Tráfico de drogas y yihadismo en África

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El informe completo puede descargarse aquí

 

Resumen

De todos los tipos de actividad criminal que se contemplan, el tráfico de drogas se ha afianzado como uno de los mayores retos que afectan a la seguridad regional de buena parte de África, un desafío que por su naturaleza transfronteriza queda fuera del ámbito nacional.

Estos cárteles de la droga que operan en el continente a menudo se sirven de la colaboración de otros grupos locales asentados en ciertas zonas grises de la geografía africana, como milicias rebeldes o grupos terroristas. La expansión de la presencia yihadista en gran parte del África Subsahariana, desplazando el centro gravitatorio de su actividad desde los enclaves en Siria e Irak hacia países como Nigeria, Níger, Mali, Somalia o Mozambique, entre otros, está a su vez intensificando sus vínculos con el crimen organizado, amenazando con la consolidación de una estructura criminal integrada y paralela a cualquier otro tipo de actividad de la economía legal.

El presente documento ofrece un análisis transversal en clave regional sobre la relación entre el tráfico de drogas y el yihadismo, identificando los vectores que impulsan ambos tipos de actividad criminal, analizando el grado de cooperación existente entre ellos y desglosando los diferentes riesgos que se desprenden de esta relación. El análisis va acompañado de una serie de recomendaciones destinadas a orientar las líneas de acción estratégica de España y el resto de sus socios y aliados internacionales, gracias a una comprensión integral de la problemática que permitirá resolver algunas de las numerosas incógnitas que rodean al fenómeno objeto de estudio y promover la presencia de España en la lucha contra este fenómeno incluido en su panorama de riesgos externos.

Summary

Considering all types of criminal activity on the African horizon, drug trafficking has established itself as one of the greatest challenges affecting the regional security over a large part of Africa, a challenge that, due to its cross-border nature, is outside the national sphere.

These drug cartels operating in the continent often make use of the collaboration of other local groups based in certain grey zones of the African geography, such as rebel militias or terrorist groups. The expansion of the jihadist presence across sub-Saharan Africa, shifting the gravitational center of their activity from hot spots in Syria and Iraq to countries such as Nigeria, Niger, Mali, Somalia or Mozambique, among others, is in turn intensifying their links with organized crime, threatening the consolidation of an integrated criminal structure parallel to any other type of legal economic activity.

This document offers a comprehensive regional analysis of the situation between drug trafficking and jihadism, identifying the driving forces that fuel both types of criminal activity, analyzing the degree of cooperation between them, and breaking down the different risks arising from this relationship. The analysis is followed by a series of recommendations aimed at guiding the strategic lines of action of Spain and the rest of its international partners and allies, thanks to a cross-cutting understanding of the phenomenon that will make it possible to resolve some of the uncertainties and promote Spain’s presence in the fight against this phenomenon included in its strategic panorama of external risks.

 

Principales hallazgos

  • El crimen organizado destinado a actividades de tráfico de drogas, aprovechando las zonas grises con bajo o nulo control estatal, se alimenta de las vulnerabilidades económicas y sociales que imperan en sus zonas de interés estratégico.
  • Existen una serie de vectores que facilitan la penetración del tráfico internacional de droga en el espacio de África Subsahariana, especialmente aquellos relacionados con su proximidad geográfica, fragilidad política y endeble economía social.
  • Los países costeros de África Occidental se consolidan como las principales vías de entrada de cocaína que benefician a actores terroristas y otros grupos armados en el Sahel Occidental. Por su parte, el cannabis producido mayoritariamente en el norte de África se transporta a lo largo de la geografía africana, especialmente a través de la ruta saheliana, mientras que la heroína se introduce desde Asia vía tres corredores principales que tienen como ruta intermedia o final África Occidental. Por tanto, esta región, a pesar de no contar con un importante volumen de incautaciones en comparación con otras regiones africanas, resulta indispensable para la distribución de los tres principales grupos de droga, con Nigeria como importante centro neurálgico en las tres categorías.
  • Que África se encuentre como un espacio productor y consumidor de droga en aumento, en vista de la creciente amenaza terrorista sobre buena parte del continente, amenaza con intensificar y consolidar vínculos más estrechos entre organizaciones criminales transnacionales y grupos yihadistas.
  • La relación entre el yihadismo y el tráfico de drogas es un desafío transnacional y, por ello, las políticas deben apostar por una contundencia y persecución a nivel multilateral que aúne esfuerzos tanto del aparato estatal como de organismos internacionales y la sociedad civil en combatir las redes y conexiones existentes en la gran mayoría de sectores de la economía informal.

 

Conclusiones

El presente informe ha puesto de manifiesto que la relación entre el narcotráfico y el yihadismo se da en circunstancias muy específicas y bajo las cuales es difícil establecer unos parámetros concretos sobre el modo de actuación de fuerzas y cuerpos de seguridad. A lo largo de las presentes páginas se ha establecido un escenario de riesgo marcado por un constante cambio y adaptación en la relación entre el fenómeno yihadista y el tráfico de drogas, más aún en un contexto de conflictividad en aumento y dificultado por unas circunstancias políticas adversas.

Existe una literatura todavía hoy escasa a la hora de abordar el fenómeno objeto de estudio, cuya información a menudo proviene del ámbito estatal, por lo que la dificultad de encontrar evidencias sobre el grado de cooperación se ha determinado elevada. Aun así, el presente documento ha podido establecer una serie de focos de cooperación que contribuyen a elevar los niveles de riesgo para la seguridad regional y, en extensión, para los países que se encuentran geográficamente más próximos al riesgo.

El espacio de África Subsahariana ha dejado de jugar un papel residual para posicionarse como un foco de tránsito de droga emergente, así como un espacio de creciente consumo a nivel doméstico, por lo que esta alternativa a la economía formal ha pasado a constituirse como una ventajosa fuente de enriquecimiento a través del Sáhara y uno de los retos principales a nivel global.

El rol del crimen organizado transnacional en el continente resulta evidente, aprovechando los vínculos con redes criminales locales y explotando aquellas zonas grises de bajo o ausente control estatal que les ha permitido introducir drogas como la cocaína o la heroína con una relativa mayor facilidad que introduciéndolos directamente en el mercado final de los países más ricos en Europa y Norteamérica, principales consumidores. La inefectividad e incapacidad de imponer la ley en concretos pero amplios espacios así como las elevadas conexiones con las redes locales proporcionan una ventana de oportunidad excepcional a la hora de establecer un sistema de economía informal donde relaciones y lazos personales sustituyen a los vínculos propios de la economía legal, actuando propiamente como clanes que se benefician de los vacíos de poder del Estado. Por tanto, el tráfico de drogas en el flanco sur de Europa Occidental termina por encontrar su espacio de consolidación a nivel regional, especialmente en África Occidental, así como en ciertos territorios del área oriental, coexistiendo y en ciertas ocasiones cooperando con grupos armados locales y regionales que han sabido sacar rédito de los beneficios económicos generados por el negocio de la droga.

Para entender la evolución del narcotráfico y sus rutas de tránsito hacia su consumidor final es necesario poner el foco en aquellos espacios que se interrelacionan entre sí: en el caso de la cocaína, por un lado se encontrarían la región de América del Sur, con Colombia, Perú y Bolivia como los países productores, consumidores y exportadores, y por otro lado el espacio del África Subsahariana, donde áreas geográficas como el espacio occidental y la ruta norte del continente siguen creciendo como principales lugares de tránsito y, recientemente, de consumo. En cuanto al tráfico de cannabis, el principal país productor, consumidor y exportador hacia sus consumidores finales sigue siendo Marruecos, empleando rutas a lo largo del norte de África y en la franja del Sahel para acceder a la mayor parte de mercado que le sea posible. Finalmente encontraríamos el negocio de los opiáceos, concretamente de heroína, con Afganistán como líder en su producción y distribución que comprende tres rutas principales a través de África para llegar a sus clientes finales. Así, el fenómeno del crimen organizado involucrado en el tráfico de droga se mantiene diversificado, en constante mutación y adaptación, así como volátil en lo concerniente a las alianzas creadas para poder llevar a cabo su lucrativo negocio a nivel transnacional.

Al mismo tiempo que la capacidad estatal para proporcionar seguridad en su territorio disminuye y la insurgencia rebelde comienza su periodo de expansión, se han colocado sobre el tablero otros actores que están interfiriendo en la estabilidad de buena parte del África Subsahariana, especialmente los grupos terroristas. Desplazando el centro gravitacional de la actividad yihadista del Magreb al Sahel, el avance del terrorismo constituye a día de hoy una de las mayores amenazas para la estabilidad y la seguridad de buena parte de los países de la parte occidental, central y oriental del continente.

Hace una década, los grupos terroristas de mayor actividad como AQMI o MUJAO consiguieron llegar a controlar una buena parte de territorio en sus áreas de influencia, coexistiendo y a menudo cooperando con otras redes delincuenciales del crimen organizado como el tráfico de armas y de drogas. Aun así, resulta necesario ser cuidadosos con los niveles de relación empírica que vinculan al yihadismo con este último, pues no se trata de una relación ampliamente consolidada y sus alianzas se producen en contextos muy específicos y limitados. La fuente principal de financiación de prominentes grupos y organizaciones terroristas en África tanto entonces como en la actualidad continúa siendo los secuestros a cambio de rescates, aunque ello no implique que el narcotráfico a veces ayude o contribuya a recaudar fondos mediante peajes y protección en ciertas zonas. Si bien es cierto que el alcance y la magnitud de la colaboración entre ambas actividades criminales no puede darse por sentado en regiones y circunstancias dispares, se han establecido una serie de focos de conflicto donde la cooperación entre el tráfico de drogas y el yihadismo se da de una manera más evidente, específicamente en la región del Sahel en general y la zona norte de Mali en particular. Sin embargo, dirimir el grado de colaboración y la continuidad de este resultan extremadamente complejos, al contar con una ausencia de datos que avalen el nivel de actividad y apoyo mutuos.

En vista de lo anterior, los esfuerzos para la identificación, prevención y reacción de esta cooperación entre ambos sectores criminales ha conseguido grandes avances a través de mecanismos e iniciativas en el panorama regional e internacional. Sin embargo, queda todavía un largo camino por recorrer, al ser una amenaza que se encuentra cada vez con más vectores de propagación del riesgo y para lo cual cabe esperar contramedidas que se traduzcan en un panorama más halagüeño en comparación con el que encontramos en el actual contexto de seguridad regional.