La investigación y el seguimiento realizado desde el Observatorio de actividad yihadista en el Magreb y el Sahel occidental durante el mes de julio ha vuelto a arrojar datos interesantes para su estudio. Los 57 casos documentados en los que han resultado muertas al menos 290 personas son una muestra de que el yihadismo global también tiene puesto su punto de mira en el continente africano, sobre todo en zonas como Malí y el lago Chad.
Malí, uno de los países más frágiles e inestables del continente africano hoy, ha celebrado a finales de mes la primera vuelta de las elecciones presidenciales marcada por una fuerte tensión en materia de seguridad. A lo largo de este mes de julio se ha puesto de manifiesto que Malí sigue inmerso en una profunda crisis causada por los enfrentamientos interétnicos y los ataques yihadistas de JNIM, ligado a Al-Qaeda, y del Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS). Ambos grupos explotan estas tensiones para recabar apoyos y combatientes, sobre todo en las regiones de Mopti y Menaka, en contra del gobierno central o las comunidades rivales.
En definitiva, los conflictos interétnicos y el yihadismo son dos fenómenos imposibles de disociar, como ponen de manifiesto los ataques a las milicias tuareg del 1, 8, 18, 20 o 30 de julio, que se han incluido en el Observatorio de la Actividad yihadista en el Magreb y el Sahel. Además, estas milicias son, como corroboró el general de división de la Operación Barkhane Bruno Guibert en una entrevista a ‘Le Monde’ del 25 de julio, parte del aparato contraterrorista apoyado por los gobiernos de Malí, Níger y Francia.
En este sentido, el Ejército de Malí y las tropas francesas también han sufrido ataques yihadistas mediante coches bomba el 1 de julio y emboscadas a convoyes el 22 y el 31 de julio. Estos atentados intentan trasladar un mensaje intimidatorio a Francia, el mayor valedor internacional de la lucha antiterrorista en la región, y a sus aliados del Sahel, que se reunieron a comienzos de mes en Mauritania en la cumbre de jefes de Estado de la Unión Africana. Asimismo, durante este mes ha coincidido que tanto el G5 como la Operación Barkhane han cambiado de liderazgo: el mauritano Hanana Ould Sidi encabezará la fuerza africana y el general Frédéric Blachon, la francesa.
De igual forma, el vídeo que difundió el JNIM en redes sociales días antes de las elecciones tenía el mismo propósito de atemorizar, pues hacía referencia a la perpetración de ataques durante la jornada, y calificaba los comicios como un “proceso contrario a la ley islámica”. En efecto, la inseguridad impidió votar a muchos ciudadanos del norte y el centro del país e incluso se incendiaron varios centros de sufragio, aunque hasta el momento ningún grupo yihadista ha asumido la autoría de los hechos. Al parecer, el 20% de los colegios electorales fueron perturbados con ataques armados y situaciones violentas.
Otro país en el que Francia incrementará su apoyo e intervenciones es Nigeria. El país africano vive una situación de inseguridad similar a la de Malí, sobre todo en el norte del país, debido al conflicto entre pastores armados y la actividad creciente de Boko Haram. El grupo yihadista se mantiene fuerte a pesar de los esfuerzos de las fuerzas de seguridad nigerianas, que han arrestado a 54 terroristas, condenado a otros 113 y rescatado a unos 58 rehenes. Sigue siendo, por tanto, una verdadera amenaza que en el mes de julio se ha cobrado la vida de al menos 196 personas (sin contar a los desaparecidos) entre las zonas fronterizas de Nigeria, Níger e incluso Chad. Este es, sin duda, uno de los ejemplos más claros de que los yihadistas se aprovechan de la porosidad de las fronteras para ampliar su rango de acción o, como en el caso de Boko Haram, realizar emboscadas sobre la población civil, cometer atentados suicidas y atacar bases o convoyes militares.
En el caso de Argelia y Túnez, los dos países comparten numerosas similitudes. Ambos han recibido un solo ataque terrorista que, sin embargo, ha causado conmoción social. El que caso de Túnez, por ejemplo, se trata del atentado más grave en dos años, algo que bien podría ser una reacción a los éxitos recientes de los militares en materia antiterrorista. Ambos ataques fueron emboscadas contra fuerzas de seguridad y dejaron siete y seis muertos respectivamente. Como resultado, los dos países han acordado coordinar una estrategia común en las regiones fronterizas. A su vez, los ataques han ocasionado arrestos e incluso operaciones militares que se han saldado con cuatro terroristas muertos en el caso de Argelia. En total, veintitrés personas arrestadas entre los dos países, un proceso en el que destacan las continuas rendiciones en Tamanrasset de terroristas relacionados con las actividades de narcotráfico y contrabando.
Por su parte, Libia continua siendo uno de los países más inseguros de la región. Las fuerzas afines a los tres gobiernos rivales que llevan luchando desde la caída del régimen de Muammar el Gadafi, así como grupos armados y milicias, cometen con impunidad innumerables abusos contra los derechos humanos. En este escenario, Daesh intenta cobrar cada vez mayor importancia y ataca edificios como comisarías y plantas potabilizadores para asesinar o secuestrar.
En la zona oeste, en Marruecos, se han llevado a cabo dos operaciones policiales de gran envergadura que se han saldado con once arrestos. También ha comenzado durante este mes la ‘Operación Neptuno’ de la Interpol, cuyo objetivo es identificar en los puertos a los terroristas que deseen cruzar a Europa y en la que Marruecos tiene un papel de vital importancia. Asimismo, vale la pena destacar la condena inédita por terrorismo a trece senegaleses en su intento de establecer en el país una célula yihadista ligada a Boko Haram.