo que sin duda provocará que los conflictos étnicos y de intereses ya presentes en los taliban se acentúen de manera mucho más acusada. Además, esto supone que los taliban tendrán que endurecer su postura con todos aquellos miembros y simpatizantes de al-Qaeda que queden en el país, bien decidiendo expulsarlos, o bien que decidan acatar un sometimiento total a los postulados y decisiones taliban, lo que puede motivar que algunos de ellos, sintiendo esta presión sobre sus cabezas, acaben pasándose a las filas del ISKP.
El legado de al-Zawahiri y el futuro de al-Qaeda
Con todo ello, ¿qué legado deja tras de sí al-Zawahiri al frente de al-Qaeda y qué futuro puede esperar la organización tras la muerte de su líder? Ambas son preguntas que durante estos días están tratando de responder algunos de los mayores especialistas en materia de terrorismo. De esta forma, se ha generado un interesante debate sobre el que existen diferentes puntos de vista respecto a temas como el éxito o fracaso de al-Zawahiri durante su década de liderazgo, o en relación a si con su muerte se producirá una todavía mayor descentralización del movimiento o por el contrario se dará una reunificación, por poner dos ejemplos.
En cuanto a su legado, lo cierto es que al-Zawahiri ha tenido que hacer frente posiblemente a los años más difíciles de al-Qaeda en sus más de treinta años de existencia. De entrada, tuvo que ocupar el cargo en 2011 de una figura irremplazable, haciendo frente a las consecuencias del mayor golpe nunca dado por la lucha antiterrorista. Hasta ese momento, la imagen de al-Qaeda era indisociable a la figura de Osama bin Laden. Sin embargo, la desaparición de la persona no supuso ni mucho menos el final de la organización, y este fue el primer gran éxito de un al-Zawahiri a quien en no pocas ocasiones no se le han reconocido sus logros. Al-Zawahiri supo dar la estabilidad que necesitaba al-Qaeda tras la muerte de su gran líder bajo un contexto en el que también comenzaban a desarrollarse unas revueltas del mundo árabe que parecían demostrar lo equivocadas que eran las bases de al-Qaeda cuando se afirmaba que la violencia era el único camino para conseguir derrocar a los gobiernos locales. No obstante, con el tiempo se ha acabado viendo que buena parte de este argumentario de al-Qaeda continúa siendo válido para buena parte de los países del mundo árabe dadas las consecuencias de la mal denominada Primavera Árabe.
A ello, hay que añadir que al-Zawahiri ha logrado cuanto menos que la organización sobreviviese a unos años en los que los esfuerzos en antiterrorismo y el ascenso de Daesh le obligaron a dar un paso al lado y a trabajar desde la sombra. Bajo este contexto, al-Qaeda también ha dado un giro a su estrategia, abandonando temporalmente su objetivo de golpear a Occidente (“el enemigo lejano” que tanto preconizaba Osama bin Laden) para centrarse en unos conflictos a escala local de los que puede sacar rédito al aumentar sus bases de apoyo entre la población musulmana, como pueden ser Somalia, Indonesia, o toda la zona del Sahel. Precisamente, es gracias en parte a ese respaldo social y a ese arraigo ideológico que ha ido cimentando durante años el que ha permitido a al-Qaeda resistir al envite de Daesh en diversos escenarios geográficos. También debemos tener en cuenta que la construcción de una estructura descentralizada durante los últimos veinte años, pero potenciada durante el liderazgo de al-Zawahiri, basada en la fidelidad y el compromiso con la causa, ha sido clave para que las escisiones dadas en el seno de sus diversas ramas territoriales frente al imparable avance de Daesh hayan sido muy limitadas. Más si cabe teniendo en cuenta que todos los condicionantes y las dinámicas que se desarrollaban en aquellos momentos eran tan favorables para Daesh como contrarias para al-Qaeda.
En no pocas ocasiones, se ha criticado erróneamente a al-Zawahiri el ser una persona sin carisma o sin capacidad estratégica a largo plazo. No obstante, y más allá de que esta falta de carisma sea evidente únicamente y de forma innegable en el aspecto comunicativo, si al-Zawahiri no hubiera tenido todas las habilidades y capacidades necesarias para ejercer el liderazgo de al-Qaeda, nunca habría llegado a ocupar los cargos que representó y probablemente la organización se encontraría en un momento de debilidad mucho mayor al actual. En este sentido, pueden servir de ejemplo un par de extractos de una de las cartas que al-Zawahiri cruzó con Abu Mus´ab al-Zarqawi en julio de 2005:
“Si observamos los dos objetivos a corto plazo, que son eliminar a los estadounidenses y establecer un emirato islámico en Irak, o un califato si es posible, entonces veremos que el arma más poderosa de la que disfrutan los muyahidines, después de la ayuda y la concesión del éxito de Dios, es el apoyo popular de las masas musulmanas en Irak y los países musulmanes circundantes.
Por lo tanto, debemos mantener este apoyo lo mejor que podamos, y debemos esforzarnos por aumentarlo, con la condición de que luchar por ese apoyo no conduzca a ninguna concesión en las leyes de la Sharia.
Y es muy importante que me permita extenderme un poco aquí sobre este tema del apoyo popular. Digamos:
(1) Si estamos de acuerdo en que la victoria del Islam y el establecimiento de un el califato a la manera del Profeta no se logrará excepto a través de la yihad contra los gobernantes apóstatas y su eliminación, entonces este objetivo no será logrado por el movimiento muyahidín mientras esté aislado del apoyo público, incluso si el movimiento yihadista sigue el método de derrocamiento repentino. Esto se debe a que tal derrocamiento no se produciría sin un mínimo de apoyo popular y alguna condición de descontento público que ofrezca al movimiento muyahidín lo que necesita en términos de capacidades de la manera más rápida. Además, si el movimiento yihadista se viera obligado a seguir otros métodos, como una guerra popular de yihad o una intifada popular, entonces el apoyo popular sería un factor decisivo entre la victoria y la derrota.
(2) En ausencia de este apoyo popular, el movimiento de los muyahidines islámicos sería aplastado en las sombras, lejos de las masas distraídas o temerosas, y la lucha entre la élite yihadista y las autoridades arrogantes se limitaría a las mazmorras de las prisiones, fuera de la vista del público y la luz del día. Esto es precisamente por lo que luchan las fuerzas seculares y apóstatas que controlan nuestros países. Estas fuerzas no desean acabar con el movimiento islámico mujahid, sino que se esfuerzan sigilosamente por separarlo de las masas musulmanas equivocadas o asustadas. Por lo tanto, nuestra planificación debe esforzarse por involucrar a las masas musulmanas en la batalla y llevar el movimiento de los mujahid a las masas y no conducir la lucha lejos de ellas.”
“Si nuestra meta prevista en esta era es el establecimiento de un califato a la manera del Profeta y si esperamos establecer su estado predominantemente, según nos parece, en el corazón del mundo islámico, entonces sus esfuerzos y los sacrificios, si Dios lo permite, son un gran paso directamente hacia esa meta.
Entonces, debemos pensar durante mucho tiempo sobre nuestros próximos pasos y cómo queremos lograrlos, y es mi humilde opinión que la Jihad en Irak requiere varios objetivos incrementales:
La primera etapa: Expulsar a los estadounidenses de Irak.
La segunda etapa: establecer una autoridad islámica o emirato, luego desarrollarla y apoyarla hasta que alcance el nivel de un califato, en tanto territorio como sea posible para extender su poder en Irak, es decir, en áreas sunníes, es para llenar el vacío que desde la partida de los estadounidenses, inmediatamente después de su salida y antes de que las fuerzas no islámicas intenten llenar este vacío, ya sean aquellos a quienes los estadounidenses dejarán atrás, o aquellos entre las fuerzas no islámicas que intentarán tomar el poder.
No hay duda de que este emirato entrará en una feroz lucha con las fuerzas extranjeras infieles, y con quienes las apoyan entre las fuerzas locales, para ponerlo en un estado de constante preocupación por defenderse, para que le sea imposible establecer un estado estable que pueda proclamar un califato, y mantener a los grupos yihadistas en constante estado de guerra, hasta que estas fuerzas encuentren la oportunidad de aniquilarlos.
La tercera etapa: extender la ola de yihad a los países seculares vecinos de Irak.
La cuarta etapa: Puede coincidir con lo que vino antes: el choque con Israel, porque Israel se estableció solo para desafiar a cualquier nueva entidad islámica.
El hecho de que plantee esta idea, no pretendiendo ser yo infalible, es solo para enfatizar algo extremadamente importante. Y es que los muyahidines no deben dejar que su misión acabe con la expulsión de los estadounidenses de Irak, para luego deponer las armas, y silenciar el afán de lucha. Volveremos a tener a los secularistas y traidores dominando sobre nosotros. En cambio, su misión actual es establecer Un estado islámico y defenderlo, y que cada generación entregue el estandarte a la siguiente hasta la Hora de Resurrección.”
Dicho esto, también se le pueden atribuir a al-Zawahiri algunos errores que han afectado directamente a la organización y que pueden ser entendidos como una muestra de debilidad o de poco respeto hacia su figura y de falta de capacidad en su liderazgo. En este sentido, cobra especial relevancia el escenario sirio-iraquí al ser el epicentro de las dos grandes escisiones que han afectado al devenir tanto de al-Qaeda como del yihadismo global. La primera de ellas fue la división y ruptura con al-Qaeda en Irak (AQI) poco después de la muerte de Osama bin Laden. La rivalidad personal surgida entre Ayman al-Zawahiri y Abu Bakr al-Baghdadi, quien en ese momento ya era líder de AQI, fue el detonante de la separación. Al-Baghdadi se mostraba especialmente contrario hacia la figura de al-Zawahiri, llegando a afirmar literalmente durante su intercambio epistolar que “no era un digno sucesor para continuar el legado y la obra del Sheik”[8](en referencia a Osama bin Laden). El deterioro de la relación entre ambos, sumado a otras numerosas diferencias en cuanto a decisiones estratégicas, acabaría con la ruptura de la relación entre Al-Qaeda y una filial que poco después comenzaría a atisbarse como su mayor enemigo.
Por su parte, en julio de 2016, el carismático yihadista sirio Abu Mohammad al-Jolani decidió junto a otros líderes locales del movimiento crear Jahat Fatah Al Sham, una nueva organización islamista que reemplazaba a Jabhat al-Nusrah, considerado por aquel entonces como el brazo de al-Qaeda en Siria. Esta decisión fue tomada con el pretexto de buscar un alejamiento de la marca de al-Qaeda y del extremismo ideológico característico del salafismo yihadista, dado que al-Jolani tenía como objetivo con esta nueva organización, que ha ido evolucionando hasta su actual denominación Hayat Tahrir Al Sham (HTS) a partir de 2017, integrarse en el tablero del islamismo político sirio y obtener una base de apoyo social mayor. Más allá de acusar al-Zawahiri a al-Jolani de haber cometido con su decisión “una violación y un acto de desobediencia” (Raheem, 2017), el líder de al-Qaeda fue incapaz de evitar esta escisión que acabó significando un retroceso sustancial de la influencia que podía ejercer su organización sobre el territorio sirio. Por su parte, al-Jolani y HTS[9] son a día de hoy el grupo islamista sirio con mayor base de respaldo social, superando con creces a Daesh y a Hurras al-Din, agrupación que pasó a ejercer como filial local de al-Qaeda en este país, pero que en junio de 2020 prácticamente fue eliminada por HTS (Levitt y Zelin, 2022) y parte de sus integrantes fueron absorbidos por ella.
Ambas escisiones, las encabezadas por al-Baghdadi y al-Jolani, dadas durante el mandado de al-Zawahiri tuvieron una especial relevancia y significado por darse en pleno corazón del mundo árabe en momentos de gran trascendencia por los acontecimientos que se estaban desarrollando en aquellos años. La incapacidad y la lenta reacción de al-Zawahiri por tratar de frenar estas divisiones acabaron siendo motivo de burla dentro de los círculos yihadistas externos a al-Qaeda, quienes tomaron como una broma las amenazas que profería en sus sermones por las intenciones que tenían al-Baghdadi o el propio al-Jolani (Hassan 2022; Clark, 2022). Además, hay que tener en cuenta que por entonces tanto AQI como el Jabhat al-Nusrah se habían erigido en dos de las ramas locales más fuertes de la organización. Como consecuencia de estas escisiones, al-Qaeda ha sido incapaz de recuperar su influencia tanto en Siria como en Irak, siendo esta una tarea pendiente para el nuevo emir que nombre la organización. Podemos usar el ejemplo de ambas organizaciones, Daesh y HTS, como muestra del fracaso parcial de al-Zawahiri. En relación a Daesh, aunque actualmente se trate del mayor rival de al-Qaeda, no puede pasarse por alto que también se trata de un producto de la mala gestión de la dirección de la misma al-Qaeda, en la cual al-Zawahiri tuvo un papel determinante por su mala relación con los líderes de AQI y posteriormente, Daesh. La brutalidad de estos últimos, también pueden ser un punto a criticar en el papel de al-Zawahiri, ya que al-Qaeda se marcó como objetivo que el yihadismo fuese un movimiento menos violento y sangriento, mientras que Daesh ha demostrado ser todo lo contrario. La brutalidad extrema ejercida por Daesh es una, aunque no la única, de las principales razones por las que muchos grupos salafistas yihadistas decidieron alinearse con al-Qaeda, buscando con ello una forma más “amigable” de atraer adeptos, patrocinio, o simpatizantes. En cuanto a al-Jolani, centrarse en un escenario local, contrario a la yihad global que defendía al-Qaeda central, mientras arrestaba y eliminaba a los miembros que podían ser afines a la causa de al-Zawahiri, demostró ser una estrategia inteligente. En cierto modo, también lo ocurrido en Afganistán puede contemplarse como una derrota de los planteamientos estratégicos de la yihad global. Centrarse en un escenario local frente a uno global, es lo que devolvió a los taliban al poder.
Otro de los grandes fracasos que pueden achacarse a al-Zawahiri en cuanto a la cohesión de al-Qaeda es la pérdida de control de otrora una de sus más importantes franquicias, al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP). Con una clara falta de decisión a la hora de atajar las disputas internas en esta, al-Zawahiri permitió, o al menos no pudo evitar, que AQAP acabase unida a las fuerzas huties patrocinadas por Irán, produciéndose deserciones de calado que facilitaron un papel cada vez más importante en AQAP de los huties, y por tanto, pasar a convertirse prácticamente en un proxy del gobierno iraní.
En cuanto al futuro de al-Qaeda, este vendrá determinado en primer lugar en función de quién sea elegido nuevo emir de la organización. El nombre del sucesor de al-Zawahiri servirá como indicador para conocer cómo la cúpula de al-Qaeda ve a corto plazo el devenir del yihadismo global y qué se puede esperar de la propia organización, al menos a corto plazo. En el momento en el que se anuncie al nuevo líder, podremos saber si se mantiene una línea continuista o se apuesta de forma más arriesgada por un líder que quiera recuperar el centralismo y ejercer un control mayor sobre sus diversas ramas territoriales para evitar los errores del pasado.
Lo que sí resulta evidente es que el 11-S inició un ciclo que llega a su fin algo más de veinte años después con la muerte de la generación y de los terroristas que estuvieron implicados en su planificación y ejecución. Este período podríamos hacerlo extensible a todo el movimiento yihadista global y no solo a al-Qaeda, ya que durante las dos décadas pasadas el mundo ha sufrido los mayores atentados terroristas de inspiración yihadista cometidos tanto bajo el influjo ideológico de al-Qaeda, como de Daesh. Ciudades como Madrid, Londres, París, Kabul, Mogadiscio o Sebba han sufrido directamente la fuerza con la que el terrorismo de corte yihadista inspirado o dirigido por las dos grandes matrices del terrorismo internacional y sus franquicias ha golpeado de lleno a la sociedad en el siglo XXI.
No obstante, durante este mismo período, la lucha antiterrorista también ha cosechado sus mayores logros, siendo capaz de acabar con todos los grandes líderes que han estado al frente de dichas organizaciones, así como de sus hombres de confianza (Igualada, 2020). Desde la muerte de Osama bin Laden en 2011 hasta el reciente fallecimiento de al-Zawahiri, han sido abatidos también los dos califas de Daesh en los últimos tres años y la práctica totalidad de los emires de sus respectivas franquicias regionales, tales como Qassim al-Raimi (Al-Qaeda en la Península Arábiga), Abdelmalek Droukdel (Al-Qaeda en el Magreb Islámico) u Omar Khorasani (Estado Islámico del Khorasan), quien fue detenido en mayo de 2020 y ejecutado de forma sumaria por los talibán el pasado año tras su llegada al poder. Asimismo, un amplio número de altos cargos de ambas organizaciones también han muerto en operaciones antiterroristas desarrolladas en diversos escenarios que van desde África Occidental hasta el sur de Asia. El último ejemplo de ello lo encontramos hace escasas semanas, cuando fue abatido cerca de la frontera turca Maher Al Agal, máximo responsable de la wilayah siria de Daesh (Aguilera, 2022). Otras figuras de renombre que han sido abatidas recientemente son Ali Maychou, considerado como número dos y líder religioso de Jamaat Nusra al Islam wal Muslimin (JNIM), o el propio Abu Muhammad al-Masri, número 2 de Al-Qaeda.
Otro punto que será interesante valorar será la relación que pueda darse con Daesh. Pese a que no existe ningún indicio que apunte a una mejora en la relación y pese a que parezca remota la idea, la renovación en el liderazgo podría dejar una pequeña puerta abierta hacia un posible entendimiento, que no colaboración, en el futuro. Esto permitiría, por ejemplo, que cesasen los enfrentamientos directos que mantienen algunas de sus franquicias en países como Mali, Burkina Faso o Somalia.
El dilema de la sucesión
La muerte de al-Zawahiri marca un antes y un después en muchos sentidos, y pone sobre la mesa una serie de interrogantes, con múltiples variables y opciones, que solamente se irán respondiendo a medida que avanza el tiempo y en base al devenir de los acontecimientos, pero que sin duda alguna marcarán el futuro más inmediato de al-Qaeda en particular y del movimiento yihadista global en términos generales.
La cuestión sucesoria se plantea evidentemente como el principal dilema para al-Qaeda tras la muerte de al-Zawahiri. Hace algo más de una década, cuando fue abatido el cofundador de la organización Osama bin Laden, parecía mucho más clara cuál sería la figura destinada a continuar con su legado. Dos semanas antes de la eliminación de al-Zawahiri, el 15 de julio de 2022, el Analytical Support and Sanction Monitoring Team del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas publicaba su informe número 30[10], en el que se mencionaba, de manera curiosamente premonitoria, el tema de los posibles sucesores de al-Zawahiri, por orden de antigüedad:
“8. La coyuntura internacional es propicia a Al-Qaida, que pretende volver a ser reconocida como líder de la yihad mundial. El grupo dispone ahora de un mejor aparato propagandístico capaz de disputar la primacía del EIIL como principal inspirador del clima de amenaza internacional y podría acabar planteando mayor número de amenazas directas. Según un Estado Miembro, el Comité Hittin, que coordina la cúpula mundial de Al-Qaida, ha degradado a Al-Qaida en la Península Arábiga, situándola por debajo de las ramas africanas. Por orden de antigüedad, después de al-Zawahiri están Sayf-al ‘Adl; Abdel-Rahman al-Maghrebi; Yazid Mebrak, de Al-Qaida en el Magreb Islámico (AQMI); y Ahmed Diriye, de Al-Shabaab.”
Si bien la figura del egipcio al ‘Adl parece ser la opción más plausible, su hipotética elección como nuevo líder de al-Qaeda también conllevaría una serie de desafíos a los que la organización tendría que hacer frente. El primero de ellos atañe directamente al ejercicio del liderazgo. Partiendo de diversas informaciones que apuntan a que supuestamente todavía seguiría en situación de semilibertad en Irán bajo vigilancia del gobierno, al ‘Adl tendría difícil poder decidir sobre el futuro de la organización desde una ubicación geográfica alejada de un eje central que históricamente ha reunido a sus grandes líderes entre la frontera entre Afganistán y Pakistán. Todo apunta a que esta dificultad podría salvarse con el desplazamiento de al ‘Adl hacia esa zona segura de al-Qaeda previamente a su hipotético nombramiento como líder del grupo. Incluso ya hay voces que lo sitúan en Afganistán, país al que habría llegado durante el último año tras producirse la toma del poder por parte de los talibán. En el caso de que todavía continúe en Irán, también habría que tener en cuenta el riesgo que conllevaría este desplazamiento sabiendo que en estos momentos ha pasado a ser una prioridad máxima para la lucha antiterrorista, más incluso que hasta fechas recientes cuando ya era uno de los terroristas de al-Qaeda más buscados.
En relación a ello, pero desde otro punto de vista, que al ‘Adl se situara al frente de al-Qaeda también generaría cierta desconfianza interna dada la influencia que podría haber ejercido el régimen Ayatollah sobre él. No hay que olvidar que Irán se erige como principal baluarte del islamismo chií, y es bien conocido el profundo odio que existe hacia esta corriente por parte de los grupos salafistas yihadistas suníes, como son al-Qaeda o Daesh. Por este motivo, sería más que probable que surgiesen en mayor o menor medida voces discrepantes dentro de la organización hacia una supuesta elección de al ‘Adl como nuevo emir. En la misma situación se encuentra otro de los nombres que pueden postularse como sucesor, el de precisamente el yerno de Ayman al-Zawahiri, y responsable de comunicación de al-Qaeda, Abdel Rahman al-Maghrebi. Los candidatos que se encuentran en Irán, aparentemente atraídos por la cosmovisión del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, tendrán serios problemas de legitimidad, ya que serán vistos como influenciados por los iraníes o como colaboradores dispuestos a representar los intereses del régimen chií.
Tampoco ayuda a la posible candidatura de al ‘Adl la influencia de este en AQAP, así como los tratos llevados a cabo con milicias pro-iranies. Además, su suegro y aliado ideológico, Mustafa Hamid, proponía una visión diferente para los yihadistas, defendiendo un acercamiento al régimen de Teherán.
No obstante lo anterior, si finalmente es al ‘Adl el elegido, es posible que la estrategia de al-Qaeda tenga un punto de inflexión con su llegada. Sayd–al ‘Adl presenta un perfil muy diferente a la figura de al-Zawahiri. Mientras que este último dedicaba tiempo a la escritura de sus propios discursos, caracterizados por un sólido componente ideológico y teológico que convertía sus extensos y formales sermones en unos tratados poco atractivos que le restaban capacidad de inspiración y atractivo hacia nuevos potenciales seguidores (Levitt y Zelin, 2022), al ‘Adl no parece estar tan interesado en esta labor. Como él mismo afirmó de primera mano en el libro الزرقاوي: الجيل الثاني من القاعدة (al-Zarqawi: la segunda generación de al-Qaeda, del periodista jordano Fuad Husayn), para el cual escribió un capítulo: “nunca me ha gustado leer, escribir, o la retórica”. Asimismo, si al ‘Adl se convierte en el nuevo emir de al-Qaeda, y pese a que es probable que a corto plazo no se observen grandes cambios debido a la propia idiosincrasia de al-Qaeda, con el paso del tiempo veríamos unos objetivos y una estrategia diferente a la de su antecesor. De acuerdo a su trayectoria, su figura se caracteriza por una posición proactiva que podría utilizar en su favor para atraer a una joven generación yihadista que durante los últimos años ha podido quedar desconectada del discurso de al-Zawahiri.
Más allá de la candidatura que representa al ‘Adl, hay otros nombres que también pueden sonar como posibles candidatos a ocupar el liderazgo de Al-Qaeda. El primero de ellos es el marroquí Abdel Rahman Al-Maghrebi, como ya comentábamos más arriba, que aparte de encargarse del aparato mediático de al-Qaeda, As-Sahab, durante su trayectoria en al-Qaeda tambien habría ya ocupado previamente otros cargos de relevancia (Roggio, 2022). En comparación con los anteriores dos líderes, su juventud supondría hacer efectivo el cambio generacional dentro de la organización. Por otro lado, también podrían tener alguna oportunidad otros líderes locales del movimiento yihadista asociado a al-Qaeda, tales como Yazid Mebrak, emir de al-Qaeda en el Magreb Islámico, o Ahmed Diriye, líder actual del grupo somalí al-Shabaab.
Otro posible candidato, más desconocido que los anteriores, es Hamza al-Ghamidi. Es uno de los miembros de la vieja guardia de Osama bin Laden y al-Zawahiri, junto a los que combatió en Afganistán. También trabajó junto al ‘Adl y al-Maghrebi, además de encargarse de las casas seguras de al-Qaeda en Kabul y Karachi. En un documento que se hizo público en 2019, se comprometía a acatar la línea de sucesión mencionando primero a al-Masri (eliminado en Teheran en 2020) y después a al ‘Adl. Este documento también le sitúa como miembro del Consejo de la Shura, lo que, unido a su posible presencia en la zona af-pak, su experiencia en combate, su pasado como miembro del círculo más cercano del Sheik, así como las buenas relaciones cultivadas en la zona con los taliban afganos y pakistaníes, pueden posicionarle como un serio candidato si al ‘Adl y al-Maghrebi continúan en Irán.
En una reciente entrevista, Saleh al-Hamwi, antiguo fundador y líder de Jabhat al-Nusrah, comentaba que, aunque al ‘Adl es el candidato “lógico” para suceder a al-Zawahiri, el Consejo de la Shura jamás aprobaría su nombramiento ni le prestarían o aceptarían bay´ah hacia él mientras aquel siga en arresto domiciliario en Irán. En su opinión, ninguno de los nombres del Magreb Islámico podría ser nombrado emir dada la distancia a la que se encuentran, así como la falta de una larga trayectoria. De igual modo, indicaba que, en su parecer, al-Qaeda Central “murió” en 2014, y que no entiende porque Occidente sigue empeñado en lo contrario, porque la comunicación es solo simbólica y cada grupo local cuenta con su propio Consejo de Shura que toman las decisiones de manera independiente[11].
Independientemente de quién sea la figura elegida para convertirse en el nuevo emir de al-Qaeda, lo que sí parece evidente es que su nombre no se conocerá de forma inmediata. Esta organización se ha caracterizado históricamente por proceder con cautela y llevar todos los procesos internos con un medido secretismo para que el entorno y los agentes externos afecten lo menos posible en la toma de decisiones. Más todavía si cabe en resoluciones vitales como es la elección de un nuevo líder. La forma y el modo en el que la decisión sucesoria se lleve a cabo podrá suponer una transición ordenada y estable o, en cambio, generar una crisis entre diversas facciones que pueda afectar al futuro inmediato de la organización (Clarke, 2022). Sea como fuere, el dilema parece encontrarse en un punto en el que será clave y decisorio elegir a un candidato natural, como sería el caso de al ‘Adl, con una consolidada y reconocida trayectoria que le permita tener el beneplácito de buena parte de la alta jerarquía de la organización, o el hacer una apuesta más arriesgada y optar por alguien más joven y alejado de la estructura central que pueda aportar esa frescura que necesita la organización para conseguir atraer de nuevo a la generación de los yihadistas del mañana.
Renovaciones de lealtad
Dejando a un lado la cuestión sucesoria, otro elemento que requiere de nuestra atención es la forma en la que responderán las distintas ramas territoriales de al-Qaeda así como sus grupos afiliados al nombramiento de un nuevo líder. El proceso formal obliga a estas agrupaciones a renovar su bay’ah en la que juran fidelidad al nuevo emir, manifestando así su respeto, compromiso y subordinación a él. Si bien este procedimiento no deja de ser un mero formalismo, conlleva intrínsecamente asociado una gran importancia y significado, dado que tras la muerte del líder de una organización yihadista se rompe el vínculo de lealtad hasta que no se pronuncia una nueva bay’ah. Por lo tanto, el momento actual servirá como un buen termómetro para medir el grado de fidelidad y la confianza existente en la relación entre al-Qaeda Central y el resto de agrupaciones que se encuentran bajo su paraguas ideológico. Una vez que se nombre al nuevo emir de al-Qaeda, veremos cómo en gran medida se suceden estas renovaciones de fidelidad por parte de las organizaciones conectadas a al-Qaeda, pero tampoco habría que descartar la opción de que alguna de ellas no decida hacerlo y opte por barajar otras opciones, estudiando la posibilidad de convertirse en un grupo independiente, algo que cada vez estamos viendo con mayor frecuencia dentro de la cosmovisión yihadista, o tratando de acercar posturas con Daesh, algo que en principio parece más difícil.
En este mismo sentido, también será más que interesante ver si el nuevo líder de al-Qaeda jura fidelidad al mulá de los talibán, como ya hicieron en el pasado Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri[12]. Este punto resulta especialmente importante porque no hay que olvidar que teóricamente la relación entre ambas organizaciones viene marcada por una subordinación de al-Qaeda hacia quienes les han protegido y facilitado la creación de sus santuarios tanto en Afganistán como en Pakistán. Sin embargo, la actualidad viene marcada por un contexto diferente en el que, en principio, el gobierno talibán habría firmado en los acuerdos de Doha no dar cobijo ni respaldo sobre el territorio afgano a ninguna organización terrorista que pudiese suponer una amenaza o que planificase acciones terroristas sobre Occidente. Un juramento de pleitesía por parte de al-Qaeda bajo este contexto supondría un reto para los talibán, quienes se verían comprometidos a tener que aceptar ante la comunidad internacional su relación con al-Qaeda, a pesar de que nunca han rehuido públicamente de ella, o romper los lazos históricos que mantienen (Clarke, 2022). En este sentido, tras el retorno al poder de los taliban en 2021, Suhail Shaheen, portavoz taliban manifestó respecto a si se había producido un juramento de lealtad por parte de al-Zawahiri: “No hay bay’ah”, afirmando de este modo la creciente irrelevancia de al-Zawahiri. Todos los esfuerzos de al-Zawahiri por señalar al emir talibán como su líder supremo fueron así socavados públicamente. En cualquier caso, todo ello debe ser entendido desde un punto de vista teórico, ya que, en la práctica, como bien es sabido, el desarrollo de los acontecimientos se plantea de otra forma. En cualquier caso, y frente a esta situación, la decisión que puedan tomar los talibán seguramente tenga sus consecuencias inmediatas en lo que atañe al reconocimiento internacional del Emirato Islámico de Afganistán como actor legítimo, favoreciendo o perjudicando su imagen en función de la postura que tomen.
Conclusiones
La muerte del líder de al-Qaeda Ayman al-Zawahiri supone el final de un ciclo y el inicio de otro tanto dentro del movimiento yihadista global como en el seno de al-Qaeda. Son numerosos los interrogantes que quedan por responder a raíz de su muerte, y no menos las implicaciones que puede conllevar para al-Qaeda la llegada de un nuevo líder tanto a corto como a largo plazo. Las decisiones que tome la nueva figura responsable de dirigir la organización terrorista serán determinantes para conocer tanto la relación de al-Qaeda con sus grupos aliados como con sus enemigos. Asimismo, a partir de la estrategia que adopte se podrá conocer la forma en la que la histórica organización terrorista ve el futuro del movimiento yihadista global.
Otro punto interesante de conocer será la forma en la que evolucione la relación entre al-Qaeda y Daesh, teniendo en cuenta que la fuerte rivalidad personal entre al-Zawahiri y al-Baghdadi, que marcó la separación de los caminos de las organizaciones que lideraban, ya no existe. La llegada de nuevos líderes podría suponer un punto de inflexión de cara a un posible entendimiento entre ambas, que no cooperación, ni mucho menos de una hipotética fusión. Esta última opción parece algo irreal, al menos a corto o medio plazo.
Por último, la respuesta de los talibán a la muerte de al-Zawahiri se dejará ver con más claridad en los próximos meses. Son muchas las dudas e interrogantes que giran sobre ellos, tanto en lo que concierne a si eran conscientes o no de la existencia del líder de al-Qaeda sobre su territorio como en lo que refiere a su protección hacia al-Qaeda. En buena medida, la forma en la que sepan hacer frente a esta incertidumbre será clave de cara a conseguir su perseguido objetivo: el reconocimiento de la comunidad internacional. Por lo tanto, serán muy meticulosos a la hora de actuar sobre este suceso, tomando las medidas que consideren oportunas para no transmitir la imagen, una vez más, de ser un actor que respalda al terrorismo. Asimismo, y en el caso de que sea realmente cierto que no supieran de la existencia de al-Zawahiri, tendrán que llevar a cabo una rigurosa investigación interna para conocer quiénes fueron los responsables de darle cobijo y si estos se encuentran entre sus aliados.
En los últimos años hemos asistido a una descentralización del yihadismo, con el nacimiento de distintos grupos y actores de carácter local, que han preferido centrarse en una yihad cercana, en defensa de intereses de su zona de influencia, así como con independencia en cuanto a financiación, campañas de comunicación, planificación estratégica y táctica, y operaciones decididas internamente. La muerte de al-Zawahiri, que marca el fin en cierto modo de una generación del yihadismo, puede ser o bien un revulsivo para el movimiento, o bien su sentencia final, en cuanto a movimiento de carácter global se refiere. Es posible que la muerte de al-Zawahiri, unida a la debacle de Daesh, y la localización contenida en el ámbito de actuación geográfico de la mayoría de los grupos franquicia o satélite de al-Qaeda y Daesh, acabe dando la razón a uno de los grandes “enemigos” de al-Zawahiri, Abu Mus´ab al-Suri, cuando este ya hace unas décadas defendía su principal mantra “Nizam, la Tanzim” (el sistema, no la organización) como el camino a seguir para llevar a cabo una yihad global.
Bibliografía
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ZELIN, A. (2022), The Age of Political Jihadism, The Washington Institute for Near East Policy.
[1] Estos misiles también son conocidos como flying ginsu, debido al hecho de que portan seis cuchillas que se despliegan unos milisegundos antes del impacto en vez de carga explosiva. Este tipo de Hellfires ya se habían utilizado antes contra blancos que se desplazaban en vehículos, pero esta sería la primera vez que se utilizaban contra un edificio. La principal razón de su uso, aunque no la única, es minimizar los posibles daños colaterales que causaría un artefacto explosivo.
[2] Fundador de la red Haqqani y padre de Sirajuddin, falleció en 2018.
[3] Ambas estaban casadas anteriormente con un amigo cercano, hasta el punto de considerarlo un hermano, de al-Zawahiri, Tariq Anwar, un antiguo compañero de Jihad Islámica Egipcia. Anwar también falleció en el ataque contra Gardez,
[4] El documento original completo puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.state.gov/wp-content/uploads/2020/02/02.29.20-US-Afghanistan-Joint-Declaration.pdf
[5] Los autores han preferido publicar el fragmento en inglés por ser el idioma oficial en el que se redactó el acuerdo y evitar así posibles interpretaciones alternativas o imprecisas del texto que puedan ser fruto de la traducción.
[6] En este sentido, resulta fundamental comprender la importancia que tiene el código pashtunwali, un código que rige numerosos aspectos morales de la vida cotidiana, entre ellos la protección hacia todo aquel que se considere invitado.
[7] Para acceder al documento original en el que se cita esta información, véase: https://anbajassim.com/2022/08/02/exclusive_zawahiri/
[8] Para profundizar en el intercambio de cartas entre Al-Zawahiri y Al Bagdadi así como en el análisis de sus mensajes, véase: INGRAM, J., WHITESITE C., WINTER, C. (2020), The ISIS Reader, Hurst Publishers.
[9] Para profundizar en la evolución de Hayat Tahrir al Sham y en el fundamental papel ejercido por Al Jolani en el movimiento islamista sirio actual, véase: ZELIN, A. (2022), The Age of Political Jihadism, The Washington Institute for Near East Policy.
[10] Puede consultarse en el siguiente enlace: https://undocs.org/Home/Mobile?FinalSymbol=S%2F2022%2F547&Language=E&DeviceType=Desktop&LangRequested=False
[11] La entrevista completa, publicada el pasado 5 de agosto, puede leerse aquí: https://www.militantwire.com/p/what-is-al-qaedas-future-an-interview
[12] Pueden consultarse los mecanismos y contenido de las bay´ah prestada por Osama bin Laden y otros miembros de al-Qaeda en: IGUALADA, C., YAGÜE, J., The Use of Bay’ah by the Main Salafi-Jihadist Groups, Perspectives on Terrorism, Vol. 15, No. 1.