Apunte 2/2021
Carmen Arroyo
El año 1999 representa la fecha de partida de una yihad ofensiva que se desarrollaría en su mayor esplendor tiempo después por parte de Daesh, pero que ya había comenzado mucho antes con su semilla. El momento en cuestión referencia el discurso de ideología salafista que el jordano Abu Musab al Zarqawi desarrolló, creando así la organización Jama’at al-Tawhid wal-Jihad. Este grupo yihadista surge del deseo de hacer caer el régimen de Jordania, combatiendo tanto a las tropas consideradas apóstatas del país como a sus aliados (los kurdos iraquíes y los chiitas). Dado que el líder del grupo – al Zarqawi – había creado un campo de entrenamiento en Afganistán y, además, había recibido financiación de Osama Bin Laden, pudo reclutar a militantes yihadistas sin grandes obstáculos. Tras operaciones terroristas perpetradas en Jordania desde Afganistán, al Zarqawi tuvo la pretensión de trasladar su pequeña comunidad a otras zonas de Oriente Medio, singularmente en Irak. Su posición en este país fue promovida por el contacto que mantuvo con la organización kurdo-yihadista, Ansar Al Islam, cuya base se situaba en el Kurdistán iraquí.
Poco después de los atentados del 11-S, con la intervención de Estados Unidos sobre el régimen talibán en 2001, el yihadista jordano se trasladó a la zona kurda del norte de Irak. Así las cosas, el propósito de la organización fue el de socavar la creación de un Estado iraquí libre, otorgando apoyo a la insurgencia del momento y promoviendo una guerra civil. Con la presunción de que el gobierno de Saddam Hussein compartía vínculos con Al Qaeda – cuyo origen se remonta a la Guerra de Afganistán – y de que el país poseía armas de destrucción masiva, el presidente estadounidense George W. Bush incluye al régimen iraquí en el “eje del mal” en su lucha contra el terrorismo. Por tanto, Estados Unidos respaldado por la coalición internacional (Reino Unido, Polonia y España, entre otros) legitima y da inicio a la Guerra de Irak de 2003. Pese a la derrota del régimen de Saddam Hussein, no cesaron las tensiones en el país. Una parte de la población suní veía a la coalición como una forma de empoderar al chiismo, por lo que Al Qaeda en Iraq fue bien acogido en ciertos sectores de la sociedad.
Tras la instauración del gobierno provisional, se dieron manifestaciones violentas en contra de las tropas de la coalición con una marcada presencia de Al Qaeda, así como un aumento en las hostilidades entre chiíes y suníes. En 2004, con el escenario de caos que reinaba en Irak, al Zarqawi jura fidelidad a Bin Laden, con el que guardaba relación desde Afganistán, pasándose a llamar su organización Al Qaeda en Irak.
Al Zarqawi ya era conocido por la barbarie presente en los ataques que perpetraba como el asesinato del estadounidense Nicholas Berg – decapitado por el mismo y grabado en vídeo – u otros ataques suicidas llevados a cabo por su grupo, además de los sucesivos intentos de enfrentar a sunitas y chiitas. “Los líderes de Al Qaeda refugiados en Pakistán temían que los métodos expeditivos de Al Zarqawi pusieran en peligro la popularidad del proyecto yihadista”[1]. Asimismo, como afirma Fuente Cobo, “su interpretación del islam todavía más retrógrada y sectaria que la de Bin Laden, puede reconocerse fácilmente en la metodología y en la apariencia ideológica del denominado Estado Islámico o Daesh. La estrategia de la AQI de Al-Zarqawi, se fundamentaba casi exclusivamente en fomentar el caos y la inestabilidad interna”[2].
Como resultado de la considerable pérdida de apoyo por parte de la población, Al Qaeda en Irak forma una alianza de unión con otros grupos insurgentes, formando el Consejo de la Shura de los Muyahidín. En 2006, una operación militar encabezada por el gobierno estadounidense bombardea la localidad, muriendo al Zarqawi. Este acontecimiento representó un punto de inflexión para la organización, ya que la personalidad del líder dejó patente el legado ideológico de lo que es el yihadismo en la actualidad.
Sin embargo, su muerte no fue un factor debilitador para la organización, ya que tuvieron una rápida reacción en cuanto al nombramiento del nuevo líder, Abu Ayyub Al Masri. La capacidad de resiliencia que han mostrado al mundo en este tipo de situaciones no hace más que reafirmar la solidez de las bases ideológicas y religiosas sobre las que se asientan.
Bajo este último, se renombró a la organización como Estado Islámico de Irak (ISI) pasando a estar liderada por Abu Omar Al Baghdadi, quien no prestó juramento ante Bin Laden. Por el contrario, se estaba pronunciando como el único al que la Umma debía de obedecer, es decir, estaba iniciando una fractura hacia Al Qaeda que acabaría materializándose poco después.
2007 fue un año marcado especialmente por una oleada de violencia yihadista de miembros del ISI. La respuesta occidental fue contundente, destacando a Estados Unidos y Reino Unido en la capacidad operativa, quienes consiguieron debilitar sustancialmente a la organización. Tres años más tarde, el primer ministro de Irak – Nuri Al-Maliki – confirmaba la muerte de Abu Omar Al Baghdadi y de Abu Ayyub Al Masri. El ISI había perdido a ambos líderes, por lo que, en ese mismo año de 2010, designaron a Abu Bakr Al Baghdadi como emir y a Allah Abu Suleiman como jefe militar. La principal intención de Al Baghdadi era la creación de califato yihadista, no obstante, el ISI se encontraba en su punto más bajo. Precisamente por el debilitamiento de la organización, entre 2010 y 2011 se da la salida de las tropas estadounidenses de Irak, lo cual perjudica al ISI en cuanto a que su presencia en los medios de comunicación deja de tener tanto alcance; pero, de igual manera, les permite ganar cierto margen para su reestructuración, en un momento en el que la organización pasaba por sus peores momentos.
Al mismo tiempo, en 2011 se da el estallido de la guerra de Siria con levantamientos contra el régimen de Bashar Al Assad. Es imprescindible referenciar que el contexto que se vivía en Oriente Medio propicia la aparición de la insurgencia, en un proceso de revueltas populares contra regímenes corruptos y autocráticos. La posterior internacionalización del conflicto de Siria, donde se encuentran por un lado Irán, Hezbollah y Rusia, dando apoyo al régimen, y por otro lado Arabia Saudí, Turquía y EE. UU. (principalmente) respaldando a grupos armados en contra del régimen. Precisamente, Daesh ha sido capaz de explotar esta división solidificando su posición en Siria.
La facción de Al Qaeda conocida como Frente Al Nusra fue el eslabón que permitió a ISI establecer en Siria su influencia, debido a que era el grupo que lideraba la insurrección. Dada la situación de inestabilidad que se presenciaba en ambos países, Abu Bakr Al Baghdadi tomó la decisión unilateral de romper con Al Qaeda al declarar en 2013 la abolición de Al Nusra y del ISI, creando así una única organización: el Estado Islámico de Irak y Siria, estableciendo su capital en la ciudad siria de Raqqa, tras arrebatársela precisamente a combatientes de Al Nusra. A partir de este momento, comienza la expansión territorial del grupo, capaz de tomar poco después la ciudad de Mosul en Irak.
Al Baghdadi continuó con la conquista de provincias y ciudades iraquíes. A finales de junio de 2014 la organización yihadista proclama formalmente el establecimiento del califato, pasando a autodenominarse simplemente como Estado Islámico y eliminando las connotaciones geográficas de su anterior nombre. Controlando a una totalidad de ocho millones de habitantes, 88.000 km2 del este de Irak al oeste de Siria, reservas de petróleo y rutas de contrabando a través de las que se lucraban económicamente, Daesh se configuraba como la organización yihadista más potente y estructurada de la historia. Para mediados de 2015, la influencia de la bandera de la yihad se había propagado por una buena parte del mundo, siendo numerosas las organizaciones terroristas que le juraron fidelidad.
Afortunadamente, este auge del yihadismo tuvo una corta trayectoria: el ejército de Irak recupera la ciudad de Tikrit y, al año siguiente, Ramadi. Las fuerzas kurdas se mostraron como las únicas capaces de derrotarles, por ello, Estados Unidos les cedió su apoyo. El ejército iraquí y los kurdos comenzaron la operación de recuperar Mosul en octubre de 2016 y, tras nueve meses de ofensiva, el ejército iraquí libera la devastada ciudad en 2017. Poco después, el autodenominado Estado Islámico acaba perdiendo su capital, Raqqa. Finalmente, el resto de ciudades y pueblos que permanecían todavía bajo su bandera son recuperados, siendo el último reducto del califato yihadista en caer el de la ciudad siria de Baguz en marzo de 2019.
Si bien la derrota militar de Daesh ha permitido que desaparezca el califato yihadista sobre el territorio sirio-iraquí, la organización está muy lejos de desaparecer. Mientras que la estructura central se reorganiza en los territorios donde todavía ejerce su influencia, numerosas organizaciones afiliadas en regiones como el Sahel, el África Subsahariana o el Sudeste Asiático han tomado el relevo y continúan expandiendo el nombre de la organización.
[1] Jordán, Javier (2015). El Daesh. La internacional yihadista. Cuadernos de Estrategia 173. Madrid. Pp. 109-147.
[2] Fuente Cobo, Ignacio (2015). El yihadismo en su contexto histórico. La internacional yihadista. Cuadernos de Estrategia 173. Madrid. Pp. 37-68 (64).