Casos de estudio Magreb y Sahel octubre 2023
La actividad yihadista en África Occidental sufre un gran aumento a lo largo del mes de octubre. Los 154 ataques registrados marcan un máximo histórico de este año, tan solo superado en el mes de junio (172). Las cifras no solo experimentan un fuerte repunte en cuanto al número de ataques, ya que también el volumen de víctimas bate un nuevo récord -exceptuando también el mes de junio-, con 615 fallecidos. Esto se vuelve especialmente grave al comparar los registros interanuales, ya que en octubre de 2023 hubo más del doble de fallecidos que durante el mismo mes del año anterior.
Las claves del mes:
Análisis de las regiones de estudio
A continuación, se ofrece un análisis pormenorizado de la actividad de carácter yihadista en cada una de las zonas de estudio a lo largo del mes de octubre de 2023.
Sahel Occidental
Burkina Faso, que en septiembre gozaba de ver disminuido su nivel de violencia, lidera en octubre la comparativa mensual de actividad yihadista. Los 66 atentados registrados doblan su cifra respecto al mes de octubre, rompiendo la tendencia de disminución de su nivel de actividad disfrutado durante los últimos cuatro meses. De hecho, el ataque que ha causado el segundo mayor número de víctimas mortales registrado a lo largo del mes de octubre ha tenido lugar precisamente en suelo burkinés, considerado de medio impacto[1]: en la localidad de Yamba, al este del país, militantes de JNIM atacaron una unidad policial especial, causando la muerte a 25 policías (caso de estudio 58).
El liderazgo burkinés en el balance mensual de las dinámicas del yihadismo resulta más evidente que en análisis mensuales anteriores: de los 154 ataques registrados, casi la mitad (66) han ocurrido en su territorio, mientras que en Mali se han producido prácticamente la mitad (34) y Nigeria, a pesar de sufrir un grave aumento en sus dinámicas de violencia (ha pasado de 14 ataques en septiembre a 26 en octubre), todavía queda lejos de liderar la comparativa regional.
A lo largo del mes de octubre, el ataque que ha protagonizado el volumen más elevado de víctimas mortales ha tenido lugar en Níger. A principios de mes, militantes de Estado Islámico en el Sahel (EIS) perpetraron una emboscada combinando el ataque con un IED, un vehículo bomba y disparando contra soldados nigerinos en Tahoua (caso de estudio 8). Según fuentes oficiales del ejército, al menos 29 soldados perdieron la vida y otros dos resultaron heridos a consecuencia del ataque, lo que hace que este sea el segundo peor atentado registrado desde que la junta militar llegara al poder en julio de este año y el más grave perpetrado por EIS con el nuevo régimen. El balance real de víctimas sigue siendo una incógnita, ya que fuentes locales han llegado a reportar la muerte de al menos 109 soldados, mientras que fuentes de la organización terrorista han llegado a contabilizar hasta 63 fallecidos (60 provenientes de las fuerzas nigerinas y 3 combatientes de EIS).
Níger mantiene el mismo volumen de actividad terrorista que en el mes de septiembre, ya que en ambos meses se han registrado un total de 9 ataques. Además, todos ellos salvo el cometido en Tahoua (caso de estudio 8) y Bankilare (caso de estudio 54), habrían sido de impacto bajo. Pese a no agravarse el contexto de seguridad en términos cuantitativos -aunque sí haya empeorado en términos de letalidad-, la situación política del país continúa tensa. La junta militar de Níger anunció el pasado 19 de octubre haber frustrado un intento de fuga del presidente depuesto, a quien le acusaron de contar con ayuda del extranjero. Varias personas fueron detenidas y se ha iniciado una investigación que todavía permanece en curso para esclarecer lo sucedido. A esta crisis institucional que atraviesa el país se le suman además las penurias económicas que comienza a sufrir buena parte de la sociedad a consecuencia de las sanciones internacionales impuestas a raíz del golpe de Estado.
Si ponemos el foco en Mali, vemos que los retos a su seguridad continúan agravándose en un conflicto político donde se entrelazan grupos rebeldes, organizaciones terroristas y la autoridad central. A inicios de mes, el Cuadro Estratégico Permanente (CSP) atacó y tomó el control del campamento de las fuerzas malienses en la localidad de Bamba, en la frontera entre las regiones de Gao y Tombuctú. En el transcurso de la operación murieron dos combatientes rebeldes y, según fuentes del CSP, al menos 25 soldados malienses perdieron la vida. Pocos días después harían lo propio en la localidad de Taoussa, a pocas decenas de kilómetros de la primera incursión, capturando varios vehículos y equipos militares y dejando a su paso nueve miembros de las fuerzas malienses abatidos.
El deterioro de las relaciones entre los actores firmantes del Acuerdo de Argel en 2015 y las autoridades de Mali viene incrementándose desde el anuncio de la retirada de la presencia de la MINUSMA en el norte, que a mediados de octubre comenzó a replegarse de dos de sus campamentos. A medida que la presencia internacional disminuye, los enfrentamientos por el control del norte del país aumentan. Los rebeldes han llegado a afirmar haber tomado bases desocupadas por las fuerzas de paz en la propia ciudad de Kidal, mientras que las autoridades nacionales han tomado el control de ciudades transfronterizas entre Gao y Kidal como Anéfis y planean avanzar su ofensiva hacia la ciudad de Kidal en las próximas semanas.
Con respecto a los países monitorizados del Golfo de Guinea, JNIM ha capitalizado los niveles de violencia terrorista tanto en Benín como en Togo, únicos países de la región donde se han contabilizado incidentes relacionados con el yihadismo. A pesar de haber sido todos ellos de impacto bajo, estos casos de estudio ejemplifican cómo los combatientes de JNIM consiguen satisfacer sus aspiraciones de expansión de una manera cada vez más evidente si comparamos los siete ataques registrados en octubre de este año con el mismo periodo del año anterior, donde únicamente se registró un ataque.
Lago Chad
Los países de la cuenca del Lago Chad registran una situación dispar en cuanto a sus respectivos niveles de violencia. En Nigeria, el número de ataques se ha incrementado estrepitosamente con respecto al mes anterior y se han producido de manera consecutiva dos atentados de impacto medio en la subregión: el primero habría sido perpetrado en la localidad de Kayayya por unos 50 militantes de ISWAP, dejando un balance de al menos dieciséis jóvenes asesinados (caso de estudio 152). Tan solo un día después, combatientes de Boko Haram harían explosionar un IED que acabó con la vida de 21 civiles en Goni, siendo la mayoría de las víctimas mujeres y niños (caso de estudio 154).
El incremento de los niveles de violencia, que casi se ha duplicado con respecto al mes de septiembre, ha provocado que los esfuerzos de lucha contra el terrorismo se intensifiquen. Según los servicios de defensa del país, en el curso de una semana el ejército nigeriano habría neutralizado a 113 combatientes y detenido a unos 300 sospechosos de estar relacionados con delitos de terrorismo, además de rescatar a más de 90 víctimas en una operación que también habría tenido como objetivo refinerías ilegales e individuos dedicados al robo de petróleo.
En claro contraste con su vecino nigeriano, Camerún ha visto descender sus niveles de violencia, y en Chad se ha registrado únicamente un ataque -perpetrado por Boko Haram-, de impacto bajo.
Magreb
No hay registros de atentados en los países del Magreb en esta ocasión. Sin embargo, un incidente significativo tuvo lugar en Túnez a finales de mes, cuando cinco hombres relacionados con delitos de terrorismo escaparon de prisión. La Guardia Nacional del país advirtió que dos de estos individuos habrían protagonizado un robo armado en la capital pocos días antes. Finalmente, todos ellos han sido arrestados.
Perspectiva regional
Las dinámicas de violencia en África Occidental no ofrecen un gran espacio para el optimismo; a medida que la situación política empeora en el entorno doméstico y el apoyo de seguridad merma debido al tensionamiento de las relaciones entre los países de la región y las potencias internacionales, vemos cómo naciones afines tratan de redefinir sus relaciones bajo una nueva estrategia defensiva. Es el caso de la alianza entre Burkina Faso, Mali y Níger, la cual nace bajo unas expectativas muy intensas: conseguir neutralizar la amenaza insurgente -de origen islamista, pero también nacionalista- con mejores fórmulas que las que implementaron sus predecesores. Esto, además, bajo la atenta mirada de una sociedad que ha apoyado derrocamientos de todos aquellos líderes que no han conseguido mejorar los estándares de seguridad en sus respectivos países.
Mientras tanto, la presión internacional continúa aumentando. La Unión Europea ha acordado un marco de sanciones a Níger en vista del reciente golpe de Estado, lo cual ya está afectando de manera directa a su población a pesar de que la medida contempla excepciones para el ámbito humanitario. Por ello, y a pesar de que el país está soportando un balance relativamente calmado de actividad yihadista en términos cuantitativos, un vector de riesgo evidente es precisamente que las consecuencias económicas y sociales de los bloqueos externos pueden servir como fuente de malestar y descontento en igual o mayor medida que la inseguridad provocada por la violencia islamista.
La tendencia alcista de los niveles de violencia en Burkina Faso es un factor que preocupa especialmente a medida que el Ejecutivo se muestra incapaz de minimizar una amenaza que no solo existe en el volumen de ataques sino también en el número de víctimas, cuya cifra sigue rondando los 300 prácticamente cada mes. Por su parte, Mali se enfrenta a un grave desafío que evoca a los tiempos de la insurrección tuareg de hace más de una década. La retirada de los efectivos de Naciones Unidas ha provocado una reanudación de la lucha armada sin contemplaciones entre las autoridades malienses y los grupos rebeldes, y mientras las fuerzas del orden tratan de oprimir este descontento, agrupaciones terroristas como JNIM consiguen avanzar su causa a cada vez más amplios territorios y sectores de la población.
[1] Se consideran atentados de bajo impacto aquellos que causan menos de 10 víctimas mortales; medio impacto, entre 10 y 29 muertes; alto impacto, 30 o más víctimas.