Boko Haram está blindado en las entrañas impenetrables del bosque de Sambisa, cruzando a Camerún a demanda y su tarjeta de visita son los secuestros de pasajeros en la carretera de Damaturu y las vías locales del estado.
Ansaru se ha retirado de este escenario, ya demasiado colapsado, y está creciendo en los últimos meses en la zona roja de Kaduna, a pocos kilómetros de la capital, Abuja. Ahí se da una mezcla de bandidaje, ajustes de cuentas, secuestros y ataques a comisarías.
¿Cómo se explica que grupos yihadistas como Boko Haram cometan atentados en mezquitas o ataquen aldeas de trabajadores? ¿Con qué finalidad lo hacen?
Han apostado por la estrategia del terror por el terror. A principios de la década pasada, el ejército instauró la medida de la “tierra quemada” consistente en obligar a los habitantes de las aldeas a abandonar el medio rural y asentarse en los campamentos de desplazados. El ejército quería cortar por la base el apoyo de las tribus a la insurgencia. Movilizados a la fuerza, miles de personas dejaron atrás sus chozas y se desplazaron a los IDP –Internal Displaced Person-.
Esto provocó la reacción contraria de Abubakar Shekau, comandante de Boko Haram. Dictó una condena contra estas personas que se refugiaban en los IDP por herejes y les puso en el punto de mira de su estrategia. A partir de ese momento, los IDP pasaron a ser objetivo de las bombas de los bokos. El siguiente paso fueron los mercados de Maiduguri, las mezquitas del país. Y la consecuencia fue la disidencia de algunos de sus lugartenientes y la creación de Ansaru.
¿Cómo son las condiciones de vida en los campos de desplazados? ¿Reciben algún tipo de apoyo las personas que allí se encuentran por parte de las autoridades?
Hay dos tipos de IDP, los reconocidos por el gobierno y los llamados informales. Sólo en Maiduguri hay un total de 109 IDP, que albergan a más de trescientas mil personas, procedentes de todo el estado. Los IDP gubernamentales reciben alimentos, aunque están masificados y las condiciones de habitabilidad son precarias. 93 de esos emplazamientos no son reconocidos por las autoridades gubernamentales, por lo cual no reciben ningún tipo de ayuda. Sobreviven gracias a las ONG’s y a la ayuda humanitaria. A diferencia de los campos que hay por todo el estado, los desplazados que han llegado a Maiduguri tienen la ventaja de que pueden entrar y salir del camp a diario para buscarse la vida en la ciudad. Esto no ocurre en los abarrotados campos del norte de Borno, donde sus ocupantes se juegan la vida si quieren salir a abastecerse de agua o plantar un huerto. Estos campamentos están cercados y vigilados por los bokos y cualquier movimiento en falso es una condena a muerte.
¿Son seguros los campos de desplazados ante posibles ataques terroristas?
Los que hay en Maiduguri lo son relativamente. El ejército los protege y los propios ocupantes se ocupan de formar turnos de vigilancia, pero el riesgo de que entre diez mil personas hacinadas en tiendas de campaña se infiltren los insurgentes es grande. Por mi experiencia, he visto como en la escuela del campamento Shauwari 5, en el centro Maiduguri, los niños asisten a clase bajo la atenta mirada de un vigilante armados con un machete.
En abril de 2014 se produjo el secuestro de 276 niñas en una escuela de Chibok. ¿Qué se sabe de ellas seis años después?
El pasado día 14 se cumplieron seis años del golpe más atrevido de Abubakar Shekau, el secuestro de 276 chicas en un internado en Chibok, a 125 kilómetros de Maiduguri, 112 de ellas siguen en paradero desconocido. La mayoría de las 174 jóvenes liberadas intentan rehacer su vida en Yola, la capital del estado vecino de Adamawa. Algunas continúan sus estudios, otras se han casado y también hay algún caso de chicas que han vuelto de Sambisa con un hijo de las reiteradas violaciones a las que las sometieron los bokos.
Además de la lucha antiterrorista, ¿qué otras medidas deben llevarse a cabo para derrotar al terrorismo yihadista en Nigeria?
Boko Haram empezó siendo un fenómeno apadrinado por el fanatismo religioso de un imán visionario, Mohammned Yusuf, pero ahora es una corriente que entronca con la esencia de los problemas endémicos de esta región africana. Hambre, falta de trabajo, aislamiento del resto del país, miles chicos adolescentes sobreviviendo en la calle, analfabetismo, tejido tribal desconectado del más mínimo engranaje estatal. Los peores augurios indican que a Boko Haram se le puede y se le debe vencer por las armas, no de manera inminente pero sí a medio plazo. Ahora bien, el paisaje después de la batalla es tan arduo que es improbable que el estado federal de Nigeria sea capaz de reconstruirlo y ese nuevo fracaso llevaría irremediablemente a una nueva crisis religiosa, étnica y social en el futuro, la enésima de la reciente historia del estado de Borno.