Septiembre confirma un mes más el descenso generalizado que se viene observando durante todo el presente año en cuanto a atentados yihadistas y número de víctimas. A excepción del mes de julio, en el resto de meses, las personas asesinadas por el terrorismo de carácter yihadista han sido inferior a mil, rondando por norma general el medio millar de forma mensual, contrastando con los años anteriores donde la tónica habitual era superar las tres cifras.
Pese a esta buena noticia, el hecho más preocupante sigue siendo el incremento de la ideología yihadista a escala global a través de la amplia presencia de grupos que siguen sus planteamientos por diversas regiones, motivado este fenómeno en la actualidad por el retorno de miles de combatientes de Daesh que vuelven a sus países de origen o se dirigen a otros en los que seguir abanderando la causa de la yihad armada, una vez que se ha producido la descomposición del califato sirio-iraquí.
En el presente trabajo se analizarán distintas cuestiones sobre la actividad yihadista desarrolladas durante el mes de septiembre, la cual ha dejado 96 atentados y 601 víctimas mortales.
Análisis
La disminución de la violencia yihadista en este mes se puede constatar a través de la letalidad de los atentados cometidos. El hecho de que no se haya producido ninguna acción terrorista que haya provocado más de un centenar de muertos es una característica a destacar, ya que es poco habitual que ello se produzca. No hay que olvidar que hasta no hace mucho, todos los meses se producían atentados yihadistas en los que el número de víctimas superaba esta cifra. Basta con observar el listado de las acciones yihadistas más letales del anuario publicado por el OIET en 2017, en el que todas ellas estaban en torno al centenar, siendo superado este número con creces en algunos casos, como fue el atentado en Somalia de octubre con más de 500 muertos o el de Egipto en noviembre, cuya cifra de víctimas fue superior a 300.
En este mes de septiembre, el atentado suicida ocurrido en la provincia afgana de Nangarhar (caso de estudio #31) el día 11 dejó 68 muertos tras hacerse estallar un terrorista de Daesh durante el desarrollo de una manifestación multitudinaria en las calles de la ciudad. Una vez más, Afganistán sigue siendo el país sobre el que se cometen las acciones terroristas más letales, como viene siendo frecuente desde que se produjo el desmantelamiento del califato de Daesh, trasladándose con ello el epicentro del yihadismo a este país, en el que tanto los grupos talibán como el propio Daesh, a través de Wilayat Khorasan, tienen una fuerte presencia sobre el territorio.
Nigeria ha sido el escenario del otro atentado con mayor número de víctimas. Esta acción, cometida el día 1 tras el ataque de la facción de Boko Haram vinculada a Daesh sobre una base militar en el estado de Borno acabó con la vida de 48 soldados (#1).
Este atentado cometido en Nigeria sirve como modelo para ilustrar el preocupante incremento de la violencia yihadista que se está apreciando de nuevo en el país. Si desde principios de año, se viene hablando en este observatorio del aparente retroceso de la facción de Boko Haram liderada por Shekau, limitándose a los ataques en poblado para obtener recursos que les garanticen su supervivencia y algún que otro atentado suicida producido de forma aislada, el caso contrario se da con la facción liderada por al Barnawi, vinculada a Daesh, ya que se observa un importante incremento de sus acciones yihadistas, especialmente perpetradas contra objetivos de las fuerzas de seguridad. Esta situación dentro del propio grupo permite ir viendo de forma progresiva la división del mismo, la cual se acentúa con el paso de los meses, permitiendo con ello hacer una distinción más o menos clara entre las acciones ejecutadas por cada una de sus facciones.
Por otro lado, el día 21 de septiembre (#68) en la provincia afgana de Faryab murieron ocho niños mientras jugaban todos ellos en la calle tras el estallido de un artefacto explosivos, el cual fue colocado por los talibán con el objetivo de que este IED se activase al paso de un vehículo de las fuerzas de seguridad. Mientras, a principio de mes moría una persona en Irak tras el ataque de varios terroristas de Daesh a una mezquita en el momento en el que había finalizado la hora del rezo (#9). Ambos casos reflejan la realidad diaria de estos países, en los que tanto los propios musulmanes que acuden a las mezquitas a rezar como los niños más inocentes son asesinados por los grupos yihadistas, sin que ninguna de estas noticias tenga trascendencia alguna en los medios occidentales.
La tabla superior refleja la actividad yihadista de forma mensual de los grupos más representativos. En ella, se puede apreciar el descenso continuado de la actividad de Daesh, cuyos niveles de actividad cada vez se asemejan más a la que desarrollan los grupos talibán. Desde que se puso en marcha la iniciativa del Observatorio de Atentados Yihadistas, nunca la actividad de ambos grupos había estado tan próxima en cuanto al dato cuantitativo que hace referencia s sus atentados. Las causas que han motivado esta evolución han sido citadas en anteriores ocasiones, destacando especialmente el retroceso de Daesh tras la caída de su califato, aunque tampoco hay que olvidar que a través de su actual estrategia insurgente cometen gran parte de sus atentados. Por otro lado, también es importante señalar que los grupos talibán en Afganistán cada vez están abarcando una mayor proporción a nivel territorial, lo que sin duda es una muestra de su capacidad y de la amenaza real que representan ante la debilidad del propio estado.
Mientras, tanto Boko Haram en su conjunto, como Al Shabaab y las franquicias regionales de al Qaeda se mantienen en torno a la decena de atentados por mes, con ligeras variaciones dependiendo de meses en los que su actividad se incrementa o se reduce por distintas causísticas.
Como se puede apreciar en la tabla superior, Oriente Medio es el principal foco sobre el que se cometen gran parte de los atentados de etiología yihadista, seguido por la mitad norte del continente africano, donde la proliferación de grupos yihadistas con capacidad para ejercer un dominio efectivo sobre el territorio es alarmante.
El Sudeste Asiático se sigue mostrando como otras de las regiones sobre las que las organizaciones yihadistas son capaces de controlar parte del territorio, especialmente en lo que concierne a parte del archipiélago filipino, donde la imposibilidad de controlar las fronteras marítimas de forma efectiva por parte de las fuerzas del orden, ha permitido a estos grupos convertir la zona en el área perfecta para llevar a cabo los secuestros sobre pescadores, a los que trasladan a algunas de las islas que tienen bajo su autoridad. Además, este control que ejercen sobre determinadas islas, les permite refugiarse en ellas ante la presión de las fuerzas de seguridad, convirtiendo algunas de ellas en verdaderos santuarios.
En el mes de septiembre, el terrorismo yihadista ha hecho acto de presencia en18 países en los que al menos se ha cometido un atentado que se ha saldado con alguna víctima mortal. Estos países son: Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Yemen, India, Filipinas, Egipto, Libia, Túnez, Mali, Nigeria, Chad, Camerún, Burkina Faso, Somalia, Kenia y Mozambique
El hecho de que la mayoría de estos países abarquen las regiones de Oriente Medio, el Magreb y el Sahel no debería resultar sorprendente, ya que, durante los últimos años, estos focos se han mostrado como los más activos en cuanto a la proliferación de organizaciones yihadistas, las cuales en determinados casos han sido capaces de hacerse con el control de un territorio, a partir del cual expanden su presencia. La debilidad de estos estados, así como el vacío de poder creado por las instituciones gubernamentales acaban por convertirse en el caldo de cultivo idóneo para el surgimiento y el desarrollo de estos grupos.
Conclusiones
El terrorismo yihadista se ha mostrado un mes más como una de las principales amenazas para la seguridad internacional. Si bien es cierto que la caída del califato ha acabado con una seria amenaza, especialmente para la región de Oriente Próximo, la violencia terrorista que ejerce este grupo a través de la insurgencia en Irak, en mayor medida, sigue provocando la muerte diaria tanto de civiles como de miembros de las fuerzas de seguridad.
Por otro lado, Afganistán se aproxima al abismo conforme pasa el tiempo con unas fuerzas de seguridad que se están mostrando incapaces de hacer frente a los grupos talibán, quienes en estos momentos tienen presencia en el 70% del territorio, ya sea porque lo controlan de facto o porque está en disputa con las autoridades afganas. Mientras, la capacidad de Wilayat Khorasan sigue incrementándose a medida que llegan nuevos combatientes procedentes de lo que fueron los territorios del califato, convirtiendo Afganistán en una bomba de relojería sobre la que los atentados por todo el país se han convertido en la realidad diaria.
En términos generales, la amenaza que representa el yihadismo sigue aumentando a medida que su ideología se expande por lugares en los que hasta no hace mucho su presencia era muy limitada. Esto sucede a día de hoy en la mitad sur del continente africano, sin duda una región con características similares al Sahel en cuanto al vacío de poder existente, lo que facilita la creación de grupos extremistas que hacen uso de la violencia para conseguir sus objetivos. El mayor ejemplo de ello se lleva viendo a lo largo del año en Mozambique, donde el número de atentados supera la docena y la muerte de civiles se aproxima al centenar a partir de la actividad mostrada por el grupo al Shabaab.
Es preciso que la comunidad internacional se implique en mayor medida para evitar que sigan surgiendo otros focos que en unos años acaben por convertirse en un nuevo Mali, ya que todavía en estos territorios la amenaza no está consolidada y es posible aplicar otras medidas que no tengan como primera opción la vía militar, la cual además de ser la más costosa, está en entredicho por los escasos logros obtenidos durante los últimos quince años.