Observatorio de atentados yihadistas de junio de 2021

Autobús que sufrió un atentado el día 9 en Mandera (Kenia) donde fueron asesinados tres civiles por parte de Al Shabaab. Fuente: Horn Observer.

1.Análisis

A lo largo del mes de junio la actividad yihadista ha mostrado una especial intensidad, quedando caracterizada por una alta letalidad en las acciones terroristas cometidas. Así lo demuestran las 1.049 personas que han sido asesinadas en los  157 ataques documentados por este observatorio.

El análisis de este mes destaca por la particularidad de que varios de los escenarios sobre los que se hará hincapié frecuentan generalmente un segundo plano tanto en estudios especializados como en artículos de medios de comunicación, dado que la actividad yihadista desarrollada sobre ellos no muestra una intensidad tan elevada como en otras regiones. Sin embargo, los acontecimientos acaecidos nos obligan a detenernos en esta ocasión en regiones como Cachemira y países como la República Democrática del Congo o Libia.

El primer caso a comentar es el de Jammu y Cachemira, estado fronterizo entre India y Pakistán. Esta región se caracteriza tradicionalmente por la fuerte presencia de milicias y organizaciones de carácter islamista que suelen llevar a cabo ataques hacia las fuerzas de seguridad indias. Varios de estos grupos, como es el caso de Lashkar-e-Taiba o Lashkar-e-Jhangvi, tienen una fuerte presencia en Pakistán y en no pocos casos se ha establecido un vínculo entre estos y las autoridades pakistaníes con el fin de debilitar a India. Durante los últimos años es el grupo yihadista Jaish-e-Mohammed el que parece haber tomado la iniciativa a la hora de llevar a cabo atentados sobre Jammu y Cachemira, dándose estos de forma reiterada. En ese sentido, en junio se ha producido por primera vez en la región un ataque terrorista ejecutado mediante el lanzamiento de explosivos desde un dron. En este caso, el objetivo del ataque fue una base militar aérea y tras el lanzamiento del IED de fabricación casera perdió la vida un soldado (caso de estudio #136). Este ataque atribuido a Lashkar-e-Taiba pone de manifiesto una vez más la eficacia con la que las organizaciones yihadistas aprovechan el desarrollo de la tecnología para mejorar y perfeccionar su capacidad de cometer atentados mediante nuevos y actualizados modus operandi.

Trasladando el foco de interés al norte de África, vemos como esta región durante los últimos años ha mejorado de forma ostensible su situación en cuanto a lo que concierne a la amenaza yihadista que presentan grupos con capacidad para asentarse sobre un territorio y ejercer un dominio efectivo sobre él. Posiblemente Libia sea el mejor ejemplo que explique esta realidad. Tras observarse cómo Daesh consiguió hacerse con buena parte del país hasta establecer en Sirte la tercera capital del califato yihadista (solo por detrás de Raqqa y Mosul), a partir de 2017 su derrota sobre este país se hizo más que evidente, comenzando su retroceso hasta que los combatientes de la organización quedaron reducidos a la frontera sur. No obstante, a día de hoy siguen existiendo en Libia pequeñas bolsas en las que se concentran todavía algunos miembros de Daesh, capaces cada cierto tiempo de llevar a cabo acciones terroristas como las dos ocurridas este mes. De hecho, el atentado suicida ocurrido el día 6 en un puesto de control que acabó con la vida de dos soldados ha sido el primer ataque reivindicado por la organización en más de un año (#36). Apenas una semana después, en la región de Fezán se producía otro ataque en el que también eran asesinados dos miembros de las fuerzas de seguridad tras estallar un IED al paso de un vehículo militar en una carretera (#73). Estos ataques deben ser entendidos como una pequeña muestra de la fuerza que todavía ostenta Daesh en Libia, si bien es cierto que esta capacidad se muestra considerablemente más limitada que hace escasos años. Además, tampoco parece viable a corto plazo que el grupo consiga recuperar ese protagonismo perdido y vuelva a convertir parte del territorio libio en uno de sus principales bastiones.

Por otro lado, durante los últimos meses se ha comentado en repetidas ocasiones desde este mismo observatorio el deterioro en términos de seguridad y estabilidad que sufre la República Democrática del Congo como consecuencia de la expansión de la actividad de agrupaciones islamistas. El lazo forjado entre las Fuerzas Aliadas Democráticas (ADF por sus siglas en inglés) y Daesh desembocó en la formación del Estado Islámico de África Central (ISCAP), cuya estructura también tiene presencia en Mozambique. Esta nueva franquicia de Daesh creada en abril de 2019 ha ido creciendo de forma progresiva, siendo designada esta filial hace tres meses como organización terrorista por el Departamento de Estado estadounidense. Bajo este contexto, en junio se ha producido el primer atentado suicida en el país, siendo esta una evidencia más que alude de forma clara a la consolidación de la ideología extremista procedente de la influencia de Daesh sobre el movimiento islamista local. Este ataque en el que no se produjeron más fallecidos que el propio terrorista ocurrió el 28 de junio (#150) y todavía genera dudas respecto a la autoría, dado que no se ha sabido concluir hasta la fecha si esta corresponde a ADF o a ISCAP. No obstante, y dado que ISCAP se nutre de antiguos miembros de ADF que se escindieron hacia la facción de Daesh, el hecho de que este atentado se atribuya a uno u otro grupo no representa en este caso una información sustancial que modifique las dinámicas observadas hasta la fecha o el contexto subyacente en la realidad analizada.

En cuanto al territorio sirio-iraquí que conformó el califato yihadista de Daesh, se puede apreciar cómo desde el año 2020 se ha registrado en amplias áreas un incremento progresivo de la actividad terrorista asociada a Daesh. Esta nueva realidad se ha mostrado más nítida todavía ya adentrado el presente año. En este sentido, el hecho preocupante no es que solo se haya aumentado el número de ataques, sino que su grado de letalidad y la sofisticación está adquiriendo unos niveles alarmantes, volviendo a ataques planificados sobre las fuerzas de seguridad que comienzan a alejarse de esa actividad insurgente de baja intensidad de los últimos años. Si bien es evidente que no se puede hablar de un grado de violencia similar al desarrollado entre 2014 y 2017, el análisis de distintos parámetros que van desde los propios ataques hasta los comunicados propagandísticos de reivindicación de los mismos apunta a que se está produciendo una reaparición de Daesh. De esta forma se debe interpretar la treintena de atentados cometidos por la organización tanto en Siria como en Irak solamente durante el mes de junio.

En el caso de Afganistán, el presente y futuro desolador que comienza a atisbarse en el país tras la retirada de tropas estadounidenses y de sus aliados es una realidad. Desde que se produjo el anuncio en abril en el que se comunicó que las fuerzas internacionales abandonarían el país definitivamente a fecha de 11 de septiembre, los talibán no han hecho más que avanzar sobre el territorio como nunca antes se había visto, y durante este período han ocupado áreas donde su presencia era limitada. Pese a que es difícil de precisar la situación actual mediante datos, se estima que en estos momentos la organización terrorista ya controla más porcentaje de territorio que el propio gobierno afgano tras tomar durante las últimas semanas decenas de distritos y avanzar de forma rauda en el norte del país. De mantenerse esta tendencia, y apuntando todos los indicios a que así será, es cuestión de tiempo que los talibán pongan el foco en la capital del país. A ello contribuye indudablemente el hecho de que Estados Unidos haya acelerado su proceso de retirada, lo que todavía deja menos margen de maniobra a las fuerzas afganas y contribuye a dar un mayor impulso a los grupos talibán. En cualquier caso, es cuestión de tiempo que volvamos a una situación similar que nos haga recordar lo vivido hace un cuarto de siglo en Afganistán. Para cuando eso ocurra, habrá que mostrar especial atención a la reacción de las estructuras centrales de grupos yihadistas como Al Qaeda o Daesh, quienes pueden sacar rédito del surgimiento de un nuevo gran refugio para las organizaciones terroristas.

Por último, Europa ha vuelto a ser escenario durante el mes de junio de un probable atentado de inspiración yihadista, como así lo afirmaron las autoridades germanas tras producirse en la ciudad alemana de Wurzburgo un apuñalamiento en el que fueron asesinadas tres mujeres el pasado día 25 (#128). Pese a que el análisis de los dispositivos electrónicos del autor del ataque realizado por parte de la investigación policial concluyó que no se hallaron indicios de radicalización en estos, las mismas autoridades germanas afirmaron que había otras evidencias que apuntaban a un ataque cometido bajo el influjo de la ideología yihadista.

Para finalizar, los 17 países en los que se ha producido al menos un atentado de inspiración yihadista en el mes de marzo que han dejado al menos una víctima son: Afganistán, Siria, Irak, Pakistán, India, Egipto, Libia, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Camerún, República Democrática del Congo, Somalia, Kenia, Mozambique y Alemania.

2.Metodología

La metodología de la presente investigación tiene como base la búsqueda y el análisis de fuentes abiertas, siendo éstas esencialmente noticias de prensa nacionales e internacionales, informes de instituciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el terreno y comunicados emitidos por los propios grupos terroristas (teniendo en cuenta que la información de éstos no siempre es fiable y siendo contrastada previamente). Dichas fuentes son accesibles al lector y pueden ser consultadas a través del enlace adjuntado en los resúmenes que acompañan a los datos extraídos en cada uno de los casos de estudio registrados. No obstante, existen algunas excepciones en las que se ha decidido no añadir el enlace por motivos de sensibilización y respeto a las víctimas, al tratarse de imágenes que no se considera necesario mostrar.

En la sección que hace referencia a la autoría de los atentados, en determinados casos se puede leer “sin confirmar” junto al nombre de la organización terrorista. Esto sucederá en todos aquellos casos donde ningún medio oficial vinculado a la organización autora haya reivindicado dicho ataque. Pese a la falta de esta confirmación, existen vínculos, modus operandi y características comunes con otros antecedentes que pueden ayudar a determinar la autoría, aunque siempre exista el riesgo de equivocarse en el análisis de la información.

El objetivo último de este observatorio es intentar conocer los máximos casos posibles, sabiendo que resulta imposible plasmar todos ellos por la inaccesibilidad de medios o falta de información en determinadas regiones. Debido a esta razón, uno de los criterios que debe reunir un atentado para aparecer en esta investigación es que se produzca alguna víctima, dado el escaso (o nulo) eco mediático que tienen aquellos casos en los que por suerte no se producen muertes, excepto en el caso de países occidentales donde sí se incluyen los atentados que no hayan provocado víctimas, así como aquellos otros que presenten unas particularidades propias que requieran su inclusión. El objetivo último es que los datos representados mes a mes permitan mostrar la evolución del terrorismo yihadista a partir de la actividad de las distintas organizaciones que lo representan a escala global.

Finalmente, se recuerda, como todos los meses, los criterios establecidos a la hora de contabilizar los casos de estudio:

• Atentados que sean perpetrados por organizaciones yihadistas o
• Cometidos por individuos inspirados en su ideología
• Donde al menos se produce una víctima mortal, pudiendo ser el propio terrorista (con las excepciones ya citadas)
• Que estén documentados por fuentes abiertas contrastadas en medios u organizaciones nacionales o internacionales

3.Tabla con casos de estudios documentados